La arquitectura es uno de los grandes libros de la Humanidad; es la expresión principal del Hombre en sus diversos estados de desarrollo, ya sea como fuerza o como inteligencia.
Era una fría mañana de invierno, donde la niebla cubría la Ciudad del Amor.
Para mí visitar París fue un punto de inflexión que separaba la realidad de la ficción, pues nunca había salido de España y, a partir de ese preciso instante, mi persona se transformaría en una auténtica trotamundos.
Paseando por las orillas del Sena y tras haber visitado el armatoste de hierro creado por Eiffel y que corona el cielo de la capital de Francia con sus más de 300 metros de altura, nos dirigimos en una larga caminata que adelanto desde ya que mereció la pena, hacia ese famoso islote que existe en mitad de las aguas del Sena.
Ya en la conocida isla de la Cité y tras haber pasado por la Sainte- Chapelle, nos topamos con uno de los grandes motivos de nuestro viaje.
Entre la niebla parisina yacía solitaria la Catedral de Notre Dame, cuyas vidrieras han visto el paso de grandes acontecimientos históricos de fama mundial.
No estaba atestada de gente, y las gárgolas tan ilustres que te observan cual rostro enigmático señalaban que esa catedral gótica guardaba algo que permanecía oculto a los ojos de los turistas. Esa esencia extraña pero que recomiendo a cualquier persona que la perciba, volvió a aparecer al estar delante de mí.
Supe que esa catedral tenía un misterio, y que debía ser sacado a la luz.
París, la ciudad de Isis. La isla de la Cité, su barca.
Muchos investigadores contemporáneos piensan que el nombre de París viene de una etimología de “Parisis” perteneciente a los parisios, pueblo galo que se asentaba en la ciudad antes de la llegada de los romanos.
Jacques-Antoine Dulaure, un historiador que realizó sus investigaciones entre los siglos XVIII y XIX relacionó a los parisios, también conocidos como los “parissis” con el culto a la diosa egipcia Isis. Y “Parissis” significaría en egipcio antiguo algo así como la “Casa de Isis”. Además se han encontrado estatuillas de Isis en muchos lugares la capital francesa, incluido en la isla de la Cité donde está Notre Dame.
Isis es la Gran Diosa Madre, símbolo de la fecundidad y de la maternidad en el Antiguo Egipto. Se sabe que el culto a a esta diosa egipcia se extendió por todo el Mediterráneo, resistiendo al Imperio romano y al auge del cristianismo gracias alpaganismo.
Su influencia fue tal que se cuenta que San Bernardo de Claraval, templario y creador de la orden cisterciense al que se le atribuye la creación del término “Nuestra Señora” ( Notre Dame, sea dicho de paso) se basa en el término de Gran Diosa Madre cristianizado.
También se sabe que el último reducto del culto a Isis en Egipto antes del dominio romano fue en la isla de File situada en medio del río Nilo, como si de una barca se tratase. Lo mismo ocurre en la isla de la Cité en París, que se encuentra en medio del río Sena como si fuera una barca navegando por sus aguas.
Esta imagen cristianizada se representará de forma iniciática en la Edad Media a través de grabados en los que se representa a Nuestra Señora o Notre Dame, que como hemos dicho anteriormente sería la figura de Isis cristianizada, a bordo de una barca que representa a esa isla de la Cité en medio del río Sena. Vemos como todo tiene su sentido si indagamos más profundamente en el misterio.
La figura de Fulcanelli y su “Misterio de las catedrales”.
Por si la relación entre la catedral de Notre Dame y la isla de la Cité con el culto a la diosa Isis fuera poca, en 1923 se publica en Francia una obra titulada ” El misterio de las catedrales” escrita por un personaje cuanto menos enigmático: Fulcanelli,
Tal es así que el verdadero nombre de Fulcanelli no se conoce, siendo éste un seudónimo con el que firmaba sus obras. Este misterioso personaje decía ser el último alquimista del siglo XX y que conocía cosas que ni los grandes eruditos de la época nunca llegarían a saber.
Muchos personajes han sido sospechosos de ser “Fulcanelli”, desde el que decía ser su discípulo,Eugène Canseliet, hasta el mismísimo conde de Saint-Germain.
Jacques Bergier, célebre investigador y autor de “El retorno de los brujos” decía haberle conocido bajo la identidad del “Hombre del Gas”, que fue buscado tras la I Guerra Mundial por una comisión de sabios atomistas americanos por sus enormes conocimientos sobre energía nuclear.
Es un libro difícil de comprender, requiere de una especialización en el tema ya que Fulcanelli lo escribió a esa minoría culta que consideraba iniciada para entender el misterio mejor que cualquier otro grupo de persona. Aun así, pone delante de nosotros lo que ocultan las catedrales góticos y nos acerca a entender esos símbolos que hay entre sus fachadas y pórticos, a los que solamente acceden unos pocos elegidos.
Fuera quien fuese, en su “Misterio de las Catedrales” realiza un viaje por todos esos códigos ocultos que encajan a la perfección y que se encuentran en las catedrales góticas francesas. Y entre ellas, cómo no, está Notre Dame de París.
