Un estudio realizado en EE.UU. muestra que los niños y jóvenes de familias pobres tienen una superficie encefálica notablemente menor que los de familias ricas.
El nivel educativo de los padres también muestran esa relación, aunque en menor medida. Los científicos no tienen claro el mecanismo que explica ambos vínculos.
Imagen compuesta que muestra la relación entre la expansión de la superficie del cerebro y la edad en personas de entre 3 y 20 años. Fuente: Hospital Infantil de Los Ángeles.
Investigadores de la Universidad de Columbia, de Nueva York, y del Hospital Infantil de Los Ángeles, ambos de Estados Unidos, realizaron un estudio destinado a dilucidar las relaciones entre factores socioeconómicos y la morfometría del encéfalo en más de mil niños y jóvenes de entre tres y veinte años de edad. Los científicos hallaron una asociación logarítmica entre el nivel de ingresos y el área superficial del encéfalo.
El estudio, publicado recientemente en Nature Neuroscience, sugiere también que el nivel de ingresos presenta la relación más estrecha con la estructura del encéfalo entre los niños más desfavorecidos.
Según el resumen científico del estudio, del que se hace eco Cordis, entre los niños de las familias con menor nivel de ingresos, pequeñas diferencias en dichos ingresos se asociaban a diferencias relativamente grandes en el área superficial, mientras que entre los niños de familias con ingresos superiores, incrementos similares en los ingresos se asociaban a diferencias menores en cuanto al área superficial. Tales relaciones eran más acusadas en las regiones asociadas al lenguaje, la capacidad lectora, funciones ejecutivas y destrezas espaciales.
Diferencias drásticas
Según la nota de prensa del Hospital Infantil de Los Ángeles, las estadísticas -controladas por la educación, la edad y la ascendencia genética- mostraron que los ingresos estaban asociados de manera no lineal con la superficie del cerebro, y que los ingresos se asociaban con mayor fuerza con la superficie del cerebro que el nivel de instrucción de los padres.
En declaraciones a Science, los directores del estudio, Kimberly Noble y Elizabeth Sowell, señalan que la diferencia entre los ingresos inferiores y superiores es drástica. En concreto, los niños de familias con ingresos de 25.000 dólares (aproximadamente 23.000 euros) al año o menos presentan áreas superficiales corticales cerca del 6% más pequeñas que las de los niños pertenecientes a familias con ingresos superiores a 150 000 dólares (unos 140.000 euros).
La revista señala también que entre el nivel educativo de los padres y el área superficial cortical general sí que hay una correlación lineal. “A grandes rasgos, los hijos de padres con nivel educativo de secundaria (doce años de educación o menos) presentaban un área superficial cortical un 3% inferior a la de los niños cuyos padres poseían formación universitaria (quince años o más)”.
La raza y el origen étnico no tenían ningún efecto en ninguna de las correlaciones, según explica Noble: “Los vínculos entre el estatus socioeconómico y la estructura encefálica eran equivalentes en todos los individuos, sin importar la raza”.
Los motivos no están claros
Conviene destacar que los motivos de estas correlaciones no están aún claros para los investigadores. Science añade: “Un estatus socioeconómico bajo podría inhibir el crecimiento encefálico por el estrés familiar, la mayor exposición a toxinas en el ambiente o una posible nutrición insuficiente, mientras que las familias de mayor estatus podrían tener la posibilidad de ofrecer a sus hijos más “estimulación cognitiva”.
El equipo estudió a 1.099 individuos con un desarrollo normal, entre las edades de 3 y 20 años. Las asociaciones entre los factores socioeconómicos (incluyendo la educación de los padres y los ingresos familiares) y las mediciones de la superficie del cerebro fueron extraídas de los cuestionarios y de imágenes de resonancia magnética del cerebro de alta resolución.
Los investigadores aseguran que los resultados no se han elaborado de modo que se pretenda reforzar estereotipos negativos. Sowell, en declaraciones a The Guardian, asegura que la conclusión no es que “si uno es pobre, su cerebro es más pequeño, y no hay nada que hacer al respecto”. Esa no es la conclusión, en absoluto. Si se mejora el acceso a aquellos recursos que enriquecen el entorno de desarrollo, quizás podría cambiar a mejor la trayectoria del desarrollo encefálico, incluso en los niños y adolescentes de los grupos de edad estudiados”.
Referencia bibliográfica:
Kimberly G. Noble et al.: Family income, parental education and brain structure in children and adolescents. Nature Neuroscience (2015). DOI:10.1038/nn.3983.
http://www.tendencias21.net/Los-ninos-de-familias-pobres-tienen-un-encefalo-mas-pequeno-segun-un-estudio_a40244.html