Este chip inyectable, invisible a simple vista, tiene el tamaño de un ácaro y cabe en una aguja hipodérmica. Ya se probó con éxito en ratones midiendo la temperatura corporal. Sin embargo, la idea es desarrollarlo para medir otros parámetros del cuerpo humano.
Desarrollada por científicos de la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, la tecnología permitirá inocular un chip en el organismo humano. Incluso sin previo conocimiento del paciente.
Entre todas las barbaridades que circulan por Internet, una de las más locas afirma que todos los vacunados contra el nuevo coronavirus recibirán un chip implantable. Supuestamente, tecnología desarrollada por Bill Gates. Y lo mencionamos porque es importante aclarar que no tiene nada que ver con esta innovación.
Un chip inyectable.
El chip inyectable desarrollado por los investigadores es invisible al ojo humano. Con 0.1 mm3, es prácticamente del mismo tamaño que un ácaro. Además, puede inocularse en el organismo a través de suero fisiológico con una jeringa común y corriente. De hecho, la aguja empleada en el experimento es la 18G, misma que podemos adquirir en cualquier farmacia.
Estructura general del chip.
La principal fuente de energía de este chip es un micro cristal piezoeléctrico. Gracias a este componente, las vibraciones mecánicas se convierten en electricidad. Probado con éxito en ratones, el dispositivo se alimenta externamente a través de un dispositivo común de ultrasonido.
Las vibraciones emitidas por la máquina pasan por el cuerpo del animal alcanzando el chip. Allí, se convierte en 0.8 nano watts de energía eléctrica, suficientes para alimentar circuitos y transmisor. Posteriormente, se transmite una señal con información sobre la temperatura corporal del animal.
Desarrollo a futuro.
Los investigadores planean desarrollar la tecnología para monitorear otros signos vitales, como la glucosa en sangre o presión arterial. A través de un artículo publicado en el periódico Science Advances, los científicos aseguran que el chip no es rechazado por el sistema inmunológico.
Y es que toda la estructura está revestida por parilenos, polímeros biocompatibles empleados en catéteres y otros dispositivos de implante.
Sin embargo, el desarrollo se enfrenta a dos limitaciones importantes. Durante las pruebas en animales, el chip sólo se activó cuando se implantó a 2 cm de profundidad como máximo en la piel. A más profundidad, la señal prácticamente desaparecía. Además, tanto la recepción de la señal como la energización del chip requieren contacto continuó entre la máquina de ultrasonido y el animal.
En otras palabras, la tecnología no sirve para un monitoreo remoto. Por consecuencia no se prestaría al escenario distópico que pintan las teorías de conspiración. Sin embargo, los chips implantables, invisibles a simple vista, pasaron de la ciencia ficción al mundo real.
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