La alquimia y Notre Dame.
El arte gótico ha sido llamado así por el hombre renacentista, que veía en él brutalidad y una realidad grotesca, realizando una similitud en el término con el pueblo bárbaro de origen germánico de los godos.
Pero el término “Gótico” no viene de los “Godos” sino que se acerca más a lo “Goético” que traducido sería “mágico”.
El “art ghot” es traducido como “argot”, es decir, un idioma que sólo entienden un grupo reducido de personas. Ese argot aparece reflejado en la misma catedral de Notre Dame, donde a través de símbolos, existe un saber apto únicamente para unos pocos iniciados que comprenden los mensajes que allí se representan para comunicarse entre ellos.
Se sabe que los enfermos acudían a Notre Dame para implorar a Dios que acabase con su sufrimiento, y éstos no abandonaban el recinto hasta que recibían curación a sus males.
Estos enfermos tenían una capilla en la que había seis lámparas colgadas del techo les alumbraban durante su espera para ser curados. Los médicos encargados de pasar consulta hacían su labor justo alrededor de la pila bautismal, situada en la entrada de la basílica.
Pero, ¿a qué se debía este extraño ritual? ¿ Acaso es un signo que nada más entenderían los hombres medievales? Esto también queda patente en el ilustre profesor Jacques Despars, que nada más daría clases de Medicina en el siglo XIV en París si era dentro de la Catedral de Notre Dame.
Como vemos Notre Dame es el centro de la vida pública de París durante el medievo y el corazón del arte del saber y de lo oculto.
Con sus adornos y escenas decorativas hacen de ella una auténtica enciclopedia al aire, donde se recogen los conocimientos medievales que nada más interpretan los iniciados.
El arte y la ciencia de los viejos alquimistas queda plasmado en la catedral gótica parisina.
En el siglo XIV los alquimistas se reunían todos los domingos ( ida de Saturno como lo llama Fulcanelli en su obra) en el Pórtico Principal de Notre Dame, tanto en la Puerta de San Marcelo como en la Puerta Roja, donde exponían el resultado de sus investigaciones y observaban los símbolos alquímicos que allí se representaban.
El vandalismo de Soufflot, arquitecto francés del siglo XVIII que revistió la fachada de Notre Dame eliminando los símbolos alquímicos y, aunque hubo restauraciones, la Ciencia no recuperará lo que se perdió en ese momento.
Símbolos alquímicos en Notre Dame de París.
– PORCHE CENTRAL DE NOTRE DAME:
En la entrada principal al conjunto religioso encontramos diversas inscripciones y símbolos en la fachada en los que aparece una mujer manipulando algo.
Concretamente en tres instantes esta mujer posee un Cuervo, que en alquimia representa el momento del proceso alquímico de Putrefacción; una salamandra que representa el momento del proceso alquímico de la Calcinación; y destaca una escena en que aparece con el Mercurio Filósofico entre sus manos, claro signo de la Ciencia medieval.
– LA PLANTA DE CRUZ LATINA:
Notre Dame posee una planta de cruz latina, en la que Fulcanelli ve claros tintes alquímicos. Según él, la cruz es el jeroglífico alquímico del crisol ( creuset en francés) en el que se encuentra la materia. En este caso la materia del crisol sería Cristo en el instante de la Pasión. Representa el momento en el que la materia del crisol muere para resucitar purificada y transformada.
– EL HOMBRE CON EL GORRO FRIGIO:
En una de las tribunas que posee Notre Dame se ve a una escultura asomándose para ver desde lo alto del edificio gótico la ciudad de París. La escultura representa a un anciano con un gorro frigio en su cabeza.
Este anciano hace clara referencia a ese viejo alquimista que buscaba la Piedra Filosofal con el gorro frigio, símbolo de libertad y de ser un iniciado en algo.
El anciano recuerda a la figura de Merlín, ese mago alquimista al que Geoffrey de Monmouth le dio tanto bombo y que algunos quieren relacionarle con el mito artúrico.
Sea quien sea, el anciano quiere mostrar ese conocimiento desde las alturas a los turistas que están despiertos a conocer aquello que es una verdadera aventura del saber.
– EL DIABLO DEL MAISTRE PIERRE DE COIGNET:
Bajo la tribuna, concretamente en el recinto del coro aparece un diablo en medio del relieve en el que se dirige a unas personas representadas.
Fulcanelli dice que a ese diablo la población le conocía como Maistre Pierre du Coignet y encima de él los feligreses apagaban sus cirios para que se quemara la figura del Maligno con el humo negro de las velas.
Según el maestro en ese preciso enclave se encuentra la piedra angular de la Catedral, tan importante para la Obra alquímica.
– EL ROSETÓN.
Uno de los elementos decorativos que destacan en la Catedral de Notre Dame así como en todas las muestras de arte gótico es el rosetón.
