[Greg Palast es uno de los periodistas independientes más famosos del mundo y es la principal fuente de los datos de este artículo aunque no es una traducción pues intercalo mis propios comentarios y explicaciones para una mejor comprensión].
El documento obtenido por Greg Palast, perteneciente a la Organización del Comercio Mundial (WTO), data de 1997 y que podéis ver en esta web está firmado por Timothy Geithner recuerda a su entonces jefe en el Tesoro norteamericano (Larry Summers) llamar a los CEOs de los grandes bancos a iniciar la “marcha”. “Mientras nos introducimos en el ‘juego final’ (End Game) de las negociaciones de los servicios financieros, creo que sería una buena idea para ti ‘tocar base” con los CEOs”.
Está utilizando un lenguaje beisbolero para que comience a dirigir a los grandes bancos en el sentido deseado: la desregulación de los servicios financieros que acabaría con la economía de los países cristianos.
Para evitar llamar por teléfono a los dirigentes de los grandes bancos a través de las líneas “públicas” (que podrían dejar un registro investigable por la policía), Geithner le da los números de las líneas privadas de los entonces jefes de Goldman Sachs, Merril Lynch, Bank of America, Citibank y Chase Manhattan:
(No los llaméis, ojo, que no funcionan!)
Goldman Sachs: John Corzine (212)902-8281
Merrill Lynch: David Kamanski (212)449-6868
Bank of America: David Coulter (415)622-2255
Citibank: John Reed (212)559-2732
Chase Manhattan: Walter Shipley (212)270-1380
En aquel año 1997, el entonces jefe del Tesoro americano Jerry Rubin presionaba fuerte para que se levantara la Ley Glass-Steagall (1933), aprobada después de la crisis del 29 y que marcaba una férrea separación entre la “banca de ahorradores” y la “banca de inversión”. Es decir, entre lo que se puede hacer con tu dinero y el mío y lo que se puede hacer en el casino de la bolsa.
Los bancos querían que se aprobara la creación de unas nuevas operaciones bursátiles de grandísimo riesgo llamadas “derivados”. Sólo JP Morgan llegó a crear 88 billones de dólares en estos “inventos” que intoxicaron los bancos y la economía mundial al mezclarse con el dinero real, el de los ahorradores.
En palabras llanas, lo que hicieron estos timadores fue mezclar estas especulaciones sobre el valor de todo tipo de riqueza real (ahorros, pisos/hipotecas, bienes físicos de todo tipo) con las cosas en sí mismas, creando una burbuja tal con ese dinero irreal que acabaría llevando a la quiebra a familias, bancos y estados.
El adjunto del jefe del Tesoro Larry Summers, que pronto sustituiría a Rubin en su puesto, se negó en redondo a frenar la desrregulación, abriendo la puerta de par en par a los piratas. Pero había un problema, ¿quién iba a querer tener su dinero en los bancos USA si con esta desrregulación se convertían en productos de tercera?
La solución provino de un adendum a un acuerdo de la WTO (World Trade Organization) llamado Financial Services Agreement (FSA) por el que SE OBLIGABA a todos los países a aceptar estas nuevos “artefactos financieros” como si fueran reales.
Es preciso resaltar que el WTO fue creado en un principio para manejar el comercio de BIENES y no “productos financieros”. El resultado, de cualquier manera, fue que toda nación que quisiera permanecer dentro del comercio internacional tenía que asumir el adendum del FSA, abriendo sus mercados al Citibank o JP Morgan. Si Ecuador quería seguir vendiendo sus plátanos en el mundo, debía firmar esos acuerdo. Exactamente, fueron 156 las que cayeron en ese chantaje, y el responsable de “convencerlos” fue Timothy Geithner, que fue nombrado Embajador del WTO.
Parece que el único país que se negó fue Brasil, en boca de su presidente Lula Da Silva, lo que produjo un embargo de sus productos por parte de la Unión Europea y su representante en aquel momento, Peter Mandelson (de acuerdo a un documento que obra en posesión de Palast). China lo firmó y, a cambio de que sus bancos se inundaran con esta mierda, tomó el control de la industria automovilística norteamericana, que perdió dos millones de empleos. El resultado es la debacle de Detroit, que ya conocéis.
Las consecuencias de este aluvión de basura la sintieron los argentinos en el año 2001 con el famoso corralito que les hizo vender sus empresas más punteras, Grecia por medio de unas “derivadas europeas” creadas por Goldman Sachs que demolieron el país (Rubin se había convertido en vicepresidente de este banco).
Podéis recordar en España cómo a finales del siglo pasado comenzaron a abrirse oficinas de bancos extranjeros como el Barclays o el Deutsche: sin duda, fue fruto de estos acuerdos.
Si seguimos la carrera de Rubin y Summers comprenderemos la cuestión en toda su extensión.
Al poco de dejar su puesto en el Tesoro, Rubin fue nombrado director y luego presidente de Citigroup, al que llevó a la bancarrota antes de procurarse ¡una indemnización de 126 millones de dólares!
Después, Rubin decidió convertirse en el recaudador de campaña de un joven senador aspirante a presidente de los Estados Unidos, llamado Barack Obama. Al poco de ganar el soñado cetro, Rubin convenció a Obama para que nombrara a Summers su “zar en asuntos de economía” y a Geithner, Secretario del Tesoro.
En el año 2010, Summers abandonó la Casa Blanca para ejercer de consultor en Citigroup para ganarse 31 millones de dólares… desde aquél mítico “memorando end-game”. Ahora, su nombre suena como el nuevo secretario de la Reserva Federal.
Dado que toda esta jugada se vivió alrededor de la organización World Trade y el atentado del 11-S fue contra el complejo World Trade Center me parece meridianamente claro que ambas conspiraciones son sólo capítulos de la misma, y parte del mismo plan “Nuevo Orden Mundial”.
El hecho de que aparezca este documento creo que es prueba de que las detenciones al máximo nivel son sólo cuestión de semanas.