Los términos de la Resolución 2254 confirman, en lo esencial, los del Comunicado de Ginebra adoptado hace 3 meses. Las dos mayores potencias militares del mundo llegan a un acuerdo para mantener la República Árabe Siria, mientras que los imperialistas –con Francia en primera fila– siguen empeñados en alcanzar su sueño de lograr un cambio de régimen mediante el uso de la fuerza. Pero el mundo ha cambiado mucho en los últimos años y parece difícil echar abajo el nuevo acuerdo, como ocurrió en 2012.
Las relaciones Washington-Moscú
Estados Unidos y Rusia acaban de ponerse de acuerdo entre sí, por segunda vez, y de adoptar un plan de paz para Siria.
La primera vez que lo hicieron fue durante la Conferencia de Ginebra, realizada en junio de 2012 [
1]. Se trataba, en aquel momento, de restaurar la paz simultáneamente en Siria y en todo el Medio Oriente dividiendo la región en zonas de influencia entre Estados Unidos y Moscú [
2]. Pero aquel acuerdo fue saboteado de inmediato por la secretaria de Estado Hillary Clinton y su grupo de «halcones liberales» y de «neoconservadores». Así que, menos de 2 semanas después, Francia organizaba la reanudación de la guerra, durante la conferencia de los «Amigos de Siria» realizada en París [
3], y posteriormente con la operación «Volcán de Damasco y terremoto en Siria» [
4]. A ese contencioso se agregó el golpe de Estado en Ucrania, a finales de 2013. Ambos acontecimientos dieron lugar a una suspensión casi total de las relaciones diplomáticas entre Washington y Moscú.
La segunda vez fue durante la visita de John Kerry a Vladimir Putin en el Kremlin, el 15 de diciembre de 2015 [
5]. A este encuentro siguieron de inmediato la reunión de la Alta Comisión de la oposición siria y la adopción de las resoluciones 2253 [
6], que prohíbe el financiamiento destinado a al-Qaeda y el Emirato Islámico, y 2254 [
7], que institucionaliza los esfuerzos desplegados en Ginebra y Viena por resolver la cuestión siria. Para sorpresa de todos, la Alta Comisión de la oposición eligió para encabezar su delegación al ex primer ministro baasista Riad Hijab –proveniente de una tribu presente en Arabia Saudita. Para evitar errores de interpretación, el secretario de Estado Kerry declaró en el Kremlin que la opinión de Estados Unidos sobre el presidente Assad no impedirá el voto de los sirios. El propio Kerry afirmó después en el Consejo de Seguridad de la ONU que el «proceso político no propone escoger entre Assad y el Emirato Islámico sino entre la guerra y la paz».
La retirada de los consejeros militares iraníes había comenzado poco antes de la reunión del Kremlin.
Rusia se ha puesto en sintonía con el Comunicado de Ginebra. Este prevé, en efecto, integrar elementos de la oposición a una especie de gobierno de unión nacional de la República Árabe Siria. Para demostrar que no está luchando contra los opositores políticos –aunque algunos de ellos se han constituido en grupos armados– y que el blanco de sus bombardeos aéreos son los terroristas, Rusia ha llegado a un acuerdo con el Ejército Sirio Libre y con su padrino, que es Francia. A pesar de que ese “ejército” no ha llegado nunca a tener en el terreno la envergadura que le atribuyen los medios de prensa atlantistas y de que de hecho no existe desde finales de 2013, 5 000 combatientes salidos de no se sabe dónde están colaborando ahora tanto con las fuerzas armadas rusas como con el ejército de la República Árabe Siria en la lucha contra al-Qaeda y contra el Emirato Islámico, una sorprendente puesta en escena cuando se sabe que el Ejército Sirio Libre supuestamente estaba implantado en el sur y ahora aparece combatiendo en el norte de Siria.
Mucha agua ha pasado por debajo de los puentes desde el fiasco de la Conferencia de Ginebra de junio de 2012. Varios protagonistas han sido eliminados y la correlación de fuerzas incluso se ha invertido.
