Victoria LePage (1919) es una escritora australiana místico-esotérica que ha publicado numerosos artículos sobre los paradigmas espirituales emergentes en las culturas alrededor del mundo, y ha escrito dos libros.
Este artículo de 2008 que hemos traducido apareció en la revista New Dawn N°111 (Nov.-Dic. 2008), y se trata de la primera parte de dos, publicadas bajo el título de "Arkaim: Russia’s Ancient City & the Arctic Origin of Civilisation".
Esta primera parte, se centra en el asentamiento ruso de Arkaim, descubierto en 1987.
Existe en la red un breve informe oficial titulado "Arkaim - Protociudad del Sol" que convendría leer y tener presente antes de este interesante artículo, porque aquí principalmente se va desarmando la madeja mitológica en la que a la autora le parece que Arkaim está también involucrado y elaborando un tejido que si bien puede no ser enteramente satisfactorio, es al menos coherente.
Sitúa LePage a Arkaim en una encrucijada no tan sólo espacial, como es obvio, sino además mítico-religiosa.
Y de interés es también la hipótesis de los 'Antiguos.'
Arkaim, Antigua Ciudad de Rusia
1 Noviembre 2008
Fuerzas enormes e imprecisas se están moviendo en Asia Central - o mejor dicho en la región mayor que llamamos Eurasia - que pueden cambiar la cara de nuestra sociedad y civilización global para siempre.
Incluso cuando el equilibrio de fuerzas geopolíticas está cambiando inexorablemente a favor de las superpotencias euro-asiáticas - principalmente Rusia, China, los Estados asiáticos centrales e India - un nuevo viento espiritual sopla desde el Asia Interior y sus muchas escuelas místicas ocultas, prometiendo barrer política y culturalmente el nuevo alineamiento de alturas sin precedentes del poder internacional.
La inmensidad de la turbulencia próxima ocasionada por este cambio desde el Oeste al Este es incalculable, el síntoma externo de una revolución global de conciencia.
Ya la transformación de conciencia que acompaña este cambio hemisférico está creando tanto exaltación como inquietud en toda la gente sensible al cambio evolutivo.
A medida que Occidente va atravesando por un creciente tumulto económico y geopolítico hacia lo que muchos consideran como el nacimiento a una nueva Era mundial, preguntas apremiantes están siendo hechas.
¿En qué nos estamos transformando, y qué tipo de realidad social sustituirá a aquellas que conocemos? El misterio y el temor no es tanto por la velocidad del cambio como por su destino desconocido. ¿A dónde nos dirigimos?, ¿hacia qué precipicio pronunciado y temible, o hacia cuál bendita tierra?
Esforzándose por contestar tales preguntas, muchos esoteristas principales hoy se han vuelto a ciertas tradiciones muy antiguas para arrojar luz sobre la crisis de nuestro tiempo.
Prestando cada vez más atención a la abrumadora evidencia que confirmaría sus tesis, ellos sugieren que la clave para el futuro de la Humanidad está en su pasado distante, en la herencia de una raza antediluviana desconocida que vivió en un tiempo tan remoto que su existencia ha sido borrada de la memoria racial [1].
Una Raza Olvidada
Quizás hace 100.000 años o más, según la hipótesis, un gran pueblo de la Era Glacial que estudiaba las estrellas vivió en la región ártica, que en ese entonces era una zona templada, antes de migrar al Sur hacia el Asia Interior, mientras las condiciones cambiaban y los grandes casquetes polares se derretían.
Allí, en una tierra fértil y paradisíaca, estos sabios desconocidos se convirtieron en el núcleo de una raza uralo-altaica que siguió evolucionando durante los milenios, mejorando el stock de la Humanidad primitiva mediante inter-matrimonios, desarrollando ciencias cosmológicas y estructuras políticas que sembraron las semillas de nuestro actual status civilizado, emigrando a través de la Tierra y luego desapareciendo, y dejando detrás de sí leyendas inmortales.
El autor británico John Michell menciona la enorme evidencia que existe para dicha civilización, a la que él considera como esencialmente mágica, y todavía ligeramente visible a través de la Tierra para aquellos que se preocupan de buscar:
"La superficie entera de la Tierra está marcada con los rastros de un trabajo gigantesco de ingeniería prehistórica, los restos de un alguna vez universal sistema de magia natural, que involucraba el uso del magnetismo polar junto con otra fuerza positiva relacionada con la energía solar.
De las variadas razas humanas y sobrehumanas que han ocupado la Tierra en el pasado, sólo contamos con los relatos oníricos de los mitos más antiguos.
Todo lo que podemos suponer es que algún desastre abrumador... destruyó un sistema cuyo mantenimiento dependía de su control de ciertas fuerzas naturales a través de la Tierra entera" [2].
Michell no es sino una voz entre muchas que afirman que en los archivos de los pueblos prehistóricos una raza olvidada ha dejado rastros de un avanzado cuerpo de conocimientos, aparentemente tanto espirituales como tecnológicos, que puede guiarnos, si quisiéramos, hacia un futuro viable.
A pesar de ser ignorada por los historiadores y antropólogos de la corriente predominante, esta teoría está siendo propuesta como evidencia con cada vez mayor insistencia por investigadores altamente acreditados, pues la enorme antigüedad de nuestra especie sigue siendo encontrada no sólo en las leyendas de las razas en cada parte del planeta sino también en las miles de anomalías tecnológicas que están siendo desenterradas en estratos geológicos improbables.
Los antiguos historiadores griegos tenían mucho que decir sobre esta materia, especialmente acerca de las leyendas de Asia Menor que hablaban de la llegada allí, en las profundidades de las épocas glaciales, de los Hiperbóreos, una misteriosa raza de seres superiores desde las regiones polares y cuyos trabajos de Pilares erigidos en la Tierra procuraban reflejar el cielo estrellado de encima.
