¿No crees que existen fuerzas y entidades que no ves, pero que pueden desequilibrarte? Pienso en una persona ciega junto a una persona que ve, ambos sometidos a la irradiación de una lámpara infrarroja demasiados días. Comienzan los problemas: quemaduras, pérdida de visión ocular, riesgo de tumores.
El que ve sabe que la fuente del peligro es esa lámpara, aunque no la «siente». El invidente, ni la ve, ni puede «sentirla», pero igual padecerá sus efectos, que atribuirá a causas equivocadas o desconocidas. Como el invidente anda la gente por el mundo, sufriendo la perturbación de fuentes sutiles, que ni ve, ni siente, atribuyendo la causa a razones equivocadas.
Puede parecer que un poco tarde elevo a la consideración del lector este artículo, luego de tantos años de dictar conferencias y talleres sobre la especialidad, con un libro —agotado en ventas— (Manual de Autodefensa Psíquica, Básica y Avanzada, Editorial Kan, 2009) y un DVD documental sobre la misma.
Pero lo cierto es que en el cotidiano fárrago de consultantes, alumnos, respondiendo complejas inquietudes y situaciones particulares, uno, como un servidor, puede perder de vista que el común de los mortales no tiene porqué saber, necesariamente, en qué consiste, para qué es esta disciplina.
Y como siempre más vale tarde que nunca, vaya este sucinto artículo como descripción introductoria para aquellos que, quizás por primera vez, se acercan a la Autodefensa Psíquica. Si tuviera que proponer una definición digna de Wikipedia, diríamos que la Autodefensa Psíquica es «el conjunto de estrategias y técnicas destinadas a diagnosticar, prevenir o abordar las perturbaciones sufridas en el ser humano provenientes de los planos sutiles de la Naturaleza».
El concepto es de por sí bastante explícito: consideramos que el ser humano está formado por la interacción de distintas naturalezas, ora más densas, ora más sutiles. Tenemos un plano físico (obvio), un plano psíquico-emocional (también obvio) un plano energético (el que se manifiesta en lo que popularmente conocemos como «aura» y que es, por caso, registrable en imágenes a través de la llamada «fotografía Kirlian») pero también planos más sutiles: el plano espiritual, el plano astral, el plano etéreo (y algunos teóricos agregarían de seguro un par más). Todos estos planos —para que la imagen resulte comprensible— se cruzan en un eje en el tiempo y el espacio, y a ese eje lo llamamos «persona».
El siguiente precepto en que se basa la Autodefensa Psíquica enseña que «no puede producirse una perturbación en uno de esos planos sin que deje de haber consecuencias, por carácter transitivo, en los demás». Esto es bastante evidente: si le piso fuertemente un dedo del pie a un congénere, habrá una lesión física (elemental, Watson) y una psicoemocional (mi congénere se pondrá de muy mal humor, salvo que sea un sadomasoquista a quien le encante que le anden pisando los juanetes). Pero aún más: si obtengo una «fotografía Kirlian» del área de la afección, se observará en la imagen un manchón negro donde debería mostrarse el aura sin solución de continuidad. Esa mancha negra recibe el nombre técnico de «hiato» e indica la pérdida de energía por ese punto. Es decir que la agresión física tuvo consecuencias en lo emocional y en lo energético.
Y todos hemos comido alguna vez una milanesa preparada con un aceite de pésima calidad, y al día siguiente un malestar hepático siempre acompañado de un acentuado malhumor: el desequilibrio orgánico se expresa también en lo anímico. Por otro lado, si le doy a alguien una pésima noticia sorpresivamente, además del desequilibrio psicológico que ello provocará es posible que le genere reflujo gástrico, gastritis. O un infarto. O que se le suba la presión.
