La ciencia moderna está empezando a ponerse al día con la sabiduría de los antiguos: las plantasposeen la capacidad de sentir y una forma rudimentaria deinteligencia.
Las plantas son mucho más inteligentes y capaces de lo que habíamos pensado. De hecho, una provocativa investigación de 2010 publicada en Plant Signaling & Behavior propone que dado que no pueden escapar de las tensiones ambientales enla manera que lo hacen los animales, han desarrollado una “fisiología sofisticada,altamente sensible y dinámica“, que incluye procesos de información, tales como “computación cuántica biológica”, y “memoria celular de la luz”, que podría ser descrito comoformas de inteligencia de la planta. Bajo el título, “La vida secreta de las plantas: de la memoria a la inteligencia“, el estudio pone de relieve en particular un “superpoder” de las plantas, que es indicativo de su éxito como seres inteligentes:
“Hay árboles vivos que germinaron mucho antes del nacimiento de Jesús.¿Qué tipo de sabiduría de vida evolucionó en las plantas para que sea posiblesobrevivir y propagarse por tan largo tiempo en el mismo lugar en el que germinaron?“
Según los investigadores, “las plantas funcionan realmente como un dispositivo decomputación cuántica biológica que es capaz de procesar información cuánticacifrada en la intensidad de la luz y en su energía“. Este procesameinto de informaciónincluye un mecanismo para procesar la informaciónmemorizada. Por ejemplo:
“… Las plantas pueden almacenar y utilizar la información de la composición espectral de la luzdurante varios días o más paraanticiparse a los cambios que puedan aparecer en un futuro próximo en el medio ambiente, por ejemplo, para laprevisión de ataque de patógenos.“
Según el estudio, “las plantas pueden en realidad pensar y recordar“.
Por otra parte, no sólo las plantas poseen un mecanismo para la recopilación yprocesamiento de la información, pero parecen ejercer una “elección” frente a los diferentes escenarios:
“…diferentes grupos de cloroplastos y células en la misma hoja bajo condiciones de luz constanteidéntica y estable, temperatura y humedad relativatienen diferente opinión” de qué hacer “en talescondiciones yprueban diferentes escenarios deposible desarrollo futuro“.
El estudio también ofrece una explicación de por qué las plantas absorben más energía de la luz que se necesita solo para la fotosíntesis:
“Otra posible respuesta a la pregunta anterior es unentrenamiento de luz de hojas jóvenes ingenuas.Imaginemos que la hoja joven o flor está emergiendo de una planta, sería bueno para esahoja o flor saber sobrelas condiciones en que va a emerger. Las hojas mayores, con más experiencia que realmente están aclimatadas a las condiciones externas pueden entrenar a las ingenuas hojas jóvenes emergentes con los PEPS[señalización fotoelectrofisiológica] y con los mecanismos de la memoria celular de la luz. Esto explica por qué las plantas tienen una capacidad natural para absorber más energía de la luz que la necesaria para la asimilación de CO2 fotosintético. Necesitan esta absorbción escesiva de energía para la optimización y el entrenamiento de aclimatación a la luz y las defensas inmunológicas“.
Los autores nos dejan con una provocadora conclusión:
“Nuestros resultados sugieren que las plantas son organismosinteligentes capaces de llevar a cabouna especie de proceso de pensamiento (en condiciones de no-estrés son capaces de desarrollarvarios escenarios diferentes de posibles respuestas definitivas futuras), y capaces de memorizar este entrenamiento. De hecho las hojas en la oscuridad son capaces no solo de “ver” la luz, sino que también son capaces de recordar de manera diferente su composición espectral y utilizar esta información memorizada para incrementar su condición física”.
¿ Por qué es importante este descubrimiento?