Pero el Asia Central y el Asia Interior hacia el Este es una vasta tierra de estepas, montañas y desiertos arenosos, cuya gente conserva los recuerdos más significativos de un tiempo más allá de la narración en que las ciudades poblaban los desiertos y una raza antigua se paseaba sobre la Tierra.
Y son estas regiones uralo-altaicas las que están tomando ahora el escenario central mientras continúa la búsqueda de las raíces del homo sapiens y del camino hacia un futuro viable.
Arkaim - una Ciudad de la Edad de Bronce en los Urales del Sur
En 1987, en medio de la estepa rusa, un equipo de arqueólogos rusos desenterró las ruinas de una ciudad fortificada llamada Arkaim, causando gran entusiasmo en las filas científicas y una oleada de entusiasmo neo-pagano y nacionalista entre los intelectuales rusos.
La región se sabía que conservaba vestigios de las culturas más diversas, de todas las épocas y de cada dirección de la brújula, pero Arkaim era la primera evidencia clara de una cultura avanzada antigua que floreció en suelo ruso.
Construido de una forma circular alrededor de una plaza central, con aproximadamente sesenta casas semi-subterráneas edificadas dentro de sus murallones, el asentamiento estaba situado en los Urales del Sur, cerca de la ciudad rusa de Chelyábinsk.
Estaba defendido por dos murallones concéntricos de arcilla y bloques de adobe en un marco de madera, y sólo podía accederse a él por medio de cuatro callejones intrincadamente construidos que habrían hecho la entrada de enemigos extremadamente dificultosa. Los habitantes y la plaza central común estaban de esa manera bien protegidos por la plataforma defensiva de Arkaim, orientada hacia dentro.
La ciudad se encontró que estaba estrechamente alineada a varios puntos celestiales de referencia, y se cree por lo tanto que habría sido un observatorio así como una fortaleza, un centro administrativo y religioso.
Denominado "el Stonehenge ruso", este asentamiento de la Edad del Bronce tenía aproximadamente 3.600 años y era contemporáneo de la civilización cretense-micénica, del Imperio Medio egipcio y de las civilizaciones de Mesopotamia y del valle del Indo, y más antiguo en varios siglos que la fabulosa Troya de Homero, cuya disposición circular tan cercanamente se parecía.
Arkaim fue habitado durante 200 años y luego fue misteriosamente quemado y abandonado.
Las exploraciones del equipo ruso mostraron que Arkaim disfrutaba de una tecnología avanzada para su tiempo.
Estaba equipado con un sistema de canal de desagüe y de evacuación del agua de las lluvias, y tenía incluso protección contra el fuego: el suelo enmaderado de las casas y las casas mismas estaba impregnado de una sustancia incombustible, un fuerte compuesto los restos del cual todavía pueden ser encontrados en las ruinas.
Cada casa daba a un camino circunvalatorio interior pavimentado con bloques de madera; y en cada casa había un fogón, un pozo, sótanos, un horno y provisión para un sistema de almacenaje de alimentos en frío. El horno era tal que puede haber sido posible fundir bronce en él, así como cocer cerámica.
Posteriormente a esta excavación emocionante, más de otros veinte asentamientos fortificados y necrópolis fueron desenterrados en el Valle de Arkaim, algunos construidos con piedras, más grandes y más impresionantes que Arkaim.
Con Arkaim siendo posiblemente su capital, el complejo vino a ser llamado la Tierra de Ciudades, y presentó a los científicos muchos misterios.
Esta era la primera evidencia concreta de una civilización neolítica perdida en el Sur de Rusia, confirmando lo que se había creído durante mucho tiempo: que el Sur de los Urales y el Norte de Kazajstán, situado en la zona de unión de Asia y Europa, fue una región importante en la formación de una sociedad aria compleja.
Una perspectiva probable fue planteada por primera vez sobre el desarrollo, naturaleza y amplio patrón migratorio de la cultura indoeuropea temprana, y estimuló toda clase de teorías en los círculos rusos sobre las raíces arias de los pueblos eslavos [3].
Esto, sin embargo, ha sido sólo el principio de la búsqueda de una nueva identidad étnica, cultural y religiosa en una minoría rusa pequeña pero influyente desde la desaparición de la Unión Soviética.
Rechazando cada vez más la visión estadounidense y europea de una hegemonía global arraigada en el cristianismo occidental, los rusos, además de su interés en sus raíces indoeuropeas, se están volviendo hacia el Este para encontrar una conexión con la variedad étnica turco/mongola.
Muchos, sobre todo entre los jóvenes, ya están abrazando la mística de un pueblo euroasiático unido y de una comunidad cohesionada por lazos espirituales mucho más antiguos que los del cristianismo o el Islam. Arkaim se ha convertido en un punto de convergencia para estos ideales, un símbolo de la base futura para la paz mundial.
Ar-ka significa el cielo, e Im significa la tierra, dice Alex Sparkey, un escritor ruso.
Él explica que esto significa que Arkaim es un lugar donde el Cielo toca la Tierra. Aquí lo material y lo espiritual son inseparables.
"El Este y el Oeste están fusionados aquí. Hoy, en Rusia sentimos que la Humanidad está enfrentada con la necesidad de elegir la Unidad. La cultura occidental debe llegar a la unidad con la sabiduría del Este. Si esto puede suceder, la armonía que alguna vez imperó en la Tierra de Ciudades será restaurada" [4].
De hecho, es dudoso si la paz y la armonía existieron en el período de Arkaim, ya que dicho lugar y los asentamientos fortificados de los alrededores estaban obviamente orientados a la guerra o al menos a fuertes medidas defensivas en un ambiente hostil.
Es significativo que el culto de Tengri, el dios-Cielo mongol-túrquico que desempeña un rol prominente en la religión centroasiática, fomente un nacionalismo competitivo feroz más bien que relaciones pacíficas con los vecinos. Sin embargo, Sparkey tiene razón en enfatizar el principio del acuerdo armonioso implícito en la ideología de Arkaim, señalando, como lo hace, a la herencia de una cultura alguna vez más pacífica del asentamiento.
