martes, 7 de abril de 2020

Isabel II, la reina de los espirítus

La vida de la reina Isabel II ha estado marcada por todo tipo de acontecimientos políticos, sociales y culturales. 

También misteriosos. 

Porque tal longevidad da para haber convivido con unos cuantos fantasmas.

Javier Martín
5 de Junio de 2019 (12:01 CET)

Isabel II es la monarca británica con mayor periodo en el torno

Que la familia real británica es, ha sido, y, si nos permiten ejercer de futurólogos, será inusual, extravagante, es una evidencia. Ejemplos los hay a montones. 

Por referir el más reciente, nos centramos en el príncipe Carlos, de quien una biografía actual asegura que, cuando viaja, lo hace siempre acompañado de su tapa del inodoro particular… Las excentricidades del trono, decíamos. 





En cualquier caso parecen disculpables ciertas rarezas en una familia que vive en una burbuja, que cuenta con beneficios tales como que su cabeza visible, es decir, la reina Isabel II, sea, por ley, la dueña de todos los cisnes del Támesis y de las ballenas, esturiones y delfines a tres millas de las costas del Reino Unido. 

Tan “fuera del mundo” está la familia que no son de extrañar la profusión de teorías de todos los tipos sobre sus orígenes. Para todos los gustos y cada cual más extravagante. 

Somos especialmente entusiastas de una de las más extendidas por las redes. Resulta que, por mucho que cuando observamos la fisonomía de la real familia percibimos brazos, ojos, piernas, pelo –en algunos casos–, orejas… vamos, lo rasgos habituales de los seres humanos, todo ello responde a un vil engaño, a una impresión superficial. Porque, ¡y que Dios salve a la reina!, lo que estamos viendo es un disfraz. 

Ahora bien, si la familia real británica está disfrazada, ¿qué hallamos debajo de tal conseguido embozo? ¡Reptiles!. Porque todos ellos pertenecen, como otros miembros de la élite de los gobiernos mundiales, a una línea de sangre humano-reptiliana. 

Así lo afirma, al menos, David Icke, uno de los más célebres autores de la teoría de la conspiración, y con decenas de miles de seguidores en todo el mundo. ¿Será la textura reptiliana el motivo por el que el protocolo real británico prohíbe tocar a Isabel II? 

Quizá al bueno de Icke se le fue un poco de las manos la explicación de las rarezas regias. Pero lo cierto es que la realidad que rodea a los Windsor dista mucho de ser habitual. Y el contacto con lo sobrenatural se ha convertido en un hábito. 

CAMILA Y SU ESPÍRITU

A mediados del pasado mes de abril, fueron unas supuestas declaraciones de Camila Parker Bowles, la esposa de Carlos de Inglaterra, las que llevaron a las primeras páginas lo que es casi una tradición, la presencia de fantasmas en la familia real británica. 

Y además, con la figura de Camila todo parecía tener mucha más enjundia, casi hasta más cachondeo, habiendo desarrollado su vida pública siempre bajo la fantasmal sombra de Lady Di. En el año 2007, Carlos de Inglaterra compró en la localidad de Ayrshire, en Escocia, una mansión del siglo XVII. Dumfries House se llamaba. 

Según comentó el diario The Telegraph, Camila habría comentado que había sufrido un auténtico shock durante una de sus visitas a la mansión. Según recoge el periódico inglés, en una de las estancias de la casa escocesa, “había un fantasma sin duda”.

 Una sensación que la paralizó: “La primera vez que subí las escaleras y lleguéal pasillo sentí que no podía continuar”. Menos mal que, con el tiempo, el eterno príncipe Carlos decidió acometer una reforma. Y los espectros no debieron tomarse a bien tanto cambio y se marcharon con viento fresco. 

DIEZ SIGLOS ENTRE FANTASMAS

Mucho más célebre y con una historia más rica en acontecimientos trágicos, esos mismos que suelen dejar espectros merodeando en su interior, es el castillo de Windsor. No es de extrañar, teniendo en cuenta que sus cimientos datan del siglo XI y que ya en la Edad Media llegó a servir de prisión. Hoy es la residencia favorita de la reina Isabel II durante sus retiros de fin de semana. 

Y hoy se dice que el fantasma más asiduo, sobre todo en sus jardines, es el de Herne el Cazador, que merodea lamentando su sufrimiento de antaño, cuando se ahorcó ante el odio que despertaba en la Corte el hecho de que gozase de las simpatías del monarca. También Ana Bolena, que fue ejecutada en el claustro por orden de su muy fantasmal esposo Enrique VIII, se aparece por sus largos pasillos. 

Y el mismo Enrique sale de las cavernas del más allá para darse algún paseo de ultratumba por las estancias. Y es que el menú de fantasmas con los que puede compartir la reina Isabel sus fines de semanas es de lo más variado. 

Su Excelencia podría verse acompañada por un espectral hombre subido a caballo si pasa por la cocina –las antiguas caballerizas–, con los gritos desde el más allá de un niño que dice no querer ir a montar a caballo, el repiqueteo de campanas sin nadie que las impulse en la Torre Curfew o un extraño rumor de pasos en la misma zona. 

El castillo de Windsor parece ser un buen antídoto para la soledad que, dicen, se sufre en las más altas esferas del poder.

Estamos en el país con más leyendas fantasmales por metro cuadrado. Los espíritus aparecen por todas partes. Su historia, sus nubarrones, su naturaleza, la antigüedad de sus monumentos, posiblemente tiene mucho que ver. 





Que la familia real británica conviva con fantasmas tampoco le extraña a nadie. Es más, hasta en la residencia habitual de la misma reina, en el Palacio de Buckingham, parece que se pasea el espectro de un monje arrastrando sus cadenas. 

Aunque es cierto que cuando uno lleva 65 años reinando un país, debe de estar acostumbrada a cosas mucho más raras y espeluznantes.


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