En este amplio reportaje, el estudioso de los textos sumerios David Parcerisa defiende con abundantes evidencias que el dios sumerio Enlil y Yahvé del Antiguo Testamento eran la misma deidad. Su meta consistiría en generar guerras, divisiones y enfrentamientos entre los pueblos para tener sometida a la humanidad y poder dirigir desde las sombras el curso de la historia.
El autor incluso llega a ahondar en los auténticos objetivos que los dioses buscarían creando el caos en la Tierra…
En 1876, el asiriólogo inglés George Smith publicó El relato caldeo del Génesis después de estudiar las inscripciones cuneiformes asirio-babilónicas. Smith realizó un hallazgo sorprendente: múltiples pasajes de la Biblia, en especial del Génesis, son una copia casi literal de la epopeya de la creación babilónica, el Enûma Elish.
Eso significa que existe un texto escrito en un dialecto babilónico como mínimo mil años más antiguo que los textos bíblicos…
Eso significa que existe un texto escrito en un dialecto babilónico como mínimo mil años más antiguo que los textos bíblicos…
En otras palabras, contamos con un relato previo a la Biblia que nada tiene que ver con mitos ni leyendas, y sí con una sucesión de acontecimientos reales —al menos así lo consideraban los referidos textos cuneiformes— que tuvieron lugar durante la primera gran civilización, la sumeria, que dio origen al resto de culturas del mundo.
El nexo que establecemos entre la cultura sumeria y la hebrea nos permite aproximarnos a una visión revolucionaria y reveladora sobre qué o quién se esconde detrás de los grandes mitos bíblicos.
El nexo que establecemos entre la cultura sumeria y la hebrea nos permite aproximarnos a una visión revolucionaria y reveladora sobre qué o quién se esconde detrás de los grandes mitos bíblicos.
En el panteón sumerio se veneraban un total de 23 deidades, conocidas como los Anunnaki, una raza de criaturas suprahumanas a quienes se les adjudicaba la creación misma del ser humano.
Uno de sus más altos mandatarios era Enlil, conocido como el dios del Viento y las Tormentas, considerado el comandante supremo de una misión terrestre.
Uno de sus más altos mandatarios era Enlil, conocido como el dios del Viento y las Tormentas, considerado el comandante supremo de una misión terrestre.
Enlil era célebre por su crueldad con el ser humano, y su sed de conquista le llevó a enfrentarse a otras deidades, como su propio hermanastro Enki, Señor de la Tierra, un dios benévolo que hizo al hombre depositario del conocimiento espiritual.
En textos sumerios leemos que Enki fue el «Padre de la Humanidad», quizá una especie de genetista que hibridó sus genes Anunnaki con los homínidos Neanderthalensis, fruto de lo cual emergería el Homo sapiens.
Los dioses sumerios conocidos como Anunnaki eran unas criaturas sobrehumanas con la capacidad de volar (sobre estas líneas, representados con alas).
Los dioses sumerios conocidos como Anunnaki eran unas criaturas sobrehumanas con la capacidad de volar (sobre estas líneas, representados con alas).
Según mi interpretación de los textos sumerios, los Anunnaki recurrieron a las llamadas Diosas Procreadoras para que incubaran a un trabajador primitivo. Habrían tomado el óvulo de una hembra neandertal, fertilizándolo con su esperma y reimplantándolo de nuevo en la misma hembra homínida.
Pero el resultado fue un fracaso: los niños que nacían no daban destellos de raciocinio.
Aquellos prototipos simiescos no les servían, puesto que no estaban capacitados siquiera para manejar las herramientas. Entonces habrían ideado otro sistema: reimplantar el óvulo fertilizado en el útero de una hembra Anunnaki.
Aquellos prototipos simiescos no les servían, puesto que no estaban capacitados siquiera para manejar las herramientas. Entonces habrían ideado otro sistema: reimplantar el óvulo fertilizado en el útero de una hembra Anunnaki.
La voluntaria para el experimento fue Ninhursag, la hermanastra de Enki y Enlil, una Diosa Madre que muchos identifican con una especie de experta genetista. Ninhursag engendró el primer prototipo semihumano, al que bautizaron como Adamu, «el que como arcilla de la tierra es».
Una vez creada su consorte, a la que llamaron Tiamat, ya podían procrear. A lo largo de 3.000 años su estirpe acabó por degradarse, y los descendientes del Adamu robaban el alimento de los dioses y saqueaban ciudades, regresando a un estado primitivo y salvaje.
Una vez creada su consorte, a la que llamaron Tiamat, ya podían procrear. A lo largo de 3.000 años su estirpe acabó por degradarse, y los descendientes del Adamu robaban el alimento de los dioses y saqueaban ciudades, regresando a un estado primitivo y salvaje.
Aunque eran portadores del gen Anunnaki que les había conferido inteligencia, con el tiempo esta característica acabó diluyéndose. Ante tal fracaso, Enki pensó en confeccionar una raza mejorada, que sirviera a los Anunnaki con dignidad. Esclavos de los dioses
Si bien Enki se presentaba a la humanidad como tutor y maestro, Enlil, en cambio, odiaba a estos humanos inicialmente llamados Lulu (esclavos primitivos relegados a realizar ingratos trabajos), pues temía que algún día, con el conocimiento adquirido de ciertos dioses, llegaran a superarles en número y pudiesen rebelarse contra ellos. Ninhursag con el espíritu de los bosques junto al árbol cósmico de la vida de siete puntas.
Relieve de Susa.
La Diosa Madre Ninhursag, en complicidad con Enki y su hijo Ningishzidda, se dispuso entonces a crear al nuevo ser humano: «Mientras la Diosa del Nacimiento esté presente, que la Diosa del Nacimiento forje una descendencia. Mientras la Madre de los Dioses esté presente, que la Diosa del Nacimiento forje un Lulu; que el trabajador lleve la carga de los Dioses.
Que cree un Lulu Amelu, que él lleve el yugo». Los textos sumerios revelan en qué consistió el proceso de manipulación genética. Se emplearon genes de un Dios para conferirlos al útero de las Diosas Madre o Diosas Procreadoras.
Artículo publicado en MysteryPlanet
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