Hay muchas razones por las que el reconocimiento de la sensibilidad y la inteligencia de las plantaspuede tener implicaciones positivas para el futuro de la humanidad.Por un lado, nos ayuda a todos atrascender la visión dominante del mundo de que las formas de vida no humanas se definen mejor en términos estrictamente mecanicistas, y que atribuir una “esencia de vida“ o conciencia a ellos es una forma de pensamiento mágico. El filósofo francés Maurice Merleau–Pointy llamó a esta visión del mundo “el gran objeto” es decir, que todo en el universo está compuestode objetos materiales externamente relacionados entre sí y con concienciameramente una subjetividad efímera que sólo se encuentra en los seres humanos.
Por el contrario, si nos abrimos a la posibilidad de que todos somos participantes enuna red interconectada de vida, como muchos pueblos indígenas creían y de hecho lo experimentaron, la destrucción del mundo natural, simplemente para servir almodelo de crecimiento económico infinitoesencialmente suicida será identificado como la locura que en realidad es. Si reconocemos, como el biólogo James Lovelock propuso, la Tierra como un todo debería ser vista más como un organismo de autorregulación (Hipótesis de Gaia), o como imagina el micólogo Paul Stamet, que existe un Internet basado en hongos dentro de la planta que conecta a todos los seres vivos en el planeta en una red de intercambio de información, será menos probable que ambos percibamos y tratatemos el mundo natural como “otro” a ser dominado.
Reconociendo que las plantas, por ejemplo, tienen consciencia o que su simple presencia en nuestro entorno tiene efectos curativos, vuelve a introducir un elemento de asombro y misterio en laexperiencia del mundo natural. Un ejemplo perfecto de esto se puede encontrar en las plantascantantes del bosque sagrado de Damanhur. Investigadores damanhurianos a mediados de los años 70 reportaron el uso de equipos a medida para captar los cambios electromagnéticos en la superficie de las hojas y las raíces y transformarlas en señales audibles. Los investigadores también observaron que las plantas aprendieron a controlar sus respuestas eléctricas, lo que indica que tenían un cierto conocimiento rudimentario de la música que estaban creando.
Hay muchas razones por las que el reconocimiento de la sensibilidad y la inteligencia de las plantaspuede tener implicaciones positivas para el futuro de la humanidad.Por un lado, nos ayuda a todos atrascender la visión dominante del mundo de que las formas de vida no humanas se definen mejor en términos estrictamente mecanicistas, y que atribuir una “esencia de vida“ o conciencia a ellos es una forma de pensamiento mágico. El filósofo francés Maurice Merleau–Pointy llamó a esta visión del mundo “el gran objeto” es decir, que todo en el universo está compuestode objetos materiales externamente relacionados entre sí y con concienciameramente una subjetividad efímera que sólo se encuentra en los seres humanos.
Por el contrario, si nos abrimos a la posibilidad de que todos somos participantes enuna red interconectada de vida, como muchos pueblos indígenas creían y de hecho lo experimentaron, la destrucción del mundo natural, simplemente para servir almodelo de crecimiento económico infinitoesencialmente suicida será identificado como la locura que en realidad es. Si reconocemos, como el biólogo James Lovelock propuso, la Tierra como un todo debería ser vista más como un organismo de autorregulación (Hipótesis de Gaia), o como imagina el micólogo Paul Stamet, que existe un Internet basado en hongos dentro de la planta que conecta a todos los seres vivos en el planeta en una red de intercambio de información, será menos probable que ambos percibamos y tratatemos el mundo natural como “otro” a ser dominado.
Reconociendo que las plantas, por ejemplo, tienen consciencia o que su simple presencia en nuestro entorno tiene efectos curativos, vuelve a introducir un elemento de asombro y misterio en laexperiencia del mundo natural. Un ejemplo perfecto de esto se puede encontrar en las plantascantantes del bosque sagrado de Damanhur. Investigadores damanhurianos a mediados de los años 70 reportaron el uso de equipos a medida para captar los cambios electromagnéticos en la superficie de las hojas y las raíces y transformarlas en señales audibles. Los investigadores también observaron que las plantas aprendieron a controlar sus respuestas eléctricas, lo que indica que tenían un cierto conocimiento rudimentario de la música que estaban creando.