Enoc (a veces transcrito como Enoch o Henoc) es, en el libro del Génesis, del Antiguo Testamento, el nombre de varios personajes Bíblicos mencionados en dos genealogías, y posteriormente por muchos autores judíos, cristianos y musulmanes. El primero aparece como primogénito de Caín (quien construyó una ciudad a la que le puso el nombre de Henoc para celebrar su nacimiento).
Henoc fue padre de Irad, éste de Mehujael, éste de Matusalén, éste de Lamec quien aparece como el primer polígamo, y éste de Jabal. El segundo Henoc aparece como hijo de Jared, descendiente de Set, hijo de Adán, padre de Matusalén, abuelo de Lamec y bisabuelo de Noé (Génesis 5).
Este «Henoc anduvo con Elohim, y desapareció porque Elohim se lo llevó»; «Por la fe Enoc fue trasladado para no ver la muerte, y no fue hallado, porque lo trasladó Dios». Otro Henoc es hijo de Madián y nieto de Abraham, que habría vivido en el1700 a. C. aproximadamente. Según el Libro de los Jubileos, texto apócrifo escrito en tono midrásico, probablemente en el siglo II a. C. por un judío fariseo (de la versión hebrea sólo se conservan los fragmentos encontrados entre los manuscritos del Mar Muerto; la versión mejor conservada es la etíope): “Durante trescientos años, Henoc aprendió todos los secretos (del Cielo y de la Tierra) de los bene Elohím (‘los hijos de los Dioses’)”. Etimológicamente midrásico proviene del verbo hebreo darâs, que significa buscar, investigar, estudiar. El nombre de dios El es el nombre de uno o varios dioses ugaríticos que fueron importados a Palestina e introducidos en los textos sagrados hebreos. Por ejemplo, en Génesis 1 se dice: «Entonces Elohím dijo (en plural): “Hagamos al hombre a nuestra imagen, a nuestra semejanza”» y en Génesis 3: «Miren, el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, conociendo lo bueno y lo malo».
Durante la descripción de la Torre de Babel (Génesis 11), los Elohím dicen: «Ahora pues, descendamos y confundamos sus lenguas». Algunos historiadores bíblicos opinan que el judaísmo fue en un tiempo una religión politeísta, hasta que los sacerdotes del dios Yahvéh ganaron el suficiente poder político y religioso como para declarar un Dios único. Sin embargo, otros opinan que este término sería usado como un plural mayestático de un solo Dios. «Eran gigantes que habían bajado a la Tierra porque carecían de compañía femenina. Los dioses El les enviaron para enseñar a la humanidad la verdad y la justicia». En el Libro de Enoc los hijos de los Elohím son llamados «Vigilantes» y se les menciona como un grupo de ángeles.
Igualmente, según los midrashim de Yalqut Shimoni (la más importante de varias colecciones de midrashim, realizada en la primera mitad del siglo XIII por rabí Shimeon Hadarshan, de Fráncfort), y el Bereshit Rabbati (midrás sobre el Génesis, abreviado a partir de un midrás perdido, más extenso, recopilado por rabí Moshe Hadarshan durante la primera mitad del siglo XI en Narbona): “Shemhazai y Azael (originalmente Azazel, ‘le fortalece un El’), dos ángeles que gozaban de la confianza de los Elohím (‘Señores’), preguntaron: «Señores del Universo, ¿no les advertimos el día de la Creación que el hombre demostraría ser indigno de Vuestro mundo?». Los Elohím replicaron: «Pero si destruimos al hombre, ¿qué será de Nuestro mundo?». Los ángeles contestaron: «Nosotros lo habitaremos».
Los Elohím preguntaron: «Pero si descendéis a la Tierra, ¿no pecaréis incluso más que el hombre?». Ellos suplicaron: «¡Déjennos vivir allí durante un tiempo y santificaremos Vuestro nombre!». Elohím le permitió descender, pero enseguida a los ángeles les venció la lujuria por las hijas de Adán y se corrompieron mediante el trato sexual. Henoc dejó constancia no sólo de las instrucciones que recibieron de Elohím, sino también de su posterior caída en desgracia: antes del fin disfrutaban indistintamente con vírgenes, matronas, hombres y bestias. Shemhazai engendró dos hijos monstruosos llamados Hiwa e Hiya, cada uno de los cuales comía diariamente mil camellos, mil caballos y mil bueyes.
