De madrugada llega el drama, a los pies de la cama… La habitación está en silencio. La muchacha descansa tranquila; aquí nada le puede pasar.
El reloj del pasillo da tres campanadas… y de repente, cruje la madera del suelo, despacio, como si alguien caminase dentro de la estancia.
Ella abre los ojos al oír el crujido.
Es entonces cuando se da cuenta de que no está sola…
Si alguna vez ha sentido algo parecido, no se asuste: los psiquiatras se refieren a este drama como un trastorno denominado «parálisis del sueño», que puede provocar situaciones angustiosas como la visión de algo que realmente no existe, alucinaciones auditivas o visuales, e incluso una amenaza inminente dado que una de sus características principales es que quien la sufre durante unos minutos es consciente de todo cuanto le rodea, pero no puede mover un músculo como si su voluntad hubiera sido anulada por una inteligencia externa.
Pero, ¿se puede explicar siempre de esta forma? No. En otro tiempo se pensó que se trataba de demonios que venían a perturbar las noches, llegando a copular con sus víctimas.
Asegura el escritor Manuel Carballal que los llamaban «íncubos y súcubos y acostumbraban a visitar a los mortales en sus lechos, para tener relaciones con ellos. Al despertar, de no ser porque en ocasiones aparecían restos de semen o de sangre en las sábanas, los violados tan sólo recordaban la experiencia como un sueño».
La descripción más habitual de estos visitantes de dormitorio medievales es muy similar a lo que los testigos refieren hoy en día: baja estatura, cabello revuelto, gran cabeza e inexpresivos.
Sin embargo los testigos de hoy ya no hablan de demonios, sino, en todo caso, de seres de apariencia extraterrestre.
Quizás tenga mucho que ver en esta nueva acepción más vinculada al fenómeno extraterrestre los libros del escritor estadounidense Whitley Strieber.
En ellos mostraba a unos seres de metro veinte centímetros de estatura, ojos grandes, negros y oblicuos, cabeza forma de pera invertida, desprovista de pelo y otros rasgos faciales, e incluso en la portada de su libro Transformación aparecía el retrato robot de uno de ellos, imagen con la que rápidamente se identificaron personas que habían visto lo mismo en sus pesadillas.
Sea como fuere, más allá de una posible patología psiquiátrica, lo que es evidente es que el fenómeno, aparentemente, tiene otras aristas difícilmente explicables.
Por ejemplo, en junio de 1985, Andrea, una neoyorquina de 44 años se sometió a una sesión de hipnosis, recordando varios encuentros de su niñez en los que extraños seres la manipulaban.
Por ejemplo, en junio de 1985, Andrea, una neoyorquina de 44 años se sometió a una sesión de hipnosis, recordando varios encuentros de su niñez en los que extraños seres la manipulaban.
En uno de estos recuerdos visualizaba una pequeña figura de piel grisácea y ojos negros en su cama tocando su pecho. A la edad de 13 años quedó embarazada, sin que mediara relación alguna con un chico. Sólo recordaba la entrada de algo fino y afilado en su vagina.
El ginecólogo John Burger, del Perth Amboy Hospital de New Jersey, que tuvo la oportunidad de explorar a Andrea, constató que el himen estaba intacto; continuaba siendo virgen. El suceso, pese a la tremenda polémica y drama que arrastró, fue dado a conocer por el escritor Budd Hopkins y es considerado el primero de este tipo en la era moderna.
30 de Octubre de 2019 (16:45 CET)