lunes, 13 de julio de 2020

Los Fantasmas del transatlántico RMS Queen Mary

Tras décadas navegando los mares de todo el planeta, el barco más veloz de su tiempo fue jubilado con honores. Pero parece que sus fantasmas, esos que pertenecen a otro tiempo, no están muy de acuerdo y así lo ponen de manifiesto en múltiples ocasiones…

Los fantasmas del transatlántico RMS Queen Mary

Situémonos por unos instantes en los primeros años del siglo XX. Dos compañías muy poderosas, las navieras Cunard y White Star luchan encarnecidamente por hacerse con el primer puesto. Una y otra pondrá a disposición de su personal los medios más avanzados del momento, y un presupuesto hasta entonces jamás imaginado. La industria naval avanzará entonces como nunca antes lo había hecho. En esta carrera la White Star Line adelantará a todos. 

En 1912 botará tres barcos que ya se han convertido en legendarios: el Britanic, el Olimpic, y por supuesto, el Titanic… Pero la gloria es efímera, y en este caso ese viejo adagio se cumplirá apenas cuatro días después de iniciar la navegación en su viaje inaugural. Ya saben, el Titanic se hunde, dicen que tras colisionar con un iceberg.




Sea como fuere un golpe como éste no lo soporta ni la compañía más saneada, por lo que la White Star inició un declive que acabó en ruina. 

Sin embargo la Cunard, libre ya de su gran competidora –a la que absorbió formando la Cunard White Star Ltd–, subió como la espuma de mar llegando a su culmen en el año 1934, cuando botó el buque más veloz de todas las aguas, aquel por el que Hitler llegó a enloquecer ofreciendo una recompensa descomunal al capitán y a toda la tripulación del submarino que lograse hundir ese maldito barco. 

Jamás le lograron dar caza; por eso tuvo su protagonismo el día del desembarco de Normandía, ya que la corona británica lo puso al servicio de los aliados para transportar a las tropas.

Sus días de gloria finalizaron en 1967, cuando se decidió que había cumplido con creces su trabajo y fue convertido en un hotel de lujo en el embarcadero californiano de Long Beach. Desde entonces ha sido visitado por mandatarios de medio mundo, atraídos por su poderosa leyenda, y ha protagonizado películas como Titanic, de James Cameron. 

Pero si el RMS Queen Mary es especialmente conocido, es por la cantidad de fenómenos extraños que se producen en su interior. Es tal la actividad paranormal, que incluso ya se ha puesto nombre y apellidos a los de los fantasmas que se aparecen con mayor asiduidad.

Leigh Travers Smith es uno de los más célebres. Al parecer la historia que hay detrás de éste es, como no podía ser de otra forma, terrible. Leigh era un bebé que a consecuencia de un descuido murió en la guardería de tercera clase. Quizás por eso en este sector del barco sea habitual oír los lamentos de un niño pequeño que proceden de la antigua guardería. 

Tiempo atrás tuve la oportunidad de entrevistar al investigador de asuntos paranormales Thomas Coleman sobre este y otros asuntos. Para el británico «uno de los lugares fundamentales de todo el barco el es camarote B-340. 

Normalmente no lo ofrecen al cliente, salvo que éste lo pida. Es un lugar en el que se han vivido episodios paranormales muy violentos». Muchos de estos fenómenos, como hemos visto, tienen su origen en desgracias pasadas. 

Eso es lo que le ocurrió a John Pedder, un muchacho de 18 años que trabajaba en las salas de máquinas, y al que el infortunio vino a visitar el día que quedó atrapado por la enorme puerta número 13, muriendo prácticamente aplastado entre una agonía atroz. «Es otro de los fantasmas habituales. Lo que ocurre es que en este caso los testigos aseguran verlo tal y como quedó después del accidente…».

«No obstante –asegura Coleman– el lugar más encantado del barco es la piscina». Reconozco que a la mente me viene una de las escenas más tétricas de la película Poltergeist, cuando uno de los protagonistas cae al agujero de barro donde van a ubicar precisamente la piscina, y empiezan a salir muertos del interior. 

Aquí no es tan aterrador, pero los fenómenos extraños como gritos de socorro, misteriosos chapoteos, descensos de temperatura muy bruscos… han llevado a la organización «a colocar cámaras de vigilancia, pese a tratarse de una zona que está fuera del circuito turístico». Esto quiere decir que nadie salvo la «tripulación» debería de entrar. Salvo que ese alguien esté ya dentro… ¿Fantasmas?



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