Y Azael inventó los adornos y cosméticos empleados por las mujeres para pervertir a los hombres. En consecuencia, los Elohím les advirtieron que liberarían las Aguas de Arriba y así destruirían a todos los hombres y todas las bestias. Shemhazai lloró amargamente, pues temía que sus hijos, aunque bastante altos para no ahogarse, murieran de hambre. En aquellos días sólo la virgen Ishtahar permaneció casta. Cuando Shemhazai le hizo proposiciones lascivas, ella se dirigió a los hijos de los Elohím: «¡Préstenme sus alas!». Ellos accedieron y ella voló hasta el Cielo, donde se acogió en el Trono de los Elohím, que la transformó en la constelación Virgo (o según otros, las Pléyades). Al perder sus alas, los ángeles caídos quedaron abandonados en la Tierra durante muchas generaciones hasta que ascendieron por la escalera de Jacob y así regresaron a su lugar de origen. Shemhazai se arrepintió y se situó en el firmamento meridional, entre el Cielo y la Tierra —cabeza abajo y con los pies hacia arriba—, donde permanece colgado hasta nuestros días, formando la constelación llamada Orión por los griegos”.
Pero antes de continuar con Enoc, vamos a ver algunos temas que tienen una relación bastante directa con los acontecimientos ligados a este enigmático personaje. Se cree que el escritor griego Arato (de comienzos del siglo III a. C.) también escribió sobre este relato, o su relato aunque diferente presenta una gran similitud con éste. Cuenta que la Justicia (siempre virgen, ya que no yacía con nadie), hija de la Aurora, gobernó con virtud la humanidad en la Edad de Oro, pero cuando llegaron las Edades de Plata y de Bronce acarreando codicia y masacre, ella exclamó: «¡Ay de esta raza perversa!» y ascendió al Cielo, donde se convirtió en la constelación Virgo. El resto de la narración está tomada del relato de Apolodoro sobre la persecución de las siete Pléyades vírgenes, hijas de Atlante y Pléyone, que lograron escapar de los abrazos del cazador Orión transformadas en estrellas.
No obstante, la mayoría de los estudiosos creen que Ishtahar parece referir a la diosa babilónica Ishtar, identificada a veces con la constelación Virgo. La creencia popular egipcia identificaba a Orión, la constelación en la que se convirtió Shemhazai, con el alma de Osiris.
La explicación de este mito de los gigantes «hijos de El», que ha constituido un obstáculo para los teólogos, puede estar en la llegada a Canaán de pastores hebreos, altos y bárbaros, aproximadamente en el 1900 a. C. y en su contacto, mediante el matrimonio, con la civilización asiática. En este sentido, los «hijos de El» se referiría a los propietarios de ganado que veneraban al dios-toro semita El; «hijas de Adán» querría decir ‘mujeres de la tierra’ (en hebreo adama), esto es, las agricultoras cananeas adoradoras de la Diosa, famosas por sus orgías y su prostitución premarital.
Si es así, este acontecimiento histórico se ha mezclado con el mito ugarítico, según el cual el dios El sedujo a dos mujeres mortales y engendró dos hijos divinos con ellas, a saber Shahar (‘Aurora’) y Shalem (‘Perfecto’). Shahar aparece como divinidad alada en el Salmo 139,9; y su hijo (según Isaías 14) era el ángel caído Helel. Las uniones entre dioses y mortales (que generalmente en la mitología provienen de las uniones de reyes o reinas con plebeyos), ocurren con frecuencia en los mitos del Mediterráneo y el Cercano Oriente. Como el judaísmo posterior rechazó todas las deidades menos su propio Dios trascendental, y como éste nunca se casó ni asoció con mujer alguna, Rabbí Shimon ben Yohai se sintió obligado a maldecir, en Génesis Rabba, a todos los que interpretaban «hijos de El» en el sentido ugarítico. De manera evidente, tal interpretación todavía era habitual en el siglo II, y sólo desapareció cuando los bene Elohím fueron interpretados como ‘hijos de los jueces’.
Elohím podía significar ‘dioses’ pero también ‘jueces’. Se generó incluso la teoría de que cuando un magistrado debidamente designado juzgaba una causa, el espíritu de Él lo poseía: «Yo había dicho: ¡Ustedes son dioses, todos ustedes, hijos del Altísimo!».Según las Homilías clementinas (opúsculo cristiano de principios del siglo III, escrito probablemente en Siria): “Ciertos ángeles acusadores pidieron permiso al dios Yahvéh Elohím para reunir pruebas fidedignas de la iniquidad humana, perlas, tinte purpúreo, oro y otros tesoros, que fueron robados inmediatamente por los codiciosos hombres. Entonces los ángeles-joyas adoptaron forma humana con la esperanza de enseñar rectitud a la humanidad.
Pero esa asunción de carne humana les hizo someterse a los apetitos humanos: seducidos por las hijas de los hombres, se encontraron encadenados a la Tierra y fueron incapaces de recuperar sus formas espirituales. Los Caídos tenían unos apetitos tan grandes que Yahvéh Elohím hizo llover sobre ellos maná de muchos sabores diferentes para que no sintieran la tentación de comer carne, alimento prohibido, y excusaran su flaqueza alegando escasez de cereal y hortalizas. No obstante, los Caídos rechazaron el maná de Yahvéh Elohím, mataron animales para comerlos y hasta probaron carne humana, contaminando así el aire con vapores nauseabundos. Con las mujeres y las bestias del campo y el agua, procrearon hijos monstruosos y titanes. Fue entonces cuando Yahvéh Elohím empezó a pergeñar la destrucción de Su mundo por medio del Diluvio”.
