lunes, 31 de marzo de 2014

La división de Turquía

Desde que el primer ministro Recep Tayyip Erdogan reveló que siempre fue miembro de la Hermandad Musulmana, la evolución política turca es comparable a la de Egipto: el indiscutible respaldo a Erdogan es tan grande como el odio que suscita. El país está más dividido que nunca, no se vislumbra ninguna solución democrática y el resultado –sea cual sea– estará marcado por la violencia.

La vida política de Turquía se ha hundido en el desorden a partir de la publicación anónima en YouTube –el 27 de marzo de 2014– de dos grabaciones de una reunión de seguridad nacional en la que el gobierno planeaba una maniobra sucia que debía permitirle emprender una guerra abierta contra Siria.

No es la primera que vez que salen a la luz este tipo de grabaciones ilegales. El 24 de febrero de 2014 se dio a conocer una grabación en la que podía oírse al primer ministro Recep Tayyip Erdogan aconsejando a su hijo que hiciera desaparecer 30 millones de euros en efectivo antes de que la policía registrara su domicilio. A pesar de los desmentidos de Erdogan, esta prueba echó por tierra su imagen de hombre piadoso y respetuoso de las leyes.

En realidad, nada funciona normalmente en Turquía desde que la justicia y la policía emprendieron –a finales de 2013– una ofensiva contra una serie de personalidades corruptas. El primer ministro Erdogan ve en ello un complot orquestado por Fethullah Gulen, su ex aliado y actual rival, y respondió ordenando la destitución de miles de funcionarios a los que acusa de ser discípulos de Gulen.

Pero la prensa occidental está resaltando la malversación de fondos y deja de lado el hecho que estos escándalos han permitido que los turcos vean la cara oculta de la política de Erdogan.

Por ejemplo, que el primer ministro utilizaba los fondos del Estado turco para financiar las acciones de al-Qaeda en Siria, llegando incluso a recibir personalmente, y en repetidas ocasiones, al banquero de al-Qaeda, a pesar de tratarse de un individuo mundialmente buscado por la ONU. Por otro lado, y también en el plano político, en las grabaciones reveladas el viernes 28 de marzo de 2014 puede oírse al ministro de Relaciones Exteriores, a su segundo en el ministerio, al jefe adjunto del estado mayor y al jefe de los servicios secretos turcos mientras discuten la preparación de una operación secreta, cuya ejecución estaría a cargo de mercenarios sirios y sería atribuida al Emirato Islámico en Irak y el Levante (EIIL, también designado en árabe como Daech). Objetivo de esa operación clandestina: justificar una invasión turca contra Siria.

Ante la publicación de esta grabación, el gobierno de Erdogan –presa del pánico– bloqueó el acceso a YouTube. También amenazó al jefe de la oposición, Kemal Kilicdaroglu, quien ya había mencionado el complot en la televisión antes de la publicación de las grabaciones en YouTube y ordenó el arresto de Aytac, un intelectual vinculado a Fethulla Gulen. La respuesta autoritaria de Erdogan hace pensar que ha perdido el control de la situación.

En todo caso, la divulgación de esta última conversación desacredita definitivamente todo intento turco de intervenir –más de lo que ya lo hace– en Siria. Desde el inicio de la guerra, Ankara ha garantizado el apoyo logístico de la OTAN a los yihadistas, tanto en armas como con la entrega de datos de inteligencia, ha proporcionado una cobertura falsamente humanitaria a los campamentos militares de las fuerzas antisirias en territorio turco y de paso se ha financiado con el robo de la maquinaria de las industrias sirias en las regiones afectadas por la guerra y saqueando de los tesoros arqueológicos de la región de Alepo.

Según al menos 2 testimonios creíbles, también fue Ankara quien organizó el ataque químico perpetrado en la Ghouta –el cinturón agrícola de Damasco– en agosto de 2013. Y no hace más de una semana que el ejército turco facilitó la entrada de varios cientos de yihadistas en la región siria de Kassab. Cuando la aviación siria atacó a esos elementos, las fuerzas armadas turcas les prestaron apoyo derribando un avión de guerra sirio.

La implicación turca en Siria ha durado demasiado tiempo para que todavía alguien pueda atreverse a ponerla en duda. Ankara no se limita a respaldar una oposición política contra el gobierno de Damasco sino que apoya activamente a los mercenarios islamistas que practican el terrorismo contra la población siria.

¿Por cuánto tiempo apoyarán todavía los turcos a un primer ministro que debutó jurándoles que había renunciado a la Hermandad Musulmana y que –gracias al respaldo de Washington– ha obtenido fácilmente buenos resultados económicos antes de acabar revelándoles su verdadero rostro?

Desde la agresión de la OTAN contra Libia, el primer ministro Erdogan se convirtió nuevamente en un miembro de la Hermandad Musulmana, apoyó la destrucción del Estado libio, respaldó después los esfuerzos de la OTAN y de la Hermandad Musulmana por destruir el Estado sirio y su política ha detenido el crecimiento económico de Turquía. Todo este cambio de rumbo ha venido acompañado de una deriva autoritaria que ha convertido a Turquía en uno de los peores países del mundo en lo tocante a la libertad de comunicarse y el encarcelamiento de opositores y periodistas.

Siendo cómplice de la OTAN, el primer ministro Erdogan nada tiene que temer de parte de Occidente. Pero ha cometido el error de someter simultáneamente a todos sus opositores al mismo tipo de represión, llevándolos así a una unificación. Además de su propio pueblo, tendrá que enfrentarse también al ejército, cuyos generales injustamente encarcelados están siendo liberados uno tras otro por el aparato judicial.

El pueblo turco se pronunció en las elecciones municipales del domingo 30 de marzo. Turquía no rechazó al AKP del primer ministro. Pero se vio profundamente dividida en dos bandos que abrigan enormes divergencias: islamistas y laicos. La superioridad de los primeros permite a Erdogan proyectar sus ambiciones hacia la próxima elección presidencial, pero su país nunca más será lo que fue y ya no podrá seguir presentándose como un modelo para el resto de la región.

En definitiva, al igual que en otros países, la Hermandad Musulmana –a pesar de contar con una mayoría relativa de un 45%– no puede abrigar la esperanza de imponer su modelo social en Turquía. En cuanto se anunció el resultado del escrutinio, el primer ministro Erdogan pronunció desde la sede de su partido un vengativo discurso de amenaza contra los «traidores» que se atrevieron a atacarlo.

RED VOLTAIRE | DAMASCO | 31 DE MARZO DE 2014 

Fuente 
http://www.voltairenet.org/article183065.html

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