En numerosos trabajos he señalado la correspondencia entre la Toltekayotl (Toltequidad) y los modernos preceptos de la Física Cuántica, la Psicología Jungiana y la propia Parapsicología. Quiero en esta oportunidad llamar la atención de ustedes en un punto más que interesante: el preciso conocimiento de los antiguos Mexikas sobre el campo bioenergético humano, según he comprobado, centenares de años ANTES que fuera siquiera sugerido por la Medicina Tradicional China.
La primera deducción de esto es de un valor inapreciable: sería una certeza más que el Conocimiento Ancestral de los planos sutiles no es, entre los habitantes de la remota Ixachitlán (‘América’, en idioma nahuatl), información importada de Oriente sino, muy posiblemente, exportada hacia allí. Los chakras toltecas. En este disciplina, se busca alcanzar Senteotl, que no es otra cosa que la Conciencia Cósmica. Es decir, si son afines al pensamiento oriental, el Samadhi. El kiname (practicante) lo hará trabajando su Serpiente Emplumada, que no es otra cosa que el símbolo o metáfora del proceso de ascensión del alma.
Para ello se ciñe a una serie de pasos, que se comprenden como una Higiene Energética, y que consiste en: Recapitulación de los sueños cada mañana al despertar, realizada sin ánimo de interpretación, sólo de observación. Podemos hacerla mentalmente o por escrito. Practicar ejercicios físicos. Afirmaban los toltecas que cada día tiene una energía particular, positiva o negativa, que podemos acentuar o neutralizar mediante la técnica apropiada.
En Kinam se promueve la práctica de las posturas del Tonal o día calendárico, basada en el Calendario Sagrado de Anahuac. Meditación, realizada a continuación del ejercicio anterior. Consiste en recoger los sentidos, hacer silencio mental y, si es posible, entregarse al éxtasis. Recapitulación de lo que hicimos durante la vigilia, realizada antes de dormir en la noche sin ánimo de interpretación, sólo de observación. Se puede hacer mentalmente o por escrito (se recomienda al estudiante de Kinam llevar un diario de sus sueños y vigilias, pues ello le ayudará a materializar el siguiente paso).
Estos ejercicios cotidianos se realizan durante todo el proceso evolutivo personal, que a su vez está formado por estas etapas:
Primera ETAPA, Toltekayotl, aprendizaje
Segunda ETAPA, Nawatilli, normas, es el salto de la curiosidad al compromiso.Los libros toltecas resumieron esta segunda etapa en tres principios muy simples: 1. Topiltsin sentlasotla, amar lo divino. 2. Kateikniu’tlani, tener paz con los seres humanos. 3. Amo keketsa, no matar o no perder el tiempo.
Tercera ETAPA, Teochiwa, divinización.
Cuarta ETAPA, Chipawa, transparencia; su objeto es que nos limpiemos física, psíquica y emocionalmente, hasta volvernos cual un cristal transparente que deja pasar sin distorsiones la luz del Sol.
Dentro de ese campo hay una serie de órganos llamados Kuekueyo, espirales luminosas, que funcionan como transformadores de la energía, almacenando las experiencias y modificando la percepción.
De ellos afirma un códice mexica: Con nuestros Cuecueyo(s) iluminamos al mundo. En el sitio donde están nuestras luminarias, allí tenemos luz. (Códice Matritense) Algunos de esos centros se activan. Kolotl, ‘escorpión’, en la base de la columna vertebral. Es la sede de los instintos sexuales, reproductivos y de supervivencia. Se activa al nacer y alcanza su pleno funcionamiento en la adolescencia. Iwitl, ‘plumón’, en el vientre. Es la sede de los sentimientos filiales y patrios, y los impulsos de socialización y comunicación. Se activa en forma natural antes de la adultez. Pantli, ‘bandera’, en el ombligo.
Es la sede del ego y los impulsos de representación, competitividad y dominio. Se activa asumiendo los retos y enfrentando las dificultades. Xhochitl, ‘flor’, en el corazón. Es la sede de las emociones, la sensibilidad artística y los impulsos altruistas. Se activa enriqueciendo y ennobleciendo las experiencias. Topilli, ‘bastón de mando’, en la garganta.
Es la sede de la voluntad. Se activa tomando decisiones y afrontando las consecuencias. Chalchiwitl, ‘piedra preciosa’, en la frente. Es la sede de la intuición; su funcionamiento mínimo es la razón. Se activa mediante estudio, meditación, ensueño y recapitulación. Tekpatl, ‘cuchillo’, en la coronilla.
Este centro sintetiza la actividad de los demás, conectando la energía individual con la cósmica. En él radica el impulso de trascendencia que nos caracteriza como humanos. Se activa a medida que los demás centros lo hacen. Los centros forman una red que organiza nuestro campo magnético.
La meditación era una práctica muy común en el México antiguo, según se deduce de la profusión de imágenes meditativas en el arte. Su objeto es llegar al estado de éxtasis. La composición del ser humano. Códice Laúd. En el Método Kinam, la meditación se divide en: Observación, un ejercicio muy simple que consta de tres partes: Observamos serenamente lo que pasa a nuestro alrededor, sin hacer juicios ni comparaciones.
