Esa era la edad de oro, esa era la edad de los titanes. Esos fueron los tiempos deliciosos de la Arcadia. Los tiempos en que no existía lo mío ni lo tuyo, porque todo era de todos. Esos fueron los tiempos en que los ríos manaban leche y miel.
La imaginación de los hombres era un espejo inefable donde se reflejaba solemnemente el panorama de los cielos estrellados de Urania. El hombre sabía que su vida era la vida de los dioses, y el que sabía tañer la lira estremecía los ámbitos divinos con sus deliciosas melodías. El artista que manejaba el cincel se inspiraba en la sabiduría eternal y daba a sus delicadas esculturas la terrible majestad de Dios.
¡Oh! La Epoca de los Titanes, la época en que los ríos manaban leche y miel.
Los lemures fueron de alta estatura y tenía amplia frente, usaban simbólicas túnicas: blancas por delante, negras por detrás, tuvieron naves voladores y buques propulsados por la energía atómica, se alumbraban con energía nuclear, y llegaron a un altísimo grado de cultura. (En nuestro libro “El Matrimonio Perfecto”, hablamos ampliamente sobre el particular).
Esos eran los tiempos de la Arcadia: el hombre sabía escuchar entre las siete vocales de la Naturaleza la voz de los Dioses, y esas siete vocales: I.E.O.U.A.M.S., resonaban en el cuerpo de los lemures con toda la música inefable de los acompasados ritmos del Fuego”.
“El cuerpo de los lemures era un arpa milagrosa donde sonaban las 7 vocales de la Naturaleza con esa tremenda euforia del Cosmos. Cuando llegaba la noche, todos los seres humanos se adormecían como inocentes criaturas entre la cuna de la Madre Naturaleza, arrullados por el canto dulcísimo y conmovedor de los Dioses, y cuando rayaba el alba, el Sol traía diáfanos contentos y no tenebrosas penas”.
“Los matrimonios de la Arcadia eran matrimonios gnósticos. El hombre sólo efectuaba el connubio sexual bajo órdenes de los Elohim, y como un sacrificio en el altar del matrimonio para brindar cuerpos a las almas que necesitaban reencarnarse. Se desconocía por completo la fornicación, y no existía el dolor en el parto.
A través de muchos miles de años de constantes terremotos y erupciones volcánicas, la Lemuria se fue hundiendo entre las embravecidas olas del Pacífico, a tiempo que surgía del fondo del océano el continente Atlante”.
Después vino la Raza Lemur. Ellos ya eran más físicos y pisaban definitivamente la tierra. Hasta esta época ya habían pasado gran cantidad de años. Esta raza también era muy espiritual aunque con menos poderes que los hiperbóreos. Aun así ellos tenían contacto con el edén. Esta raza como las dos anteriores eran andrógenos – hermafroditas. Ellos eran gigantes de 2 a 6 metros. Su país estaba cerca de Australia y se dice que eran aproximadamente 64 millones. Vivían en una región muy poblada de volcanes, en el Océano Pacífico.
Ellos se reproducían por gemación. Los antiguos Nahuatls, decían de una manera infantil “que se convirtieron en pájaros” El hermafrodita se fecundaba y producía un especie de huevo que llevaba en la parte de la pantorrilla. Su fisonomía era con una cabeza abombada producto de glándulas muy desarrolladas. Ellos no tenían miedo a la muerte, simplemente esperaban el cambio.
Esta raza fue de transición, pues de ahí parten los ahora humanos. Esta raza sufrió muchos cambios. Los verdaderos hombres de esta raza pudieron separarse de su parte máquina, y no lo hicieron. Ellos sabían perfectamente que eran parte del planeta tierra como capturadores y procesadores de energía cósmica y retransmisores. Una raza que casi fracasa, pues comprendiéndolo y sabiéndolo todo perdieron interés por vivir.
En esta raza se llevo a cabo lo de la expulsión del edén que nos menciona la Biblia. De hecho esta humanidad cayó en bloque, y con ello cayeron muchos ángeles. En esta raza se llevo a cabo lo que la Biblia nos dice de que “de una costilla de Adán salió Eva” Génesis 2:21 – 22. Esto es prácticamente la división de sexos; hombre, mujer. Recordemos que ellos tenían los dos sexos, eran hermafroditas. El sexo, por ser sagrado, era conducido a lugares especiales por los Kumaras – Maestros. De ahí nos ha quedado la costumbre de que los casados se van a su “Luna de Miel”.
Ellos tenían muchos poderes y podían ver y distinguir una Holtapamna – 5’500,000 tonalidades de colores. También escuchaban el Nirionossiano, que es el sonido de las esferas. El sonido del mismo universo, el resto es Anahat. Igualmente su lenguaje contenía muchísimas más vocales y consonantes que el actual.