El jefe del equipo arqueológico observó:
"Un vuelo por encima de Arkaim a bordo un helicóptero le da a usted una impresión increíble. Los enormes círculos concéntricos en el valle son claramente visibles.
El poblado y sus alrededores están todos encerrados en los círculos. Todavía no sabemos cuál es el propósito que tienen los círculos gigantescos: si ellos fueron hechos con objetivos defensivos, científicos, educativos o rituales.
Algunos investigadores dicen que los círculos fueron realmente usados como pistas de aterrizaje para un antiguo puerto espacial" [5].
La verdad es que Arkaim era una ciudad tipo-Troya, llamada así a partir de la ciudad en Asia Menor que el rey griego Agamenón destruyó durante la Guerra Troyana.
Construida según el mismo principio circular que Troya, como está descrita,
en la Ilíada de Homero, pero al menos seiscientos años más antigua, Arkaim encuentra su prototipo en la Atlántida de Platón con sus tres círculos concéntricos de canales
en la legendaria Electris, la ciudad hiperbórea que algunos dijeron que fue construída bajo la Estrella Polar por el dios marino Poseidón
en Asgard, la ciudad sagrada dedicada al dios nórdico Odín, que está descrita en la saga islandesa el Edda.
Todas estas legendarias ciudades tipo-Troya tienen la misma planta circular.
Ellas han pasado a la Historia como centros neolíticos de sabiduría y como las sedes de antiguos reyes-dioses, y esto indudablemente arroja luz sobre la función cúltica de Arkaim en su tiempo, como veremos.
En sectores más místicos de Rusia hay un intenso interés en la ciudad antigua, viéndola como el templo de la ciudad construído por el legendario rey Yama, gobernante de los arios en la Edad de Oro, que una vez más se convertirá en el centro del mundo [6].
Sin embargo, el descubrimiento del asentamiento ha permitido una abertura histórica sobre mucho más que las batallas y conquistas de un agresivo pueblo indoeuropeo emprendidas a través de Eurasia y hacia el Sur en las tierras de Mediterráneo, donde sus carros de guerra rompieron la paz de la Vieja Europa.
Lo que la Tierra de Ciudades ha revelado en su misma estructura e historia es sobre todo el todavía temprano pasado de los pueblos uralo-altaicos, un pasado de tan enorme antigüedad, que presenta más misterios que los que resuelve.
Construida según el molde arquitectónico único de la nórdica Asgard, el santuario más sagrado de los Æsir, de la cual la Edda en prosa refiere que "los hombres la llaman Troya", Arkaim puede haber sido un lugar sagrado dedicado a la religión aria del Sol; pero las raíces de su consagración habrían estado en última instancia en el culto mucho más antiguo de la Estrella Polar.
Esencialmente, ésta era la religión del chamán, el mago, el curandero y otros obradores de maravillas en contacto con los espíritus de la Naturaleza.
Así, la esvástica, que se pensaba que era el símbolo exclusivamente ario del culto al Sol del que se apropiaron indebidamente los nacionalsocialistas [7], y encontrada representada en muchos de los potes de arcilla desenterrados en Arkaim, es un símbolo religioso y metafísico más antiguo que el que está ligado al dios Sol ario, y sus raíces están en el chamanismo totémico.
René Guénon, el eminente esoterista francés, señala que la esvástica, simbolizando el movimiento eterno alrededor de un centro inmóvil, es un símbolo polar más bien que solar, y como tal fue un símbolo central en el culto de la Estrella Polar, originalmente dedicado a una deidad planetaria relacionada con la Osa Mayor.
Este centro, enfatiza Guénon,
"constituye el punto fijo conocido simbólicamente en todas las tradiciones como el "polo" o eje alrededor del cual el mundo gira...".
La esvástica es por lo tanto conocida en todo el mundo como el "signo del polo" [8].
En resumen, sería un error para el orgullo étnico ruso desarrollar un enfoque demasiado limitado sobre el trasfondo ario de Arkaim, ya que el poblado era heredero de una gran fuerza civilizadora que existió en el corredor euroasiático mucho antes de que hubiera indoeuropeos. Un rasgo universal de las ciudades tipo-Troya está faltando en Arkaim - probablemente porque ha sido destruido con el correr de los siglos - y es el pilar del altar en la plaza central.
Indudablemente, en Arkaim vemos una expresión tardía de una religión megalítica del Pilar, que alguna vez reinó universalmente en cada esquina del globo, entre casi todos los pueblos, independientemente de su tipo étnico, y que llegó a ser asociada con las ciudades tipo-Troya. Ésta es la religión más antigua conocida por nosotros, y se remonta a la antigüedad más distante, cuando los hombres veían el cielo girando alrededor del eje de la Estrella Polar.
Sólo más tarde el Sol, como el centro del sistema estelar giratorio, sustituyó a la Estrella Polar como la deidad suprema del culto del Pilar y condujo a la elevación del dios Sol de los pueblos indoeuropeos.
Esto los llevó a su mayor desarrollo intelectual, a complejas civilizaciones, a artes y ciencias avanzadas y a la transcendencia de la Naturaleza.
Las ciudades tipo-Troya como Electris - y Arkaim - fueron construidas como observatorios estelares. Su función era unir la Tierra al cosmos estrellado de encima según el principio de "como es arriba, así es abajo" por medio de un eje central simbolizado por un pilar de piedra.
Así, Diodoro Sículo en el siglo I a.C., citando al historiador Hecateo, describió el santuario de Electris como una ciudad tipo-Troya a partir del modelo de las esferas,
"con lo cual él quería significar un diseño astronómico similar al de Stonehenge y otros antiguos templos solares, en los cuales el esquema de las esferas celestiales o envolturas astrales que rodean la Tierra era representado esquemáticamente por una serie de círculos concéntricos marcados por paredes, zanjas o fosos alrededor de una piedra-pilar central" [9].
