Suele decirse que en el lenguaje radica la clave para comprender una cultura, que es el medio por el cual el arte y las ideas de las personas pasan de generación en generación. Pero muchas lenguas están muriendo en nuestro mundo moderno, y los lingüistas se encuentran luchando por rescatar y salvar estas joyas culturales, ya casi enterradas.
Algunas de estas lenguas son particularmente importantes debido, precisamente, a sus rarezas. Unas rarezas motivadas por el “aislamiento lingüístico” a que han sido sometidas y que ha evitado que hayan podido recibir influencias de otros idiomas conocidos.
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Entre esos lenguajes hay algunos, como el coreano, que son hablados por millones de personas, pero hay otros como el kusunda del Himalaya que solo hablan unas 7 u 8 personas, o el indo, una lengua muerta que no se habla hace miles de años. Surge ante nosotros una interesante cuestión: ¿nacieron por sí mismos, o proceden de lenguas ancestrales que se perdieron a lo largo de la historia?
El indescifrable idioma del Indo
La escritura del
Valle del indo, que aún no ha podido ser descifrada, fascina y frustra a lingüistas y arqueólogos de todo el mundo. Descifrar sus símbolos nos permitiría acceder a la lengua de una civilización avanzada que habitó hace 4.000 años en lo que ahora conocemos como el Este de Pakistán y el Noreste de La India. Una civilización tan avanzada como también lo fueron la egipcia o la mesopotámica.
Sellos con caracteres de la escritura del Indo, actualmente en el Museo Británico de Londres, Inglaterra. (World Imaging/
GNU Free)
Algunos expertos han llegado a sostener que no se trata de una lengua, sino de simples símbolos como los que podemos encontrar actualmente convertidos en nuestras modernas señales de tráfico. Otros, sin embargo, afirman que forman parte de una rama antigua de la lengua del Indostán, o que tienen raíces similares a la
familia dravídica, es decir, que estarían relacionados con una familia de lenguas hablada en La India.
Los jeroglíficos egipcios fueron descifrados gracias a las inscripciones trilingües de
la piedra Rosetta, pero ninguna investigación ha podido desvelar el significado de las escrituras del Indo por el momento.
El científico informático
Rajesh Rao, de la
Universidad de Washington, utilizó algoritmos informáticos probando muchísimos lenguajes para analizar patrones lingüísticos similares, pero el programa no consiguió traducir el idioma del Indo, aunque sí ayudó a dar pasos hacia el camino correcto: fue capaz de identificar, por medio de patrones intuitivos, segmentos potenciales del lenguaje hablado.
Por ejemplo, en inglés, existe cierta frecuencia y patrón por el que la palabra and (“y”) aparece en los textos. Asimismo, existen otros contextos en los que se repiten algunas palabras, como los topónimos.
“Aunque no lo podamos leer, investigamos los patrones y obtenemos la estructura gramatical que hay oculta”, apunta Rao en la
revista Wired.
La Piedra Rosetta, un hallazgo gracias al cual se consiguió traducir los jeroglíficos egipcios. Museo Británico, Londres, Inglaterra. (Hans Hillewaert/
CC BY-SA 4.0)
Los Jeroglíficos rongorongo de la Isla de Pascua
Los jeroglíficos escritos sobre tablas de madera encontrados en la
Isla de Pascua dejaron mudos a los lingüistas. Parece ser que sus habitantes podrían haber desarrollado esta forma de escritura después de su primer contacto con los europeos, en 1770, ya que los españoles pidieron a los nativos de la isla de Pascua,
los rapanui, que firmaran documentos para incorporarse a la corona.
Pero aunque hubiesen llegado a la idea de escribir a causa de la influencia española, lo cierto es que dicha forma de escritura no presenta semejanza alguna con ningún otro lenguaje conocido.
El lingüista
Steven Roger Fischer, estudioso de los jeroglíficos, asegura en un artículo titulado “Rongorongo: La escritura de la Isla de Pascua” que aparentemente los rapanui no habían escrito con anterioridad, y que las firmas en los documentos españoles parecen ser imitaciones de la escritura europea, en lugar de escrituras originales indígenas.
En 1864,
Eugène Eyraud (1820-1868) fue el primero en observar las inscripciones rongorongo, talladas sobre tablas de madera que se encontraban en cada casa de la isla y que, según afirmaba, parecían tener un significado sagrado.
