Los antiguos griegos no tenían ningún reparo en pintar a las mujeres de su mitología como asesinas.
De entre ellas, las más letales fueron sin duda las Danaides, las cincuenta princesas cuyos crímenes las condenaron a castigos dignos de Sísifo en el Inframundo.
Pero, ¿hasta qué punto eran tan malvadas como para que el poeta Horacio se refiriese a estas traviesas muchachas como “la infame semilla de Dánao”?
Los linajes reales de la mitología griega
La historia da comienzo, como en la mayor parte de los mitos griegos, con una genealogía. Dánao y su hermano gemelo Egipto formaban parte de una de las más ilustres familias de la mitología griega, según el Pseudo-Apolodoro. De este linaje nacieron Perseo, Heracles y Argos, el guardián de muchos ojos.
Todo empezó cuando el dios-río Ínaco tuvo una hija, Ío, sacerdotisa de Hera en Argos; Zeus se enamoró perdidamente de ella, la raptó y la convirtió en vaca para protegerla de la que había sido su divina señora, Hera. Por supuesto, Ío se quedó embarazada, y tras ser perseguida por un tábano enviado por Hera, dio a luz en Egipto a un niño al que puso de nombre Épafo.
Juno (Hera) descubre a Júpiter (Zeus) con Ío. (Pieter Lastman, 1618)
Finalmente, Épafo llegó a ser rey de Egipto (buena definición de cómo apropiarnos de los mitos de otras culturas para hacer nuestra esa cultura). Tuvo una hija, Libia, que dio su nombre a una nación. De Poseidón, Libia tuvo dos gemelos: Agenor y Belo. Es posible que conozcan a Agenor por sus ilustres descendientes; Pseudo-Apolodoro afirma apasionadamente de él que, “Agenor partió a Fenicia y reinó allá, convirtiéndose así en el ancestro del gran linaje,” del que formarían parte Europa (madre del rey Minos) y Cadmo (fundador de Tebas y antepasado de Edipo). Belo, sin embargo, se quedó por Egipto y tuvo dos hijos gemelos: Dánao, padre de las Danaides, y Egipto, cuyo nombre otorgarían posteriormente Homero y compañía al antiguo reino de los faraones.
Las hijas de Dánao
Siendo adultos, Dánao y Egipto se enzarzaron en una lucha terrible. “Al haber discutido más tarde por cuestiones relacionadas con su reino, Dánao temía a los hijos de Egipto” comenta el Pseudo-Apolodoro. De modo que Dánao reunió a sus hijas y huyó con ellas a Grecia, refugiándose en su ciudad ancestral de Argos.
Pero los cincuenta hijos de Egipto le siguieron, suplicando a su tío que les perdonase—y que les concediera las manos de sus hijas como sus futuras esposas. A Dánao no le gustaba la idea, pero nos podemos imaginar cómo un rey nuevo en el trono puede hacer uso de cincuenta yernos reales. Aquellos jóvenes también le ayudarían a defender su reino. De modo que accedió a casar sus cincuenta hijas con sus cincuenta sobrinos… aparentemente. Dánao asignó a cada uno de sus sobrinos una de sus hijas, y dio asimismo a cada una de ellas una daga para que asesinaran a sus sospechosos maridos en la noche de bodas. ¿Pero por qué habrían de hacer algo así?
El crimen de las Danaides
En la tragedia de Esquilo Las suplicantes, en la cual el Coro está compuesto por Danaides, consideradas bárbaras egipcias, las mujeres justifican su violencia afirmando que deseaban evitar “un pecaminoso matrimonio con los hijos de Egipto.” Las Danaides exclaman en la obra que estaban “aterrorizadas” por estos hombres, señalando que sus primos eran orgullosos, lascivos y en general no muy dignos de confianza.
Los Egiptidas no eran virtuosos griegos, afirman las Danaides, sino hombres violentos, impíos y codiciosos. En la obra, el Coro juzga estos matrimonios entre primos y primas como pecaminosos, aunque Dánao consigue persuadir a sus hijas para que se casen con la intención de forjar una alianza con sus sobrinos: al fin y al cabo habían salido en persecución tanto de él como de sus hijas, y lo último que quería Dánao era una guerra.
