Ocenix será una ciudad flotante sin coches ni rascacielos, con sistemas de reciclaje e ideada para tener granjas submarinas; con una capacidad máxima para 10.800 habitantes y construida para resistir desastres naturales como inundaciones, tsunamis, huracanes, así como el aumento en los niveles de los mares.
Aunque lo anterior podría parecer la sinopsis de una próxima película de ciencia ficción, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) quiere hacerla una realidad en un futuro cercano.
Con ese objetivo, esta semana ha reunido un grupo de arquitectos, ingenieros, diseñadores, constructores e investigadores del MIT para presentar el concepto como una solución ante la escasez de vivienda y el riesgo cada vez más latente que tenemos de enfrentarnos a un desastre natural.
Marc Collins, CEO de Océanix, una empresa que desde hace algunos años se dedica a construir estructuras flotantes, y el famoso arquitecto Bjarke Ingels, quien es el responsable de haber diseñado este concepto, se destacan entre los planificadores urbanos de renombre convocados.
Según los responsables de este proyecto, la ciudad Océanix se basaría en plataformas hexagonales con capacidad de hasta 300 habitantes cada una.
Los hexágonos son las formas arquitectónicas más eficientes, por lo que al decidirse por este diseño esperan reducir el uso de materiales.
El proyecto contempla construir grupos de seis de estas plataformas, las cuales serían llamadas «aldeas» y la ciudad entera tendría hasta seis aldeas.
Es decir, la ciudad flotante tendría una capacidad máxima para albergar hasta 10.800 habitantes, aunque la cantidad ideal serían 10.000 personas, ya que esto permitiría que la ciudad tenga una «autonomía plena».
Respecto a esta supuesta autonomía, la ciudad sería capaz de producir su propia energía, agua y calor, así como su propio alimento.
ara esto se crearían «granjas acuáticas» debajo de las plataformas, donde habría jaulas que servirían para cosechar diversos tipos de plantas o vegetales, así como para criar algún tipo de especies animales.
La ciudad Océanix no permitirá que haya coches, camiones o algún tipo de vehículo de gran tamaño, ni mucho menos que emita partículas contaminantes.
Es decir, ni camiones recolectores de basura, ya que ésta se desecharía por medio de un sistema de tubos neumáticos que recolectarían los desechos en una estación de clasificación, donde sería identificada y reciclada.
De hecho, la idea es que tampoco haya edificios de gran tamaño, lo máximo que se permitirá será siete plantas.
Y es que el objetivo es que Océanix sea a prueba de desastres naturales, por lo que sus responsables aseguran que será capaz de soportar desde el impacto de un huracán categoría 5 hasta tsunamis.
Para lograr este tipo de blindaje, los creadores de esta ciudad flotante explican que todas las plataformas estarían unidas y ancladas al fondo del océano, para así crear una especie de núcleo con mayor fortaleza.
Una de las supuestas ventajas de este núcleo, es que podría ser remolcado para reubicarlo en una nueva zona en caso de posibles desastres. La idea es que este tipo de ciudades se construyan a una distancia de máximo dos kilómetros de las principales ciudades costeras, por lo que podrían ser accesibles para un ciudadano promedio.
Para fabricar las viviendas y estructuras de la ciudad se usaría madera, bambú y biorock, un material que nace de la exposición de minerales submarinos a la corriente eléctrica, dando vida a un revestimiento de piedra caliza que, afirman, es tres veces más duro que el hormigón pero que es capaz de flotar.
Incluso aseguran que este material se fortalece con el paso del tiempo e hasta puede repararse mientras está expuesta a las corriente marítimas. Gracias a esto, también permitiría soportar condiciones climáticas extremas.
Esta ciudad flotante también contaría con un «centro espiritual», un centro cultural y una biblioteca comunitaria, donde encontraríamos desde ordenadores públicos hasta bicicletas y vehículos acuáticos para alquilar, ya que todo se basaría en una «economía colaborativa».
Por último, se busca que la ciudad cuente con un sistema acuífero con la capacidad de extraer agua potable del aire, lo cual será primordial para la viabilidad del proyecto.
Los responsables de Océanix afirman que este proyecto no será para sustituir la vida en tierra, sino que se plantea como una opción más para la vida en nuestro planeta, ya que además no todas las personas estarían dispuestas a vivir sobre el agua.
Víctor Kisob, director ejecutivo adjunto de UN-habitat, mencionó durante la presentación del proyecto: «Veo esto, en muchos sentidos, como nuestro ensayo general del Apolo 10.
Esto se trata esencialmente de explorar y nos va a servir como un asombroso experimento, o un prototipo, para algunos de los retos a los que nos enfrentaremos cuando llegamos a Marte».
Fuente: ScienceAlert. Edición: Raúl Álvarez.
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