El ser humano, con objeto de comprender el universo en el que vive, desde las más remotas épocas ha elaborado referentes conceptuales y estudiado las características fundamentales de éste: espacio, tiempo y materia. Y para conseguir un orden descriptivo y global del Cosmos ha establecido relaciones significativas entre esas características.
Por tanto, la visión del Cosmos está en función de cada contexto cultural y social, ya que, como apuntaba Howard P. Roberston, «las cosmologías que el Hombre ha construido en diversas épocas y lugares reflejan inevitablemente el medio ambiente físico e intelectual en el cual ha vivido».
En nuestra compleja sociedad coexisten tres tipos de visiones cósmicas: los modelos de la sociedad primitiva; los metafísicos de las distintas doctrinas filosóficas o religiosas; y los matemáticos de la ciencia moderna.
El modelo mapuche, aborigen de Chile, pertenece, obviamente, al primer tipo. Su cosmovisión no es ninguna reliquia histórica o folclórica. Es un testimonio vivo que, actualmente, se refleja en muchas de las actitudes, valores y conductas que el mapuche mantiene, especialmente, en lo que concierne a la posesión de la tierra.
CONCEPCIÓN VERTICAL DEL COSMOS
Los mapuches conciben el Cosmos como una serie de plataformas que aparecen superpuestas en el espacio. Estas plataformas son cuadradas y de idéntico tamaño. Se crearon en orden descendente en el tiempo de los orígenes, tomando como modelo la plataforma más alta, recinto de los dioses creadores. En consecuencia, el mundo natural es una réplica del sobrenatural. El modelo básico, que la antropóloga chilena María Ester Grebe confeccionó basándose en catorce testimonios de iniciados. La agrupación de estas plataformas cuadradas define la ubicación de las tres zonas cósmicas: cielo, tierra e infierno.
Las cuatro plataformas del bien, wenu mapu o meli ñom wenu, son el aposento ordenado y simétrico de los dioses, espíritus benéficos y antepasados. Ellas se oponen a las dos plataformas del mal, anka wenu y minche mapu, zonas oscuras, extrañas y caóticas en las cuales residen, respectivamente, los espíritus maléficos (wekufe) y los hombres enanos o pigmeos (laftrache).
La contradicción derivada de la oposición de estas dos plataformas cósmicas, en perpetuo conflicto, se proyecta dinámicamente en la tierra, mundo natural en el cual este dualismo esencial se sintetiza. Pese a que desde una perspectiva lógica se podrían reducir las tres zonas cósmicas a dos —el mundo natural y el sobrenatural—, la visión cósmica del mapuche se orienta hacia otro criterio, ya que, para él, el mundo sobrenatural es algo tan real y tangible como el natural.
En este sentido, Eliade afirma que «para el hombre religioso, lo sobrenatural está indisolublemente ligado a lo natural, puesto que la naturaleza expresa siempre algo que la trasciende». En suma, la visión cósmica mapuche es dualista y dialéctica: contiene sólo el bien (tesis) y el mal (antítesis); y en la tierra coexisten el bien y el mal en una síntesis que no implica fusión, sino yuxtaposición dinámica. Así, la conjunción de dos fuerzas opuestas es una condición necesaria para conseguir el equilibrio cósmico dualista.
HABLAR DEL MAL LLAMA AL MAL
Observando el esquema nro. 1 de la investigación realizada por Ma. Ester Grebe, destaca la coherencia y coincidencia de los testimonios del total de los mapuches activos, esto es, portadores de las prácticas, creencias y conocimientos tradicionales relacionados con la cosmovisión y que poseen un carácter secreto y esotérico. Tales coincidencias se reflejan en muchos testimonios que aseguran que el bien aparece siempre dividido en cuatro plataformas.