Estos santuarios cercados y fuertemente resguardados consagrados a los dioses del gran cosmos estaban habitados sólo por sacerdotes iniciados y sus familias, y estaban prohibidos a los nómadas errantes de más allá de los murallones.
El misterio para los arqueólogos es cómo una ciencia astronómica tan avanzada puede haber sido perseguida en una época en que los cazadores-recolectores todavía vagaban por la tierra.
Colin Wilson, un investigador altamente acreditado, en respuesta nos retrotrae a los sumerios de la antigua Mesopotamia, un pueblo que casi seguramente tuvo su origen en Asia Central, como la Biblia afirma:
"Cuando los hombres emigraron desde el Este, ellos encontraron una llanura en la tierra de Shinar [Sumer] y se establecieron allí".
Sumer es considerado como el sitio de una de las primeras verdaderas civilizaciones en la historia humana.
Wilson indica que los sumerios eran consumados astrónomos que habían compilado tablas con los movimientos de todos los planetas, incluyendo Urano y Neptuno, tan temprano como hace cinco mil años, mucho antes de la existencia de Arkaim. Él añade que según la biblioteca de tablillas de arcilla compiladas por el rey asirio Asurbanipal (669-626 a.C.) y desenterrada durante el siglo XIX, los sumerios también habían entendido la precesión de los equinoccios, y por lo tanto sabían acerca del Zodiaco [10].
Revelaciones adicionales de la sofisticada ciencia astronómica de los sumerios convencieron a Wilson de que los astrónomos caldeos entendieron nuestro Sistema Solar tan bien como Isaac Newton lo hizo [11].
En realidad, Wilson llegó a creer que un conocimiento científico del universo existió en la Tierra ya hace 64.000 años, si es que no mucho antes.
Evidentemente Arkaim era un Centro de Sabiduría en una red de tales Centros que alguna vez relacionaron a todos los pueblos prehistóricos de la Tierra unos con otros bajo la tutela espiritual de la religión del Pilar y sus élites sacerdotales.
Los restos de incontables similares círculos de piedra, menhires y ciudades tipo-Troya están dispersos a través de toda Europa, las Américas, Eurasia y las tierras del Pacífico, monumentos conmemorativos a las grandes migraciones de entrecruzamiento de los pueblos, todos leales al mismo principio axial que relaciona a la Tierra con los cielos.
En cuanto a la cuna de esta gran diáspora, el místico pintor y explorador ruso Nicholas Roerich vio miles de tales pilares megalíticos en las tierras altas del Tíbet, y creía que ellos eran más antiguos que cualquiera encontrado en otra parte.
Él sugirió que ellos tenían una fuerte relación con las obras de los celtas y las tribus escitas, como también con los megalitos de Carnac en Bretaña, y que ellos representaban un culto del Pilar que tuvo sus inicios hace mucho en los Trans-Himalayas del Asia Interior [12].
Esta cuna euroasiática propuesta del fenómeno de la ciudad tipo-Troya es reforzada por las investigaciones de Jacob Bryant en 1776.
Bryant, un célebre experto en la Troya homérica, publicó una enciclopedia de mitología antigua en la cual él afirmó que los troyanos descendían de una muy antigua raza "atlante" que hace mucho se había establecido a través de toda Eurasia [13].
Si las primeras ciudades tipo-Troya fueron construidas en Asia Central, ¿podría también la religión del Pilar universal haber tenido su principio allí?
Como he dicho, distintas versiones del culto del Pilar del Mundo como se difundió alrededor del mundo fueron alguna vez conocidas desde las Américas a África del Norte, donde los rubios tamahus adoraban a la Magna Máter y a su esposo el Portador del Cielo, tal como lo hicieron sus primos en Bretaña y España.
En la India hindú el Eje del Mundo, el monte Meru, ascendió a los cielos giratorios a través del centro de los tres mundos, y en las islas Canariaslos Guanches cromañones, ahora extinguidos, adoraban con sacrificios al dios del Pilar del Mundo a quien ellos llamaban, "el Dios que Sostiene el Cielo" y quien de esa manera "impedía el colapso de los fundamentos del mundo" [14].
Un remanente de ese sistema de creencias sobrevive en la leyenda de la escala de Jacob en el libro hebreo del Éxodo, en el cual aprendemos que por esa escala los ángeles suben y bajan entre el cielo y la tierra.
Cada raza ha considerado a un cierto árbol como simbólico del Pilar del Mundo, y por lo tanto sagrado. En el Völuspá, la canción de la antigua profetisa nórdica, el árbol en cual el dios Odín permaneció colgado a fin de recibir las runas sagradas era llamado Yggdrasil, el polo del cielo o eje del mundo.
El Fresno del Mundo, Yggdrasil, fue declarado como el más grande de todos los árboles y el mejor; sus ramas se extienden sobre el mundo y sobre los cielos, su tronco es el pivote del cielo siempre girante. Al pie de aquel árbol fueron primeramente proclamadas las leyes por los Æsir, los dioses nórdicos, e Yggdrasil fue adorado como la fuente de todo el conocimiento superior [15].
Para los habitantes de Sumer, cuyo lenguaje es desconocido - no siendo ni indoeuropeo ni semítico - el Pilar era un rasgo religioso dominante: así Nippur, una de las principales ciudades de Sumer, ya en 3800 a.C. tenía el significado de "Lazo entre el Cielo y la Tierra".
Un prominente investigador sobre esta materia dice que en el texto del sumerio "Enuma Elish",
"las claves en cuanto al propósito de Nippur fueron encontradas en las referencias a un alto pilar que llegaba hasta el cielo" [16].
En el antiguo Egipto, la tierra de los pueblos camíticos, la ciudad de An o Anu, que fue renombrada como Heliópolis por los griegos, originalmente significaba Ciudad del Pilar [17].
Como un comentarista ha señalado, este hecho puede arrojar luz sobre el misterioso pilar Djed, la "columna vertebral de Osiris", a menudo asociada con Heliópolis [18].