Una vez que nos ambientamos, escogemos un elemento del entorno, como puede ser una hoja o fruta de un árbol, una marca en la pared o el suelo, una nube, etcétera, y lo miramos fijamente, tratando de no parpadear. Luego de unos minutos de forzar el enfoque, hacemos lo contrario: mantenemos los ojos sobre el objeto elegido, pero atendiendo a lo que hay en la periferia. La mirada periférica es de gran valor para educar la percepción. Imaginación eidética. Seguramente hemos notado que, al apretar los globos oculares, aparece una serie de colores y formas geométricas.
El orden en que aparecen no es casual, responde a nuestro estado energético y es uno de los indicadores que usa el médico chamán para analizar a su paciente. Existen ciertas asociaciones naturales de color y forma que podemos aprovechar como motivos de concentración; las básicas son las siguientes: Un triángulo rojo con la punta hacia arriba induce un estado de vigor. Un círculo blanco induce al análisis y la observación. Una media luna negra nos da fluidez y un sentimiento místico. Un cuadrado amarillo nos hace sentir serenos, seguros y sólidos. Nawallotl, nagualismo, tiene como objeto proyectar nuestro ser de ensueños, llamado «el doble» o «el nagual».
Esto, por supuesto, es sólo una introducción, un ubicarse en tiempo y espacio sobre aspectos poco difundidos de un Conocimiento al que, seguramente, el interesado deberá dedicarle una práctica dirigida e intensa.
CENTROS ENERGÉTICOS HUMANOS EN LA COSMOPERCEPCIÓN ANDINA
Durante mi último periplo por tierras cusqueñas tuve ocasión de iniciarme en el aprendizaje de algunas técnicas ancestrales de la mano del paco (maestro) y Pampa Misayoc (‘aquél que habla con las montañas y el agua’) Isidro Callorumán. Fue tomar notas, casi frenéticamente, con inquietud si se quiere de antropólogo, ya que Isidro, residente en Asanguate, una localidad a tres horas de auto de Cusco más dos horas a pie dentro de la montaña, pertenece a ese horizonte sociocultural cuya lengua madre sigue siendo el quechua y se esfuerza por traducir al español sus decires.
Ejercicio interesante, conversar con alguien que todavía piensa en quechua y buscar llenar ciertas lagunas lingüísticas casi como una exploración en el pasado. El autor de este artículo con el maestro Isidro Callorumán.
Mucho me enseñó Isidro y no faltará ocasión en el futuro de regresar sobre ello. Pero aquí quiero detenerme en algo que si bien no me sorprendió —alguna referencia, alguna sospecha literaria había recogido por allí— terminaba de gratificarme intelectualmente completando las piezas de cierto rompecabezas.
Como he señalado en numerosos trabajos, no deja de maravillar que el concepto de «chakras», es decir, centros energéticos en el ser humano, también estuviera presente en el saber de los antiguos pueblos del Anahuac, toltecas, mexicas, Olmecas y otros. Ya demostré claramente que no se trata de una «contaminación cultural» tardía (algunos escépticos, a la vez, perezosos de indagar en profundidad, prefieren suponer que es una mentira de la new age de tiempos cercanos, afirmación que sólo pone de relieve su soberbia ignorancia) sino de un concepto, filosófico primero y pragmático después existente mucho antes de la Conquista. Pues bien, la perla aquí es saber que estos centros energéticos también existieron en el Tawantinsuyo y cuando menos los inkas —si no también waris, aymaras, tiwanakotas— no solamente los conocieron sino se valieron de ellos para trabajar energéticamente sobre nuestra naturaleza. Se les llamaba Pojcpos.
Se definen siete, también: «Llave del Sol», «Bendición de la Tierra», «Flor de la Pachamama», «Corazón del inka», «Oro del inka», «Saber de los Ancestros», «Llave del Cielo». Estos son sus nombres en español; aparentemente —quizás sólo aparentemente— se han perdido los originales quechuas, aunque supongo que otros maestros, los alto misayoc (‘aquellos que hablan con los espíritus de los ancestros’) perdidos en las estribaciones cordilleranas, aún los conservan. Como sea, estos siete centros se trabajan secuencialmente con una técnica denominada
«Bendiciones del Cielo y de la Tierra», empleando una «faja» —que ciñe el abdomen del sujeto sobre quien se procede, sosteniendo en su interior uno de los elementos de trabajo— asperjándole con un preparado líquido y luego trabajando sobre su cuerpo con las llanka cuyás (o ‘piedras de curación con poder’) que se ilustran en la imagen, siete también. Cada una, dotada de una conformación especial y grabada con imágenes alegóricas según la función a emplearse: una serpiente, un cóndor, un puma, una llave, una hoja de coca, una estrella, el sol y la luna en una misma.
¿Cuál es el objetivo?
Isidro lo dice claramente: «traer sobre la persona las bendiciones del cielo y la tierra para que su camino sea próspero y sus relaciones, felices». Podemos preguntarnos sobre su eficacia. Yo llamaría la atención que el hecho que, ensayo y error mediante, esta cultura lo haya estado practicando cuando menos los últimos quinientos años dice mucho. Yo mismo, aprendida la técnica, la estoy aplicando en alumnos y consultantes para monitorear su efecto. Pero sea eficaz «apertura de chakras» o no, sirvan estas líneas para llamar la atención intelectual de ustedes sobre la universalidad de esta práctica.
Por Gustavo Fernández
Artículo publicado en MysteryPlanet.