El pasado 20 de mayo, las hermanas Abbas, pakistaníes y residentes en España, fueron torturadas y brutalmente asesinadas por su propia familia. Urooj y Anisa, de 21 y 24 años respectivamente, viajaron a su país de origen con la intención de divorciarse de sus primos, con los que fueron obligadas a casarse dos años antes, para que ellos pudieran trasladarse a vivir a Europa.
El suceso, que ha conmocionado a sus vecinos de la localidad catalana de Tarrasa, no es una excepción. Se llaman ‘crímenes de honor’ y en ocasiones se producen dentro de nuestras fronteras.
"Sucede con cierta frecuencia. Estas cosas pasan en Europa porque no tenemos demasiadas claves para entender lo que sucede dentro de las comunidades inmigrantes", explica para LD el profesor de sociología de la Universidad de Oviedo Hans Peter Van Den Broek. Aunque no siempre acaban con la peor de las suertes, es una realidad que centenares de mujeres son violadas y vejadas dentro de su propio hogar. No sólo hablamos de matrimonios forzados, también de mutilación genital o control de la virginidad.
Entretanto, Occidente mira para otro lado y las feministas callan. Esa es la norma general -con honrosas excepciones- y es lo que denuncian defensoras de los derechos de la mujer como
Shirin Musa, activista de origen afgano-pakistaní que se ha convertido en referente mundial de la lucha contra el cautiverio marital. "Tendemos a pensar que esto sucede solamente en países africanos o países árabes, pero esto nos afecta a nosotras, que estamos aquí en Europa, delante de vuestras narices", asevera en LD.
La historia de Shirin
Ella sabe bien de lo que habla, se libró de un matrimonio forzado por muy poco. "Cuando yo nací, mi familia esperaba de mí que me casara con mi primo. Y esta expectativa se mantuvo en el tiempo hasta el momento en el que cumplí 18 años", relata durante la entrevista. Pero Shirin Musa tuvo la fortuna de que sus padres se trasladaron de Pakistán a Holanda cuando ella sólo tenía 6 meses.
Quién sabe qué hubiera pasado si hubieran seguido viviendo en su país. Parece lógico pensar que el hecho de que estuvieran en Europa hizo que ella tuviera un entorno más favorable a la hora de luchar contra un futuro que parecía predestinado y que le llevaría a contraer matrimonio con quien no quería.
"Yo fui lo suficientemente fuerte para decir que no. Hablé con mi familia y les dije que no quería casarme con mi primo", indica con alivio.Cuando yo nací, mi familia esperaba de mí que me casara con mi primo. Fui lo suficientemente fuerte para decir no. Pero tengo amigas en Holanda que se casaron con las personas que quería su familia.
"Mi familia afortunadamente lo entendió pero tengo amigas en Holanda, de mi mismo entorno, que su familia tenía la misma esperanza y muchas de ellas se casaron con las personas que su familia quería", advierte. A la vista está que no todas corren la misma suerte, aunque vivan en un país europeo. Los matrimonios forzados están a la orden del día.
En Europa, también
Calcular la frecuencia con la que esto ocurre en Europa es casi imposible. Se contabilizan solo los casos de las mujeres que lo denuncian. En este sentido, Cataluña se sitúa a la cabeza de las comunidades con más matrimonios forzados de España. La policía autonómica ha detectado 59 de estos enlaces desde 2018.
"Es muy difícil tener los números", señala Shirin, "estas cosas suceden dentro de las familias y muchas chicas no se atreven a denunciarlo". "No solamente es un matrimonio contra tu voluntad, también si tú quieres separarte y no te dejan. Entonces estás en una situación de cautiverio marital", destaca.En Europa, tendemos a pensar que tenemos todos los derechos y libertades. Dentro de las comunidades inmigrantes suceden cosas como el matrimonio forzado, el cautiverio marital, la mutilación genital o el control de virginidad.
"En Europa, tendemos a pensar que tenemos todos los derechos y todo tipo de libertades, pero esto no vale para todo el mundo", insiste la activista. "Dentro de las comunidades inmigrantes suceden cosas como el matrimonio forzado, el cautiverio marital, la mutilación genital o el control de virginidad", exclama.
De ahí que haya convertido esta lucha en su razón de vivir y decidiera fundar
Femmes for freedom, que lucha por los derechos y libertades de las mujeres, en especial de las que tienen origen bicultural y se enfrentan a situaciones de violencia u opresión sexual. El objetivo fundamental de la fundación es que las personas a las que ayudan puedan conseguir emanciparse.
El silencio del feminismo
Shirin no duda en dar un tirón de orejas a las feministas europeas y en particular a las españolas que han decidido obviar que existe esta realidad. Algo innegable a la vista de su clamoroso silencio. "Hay mucho miedo a estigmatizar a las comunidades inmigrantes y en particular a las comunidades musulmanas", señala Hans Peter.Hay feministas que prefieren mirar para otro lado y sólo defienden derechos -digamos- de las mujeres autóctonas. Otras feministas están muy obsesionadas con el velo. Pero hay temas mucho más importantes.
"Hay feministas que prefieren mirar para otro lado y sólo defienden derechos -digamos- de las mujeres autóctonas. Otras feministas están muy obsesionadas con el velo, nos quieren quitar el velo y piensan que eso es lo más importante. Pero hay temas mucho más importantes, como el matrimonio forzado, la mutilación genital, o esa obsesión con la virginidad", denuncia la activista.
"De eso se tendría que hablar más... Si no hablas con nosotras, si no defiendes nuestros derechos, también estás incurriendo en una exclusión", destaca. "Ahora se habla mucho de inclusión, pero si sólo criticas racismo o xenofobia, y no entiendes lo que está sucediendo dentro de las nuestras comunidades... Si no defiendes los derechos y libertades de las mujeres dentro de las comunidades inmigrantes, no estás siendo inclusivo", insiste.
La cultura no es excusa
En cualquier caso, ella es defensora de que es mejor "menos políticas de inclusión y más de emancipación". Para Shirin el término integración debería usarse sólo para las personas recién llegadas a Europa, pero hace hincapié en que los inmigrantes de segunda o tercera generación "se tienen que emancipar dentro de la sociedad" y -por tanto- "tienen hablar bien el idioma para entrar en el mercado de trabajo, tienen que estar al corriente de cuáles son las leyes y tienen que saber cuáles son las consecuencias si violan los derechos de las mujeres".
Lo que no podemos tolerar nunca es ese relativismo cultural extremo, saber que sucede este tipo de violencia dentro de las comunidades inmigrantes y mirar para otro lado porque creemos que forma parte de su cultura.
"Tenemos que evitar que estén en una burbuja dentro de su propia comunidad y que no tengan suficientes contactos con el resto de la sociedad" porque esto influye -por ejemplo- "en el tema de la violencia sobre las mujeres". "Lo que no podemos tolerar nunca es ese relativismo cultural extremo", asevera, "saber que sucede este tipo de violencia dentro de las comunidades inmigrantes y mirar para otro lado porque creemos que forma parte de su cultura".
Shirin Musa quiere dejar muy claro que la mayoría de las mujeres de su comunidad que -como ella- viven en Europa quieren ser una más. "Somos mujeres europeas, que queremos tener los mismos derechos", asevera. No valen las excusas culturales, nada justifica la violencia que se ejerce contra ellas. "Espero que a partir de ahora, en Europa y también en España, las personas que dictan las políticas escuchen nuestra voz". Se queja de que hablen sólo con sus líderes, que siempre son hombres.
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