El rosetón con sus vidrieras de colores hacen que la luz entre en el recinto con una abundancia de tonos y que le dan más si cabe esa sensación de ser un lugar sagrado. La catedral parisina consta de tres rosetones en la fachada principal, en la fachada oeste y en la parte sur del conjunto.
Esas escenas sagradas que se crean cuando penetra la luz en los rosetones serían jeroglíficos matemáticos relacionados con el paso del tiempo y con la energía que vibra dentro del interior del edificio.
Esa sacralidad también se relacionaría con esos cultos druídicos que se realizaban en dicha isla de la Cité por parte de los celtas, antes de que la ciudad se llamara por los romanos Lutecia.
Las gárgolas de Notre Dame, protagonistas de una vieja leyenda a orillas del Sena.
Las gárgolas son la razón de ser de Notre Dame. ¿Quién no ha oído hablar sobre estas figuras misteriosas que vigilan desde los salientes de la catedral a todo el que pasa por la isla de la Cité?
Estos adornos suelen servir de desagüe para expulsar el agua por sus bocas, pero la figura de la gárgola no está hay colocada por una sinrazón.
Cuenta una leyenda parisina que en una cueva de las orillas del río Sena vivían estos seres, en los que destacaba la conocida como “La Gargouille”, que era un ser cuyo cuello era largo y retorcido con unas mandíbulas muy fuertes y unas grandes alas que le permitían volar por todo París. Con su enorme boca acumulaba el agua suficiente para inundar París mientras la sobrevolaba.
Para acabar con este ser, se decidió darle caza y quemarle en la hoguera. Este episodio legendario se dejaría recordado en la catedral gótica y sería el origen de la palabra “gárgola”.
Se cuenta que en la noche de la muerte de la hoguera de Juana de Arco, en París las gárgolas se despertaron de su letargo y comenzaron a ahogar a todo aquel que hubiera apoyado la ejecución de una inocente, quedando París con muchos cadáveres de aquellos que estuvieran a favor de la quema de la heroína francesa que traía en jaque a los ingleses.
Jacques de Molay y la profecía del último Gran Maestre Templario ante la catedral de Notre Dame.
En la plaza de la Catedral de Notre Dame han ocurrido grandes acontecimientos memorables en la Historia de Francia. Pero si hay un hito que es recordado por los amantes del misterio y que ha acontecido en este lugar es la quema en la hoguera de Jacques de Molay, el último Gran Maestre de la Orden del Temple.
La misteriosa orden de monjes guerreros de los Templarios habían conseguido tantos privilegios y riquezas tras las Cruzadas que crearon el antecedente de la Banca actual. Sus riquezas eran amplísimas, desde propiedades cedidas por sus victorias en el campo de batalla como tesoros que han creado grandes mitos.
Esta riqueza causó el recelo del papa Clemente V y del rey de Francia Felipe IV el Hermoso que querían hacerse con todas las posesiones que poseían los Templarios.
Tanto el papa como el rey francés sabían que los Templarios poseían unos conocimientos que en aquella época estaban prohibidos, por lo que fue el pretexto perfecto para empezar una persecución contra la Orden del Temple.
Los Templarios comenzaron a ser perseguidos, acusados de adorar al Baphomet. Muchos de ellos consiguieron huir a Portugal bajo el nombre de la Orden de Cristo, e incluso se dice que se embarcaron en una larga travesía por el Atlántico hasta llegar a las costas de América, llevando consigo el mítico Santo Grial.
Pero la mayoría de los Templarios no corrieron esa suerte, siendo apresados y llevados a la hoguera. Y el caso más famoso fue el de Jacques de Molay.
Jacques de Molay fue el último Gran Maestre de la Orden del Temple y fue acusado cometer herejía ante la Santa Cruz y de adoración al demonio, por lo que fue condenado a la hoguera tras haber renegado la acusación.
El 18 de marzo de 1314 en la plaza de Notre Dame. El mismo Jacques de Molay pidió ser quemado mirando hacia la catedral.
Antes de morir, lanzó una profecía a modo de maldición a aquellos que habían iniciado la conspiración para acabar con el Temple:
“Dios sabe quién se equivoca y ha pecado y la desgracia se abatirá pronto sobre aquellos que nos han condenado sin razón. Dios vengará nuestra muerte.
Señor, sabed que, en verdad, todos aquellos que nos son contrarios, por nosotros van a sufrir.” “Clemente, y tú también Felipe, traidores a la palabra dada, ¡os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios!… A ti, Clemente, antes de cuarenta días, y a ti, Felipe, dentro de este año…”
Dicho y hecho: el papa Clemente V murió antes de cuarenta y el rey francés Felipe IV el Hermoso fallecía en noviembre de 1314 al tener un accidente mientras cazaba en Fontainebleau.
Se sabe que el día en que fueron capturados los primeros Templarios fue el viernes 13 de octubre de 1307, de donde viene el famoso día de la mala suerte y de temor en el inconsciente colectivo del “viernes 13″. Y todo esto aconteció ante los ojos de Notre Dame de París.
Conspiraciones Ocultas