Sin embargo, esta raza Lemur, este continente Mu, finalmente cayó en la degeneración y por 10,000 años vivió tremendos terremotos y se hundió la Lemuria.
(Lemuria es el nombre de la última parte del Gran continente que existió en el Pacífico Mu. La verdadera destrucción de Mu y su subsiguiente hundimiento empiezan en los 30,000 AC. Esta acción continuó por muchos miles de años hasta que la última porción del antiguo Mu, conocido como Lemuria fue también sumergida en una serie de nuevos desastres, los cuales terminaron entre 10,000 y 12,000 AC. Esto ocurrió precisamente antes de la destrucción de Poseidonis, la última parte del Continente del Atlántico: Atlantis.
El Señor Aramu-Muru (Dios Meru) fue uno de los grandes Lemurianos sabios y el Guardián de los Pergaminos durante los últimos días del juicio de Mu o de la condenada Mu. Fue bien conocido para el Maestro de Lemuria que una catástrofe final causaría gigantescas mareas para hundir lo último de sus tierras en el mar embravecido y en el olvido.
Cada Maestro fue escogido por el Consejo de la Gran Jerarquía Blanca, para que fuera a diferentes secciones del mundo, donde, con seguridad el podría fundar una Escuela de la Antigua y Arcana Sabiduría. Esto fue para conservar el conocimiento científico y espiritual del pasado. Al principio por muchos miles de años, aquellas escuelas permanecieron en un misterio para los habitantes del mundo, sus enseñanzas y reuniones debían ser secretas. Por ello, ellas fueron llamadas hasta hoy día las Escuelas de Misterio o de los Shan -Gri -Las de la Tierra.
El Señor Muru, es uno de los Maestros de Lemuria, fue delegado por la Jerarquía para llevar los rollos sagrados consigo a lo largo con el enorme Disco Solar de Oro del Sol hacia el área montañosa de un lugar recientemente formado, en lo que ahora es Sudamérica. Aquí él guardaría y mantendría el foco de la llama de la iluminación. El Disco del Sol fue guardado en el Gran Templo de la Divina Luz en Lemuria y no fue simplemente un objeto de ritual y adoración, ni serviría para el único propósito que después fue usado por los Altos sacerdotes del Sol entre los Incas del Perú. Aramu-Muru partió a la nueva tierra en uno de los usados navíos aéreos de aquella época, mientras las últimas partes del antiguo continente se despedazaban en el Océano Pacífico, terribles catástrofes tenían lugar sobre toda la tierra. La Cordillera Andina de montañas surgió en aquella época y desfiguró la costa Oeste de Sudamérica. La antigua ciudad de Tiahuanaco (Bolivia), fue en aquel tiempo un gran puerto de mar y una gran ciudad colonial del Imperio Lemuriano de magnificencia e importancia para la Madre Tierra. Durante los subsiguientes cataclismos se levantó sobre el nivel del mar y un benigno y tropical clima fue reemplazado por el helado clima polar de las altas mesetas, eternamente barridas por el viento, semejantes al frígido ártico.
Así fue que al reciente formado lago el Señor Muru llegó desde la sumergida Lemuria, es el lugar conocido como el Lago Titicaca, el Monasterio de la Hermandad de los Siete Rayos cobró existencia, siendo organizado y perpetuado por Aramu-Muru. Este Monasterio, el cual fue la sede hogar de la Hermandad a través de todas las edades sobre la Tierra, estaba situado en un inmenso valle el cual había sido creado durante los días del nacimiento de los Andes y fue un extraño hijo de la naturaleza, en las que su exacta situación y altitud le dieron un calor, un clima semi-tropical donde las frutas y nueces podían crecer de un tamaño fenomenal. Aquí, sobre la cúspide de las ruinas que habían estado al nivel del mar, como a la ciudad de Tiahuanaco, el Señor Muru ordenó construir el Monasterio construido de gigantescos bloques de piedra cortadas sólo por la energía y fuerza lumínica . Esta construcción ciclópea es igual hoy a la que fue otrora y sigue siendo un repositorio de la ciencia y cultura lemuriana. El Valle del Monasterio de la Hermandad de Los Siete Rayos es conocido como el Valle de la Luna Azul y está situado en lo alto de las montañas andinas hacia el norte y al costado peruano del Lago Titicaca.
El Señor Muru no construyó inmediatamente el Monasterio a su arribo al Lago Titicaca, pero el siguió viajando por muchos años, estudiando y ayunando en los desiertos, donde el estaba en unión de otros hombres, quienes habían escapado de la catástrofe. Él fue originalmente acompañado por su aspecto femenino Arama Mara (Diosa Meru) cuando él salió de Lemuria en la aeronave.)
