El País del viernes 29 de noviembre parecía en algunas de sus páginas una agencia informativa de la troika europea y de sus intereses geoestratégicos. Pilar Bonet, Manuel Florentín, una referencia en primera página y un artículo de Andrea Rizzi [AR] eran los condimentos de la comida anti-Putin.
Días después, la cosa continúa por el mismo sendero. Jóvenes ejecutivos “revolucionarios” dan las explicaciones de su “lucha” a corresponsales del global.
No se trata de cultivar ninguna nostalgia soviética o de pensar que Putin es un reencarnación creativa de algún dirigente revolucionario, ruso o no, partidario de la emancipación de los pueblos y ciudadanos. Nada de eso. Se trata de comentar brevemente las formas expositivas y argumentativas de la nota de AR (por cierto, ¿de dónde ha salido?)
Un choque de mundos se produce estos días en Vilna, la capital de Lituania, se señala para empezar. La Unión Europea y seis países del Este europeo “celebran aquí una cumbre que tenía que coronar el acercamiento de varios de ellos a los veintiocho”. Pero no: lo que iba a ser “una fiesta diplomática que saludaría un nuevo avance de la frontera del Oeste se ha convertido en una incruenta batalla entre Rusia y la UE”. ¡Avance de la frontera del Oeste! ¡Qué cosas tan de conquista americana!
Ucrania, comenta AR, es el objeto más preciado “de un pulso que mide la fuerza de las dos potencias del continente y su capacidad de proyección”. La Unión Europea, en su opinión, llegó a la cita malherida, “y lucha aquí para recuperar el terreno perdido.” ¿Y cuál es el terreno perdido? ¿De quién es propiedad?
La UE-28, “los veintiocho” en el decir de AR, han sufrido dos varapalos desde el verano. En septiembre, recuerda, “Armenia renunció a proseguir en la senda que llevaba a un acuerdo de asociación con la UE para mantener la colaboración militar con Moscú”. La semana pasada, “Ucrania decidió congelar la firma de su acuerdo, que habría anclado Kiev al Oeste sin llegar a prometer la adhesión a la UE”. La novia más deseada, la delicada metáfora no es mía, “se paró a pocos metros del altar”. Pero no, rectifica, “más bien, fue retenida”. ¿Por quién? Por el ogro soviético… perdón: por el ogro ruso.
La ofensiva rusa en la región (represalias en materia de importaciones y en el suministro de gas) “causa profunda irritación en la Unión”. ¿Irritación en la Unión esas “leves presiones económicas”? ¿En la UE? ¿Cómo ha actuado hasta fecha muy reciente la UE-28 en el caso de Irán? ¿No hubieron presiones económicas en absoluto leves?
En una conversación mantenida al margen de la cumbre, comenta AR, Carl Bildt, ministro sueco de Exteriores, lo manifestaba sin circunloquios. “Rusia utiliza las armas económicas para presionar. No le quedan otras. Ya lo hizo con Lituania y Polonia”. ¡Empieza a ser un asunto bastante molesto!, añadió. “Creo que va siendo hora de contemplar una respuesta de carácter comercial a esa actitud”. Otros líderes hablaron abiertamente de “chantajes” rusos. ¿Bastante molesto por las presiones? ¿Chantajes de otros gallitos? ¿Tienen ellos bula? Ellos pueden chantajear pero no admiten chantajes de nadie. ¿Rusia usando armas económicas? ¡Qué escándalo! ¿No las usa la UE-28?
AR comenta que el rostro y el tono de Radoslaw Sikorski, el ministro de Exteriores polaco, destilaban tensión. “Los miembros del Este de la UE interiorizan naturalmente con mayor intensidad los zarpazos rusos”. Sikorski contestó con arsénico puro a las preguntas de un grupo de periodistas en el marco de un viaje financiado por la Comisión (¡qué generosidad!). “¿Es concebible una negociación tripartita sobre Ucrania con Rusia en la mesa? “Ucrania es un país soberano” respondió el ministro polaco. ¿Lo es entonces? ¿Es un país soberano para todos y para siempre o solo cuando hablamos de los intereses de Rusia y ahora? ¿Soberanía nacional en el marco de la UE?
La comandante en plaza europea, la canciller Angela Merkel, y el comisario europeo de ampliación, Stefan Füle, dejaron claro que la mano de la UE sigue tendida hacia Kiev, recuerda AR. Con la otra mano, señala AR con claridad, “Bruselas aprieta todo lo que puede para que Ucrania cambie de rumbo, advirtiendo a Kiev de los riesgos que esconde el abrazo ruso”. ¿Pero era o no era Ucrania un país soberano? ¿Puede decidir lo que mejor estime o sólo cabe decidir lo que cuadre con los intereses de la UE? ¿Hay que adaptar siempre la “democracia” a los intereses del mercado y del núcleo dirigente europeo? ¿Eso es la irreal democracia real?
Bildt se ha mostrado incluso optimista, comenta doña AR. “El viento desde el Oeste es más fuerte. Las fuerzas democratizadoras crecen en Ucrania”. ¿Vientos del Oeste más fuertes? ¿”Más fuertes” es la expresión justa? ¿Qué fuerzas democratizadoras son esas, las que según Bildt crecen en Ucrania? ¿Las partidarias de “la economía libre de mercado al estilo europeo”, los jóvenes ejecutivos agresivos? ¿Esa es la democracia a la que alude? ¿No estarán esas fuerzas, conjeturemos un poco escamados, apoyadas, subvencionadas, agitadas, por colectivos al servicio de los “veintiocho” generosamente subvencionados? ¿A qué no, qué no puede pensarse en una cosa así?
Arseniy Yatsenyuk, jefe del partido de Yulia Timoshenko en el Parlamento de Ucrania, ha dado un paso más adelante. “No nos engañemos: esto no es una pugna entre Este y Oeste”. No, en absoluto, es mucho, mucho más. “Es una batalla entre pasado y futuro”. ¿Quién representa el futuro? ¿El capitalismo neoliberal y desalmado de la UE-28? ¿Este es el futuro de los pueblos europeos?
Quizá la UE, comenta AR finalmente, podría haber ofrecido a Kiev mayores garantías ante las previsibles represalias rusas. Un mayor paquete de respaldo económico habría ayudado pero la Unión no está para derroches (en algunos nudos, sí en otros casos). El ministro de Exteriores lituano, Linas Linkevicius, lo ha dejado claro: si uno tiene diabetes, “la solución no es una caja de chocolatinas, sino un régimen”. Y eso es lo que ofrece la UE: un régimen -¿qué régimen?- del que “Ucrania saldría probablemente más sana y libre”. ¿Más sana? ¿Cómo Grecia? ¿Más libre como la libertad que se infiere de las cartas del ex presidente del BCE a los primeros ministros de países soberanos como España e Italia?
Rusia, en cambio, la cara no oculta del mal, el lado oscurecido de la fuerza neoimperial, “amenaza con una asfixia inmediata”. Ese, concluye su magnífico análisis AR, “es el dilema de Kiev, la perla del Este”. ¿Dilema? No hay más: o capitalismo neoliberal salvaje (sub uno)… o capitalismo neoliberal salvaje (sub uno prima). ¿Esta es la cuestión? ¿Estas son las alternativas?
Salvador López Arnal es nieto del cenetista asesinado en mayo de 1939 José Arnal Cerezuela (su delito: “rebelión militar”).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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