Parece que para determinar el lugar de sus lugares de
aterrizaje, los anunnaki establecieron primero un corredor de aterrizaje a
partir de un rasgo geográfico sobresaliente, como el Monte Ararat. La ruta de
vuelo en este corredor se inclinó después con un ángulo exacto de 45° con
respecto al ecuador.
En tiempos postdiluvianos, cuando el aeropuerto se instaló
en la península del Sinaí y el lugar de aterrizaje para vehículos aéreos se
ubicó en Baalbek, se siguió el mismo patrón.
El
Torreón de Machu Picchu tiene, además de dos ventanas de observación en la parte
semicircular, otra enigmática ventana que tiene en su base una abertura con
forma de escalera invertida, y una hendidura con forma de cuña en la parte
superior.
Si se traza una línea desde la Roca Sagrada que, pasando por la
hendidura, llegue hasta el Intihuatana, ésta discurriría en un ángulo exacto de
45° con respecto a los puntos cardinales, dando así a Machu Picchu su principal
orientación.
Estos 45° de orientación no sólo determinaron el trazado de
Machu Picchu, sino también la ubicación de los principales emplazamientos
antiguos. Si sobre un mapa de la región se traza una línea que conecte los altos
de Viracocha desde la Isla del Sol en el Lago Titicaca, la línea pasará por
Cuzco y continuará hasta Ollantaytambo -¡precisamente, en un ángulo de 45° con
respecto al ecuador!
En
una serie de estudios y conferencias de María Schulten de D’Ebneth, resumidos en
su libroLa Ruta de Viracocha, se demostró que la línea de 45° sobre la
que se ubicó Machu Picchu encaja con una rejilla patrón a lo largo de los lados
de un cuadrado inclinado 45°, de manera que las esquinas, y no los lados,
señalan hacia los puntos cardinales.
Para buscar esta antigua rejilla se había
inspirado en la Relación de Salcamayhua, en donde después de relatar la
leyenda de las tres ventanas, está dibujado un esbozo para ilustrar la
narración, dando a cada ventana un nombre: Tampu-Tocco, Maras-Tocco y
Sutic-Tocco.
María Schulten se dio cuenta de que se trataba de nombres de
lugares y cuando aplicó el cuadrado inclinado a un mapa de la región
Cuzco-Urubamba, con su esquina noroccidental en Machu Picchu (o Tampu-Tocco),
descubrió que el resto de lugares caía en las posiciones correctas.
Y, por
último, trazó las líneas que demostraban que una línea de 45° que partiera de
Tiahuanacu, combinada con cuadrados y círculos de medidas concretas, abarcaba a
todos los antiguos lugares clave entre Tiahuanacu, Cuzco y Quito, en Ecuador,
incluido el importantísimo emplazamiento de Ollantaytambo.
No
menos importante es otro de sus descubrimientos. Los subángulos que ella había
calculado entre la línea central de 45° y los lugares ubicados a partir de ella,
como el templo de Pachacamac, le indicaron que la inclinación de la Tierra en el
momento en que se trazó la rejilla estaba cerca de los 24° 08′, lo que
significaría que la rejilla se diseñó 5.125 años antes de que se tomaran las
medidas, en 1953; o sea, en el 3172 a.C. Y esto confirmaría que las estructuras
megalíticas pertenecen a la Era de Tauro, la época que va del 4000 al 2000 a.C.
Y al combinarse los estudios modernos con los datos aportados por los cronistas,
se confirma lo que las leyendas afirman: que todo comenzó en el lago
Titicaca.
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