CUARTA RAZA-RAIZ O ATLANTE
Después que la humanidad hermafrodita se dividió en sexos opuestos, transformados por la Naturaleza en máquinas portadoras de criaturas, surgió la cuarta Raza-raíz sobre el geológico escenario atlante ubicado en el océano que lleva su nombre.
Fue engendrada por la tercera raza hace unos 8 millones de años atrás, a cuyo fin el Manú de la cuarta Raza eligió de entre la anterior los tipos más adecuados, a quienes condujo a la imperecedera Tierra Sagrada para librarlos del cataclismo lemuriano.
La Atlántida ocupaba casi toda el área actualmente cubierta por la parte septentrional del océano Atlántico, llegando por el N.E. hasta Escocia, por el N.O. hasta el Labrador y cubriendo por el Sur la mayor parte del Brasil.
Los atlantes -de estatura superior a la actual- poseyeron una alta tecnología, la que combinaron con la magia, pero al final degeneraron y fueron destruidos.
H.P. Blavatsky, refiriéndose a la Atlántida, dice textualmente en sus estancias antropológicas:
“Construyeron templos para el cuerpo humano, rindieron culto a varones y hembras. Entonces cesó de funcionar su tercer ojo (el ojo de la intuición y de la doble vista). Construyeron enormes ciudades, labrando sus propias imágenes según su tamaño y semejanza y las adoraron…”
“Fuegos internos habían ya destruido la tierra de sus padres (la Lemuria) y el agua amenazaba a la cuarta Raza (la Atlántida)”.
Sucesivos cataclismos acabaron con la Atlántida, cuyo final ha sido recogido en todas las tradiciones antiguas como el Diluvio Universal. La época de sumersión de la Atlántida fue realmente una era de cambios geológicos. Emergieron del seno profundo de los mares otras tierras firmes que formaron nuevas islas y nuevos continentes.
Conforme se hundía la Lemuria, emergía la Atlántida. Una raza y civilización muy añorada por ser muy esplendorosa. Hay científicos que hablan de eslabones perdidos, de Darwin, de hombres fósiles, etc. etc. Sin embargo, todo esto fue degeneración de laboratorio de los sabios Atlantes. Los mismos pieles rojas de América hablan de esplendorosos pasados, pues ellos vivieron en la Atlántida. Los Atlantes eran seres de 2 y 3 metros, y había razas, roja, blanca, amarilla, negra, incluyendo la plateada que se extinguió por completo.
Los rusos, al norte de las Azores, filmaron vestigios de una ciudad. Eso fue un video de 25 minutos haciendo referencia a los Atlantes.
La mitología griega es atlante en un 100%. Incluso el toreo de los españoles también es atlante. Platón nos habla de los atlantes. Los famosos guanches de las Islas Canarias, los Beréberes de Marruecos, son de origen atlante. El lenguaje sacerdotal del Tibet es de origen maya. La frase de Jesús “Eli Eli Lama Sabactani” Marcos 15:34, es de origen maya. Y los mayas fueron de origen atlante.
Los atlantes dominaron la 4ª dimensión. La Ley les puso freno pues empezaron a involucionar. Sin embargo, fueron grandes en transportación, en trasplantes de cerebro, etc. Ellos fueron aun mejor de cómo ahora es esta humanidad. En robótica ellos implantaron elementales a los robots haciéndolos sumamente inteligentes. El mismo desarrollo que tuvieron los hundió sobre todo lo concerniente al átomo. Ellos tuvieron el síndrome chino, reacción en cadena de lo nuclear fuera de control. En una noche se hundió y murió el grueso de la población. Algunos, conocedores de la catástrofe se apartaron. Ellos fueron la sociedad Akaldan. Su emblema fue la Esfinge que actualmente conocemos con sus cuatro elementales, y sus cuatro virtudes. La cara – inteligencia del hombre. Alas – espiritualidad. Patas – tenacidad y voluntad. Garras – destreza y agudeza.
Algunos emigraron a lo que ellos llamaron Cairona – Egipto y formaron nuevas ciudades. Sus sabios, que se fueron al Tibet, predijeron una serie de cataclismos. El primero fue a los 300,000 años. La segunda fue a los 80,000 años. El tercer fue a los 11,000 años. Lo que nos dice la Biblia a cerca del Diluvio Universal fue esta serie de cataclismos. Después, estos sabios, se fueron a la región del Asia Central donde se iba a dar lugar el nacimiento de la nueva raza. Se dice que los turanios – seres tenebrosos se colaron en dichos asentamientos.
Fuente: Veritas Boss