Como otras de las fraternidades del Pilar, el chamán totémico también dedicaba su vida y su vocación a la visión del matrimonio del cielo y la tierra, conseguido por medio de un Árbol de la Vida soportante del cielo.
En la antigua Creta él era un allegado adjunto a los rituales del templo de la Gran Madre Deméter; en Siberia, Mongolia y las Américas, él era el mago y el sabio de su tribu. Golpeando su tambor y subiendo por el poste central de su yurta [tienda de campaña], el pilar simbólico por medio del cual él se comunicaba con los espíritus del cielo superior, el chamán así descendía con sanaciones, profecías y consejo de los antepasados para la gente de su comunidad.
La tradición chamánica turco-mongola con su dios del cielo Tengri y su Árbol del Mundo todavía sobrevive en un área enorme del planeta, aunque sus raíces se pierden muy atrás en las brumas de la época paleolítica.
El misterio de Arkaim es en realidad el misterio de la religión del Pilar.
¿Quién entregó a todos los pueblos primitivos de la Tierra este conocimiento del Eje Polar, uniéndolos durante muchos miles de años en una cultura planetaria común?
¿Quién les enseñó los secretos astronómicos del Sistema Solar, el Zodiaco y la precesión de los equinoccios en un tiempo en la pre-Historia cuando se suponía que la inteligencia humana no estaba lo suficientemente evolucionada para haber desarrollado por sí misma aquel conocimiento?
¿Y qué papel desempeñó Arkaim en aquella diseminación?
Rastreando los Orígenes Árticos de la Civilización
Los babilónicos creían en un misterioso paraíso en "el lejano Norte" donde vivía una raza de grandes sabios; y los griegos antiguos también honraban un Elysium nórdico (Campos Elíseos) en el cual ellos creían que los hiperbóreos, una raza sabia, pacífica y de larga vida, vivía en gran esplendor y prosperidad.
Incluso aunque Delfos era considerado como el centro del mundo griego, su dios Apolo y la hermana de éste la diosa Ártemis eran reconocidos como deidades que originalmente eran de aquella tierra secreta lejos en el Norte, donde estaba el eje cósmico que los griegos llamaban Hélice, "aquel que gira".
Muchos historiadores griegos así como estudiosos posteriores localizaron este paraíso nórdico en Escitia o en las montañas Altai, y como teniendo su fuente en el chamanismo que se desarrolló alrededor de los semi-míticos magos y señores altaicos del polo.
Pero tanto la investigación como la tradición sagrada sugieren que sus orígenes se remontan más atrás todavía en el Asia del Noreste dentro del Círculo Ártico, hasta una sociedad que prosperó en las orillas del mar siberiano.
Desde hace cuánto tiempo esta cultura circumpolar puede haber existido nadie lo sabe: posiblemente 200.000 años o más.
En The Interpretation of Radium, el aclamado físico Frederick Soddy declaró que algunas de las creencias y leyendas que han llegado hasta nosotros desde la Antigüedad pueden ser,
"pruebas de una antigua civilización totalmente desconocida y no sospechada de la cual toda otra reliquia ha desaparecido" [19].
Puede haber habido, sugirió, ciclos anteriores en la historia no registrada del mundo en los cuales vivieron hombres civilizados,
"en un pasado posiblemente tan remoto que incluso los mismos átomos de civilización literalmente han tenido tiempo para desintegrarse" [20].
Sobre la base de años de investigación, Charles Hapgood, un profesor estadounidense de Historia (1904-1982), declaró en 1982 que posiblemente ya hace 100.000 años a.C. lo fundamental de una civilización marítima mundial con un nivel muy desarrollado de conocimiento científico debe haber estado existiendo en el Círculo Ártico [21].
Hasta hace poco los hallazgos de Hapgood, presentados en "Earth’s Shifting Crust" (La Cambiante Corteza de la Tierra, 1958) y "Maps of the Ancient Sea Kings" (1966), habían sido en gran parte ignorados en círculos científicos, pero hoy el interés en ellos se multiplica entre un número creciente de investigadores altamente acreditados.
René Guénon apela a las más antiguas y más auténticas tradiciones esotéricas al afirmar que mucho antes de que surgieran las razas indoeuropeas, en una época en que una Humanidad de cazadores-recolectores estaba todavía en un estadio primitivo de desarrollo, la zona tropical estaba diferentemente distribuída y una gran cultura hiperbórea prosperaba alrededor del Círculo Ártico,
"en las Islas de los Bienaventurados en las orillas del Océano donde gira la gran vorágine" [22].
Sólo más tarde, después de un cambio catastrófico de las condiciones geológicas, esta antigua raza emigró hacia el Sur, unos a Asia Central, otros, posiblemente cruzando el Estrecho de Bering, hacia Atlántida al Oeste.
Estos últimos ha sido localizados por algunos investigadores en las Antillas, dos islas grandes más allá del Golfo de Méjico, ampliamente consideradas como los restos de lo que alguna vez fue una gran masa continental que se hundió [23].
(En apoyo de esta teoría, los caribes y las tribus de la isla Española han tenido durante mucho tiempo una tradición referente a que muchas de las islas de las Antillas, una reconocida zona sísmica, estuvieron conectadas alguna vez por una sola masa territorial, antes de que un gran cataclismo hace aproximadamente 15.000 años sumergiera la conexión y dejara sólo los fragmentos de isla conocidos). [24]
Dejando aparte la referencia indirecta de Guénon a los dos refugios sureños de los hiperbóreos que están en Rusia y América Central, él sugiere que en ambos casos los dos grupos llevaron con ellos avanzados conocimientos matemáticos y astronómicos y las semillas de artes y ciencias que serían transmitidas finalmente a nuestros brutos antepasados para convertirse en la base, hace aproximadamente ocho mil años, de nuestras propias civilizaciones.