Es una obviedad manifiesta que la «agresión emocional», por carácter transitivo, perturbó también lo fisiológico. En el campo de la Autodefensa Psíquica —y en nuestras conferencias y talleres— ejemplificamos con ejemplos prácticos cómo, por caso, momentáneas agresiones energéticas pueden generar secuelas físicas, y así desde —y entre— todos los planos arriba mencionados. Es decir, desde lo astral, lo etéreo, lo «espiritual» puede perturbarse lo físico, lo emocional, etc.
Por supuesto, llegados a este punto el lector atento puede preguntarse qué clase de elementos perturbadores pueden provenir de esos, ahora sí comprensibles, «planos sutiles». En otros términos, cuáles son los agentes agresores, y es aquí, entonces, que la Autodefensa Psíquica realiza una amplia descripción —sobre la cual, sus características, etc, nos extendemos en tantas conferencias, talleres, documentales y libros ya mencionados— peor que en apretada síntesis pueden ser enlistados como Vampirismo Energético Envidia Ataques psíquicos conscientes Remanencia psíquicas Larvas astrales Cascarones astrales Egrégoros Violación del propio albedrío Paquetes de memoria thanáticos Entidades espirituales negativas Empero, además de estos factores de perturbación «exógenos» —es decir, exteriores al individuo— la Autodefensa Psíquica considera y dedica sus esfuerzos a factores «endógenos», es decir, generados por el propio individuo, generalmente de forma inconsciente, que llamamos: Karma mundano
La Sombra Enfermedades espirituales
No es la razón de ser de este artículo extendernos en la fundamentación de la existencia de los factores señalados (especialmente lo exógenos) así como su consideración, por necesitar para ello de espacios y tiempos que no son los de esta nota. Sin embargo, y sólo a título de ejemplificación, consideraremos uno: el Vampirismo Energético.
Debo acudir a algo en lo que soy un desastre: el dibujo. Agradeceré la benevolencia de ustedes en disimular el espanto que acompaña a efectos ilustrativos. Bien, ¿nunca les pasó, por ejemplo, estar sintiéndose muy bien, distendidos en relajados en su casa, cuando de pronto llega de visita «ése» pariente, «ésa» amiga con miles de problemas, que de sólo verle sentimos que se nos arruinó la tarde?
Pero gente educada y cortés como ustedes, le abren la puerta, le invitan a tomar un café, y el/la visitante se pone a contarles sus mil y un problemas para, al cabo de un par de horas, retirarse diciendo «¡pero qué bien me hace conversar contigo!»…. y ustedes quedan destruidos. Se ha producido un «vampirismo energético» (entiendo que el término es draculianamente exagerado, pero ilustrativo) y para comprender lo que pasa, ahora sí, miren el penoso dibujo. Todos vimos este ejemplo en el colegio: un recipiente
A con poco líquido está unido por un tubo (C) a otro recipiente B con mucho líquido. Hay un grifo, válvula o canilla (D). ¿Qué pasa si la abren?
Pues pasará líquido de B a A…. ¿hasta donde? Hasta que ambos se nivelen. Pues bien, eso pasó con sus campos energéticos mientras estaban charlando con el amigo o pariente conflictuado. Naturalmente, sin necesaria «animosidad», los campos áuricos, entremezclados (pues recuerden que la segunda capa áurica se extiende entre 50 y 70 cm, y la tercera, extremadamente sutil, según algunos autores hasta dos o tres metros) se «nivelarán» como el líquido del ejemplo.
Así, su amigo, que llegó desvitalizado energéticamente se va sintiendo mejor, pues ha «subido su nivel»…. a cambio de descender el de ustedes, que por eso quedan «planchados». Sirvan estos párrafos entonces para ambientarnos en la naturaleza de esta Disciplina, ya llegará la ocasión para regresar en el análisis pormenorizado de cada uno de sus bemoles.
Por Gustavo Fernández NOTA: Para conocer más sobre Autodefensa Psíquica, seguir este enlace: http://bit.ly/autodefensapsi
Artículo publicado en MysteryPlanet.