lunes, 15 de junio de 2020

El Encausado Obispo emérito Zanchetta vuelve a su puesto en el Vaticano


Por Carlos Esteban | 15 junio, 2020

Para asombro de propios y extraños, el obispo emérito de Orán, Gustavo Zanchetta, encausado en Argentina en un juicio de abusos sexuales y malversación de fondos, ha reasumido tranquilamente el puesto que creó para él el Papa Francisco en la APSA, la organización que gestiona el magnífico patrimonio inmobiliario de la Santa Sede.

Todo, absolutamente todo en la extraña saga de Gustavo Zanchetta resulta difícil de creer, y aún más difícil de compaginar con la política expresa de Su Santidad en varios puntos de peso.

Empezando por todo eso de la sinodalidad, la descentralización del poder eclesiástico, la colegialidad. 





Porque el entonces simple sacerdote Gustavo Zanchetta, empleado en la estructura burocrática de la Conferencia Episcopal Argentina, fue uno de los primeros nombramientos episcopales de Francisco, recién elevado al Solio Pontificio, que le nombró obispo de Orán, en la provincia de Salta, sin pasar por el engorroso proceso habitual de presentación de una terna elaborada por el obispado vacante y por el resto de obispos y presentada a la Santa Sede, en la que se suele seleccionar clérigos que ya han ocupado cargos de responsabilidad en la diócesis.

Nada de eso para Zanchetta, que había trabado una fuerte amistad con el entonces cardenal Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires. Podía hacerlo y lo hizo.

Pero Zanchetta no duró mucho al frente de la diócesis de Orán. Pidió la renuncia, pretextando una grave enfermedad de la que nunca más se supo y, sin despedirse siquiera de sus fieles o sus sacerdotes, buscó primero refugio en el obispado de Entrerríos y voló luego a Madrid, acogido a la hospitalidad de su arzobispo, el cardenal Carlos Osoro, y bajo la protección del jesuita Germán Arana, hombre confianza del Papa para casos turbios en el clero.

Porque, no mucho después, el Tribuno de Salta, un periódico local argentino, daba la noticia de que la verdadera causa de su fuga precipitada había sido una gestión desastrosa, abuso de poder y acusaciones de acoso homosexual. 

Dos seminaristas denunciaron al obispo en este sentido, contra el que presentaron como evidencia fotos enviadas desde el móvil de Su Ilustrísima que presentaba al prelado desnudo en actitudes procaces.

La reacción del Vaticano había sido, previamente, albergar a Zanchetta en la propia residencia papal, Casa Santa Marta, y crear ‘ex novo’ para él un cómodo puesto de ‘asesor’ en la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), puntal del entramado financiero vaticano.

Cuando estalló el escándalo, el entonces portavoz de la Santa Sede, Alessandro Gisotti, convocó a la prensa para decir que a) Zanchetta había sido suspendido de sus funciones en la APSA, b) que el Vaticano solo conocía el asunto del ‘malestar’ de sus sacerdotes y los abusos de poder (reconociendo así que le dejaron colar la mentira de la enfermedad, por cierto), y c) que de los abusos sexuales se acababan de enterar por las noticias de la prensa.

En una entrevista posterior concedida por Francisco a la periodista y escritora mexicana Valentina Alazraki, el Pontífice insistió en la presunción de inocencia y dijo haber quedado convencido por la explicación que le había dado el emérito sobre las fotos obscenas, alegando que le había ‘hackeado’ el móvil.

Ignoro el conocimiento del pontífice sobre las capacidades de los ‘hackers’, que si bien pueden manipular cuentas ajenas, no pueden inventar fotografías de obispos desnudos e insinuantes.




Pero la cosa no había acabado, ni mucho menos, porque la magistratura argentina presentó contra el emérito una acusación penal por acoso sexual y malversación de fondos otorgados a su diócesis. La cosa salía ya del ámbito meramente eclesial.

Ya en Argentina para asistir al juicio -después de un periodo relativamente largo ‘desaparecido’-, el tribunal le prohibió salir del país, pero el propio Edgar Peña Parra, número dos de la Secretaría de Estado, escribió al tribunal para que se permitiera volver a Zanchetta, para que pudiera seguir con su trabajo, confirmando así que la suspensión anunciada por Gisotti había sido extraordinariamente corta.

Y ahora nos enteramos de que Zanchetta, inmerso en una causa de acoso homosexual a seminaristas, y malversación -aparte de las meramente eclesiales de pésima gestión y abuso de poder- vuelve tranquilamente para manejar unas finanzas vaticanas ya muy ‘tocadas’ por los escándalos. ¿Alguien entiende algo?


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