Tanto Sumer en Oriente Medio como América Central tienen historias de diluvios escritas mucho antes del relato bíblico del diluvio de Noé, y en todas estas historias la actividad salvífica realizada por la Raza Antigua es fundamental.
Está la historia sumeria de Utnapishtim y su esposa, quienes, ayudados por los dioses, sobrevivieron a un diluvio y se hicieron inmortales; y del mismo modo, antiguos relatos americanos cuentan cómo el dios Viracocha, quien "vino desde el Este", destruyó la tierra con una gran inundación.
Más tarde, después de que un hombre y una mujer sobrevivieron refugiándose en una caja flotante,
"Virachocha creó de nuevo los pueblos de la tierra, y les dio a cada uno su propio lenguaje y canciones" [25].
Wilson cita muchos de tales casos en los cuales las historias de inundaciones acerca de los hiperbóreos y la salvación que hicieron de nuestra raza se encuentran tanto en el Viejo Mundo como en el Nuevo.
Guénon es enfático, sin embargo, en cuanto a que de las dos localizaciones primarias que han llevado a veces el nombre de Tula (conocida por los griegos como Thule), la de Asia Central era la más antigua.
La Tula atlante, dice Guénon, debe ser distinguida de la Tula hiperbórea, la Tierra Santa suprema, ya que esta última representa el primer y supremo centro del actual manvantara entero, y es la "isla sagrada" arquetípica.
"Todas las otras "islas sagradas", aunque en todas partes llevando nombres de significado equivalente, son todavía sólo imágenes del original. Esto incluso se aplica al centro espiritual de la tradición atlante, que sólo gobernó un ciclo histórico secundario, subordinado al manvantara" [26].
Platón mismo nota esta distribución jerárquica: el Imperio atlante - dijo él - era sólo un nexo establecido por los dioses en una red aún mayor de Centros cuya capital estaba en otra parte "en el centro del Universo" [27].
Así, el centro de la zona euroasiática, dice Guénon en su obra breve pero innovadora "Le Roi du Monde" (1927), en efecto se ha convertido en aquel "centro del Universo", el auténtico "país supremo" que,
"Según ciertos textos védicos y avésticos, estaba originalmente situado hacia el Polo Norte, incluso en el sentido literal de la palabra.
Aunque puede cambiar su localización según las diferentes fases de la historia humana, sigue siendo polar en un sentido simbólico porque esencialmente representa el eje fijo alrededor del cual todo gira" [28].
Sin embargo, esto todavía no nos dice por qué la localización en Asia Central fue elegida como el destino primario de los hiperbóreos.
La respuesta de Guénon a esta pregunta es críptica en extremo. Él confiesa que está tratando con un material proscrito que no le está permitido divulgar, pero llega tan lejos como a revelar que el monte Meru, la "montaña polar" está en el centro del "país supremo"; y el monte Meru, como es generalmente entendido ahora, simboliza el misterioso Eje del Mundo o el Árbol del Mundo de la tradición esotérica.
En otras palabras, Asia Central fue elegida porque el Eje del Mundo estaba allí; ése era el verdadero objetivo de la migración. El Eje del Mundo era, y es, el "centro del Universo"; es el Eje del Mundo el que hace de su posición geográfica una Tierra Santa, un hecho que sólo ahora está haciéndose más comprensible en círculos paracientíficos.
Como veremos en la segunda parte de este artículo, la estructura esotérica de la Tierra es un asunto que ha sido velado en el secreto durante miles de años, y esto se aplica sobre todo al místico monte Meru o Eje del Mundo.
John Major Jenkins, en su libro "Galactic Alignment" (Alineación Galáctica), es uno de los primeros investigadores modernos en aclarar el sentido de esto y de muchas otras tradiciones hiperbóreas de las que Guénon era reacio o incapaz de hablar. Más allá de referirse a la raza antigua como "los guardianes de los misterios sagrados de la Tierra", los votos de iniciación de Guénon lo mantuvieron silencioso.
¿Quiénes eran, entonces, estos misteriosos Hiperbóreos, o, como podríamos quizá llamarlos mejor, estos Antiguos, estos tempranos Maestros de Sabiduría que entendían la importancia del Eje del Mundo? Los registros de la mayor parte de las naciones de la Edad del Bronce tienen alguna leyenda acerca de una raza desconocida de Antiguos que nos dio la monarquía y la civilización, y que ellos descendían de los dioses y entendían los secretos más poderosos de nuestro planeta, secretos que desde entonces han estado perdidos.
Los Antiguos han sido conocidos como los Nephilim, llos Vigilantes, os Hijos de Dios, los Anunnaki, y muchas otras denominaciones.
George I. Gurdjieff habló de ellos como agentes del divino Demiurgo, de un ciclo anterior de la Humanidad. Pero más allá de ser acreditados con una gran sabiduría y poderes mágicos así como atribuírseles el tener una estatura gigantesca y cráneos muy altos, sólo un poco más se sabe acerca de ellos.
¿Realmente existieron ellos?
Todo lo que puede ser dicho con certeza es que ellos permanecen como una difusa presencia benigna que se mueve inescrutablemente en el fondo de prácticamente todas las tradiciones prehistóricas de nuestra raza.
Estas almas provenientes de Sirio - dicen los textos antiguos - descendieron por el Eje del Mundo y se encarnaron aquí en la Tierra hace mucho a fin de ayudar a nuestra especie en ciernes.
Cuando una gran catástrofe hacia el final de la Época Glacial, alrededor del duodécimo milenio a.C., nos amenazó con la extinción, estos hijos e hijas de los dioses instituyeron el hieros gamos [matrimonio sagrado], una ciencia genética que mezcló sus genes con los nuestros y de esa manera crió una raza humana superior con un mayor potencial de supervivencia, que se extendió gradualmente desde el centro de Asia por una parte, y de la Atlántida por otra, hacia el resto del mundo [29].
