Estamos siendo vigilados continuamente. En todo lugar, en el trabajo, en el automóvil, en el metro, en la calle incluso en nuestros propios hogares.
En principio, la utilización de esta avanzada tecnología está dirigida a la búsqueda y localización de criminales y terroristas, sin embargo, en nombre de la seguridad se está invadiendo la intimidad de las personas, circunstancia que incrementa la alarma y la preocupación en la sociedad.
A pesar del secretismo que rodea este mundo, todo esto se sabe con certeza, pero a la gente normal no nos importa demasiado. Admitimos que estamos indefensos ante la vigilancia ilegal de estos organismos, cualquiera de ellos, sin dificultad, puede interceptar nuestro teléfono, leer nuestro e-mail y averiguar en que webs entramos, pero pensamos que no estamos en su punto de mira. Que interés puede tener para la CIA escuchar las llamadas que haga a mi mujer, o incluso si fueran a mi amante…. Ninguno.
Así pues, aun sabiendo que estas acciones, código en la mano, son ilegales, cerramos los ojos y miramos hacia otra parte, porque pensamos que con ello se lo ponen un poco más difícil al terrorista, al contrabandista de drogas, al pedófilo, y en el peor de los casos, al financiero, al político, al periodista, y nosotros no somos ninguno de esos.
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