Nuevas fotos demuestran que el planeta, bombardeado continuamente, ha pasado por grandes transformaciones, con bandas de distinto color o puntos calientes que desaparecen
Júpiter sufre una transformación planetaria. Golpeado continuamente por pequeñas rocas espaciales -el último impacto conocido se produjo el pasado 10 de septiembre- , el quinto planeta del Sistema Solar ha visto en los últimos años cómo los anchos cinturones de su atmósfera están cambiando de color, los puntos calientes provocados por la radiación desaparecen y reaparecen como por arte de magia y las nubes se ciernen sobre una parte de este extraño mundo mientras se disipan sobre otro.
«Los cambios que estamos viendo en Júpiter son de escala mundial», ha explicado Glenn Orton, investigador del Centro de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA en un encuentro de la Sociedad Americana de Astronomía que se celebra estos días en Reno, Nevada. Según el científico, algunos de estos cambios habían sido vistos con anterioridad, pero no con los instrumentos modernos que pueden confirmar con exactitud lo que ocurre. Otras transformaciones, sin embargo, han ocurrido por primera vez en décadas y otras, para desconcierto de los científicos, son absolutamente novedosas. «Estamos tratando de averiguar por qué están sucediendo», reconoce Orton.
Un amplio equipo internacional de astrónomos ha estado tomando imágenes y trazando mapas de Júpiter en longitudes de onda infrarrojas de 2009 a 2012 y comparándolos con imágenes de alta calidad captadas por astrónomos aficionados. Después de la desaparición y el regreso de un destacado cinturón de color marrón justo al sur del ecuador, llamado el Cinturón Ecuatorial Sur, de 2009 a 2011, el equipo observó un desvanecimiento similar que ocurrió en una banda justo al norte de la línea ecuatorial, conocido como el Cinturón Ecuatorial del Norte. Esta banda se hizo más blanca y creció en 2011 hasta un grado no visto en más de un siglo. En marzo de este año, comenzó a oscurecerse de nuevo.
Utilizando el Infrared Telescope Facility de la NASA y el telescopio Subaru en Mauna Kea, los científicos observaron un engrosamiento simultáneao de las capas de nubes más profundas, pero no necesariamente en la cubierta superior de nubes, a excepción del Cinturón Ecuatorial Sur, donde ambos niveles de nubes se espesaron y luego se aclararon.
El equipo también buscaba una serie de formaciones de color gris azulado a lo largo del borde sur del Cinturón Ecuatorial del Norte. Estas marcas parecen ser las regiones más claras y más secas del planeta y aparecen como puntos calientes en la visión infrarroja, porque revelan la radiación que emerge de una capa muy profunda de la atmósfera de Júpiter. La nave espacial Galileo de la NASA envió una sonda a uno de estos puntos en 1995. Pero resulta que los puntos calientes desaparecieron de 2010 a 2011, pero se restablecieron en junio de este año, coincidiendo con el blanqueamiento y reoscurecimiento del Cinturón Ecuatorial del Norte. Un barullo absoluto.
Como bolas de fuego
Mientras la atmósfera de Júpiter se estaba revolviendo, una serie de objetos se precipitaba en el planeta, creando bolas de fuego visibles para los observadores aficionados desde la Tierra. Tres de estos objetos -probablemente de menos de 15 metros de diámetro- se han observado desde 2010. El último de ellos golpeó Júpiter el 10 de septiembre de 2012, aunque las observaciones con infrarrojo de los científicos pudieron comprobar que no causaron cambios duraderos en la atmósfera, a diferencia de los de 1994 o 2009.
«Parece que a Júpiter le están dando una paliza inusual estos últimos años, pero creemos que este aumento aparente en realidad tiene que ver con que cada vez más astrónomos aficionados apuntan sus telescopios hacia Júpiter y ayudan a los científicos a mantener un mejor control sobre el planeta», dice Orton. En definitiva, el bombardeo no lo explica todo.
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