El clima cambió otra vez alrededor del noveno milenio a.C., período que es extensamente considerado como la fecha de la desaparición de la Atlántida y de la dispersión forzada de su gente tanto hacia el Oeste a América Central como hacia el Este a Europa.
Llevando terremotos catastróficos e inundaciones costeras a enormes áreas del globo [30] y una amenaza severa para la supervivencia de nuestra especie, aquella fue una crisis racial que provocó otra respuesta de la raza superior.
Aunque los Antiguos se hubieran ido, sus descendientes dinásticos, una larga línea de reyes-sacerdotes neolíticos, comenzaron un nuevo programa evolutivo. En sus migraciones desde Asia Central, a la raza uralo-altaica se le atribuye el establecimiento en cada esquina de la Tierra de su religión del Pilar, que el Critias de Platón describe vívidamente como la religión de los atlantes también.
Altares de pilares de piedra han sobrevivido en Malta desde aproximadamente el 5.000 a.C., y también en Catal Hüyük, en Anatolia, cerca del 5.800 a.C. [31].
La religión del Pilar es el más temprano vehículo conocido de un cuerpo completo de sabiduría originalmente centrado en la Estrella Polar, en el cual la Luna es la imagen primaria de los misterios del nacimiento, la generación y la muerte. Esta es la raíz fundamental de todas las religiones y tradiciones esotéricas que conocemos hoy, así como de todo nuestro aprendizaje más alto.
Su difusión anunció el desarrollo de sociedades pacíficas, igualitarias y adoradoras de la Diosa, agrupadas en aldeas y poblados neolíticos alrededor del mundo en donde el principio femenino era dominante y los conflictos poco conocidos [32].
Arkaim y los Dioses del Sol
Los historiadores modernos han encontrado que tres grandes diluvios parecen haber ocurrido en el lapso conocido de la historia humana.
Según Stephen Oppenheimer en "Eden in the East", el tercero de éstos, alrededor del quinto milenio a.C., correspondió al de Noé y fue el mayor de los tres, alcanzando su punto máximo durante el cuarto milenio [33].
Esto causó inundaciones costeras catastróficas, maremotos y terremotos severos, y también la desertificación del interior de las masas continentales, y la civilización desapareció. Una vez más la especie fue amenazada con una reversión al salvajismo, y una vez más la salvación apareció desde el Asia Interior.
En el tercer milenio a.C. - así nos lo relatan los archivos Celestes chinos - los Hijos del Sol, también conocidos como los Hijos del Cielo, se desplegaron a través del mundo desde su patria en la cordillera de Karakorum, en el extremo occidental de los Trans-Himalayas, llevando con ellos la revelación superior de la religión del Sol [34].
Ésta era un sistema de creencias patriarcal y jerárquico que reveló nuevas profundidades de un conocimiento metafísico y tecnológico conducente a la civilización. En todas partes los círculos de piedra cuyo eje central estaba dedicado a la Estrella Polar, como Stonehenge en la antigua Gran Bretaña, evolucionaron durante otros mil años hacia observatorios más sofisticados enfocados ahora en el Sol y sus planetas circunvalantes, y la cultura humana floreció una vez más.
Esta innovación, sin embargo, no ocurrió sin una guerra inter-religiosa, puesto que muchos grupos étnicos, como los pueblos mongoles y turcomanos de las estepas del Este, permanecieron leales al culto de la Estrella Polar.
Al mismo tiempo, las pirámides así como las defensivas ciudades tipo-Troya como Arkaim aparecieron en homenaje a los dioses solares, cuya mística fue ocultada cada vez más mientras crecía la enemistad hacia la nueva y poderosa fe. En efecto, Arkaim puede haber sido la sede de una de las religiones solares de misterios de aquel período, y la ígnea catátrofe que destruyó dicho asentamiento después de doscientos años de funcionamiento puede bien haber sido causada por aquel mismo conflicto interno entre el antiguo orden y el nuevo.
La evidencia gráfica contenida en el Enuma Elish muestra que los sumerios entendían muy bien que los Antiguos a quienes ellos tanto reverenciaban eran "de los dioses", no dioses ellos mismos sino seres humanos, aunque de una conciencia mucho más avanzada.
Según los murales que ellos nos han dejado, los primeros egipcios también sabían en algún sentido que sus deidades eran realmente altos maestros chamanes, cada uno cubierto con el tocado oficial de su tótem animal.
Pero aquel entendimiento iba a ser obstruido por el predominio cada vez más agresivo de la religión solar, cuando una especie de oscuridad de amnesia cayó sobre la conciencia colectiva de nuestra raza. Los sacerdocios solares se retiraron detrás de barricadas, y una división espiritual que nunca había existido antes se abrió en la sociedad.
Como el historiador Giorgio de Santillana ha señalado en "Hamlet’s Mill" (1969), a partir de entonces la comprensión profunda que se tenía de nuestros antepasados comenzó a descender hacia la mitología y la superstición mientras pequeños refugios de la sabiduría secreta llamados templos brillaban en un mar de oscuridad, y una mística de los dioses sustituyó al conocimiento cosmológico de las épocas anteriores [35].
Mientras grupos de iniciados portadores de la cultura se esparcieron a través del globo para sembrar las semillas de la civilización una vez más, un núcleo de la raza antigua se retiró profundamente en las cordilleras del Asia Alta que rodean el desierto de Takla Makan y cortaron todo el contacto directo con el mundo exterior.
Desde entonces, el centro euroasiático entero, desde los Urales al Gobi e incluyendo el Sur de Siberia, ha llevado el sello de una santidad especial. El Asia Alta en particular ha sido llamada por una sucesión de pueblos y religiones como Paradesha, la Tierra Prohibida, la Tierra de los Dioses Vivientes, Thule, Djong, Uttarakuru, Olmolungring, Shambhala, la Tierra Santa y la Tierra de las Aguas Blancas [Bielovodia].