El presidente Obama parece haber recuperado parte de su poder y haber logrado cerrar el proyecto de la «primavera árabe». Logró deshacerse sucesivamente del general David Petraeus (haciéndolo arrestar, esposado y todo, en noviembre de 2012), de Hillary Clinton (en enero de 2013) y del general John Allen (quien fue obligado a dimitir hace solamente 2 meses, en octubre de 2015). Obama también purgó su administración –incluyendo el Consejo de Seguridad Nacional– con la eliminación de varios miembros de la Hermandad Musulmana. Pero Jeffrey Feltman sigue siendo el número 2 de la ONU. Y desde allí redactó para Siria un plan de capitulación total e incondicional y retrasó las negociaciones de paz en espera de que se produjese la derrota del ejército de la República Árabe Siria [
8].
En junio de 2013, la Casa Blanca obligó al emir de Qatar, Hamad al-Thani, a abdicar y forzó a su primer ministro, Hamad ben Jassem, a retirarse de la vida política [
9]. Pero este último se convirtió en copresidente de la Brookings Intitution en Doha, mientras que el nuevo emir, Tamim, siguió financiando la Hermandad Musulmana y sus organizaciones terroristas hasta que se produjo la crisis diplomática con su vecino saudita, en marzo de 2014 [
10].
A pesar de las advertencias de la Defense Intelligence Agency (DIA, el servicio de inteligencia del Pentágono), el grupo de David Petraeus logró, a mediados de 2014, manejar el desarrollo de una organización que había creado, en 2004, con el coronel James Steele, el coronel James Coffman y el embajador John Negroponte, bajo la denominación de «Emirato Islámico en Irak» y la utilizó para realizar una limpieza étnica en una parte de ese país con vista a su futura división. Esta operación tuvo el apoyo de varios países (Arabia Saudita, Chipre, los Emiratos Árabes Unidos, Francia, Italia, Israel, Qatar, Turquía y Ucrania) y transnacionales (Exxon-Mobil, KKR, Academi).
La Casa Blanca logró eliminar de la dirección saudita tanto al clan del difunto rey Abdallah como el del príncipe Bandar ben Sultan, dejando la dirección del reino únicamente en manos de los príncipes Mohamed ben Nayef y Mohamad ben Salman, bajo la autoridad del nuevo rey Salman. Esta nueva distribución de los papeles debilita el poder saudita pero hace posible un cambio de política.
El acuerdo 5+1 firmado con Irán consagró la renuncia de Teherán a su ambición revolucionaria [
11], de manera tal que ahora se hace posible llegar a un modus vivendi con los sauditas [
12], aunque el episodio yemenita está complicando esa tarea.
El presidente turco Recep Tayyip Erdogan se ha ganado la enemistad simultánea de Washington y de Moscú [
13]. Sin embargo, al ser Turquía miembro de la OTAN, la Casa Blanca se ve obligada a ser muy prudente, tanto más cuanto que Ankara se ha aliado con Kiev [
14], otro escenario de guerra importante para la estrategia global de Estados Unidos [
15].
La correlación de fuerzas entre Washington y Moscú ha ido invirtiéndose poco a poco, en junio de 2012 y septiembre de 2015. La OTAN ha perdido su superioridad, tanto en materia de misiles intercontinentales [
16] como en el terreno de la guerra convencional [
17], de manera que Rusia ha pasado a ser la primera potencia militar del mundo.
Así que… se han invertido los papeles. En 2012, el Kremlin tenía intenciones de alcanzar una posición de igualdad ante la Casa Blanca. Hoy en día, es la Casa Blanca la que se ve obligada a negociar en el plano político después de haber perdido la supremacía militar.
Como muestra del cambio que se ha producido, la Rand Corporation, tanque pensante emblemático del complejo militar e industrial, acaba de publicar su Plan de paz para Siria. En octubre de 2014, este poderoso grupo de reflexión ya había puesto al establishment estadounidense en estado de choque al afirmar que la mejor salida para Washington sería la victoria de Assad [
18]. La Rand Corporation está proponiendo ahora un alto al fuego que permita justificar la presencia de representantes de la oposición y de los kurdos en el futuro gobierno sirio de unión nacional [
19].