Pero hay más aspectos divergentes. Otros nativos mencionan la existencia de seis plataformas cósmicas, incluso una séptima (el minche papu). Ésta sería una zona subterránea que recibe el nombre de trufken mapu (‘tierra de cenizas’), laftrache mapu (‘tierra de gente pequeña’) y kofkeche mapu (‘tierra de la gente del pan’). La omisión de esta plataforma puede interpretarse, entre otras cosas, como un área del mal que inspira rechazo. Es preciso recordar que los mapuches evitan, siempre que pueden, hablar temas que implican alguna relación —directa o indirectamente— con las fuerzas del mal. Creen que «hablar del mal llama al mal».
La concepción vertical del cosmos mapuche, de siete plataformas estratificadas, posee importantes paralelismos con otros conceptos existentes en Asia y América. Los navajos, por ejemplo, estratifican el Cosmos en cuatro plataformas; los aztecas en trece y los mayas en trece mundos de arriba y nueve de abajo. Los incas, por su parte, conciben un universo generado desde una montaña sagrada «a partir de la cual se realiza la creación, como es posible comprobar en muchos mitos de creación andinos».
CONCEPCIÓN HORIZONTAL DEL COSMOS
Con todo, los mapuches conciben también el Universo orientado según los cuatro puntos cardinales. En este sentido, reconocen el Cosmos con cuatro direcciones organizadas a partir del este, donde se ubica la cordillera de los Andes. Por tanto, el ciclo solar diario parece ser decisivo en la elección de este punto de referencia, puesto que en el área andina el Sol nace en la cordillera (este) y se pone en el mar (oeste).
La plataforma cuadrada terrestre es la ‘tierra de las cuatro esquinas’ (meli esquina mapu), o también llamada ‘tierra de los cuatro lugares’ (meli witrán mapu). Una machi (jefa del matriarcado) mapuche resume el relato mítico de la creación de la tierra mapuche según su gran sabiduría: «Primero se creó el meli ñom. Y después meli witrán mapu. Todo cuadrado. Con dios dejaron al mapuche para vivir en esta tierra.
Los mandó a vivir en los cuatro lados de la tierra». Los testimonios recibidos por la investigadora Ma. Ester Grebe se agrupan en dos alternativas de acuerdo con la diferente colocación espacial de la plataforma cuadrada (Ver esquema núm. 2). La alternativa A es predominante (once testimonios); la B es minoritaria (seis testimonios). Un sabio mapuche apoya la validez mayor de la alternativa A: «Porque la hoja de aquí abajo tendría que ser; en alguna manera, parte ángulo o triángulo».
En cualquier caso, ambas alternativas poseen una clara y hermosa analogía con el antiquísimo dibujo pintado sobre la membrana del kultrún (tambor chamánico mapuche que representa un microcosmos simbólico).
Las alternativas A y B coinciden en colocar en el centro del cuadrilátero terrestre el anën mapu (‘tierra donde estamos sentados’), denominado también ‘la tierra de nosotros’ o ‘el medio de la tierra’. Los mapuches consideran que ellos residen en ese trozo de tierra (el corazón o el centro de la isla) por mandato de los dioses.
Esta concepción horizontal del Cosmos tiene profundas relaciones telúricas con mitos de génesis u origen. El libro sagrado de los indios quichés de Guatemala comienza así: «Habiéndose echado las líneas y paralelos del cielo y de la tierra, se dio fin perfecto a todo, dividiéndolo en paralelo y climas. Todo puesto en orden quedó cuadrado y repartido en cuatro partes como si con una cuerda se hubiera todo medido, formando cuatro esquinas y cuatro lados». Los antiguos cronistas del Perú coinciden en señalar que el imperio incaico se dividía de análoga manera. Dicha organización es símbolo y réplica de la creación universal.
De igual modo, el Cosmos, orientado según los cuatro puntos cardinales, fue también una creencia común en las altas civilizaciones mesoamericanas de los aztecas y los mayas, así como también en algunas culturas norteamericanas aborígenes como la de los creek, quienes conciben la tierra como un cuadrado plano. La división del Cosmos en cuatro sectores corresponde, pues, a la división del Universo en cuatro horizontes, hecho que se repite en diversas culturas y continentes.
Artículo publicado en MysteryPlanet
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