Unos años después, según sus propias palabras, casi todas las tablas desaparecieron. Fischer explicó que tal desaparición podría haber sido consecuencia de la aniquilación de la población a causa de la viruela y del comercio de esclavos.
Tablilla de madera con jeroglíficos rongorongo hallada en la Isla de Pascua. (
Public Domain)
Fischer sugirió que las tablillas contenían antiguos cantos, sin embargo algunos especialistas continúan dudándolo. Asimismo, pensaba que este lenguaje surgía de una mezcla entre ideogramas y un alfabeto fonético. Fischer llegó a usar una de las tablillas de madera como una especie de piedra Rosetta.
La pieza estaba escrita en segmentos con líneas verticales, y el lingüista fue capaz de observar patrones, particularmente la integración de un símbolo fálico al inicio de cada sección, lo que interpretó como “copulado con”. Finalmente, tradujo aquel segmento como “todos los pájaros copularon con los peces: en este punto emitidos por el sol”.
Ficher aseguró que era similar a los cantos de procreación que fueron grabados en la Isla de Pascua en 1886 y que dicen: “La tierra copulaba con los peces ruhi paralizadores: en este punto emitidos por el sol”. En uno de sus libros Fischer escribió sobre su descubrimiento lo siguiente: “El rongorongo de la Isla de Pascua estaba hablando de nuevo… después de 128 años de silencio”.
Una lengua perdida hablada por loros
El célebre investigador y explorador del siglo XIX Alexander von Humboldt encontró un loro en Venezuela que repetía palabras de su dueño anterior y que el científico consideró como los últimos vestigios de una lengua perdida. El animal estaba en posesión de una tribu que había vencido y aniquilado a otra tribu enemiga, los Ature.
Alexander von Humboldt y Bonpland en la selva amazónica del río Casiquiare, (c. 1850). Óleo de Eduard Ender. Academia de Ciencias de Berlín, Alemania. (
Public Domain)
Una vez muertos todos los miembros de la tribu Ature, los vencedores se llevaron todos los objetos del poblado arrasado, entre ellos el loro. Humboldt estudió las palabras que el ave hablaba y que constituían los últimos vestigios de la tribu Ature, según el escritor y periodista
Mark Forsyth en su libro “The Etymologicon”.
Kusunda: el lenguaje aislado del Himalaya
El lingüista David E. Watters calculó que en el año 2005 solamente 7 u 8 personas hablaban la aislada lengua kusunda. La historia de este idioma probablemente se remonte a la aparición de las lenguas tibetano-birmanas y de hablantes indoiranios en la zona de las sub-cordilleras del macizo del Himalaya.
En un primer momento se creyó que el último hablante de esta lengua ancestral había muerto en 1985, hasta que en el año 2004 fueron descubiertas otras tres personas que también la utilizaban.
Watters trabajó con ellos tres, realizando multitud de grabaciones de una lengua que estaba muriendo. Al hacerlo cayó en la cuenta de una serie de interesantes diferencias existentes entre el kusunda y todas las demás lenguas de la región. De hecho, había una diferencia enorme entre sus aspectos fonológicos.
El Kusunda es una lengua hablada en el macizo del Himalaya de la que apenas quedan un puñado de hablantes. (Guilhem Vellut/
CC BY-SA 2.0)
Además, las tribus de los alrededores, cazadoras y recolectoras como los kusunda, “son famosas por hacer distinciones anatómicas”, explicó Watters. Sin embargo, en el lenguaje kusunda dichos términos son muy escasos.
Debido a la pérdida de población − por la disminución de la caza en los bosques −, los Kusunda se vieron forzados a mezclarse con nepalíes y gentes de otras tribus. Gracias a ello, “el kusunda ha persistido hasta hoy en día como un verdadero milagro lingüístico”, concluyó Watters.
Imagen de portada: Izquierda, Gyani Maiya Sen, de 80 años, posando en su casa del remoto distrito de Dang, en el oeste de Nepal, el 13 de agosto del 2012. A la anciana, de 80 años le preocupa que su misteriosa lengua materna, el kusunda, de origen desconocido y estructuras de frases únicas, muera con ella. Derecha, escritura de la civilización del Valle del Indo. (Fotografía: La Gran Época)