Cualquiera sea su nombre actual, casi todas las tradiciones esotéricas en el Viejo Mundo han relacionado esta vasta y misteriosa región euroasiática interior, tan rica en conocimiento elevado, con la legendaria raza de los Antiguos y la han reverenciado como el hogar de la Sabiduría Antigua para la actual Era del mundo.
De esta manera, la leyenda de los Hijos e Hijas de Dios nunca ha muerto, aunque haya pasado a la clandestinidad.
El Asia interior, que se piensa que es la cuna inmemorial del chamanismo así como de todos los sistemas yóguicos y religiosos, es considerada por muchos como todavía espiritualmente eficaz, todavía una tierra santa que, bajo una sola Jerarquía gobernante, alberga con imparcialidad a escuelas y hermandades arcanas perseguidas en otros lugares.
Sufíes, budistas, cristianos nestorianos, taoístas, zoroastrianos, neo-platónicos y otros que han estado ocultos del mundo profano por las largas cadenas de la transmisión iniciática, nunca han dejado de encontrar un santuario en aquel protectorado especialmente bendito, donde todo comenzó.
Después de estar escondida en las sombras durante miles de años, hoy la región está siendo iluminada por un foco intenso desde cada ángulo posible.
El descubrimiento de Arkaim es sólo uno de tales ángulos
La muy publicitada disputa entre China y el Tíbet es otro
La siempre peor lucha entre EE.UU. y Rusia por el dominio militar sobre las provincias ricas en petróleo y gas de Asia Central
El compromiso creciente de Rusia, China, Irán e India con un bloque geopolítico euroasiático, en tácita oposición a las potencias occidentales
Al mismo tiempo el despertar del interés en Occidente por la misteriosa riqueza espiritual que puede ser vislumbrada en el lugar,
...son otros factores que llevan el centro de Asia al centro mismo de la atención mundial.
Pero las preguntas que todo ello plantea permanecen sin ser contestadas.
¿Cuál es el secreto de la Tierra Santa?
¿Quiénes eran realmente los Antiguos que nos dieron la civilización?
¿Todavía ellos están dirigiendo nuestra evolución en forma de seres desencarnados?
¿Cuál es el secreto del Eje del Mundo?
¿Seguimos aún entendiendo los principios arquetípicos que dan forma a nuestro planeta?
¿Y por qué sólo comenzamos ahora a hacer tales preguntas?
Notas
[1. Colin Wilson, Atlantis and the Kingdom of the Neanderthals, Bear & Co., Vermont, 2006].
[2. John Michell, The View Over Atlantis, Sphere Books, Londres, 1975, p. 117].
[3. V.A. Shnirelman, Archaeology and Ethnic Politics: the Discovery of Arkaim, Unesco, 1998].
[4. Alex Sparkey, The Ancient Land of Arkaim, from Spirit of Ma’at: Russia: Land of Living Mysticism, Vol. 3, N°9, 3].
[5. Pravda.ru, An Ancient Aryan Civilisation, 16 de Julio de 2005].
[6. Shnirelman, op. cit., p. 38].
[7. Louis Pauwels y Jacques Bergier, The Morning of the Magicians, Souvenir Press, Londres, 1960, p. 188].
[8. René Guénon, The Lord of the World, Octagon Press, UK, 1983, p. 9].
[9. Victoria LePage, Shambhala, Quest Books, Illinois, 1996, p. 197, citando a Diodoro Sículo, The Library of History, Loeb Classical Library, Londres, 1936, p. 67].
[10. Colin Wilson, op. cit., p. 32].
[11. Ibid., p. 32].
[12. Nicholas Roerich, Shambhala: In Search of the New Era, Inner Traditions International, 1930, p. 221].
[13. Jacob Bryant, A New System or An Analysis of Ancient Mythology, Londres, 1776].
[14. Jurgen Spanuth, Atlantis of the North, Sidgwick & Jackson, 1979, 123 – 24].
[15. Joseph Campbell, The Masks of God, Vol. 1, Penguin, Harmondsworth, 1984, p. 121].
[16. Alan F. Alford, Gods of the New Millennium, Hodder & Stoughton, Londres, 1996, p. 261].
[17. Ibid., p. 261].
[18. Ibid., p. 261].
[19. Frederick Soddy, The Interpretation of Radium and the Structure of the Atom, Putnam, Nueva York, 1922, citado por Colin Wilson, op. cit., p. 292].
[20. Ibid., p. 292].
[21. Colin Wilson, op. cit., p. 2].
[22. Obras de Hesíodo, trad. de R. Lattimore, University of Michigan Press, Ann Arbor, 1959, pp. 172–3].
[23. Lewis Spence, The History of Atlantis, Rider, Londres, 1926; citado por Geoffrey Ashe, Atlantis, Thames & Hudson, Londres, 1992, p. 21].
[24. Eberhard Zangger, The Flood from Heaven, Sidgwick & Jackson, Londres, 1992, p. 66].
[25. Colin Wilson, op. cit., p. 91].
[26. René Guénon, op. cit., p. 56].
[27. Platón, Timeo y Critias, trad. de Desmond Lee, Penguin, Harmondsworth, 1983, p. 145].
[28. René Guénon, op. cit., p. 50].
[29. Ibid, p. 56].
[30. Stephen Oppenheimer, Eden in the East, Weidenfeld & Nicolson, Londres, 1998, pp. 30 y 41].
[31. Anne Baring y Jules Cashford, The Myth of the Goddess, Penguin, 1993].
[32. Ibid., pp. 50–56].
[33. Oppenheimer, op. cit., p. 35].
[34. Andrew Tomas, Shambhala: Oasis of Light, Sphere Books, Londres, 1976, p. 26].
[35. G. Santillana y H. Von Deschend, Hamlet’s Mill, Gambit International, Boston, 1969].
por Victoria LePage
2008-2009
del Sitio Web VLPage
traducción de Editorial-Streicher
29 Noviembre 2013 - 4 Diciembre 2013
del Sitio Web Editorial-Streicher
Biblioteca Pleyades
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