Es imposible que España se recupere si no lo hace el consumo. Se trata de una evidencia empírica derivada del peso del mismo en la economía nacional, por encima del 60%.
Por mucho que tire el sector exterior –que, no lo olvidemos, de momento va empatando-, el público –en claro retroceso tanto de consumo como de licitación- o la inversión privada –que sí parece haber tocado suelo-, sin las compras de los españolitos de a pie, no hay quien saque este país adelante.
Parece fácil intuir que se trata de una tarea imposible a día de hoy. Los elevados datos de paro; la incertidumbre laboral que afecta a sectores eminentemente empleadores como el financiero, el de transporte o el de la distribución; las menguas retributivas a los miembros de la función pública; la disminución de la renta disponible debido a la mayor presión impositiva en todos los niveles de la Administración; o un elevado endeudamiento, para el que apenas sirven los activos dados como garantía, son varios de los factores que pesan en el ánimo de cualquiera a la hora de tomar una decisión de gasto.
Círculo vicioso de deflación de salarios y de precios, disminución de márgenes, pérdidas empresariales, despidos, deflación de salarios…
Pues bien, frente a las voluntaristas declaraciones de los miembros del Gobierno, ponga un brote verde en su vida, lo cierto es que nunca antes desde el inicio de la crisis en general, y desde el comienzo del mandato de Mariano Rajoy en particular, el consumo había sido tan precario en España. Así se desprende de uno de los indicadores más próximos a la alegría o no en el dispendio de los españoles: el sector de la restauración, que emplea a cerca de millón y medio de personas.
Es normal que determinados restaurantes más caros o menos diferenciados hayan sentido en sus carnes –nunca mejor dicho- los efectos de la difícil coyuntura que padecemos desde hace más de cinco años. La darwiniana selección natural ha propiciado el más o menos justificado cierre y desaparición de muchos locales, algunos de ellos con décadas de antigüedad. No sobrevive el más fuerte, sino el que mejor sabe adaptarse a los nuevos tiempos.
Lo que resulta, por el contrario, atípico –tanto por el importe del ticket medio como por la flexibilidad en su oferta- es que sean las cadenas de comida rápida y de ‘cenas de conveniencia’ las que vean menguar sus ventas a niveles cercanos al doble dígito en alguno de sus segmentos. Y, sin embargo, es lo que está ocurriendo en el comienzo de este 2013, en el que, como siempre, las altas instancias anticipan a priori un mejor escenario para la segunda mitad del año. Querer no siempre es poder.
En efecto, los McDonald´s, Pans & Co, Telepizzas, Burger King y similares, que capearon 2011 con un aumento de su facturación ligeramente superior al 2%, cerraron 2012 con una caída similar en el like for like (ex aperturas o cierres), debido a un progresivo deterioro a partir del mes de junio. En el acumulado de enero-febrero, a falta de los números definitivos, se dispara por encima del menos 4%, porcentaje muy parecido a la media de los tres meses anteriores, en los que ni siquiera la campaña de Navidad fue capaz de recuperar su actividad.
Si ampliamos la muestra a aquellas cadenas que desarrollan el llamado casual diningcomo Foster´s Hollywood, Cañas y Tapas, VIPS o La Tagliatella –por citar sólo unos cuantos- la evolución es aún más terrible. De una merma en ventas ligeramente por encima del 2% en 2011, a más del 5% el ejercicio siguiente y un colapso cercano al 10% sólo en el mes de enero de 2013, con una amplia disparidad entre las distintas cadenas. De poco han servido las mejoras operativas, las constantes promociones o los ajustes de capacidad. En cinco años las ventas comparables se han dejado un 20% por el camino. Una industria exhausta, como tantas otras.
Es evidente que una parte sustancial del frenazo en seco a partir del verano se debe a las circunstancias que situaron a nuestras finanzas al borde de una intervención. Pero el hecho de que no se haya producido una recuperación conforme las cosas han ido volviendo a su cauce es señal de los efectos de la errática política del Gobierno en muchas de las materias que afectan a nuestro bolsillo. Los españoles no se fían y es la recuperación de la confianza la principal tarea que el Ejecutivo tiene por delante.
No nos cansaremos de reivindicar un plan global, Agenda 2020 o como quiera llamarse, que sitúe de una manera clara el objetivo común, nos alinee como nación, permita tomar decisiones sobre la base de un escenario compartido y ayude a que salgamos del bache de manera solidaria. Porque si no lo hace este Gobierno, la troika lo impondrá. Y entonces sí que vamos a enterarnos de lo que vale una pizza…
Fuente: http://blogs.elconfidencial.com/economia/valor-anadido/2013/03/05/ni-para-una-pizza-colapso-total-del-consumo-en-2013-8134
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