“Lo que siguió es de todos conocido: el crimen que cometieron las hijas de Dánao al asesinar a sus primos,” recuerda el antiguo escritor y viajero Pausanias. De hecho en este crimen todas las Danaides menos una asesinaron a sus maridos antes de consumar su matrimonio.
En esta xilografía medieval se observa cómo las Danaides asesinan a sus maridos, mientras que una de ellas aconseja al suyo que huya. (
kladcat/CC BY 2.0 )
Tras dar muerte a sus maridos, cuarenta y nueve de las Danaides “enterraron las cabezas de sus esposos” y “rindieron honras fúnebres a sus cuerpos ante la ciudad,” escribe el Pseudo-Apolodoro. Por suerte para las Danaides, Hermes y Atenea, siguiendo las instrucciones de su padre Zeus, las purificaron. Pero tras la muerte, las cuarenta y nueve asesinas se vieron obligadas al parecer a afrontar un destino especialmente cruel en el Inframundo.
Como apunta Ovidio en sus Metamorfosis, las Danaides se vieron obligadas después de la muerte a realizar una tarea en vano durante el resto de la eternidad, en un castigo similar al de Sísifo, que debía empujar una roca hasta la cima de un monte una y otra vez. Las Danaides fueron castigadas con la tarea de sacar agua de un pozo (o, según la versión del relato, vino de unas cráteras), pero las jarras que utilizaban tenían agujeros por los que el líquido se escurría… con lo que no les quedaba más remedio que volver a empezar. Eternamente.
‘Las Danaides’ (1903), óleo de John William Waterhouse. (
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Hipermnestra y Linceo
Así pues, ¿quién fue la hija de Dánao que evitó este funesto destino y salvó a su marido? Su nombre era Hipermnestra, y le perdonó la vida a su esposo Linceo porque había respetado su decisión de permanecer virgen por un tiempo. Furioso por su desobediencia, Dánao la encerró, aunque finalmente le permitió volver con su marido. Posteriormente encontró nuevos esposos al resto de sus hijas ofreciendo su mano en matrimonio a los vencedores en competiciones atléticas.
Hipermnestra y Linceo por su parte vivieron felices durante el resto de sus días. Su hijo Abas reinó en Argos, aunque también tuvo dos gemelos problemáticos: Acrisio y Proteo. Como ocurre a menudo con los gemelos de los mitos griegos, estos dos también lucharon el uno contra el otro. Acrisio, concretamente, dio origen a una dinastía de semidioses (fue abuelo de Perseo, quien a su vez sería antepasado de Heracles).
Plato del siglo XVI decorado con una pintura mitológica del ceramista italiano Francesco Xanto Avelli: “Hipermnestra observa cómo Linceo arrebata la corona a su padre Dánao.” (1537) (
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Imagen de portada: ‘El castigo de las Danaides’ (1785), óleo de Martin Johann Schmidt. (
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Fuentes:
Aeschylus. The Suppliants . Translated by E.D.A. Morehead. London: Macmillan and Co., 1908.
Flaccus, Quintus Horatius (Horace). The Odes and Carmen Saeculare of Horace . Translated by John Conington. New York: George Bell and Sons, 1892.
Gruen, Erich S. Rethinking the Other in Antiquity . Princeton, NJ: Princeton University Press, 2011.
Naso, Publius Ovidius (Ovid). The Metamorphoses . Translated by Horace Gregory. New York: Penguin, 2009.
Patterson, Lee E. Kinship Myth in Ancient Greece . Austin, TX: University of Texas Press, 2010.
Pausanias. Description of Greece . Translated by W.H.S. Jones. Vol. 2. Boston: Harvard University Press, 1961.
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Storey, Ian C., and Arlene Allan. A Companion to Ancient Greek Drama . Maiden, MA: Blackwell, 2005.