La oposición a la nueva redistribución mundial de las cartas
No por ello ha desaparecido la oposición política contra Barack Obama. Por ejemplo, el Washington Post lo acusa de haber capitulado ante Rusia en lo tocante al cambio de régimen en Siria [
20].
En 2012, la oposición del clan Petraeus-Clinton a la paz podía interpretarse como una voluntad de explotar al máximo la superioridad militar de Estados Unidos. Hoy en día, ante el desarrollo de las nuevas armas rusas, ya es algo que simplemente carece de sentido. Por esa razón, la única interpretación posible es que ese grupo apuesta por provocar rápidamente un enfrentamiento mundial, sabiendo que los occidentales todavía cuentan con alguna posibilidad de ganar, algo que ya resultará totalmente imposible cuando China también sea capaz de alinear su propio ejército.
Al igual que en el momento de la Conferencia de Ginebra, Francia se apresuró a intervenir en cuanto se adoptó la resolución 2254. El ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, volvió a declarar que, aunque todos los grupos de oposición estén autorizados a participar en la transición siria, el presidente sirio Assad sí tenía que ser el único excluido, idea que contradice los principios del Comunicado de Ginebra y de la Resolución 2254.
En 2012, la posición francesa podía interpretarse como un deseo de cambiar el régimen reemplazando el gobierno del Baas por un gobierno de la Hermandad Musulmana, dando así continuidad al derrocamiento de los regímenes laicos árabes (la llamada «primavera árabe»), o como un intento de «hacer que el ejército sirio se desangrara» para facilitar el predominio de Israel en la región, o simplemente como una ambición de recolonización. Pero, en este momento, todo eso ha dejado de ser posible en la medida en que para alcanzar esos tres objetivos habría que pasar por una guerra contra Rusia.
Francia está manipulando la cuestión siria por cuenta de los halcones liberales y de los neoconservadores estadounidenses. Y está haciéndolo con el apoyo de los sionistas mesiánicos que, como Benyamin Netanyahu, consideran que tienen el deber religioso de precipitar la llegada del Mesías provocando el enfrentamiento escatológico.
¿Paz en Siria o guerra nuclear?
Sería extremadamente sorprendente que los halcones liberales, los neoconservadores y los sionistas mesiánicos lograsen imponer su política a los Dos Grandes. Pero será difícil alcanzar un resultado definitivo antes de enero de 2017 y la llegada de un nuevo presidente a la Casa Blanca. Sabiendo esto, es más fácil entender el aparente respaldo de Vladimir Putin a Donald Trump, quien parece el mejor ubicado para cerrarle el camino a su amiga Hillary Clinton [
21].
En realidad, todo está listo para concluir una paz que permita a los perdedores mantener la frente alta.
Elementos fundamentales:
La Resolución 2253 prohíbe a los sponsors del Emirato Islámico y de al-Qaeda seguir haciendo lo que hasta ahora hacían. La Resolución 2254 confirma el Comunicado de Ginebra de junio de 2012. Los Dos Grandes acuerdan mantener la República Árabe Siria y respaldar un gobierno de unión nacional.
La oposición armada respaldada por Arabia Saudita ha elegido al ex primer ministro baasista Riad Hijab, quien ejercía ese cargo en Damasco en el momento del Comunicado de Ginebra, para encabezar su delegación, mientras que Rusia ha llegado a un acuerdo con el Ejército Sirio Libre y con su sponsor, Francia.
Todo está listo para concluir una paz que permita a los perdedores mantener la frente alta. Pero, al igual que en 2012, Francia retomó sus exigencias en cuanto se adoptó la Resolución 2254.
RED VOLTAIRE | DAMASCO (SIRIA) | 21 DE DICIEMBRE DE 2015
por Thierry Meyssan
http://www.voltairenet.org/article189698.html