En el mundo hay lugares que han sido considerados durante décadas propiedad de Satanás.
Se cree que le pertenecen, bien porque anduvo por ellos, bien porque en su interior se llevaron a cabo terribles sacrificios en su honor.
Por estos y otros motivos existen varios templos vinculados a la religión cristiana con un propietario muy especial… Iniciamos un breve paseo por las iglesias del diablo.
Uno de los más destacados, por su fina arquitectura y por su larga historia, es la catedral de Munich, en Alemania.
Cuenta la leyenda que una huella grabada en el suelo que podemos contemplar en su interior pertenece al diablo, con el que hizo un pacto el arquitecto Jörg von Halsbach.
A este hombre se le encomendó la labor de ampliar el pequeño templo que se levantaba en la capital de Baviera en 1468.
Para que todo fuera bien el arquitecto hizo un pacto con el diablo: si le ayudaba a que las obras fueran bien y en el tiempo previsto, le entregaría su alma.
El ser demoníaco aceptó, requiriendo que las columnas taparan las ventanas para que no entrara luz suficiente, y así maldecir a gusto un lugar en el que caben holgados más de veinte mil feligreses.
Cuando finalizó, Satanás acudió a por su pago, y entró en la catedral.
Su enfado fue tremendo al comprobar que la luz apenas si le permitía traspasar el umbral de la construcción. El arquitecto demostró ser más listo que él, y aún así, el demonio, rojo de ira, dejó su marca en el suelo; ni más ni menos que la huella de su pie, que hoy es visitada por miles de personas cada año.
El hecho de que un ángel caído permanezca postrado bajo el sacerdote cada mes, es motivo más que sobrado para que se lleve las manos a la cabeza, como sucede en el interior de la catedral de Arequipa, en el sur de Perú.
La impresionante talla fue encargada por la rica señora Javiera Lizárraga de Álvarez, cuya motivación a la hora de situarlo bajo el púlpito no fue otra que someter al diablo cada domingo a la palabra de Dios.
Lo curioso es que fue tallado en los talleres de ebanistería de Lille, en Francia, y cuando por fin estuvo terminado y se envió a su ubicación final, en el año 1879, estalló una sangrienta guerra entre Chile y Perú por el territorio arequipeño, que hizo que el templo se llenase de gente para rezar por el fin de las cruentas hostilidades.
Y claro está, hubo quien vio en la imagen demoniaca al culpable de tantos males, como venganza al sometimiento al que, valga la redundancia, lo habían sometido.
Aachen es una pequeña ciudad alemana que se encuentra muy cerca de la frontera con Bélgica. Pues bien, en este caso, dice la leyenda, el pacto con Satanás lo realizó todo el pueblo, ya que apenas tenían dinero para levantar la catedral y la única manera de hacerlo era con su ayuda.
A cambio, el demonio les pidió el alma de la primera persona que, una vez terminada la catedral, entrase a la misma. Aceptaron, y cuando la finalizaron decidieron soltar un lobo para que atravesara el umbral del templo.
El maligno se abalanzó sobre su presa y, al sentirse engañado, salió al exterior para vengarse, con tan mala fortuna que cuando apoyaba la mano derecha sobre la puerta, ésta se cerró con violencia y le cortó dos de sus dedos, que rápidamente se petrificaron.
Y aún siguen en el mismo lugar, junto al lobo, no menos petrificado. Un agujero a la altura de su pecho recuerda que por ahí se llevó el alma el diablo…
23 de Enero de 2020 (16:45 CET)
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