El es una palabra semítica del noroeste, que tradicionalmente se traduce como ‘dios’, refiriéndose a la máxima deidad. Algunas veces, dependiendo del contexto, permanece sin traducción (quedando simplemente Ël). Kāsu, Ks, Kōs en idioma acadio; monte Khas o Kjas; monte Kasios en idioma griego; monte Casius en latín, que a veces se identifica con el monte Saphon (Safón), Sapán o Sapan. Después de que su «hijo» Baal tomara el poder, este monte se identificaría con su monte. Así, algunos autores los ponen como dos montes separados; estos dos montes corresponderían con el monte Sinaí y el monte Sion. En la mitología cananea, Ël era la deidad principal y se lo llamaba «padre de todos los dioses» (en los hallazgos arqueológicos siempre es encontrado al frente de las demás deidades). En todo el Levante mediterráneo era denominado Ël o IL, siendo el dios supremo, padre de la raza humana y de todas las criaturas. Este dios todopoderoso sería igualmente el equivalente del concepto “dioses” (en hebreo Elohim) y sería el equivalente del dios sumerio Anu.
En el uso semítico, Ël era el nombre especial o título de un dios particular que era distinguido de otros dioses como «el Dios», lo que en el sentido monoteísta sería Dios. La raíz il corresponde a apelativos semíticos muy conocidos, como la palabra original semita para ‘dios’ es decir, El. En ciertas regiones, el apelativo il [literalmente ‘dios’] era la referencia al dios sumerio Anu. Con el mismo apelativo il [literalmente ‘dios’] se lo designaba al dios de los cereales, Dagan. En ugarítico, Dagan sería Dgn (que probablemente se vocalizaba como Dagnu) y en acadio como Dagana. El culto a Dagan era propio de los amorreos del siglo XXII a. C. y luego de la conquista elamita sobre la tercera dinastía de Ur, se difundió entre asirios y babilonios. En Asiria llegó a estar en equivalencia con Anu.
En las tablas de Ugarit, ese dios primigenio figura también como el esposo de la diosa Asera, Ishtar entre los babilonios, originalmente llamada Athirat (o Afdirad), que en la Biblia recibe el nombre de Astoret. La forma griega es Astarté, la cual es la madre de todos los dioses, la esposa celestial, la reina del cielo. Representaciones del dios Ël se ha encontrado en las ruinas de la Biblioteca Real de la civilización Ebla —en el yacimiento arqueológico de Tell Mardikh (Siria), que data del 2300 a. C.—. En algún momento de la historia pudo haber sido un dios del desierto, pues un mito dice que tuvo dos esposas y que con ellas y sus hijos construyó un santuario en el desierto. Ël ha sido el padre de muchos dioses —setenta en total— los más importantes fueron Baal Raman (Hadad), He, Yam y Mot, los cuales tienen atributos similares a los dioses Zeus, Poseidón (o Ofión), Hades (o Tánatos) respectivamente. Los antiguos mitógrafos griegos identificaron a Ël con Crono, el rey de los titanes.
Por lo general, Ël se representa como un toro, con o sin alas. También lo llamaban Eloáh, Eláh, que en árabe se convirtió en Allah. El dios Ël preside sobre el monte G’r kvsi, que a veces se traduce como Khurshan-Zur-Kas(Kjúrshan zur kas). Para los pueblos cananeos era la deidad principal, el rey, creador de todas las cosas, el juez que dictaba lo que debían hacer tanto los hombres como los dioses. Su esposa primaria fue Ashera o Asera, la madre de los dioses, representada en los santuarios cananitas con árboles ornamentados. Pero tuvo otra esposa: Anat hermana de Hadad (Baal Raman (el trueno, señor del trueno), llamada «la amante de los dioses» (ambas eran diosas de la fertilidad).
Ël es el padre de la «divina familia» y presidente de la asamblea de los dioses en el Monte de la Reunión. Es llamado «toro» por su fortaleza y potencia creativa, es el «Anciano de Días», la «Roca de las Edades», que está representado en una roca en Ras Shara. En los mitos es llamado Bny Bnwt, que significa ‘creador de todas las cosas creadas’, aunque algunos lo traducen como ‘dador de potencia’. En las dos inscripciones halladas en Ras Shamra, Ël es retratado como un dios frío y distante, «en el flujo de los [dos] ríos», posiblemente el Edén, de donde un río fluía para formar a los ríos Tigris, Éufrates, Guijón y Pisón. Aparte de ser llamado «el creador», también era llamado «el bondadoso», «el compasivo» (títulos que aparecen incluso en la Biblia). Sólo la adoración de esta deidad (o su nombre) nunca fue estigmatizada en la Biblia ni por los patriarcas.
De hecho Abraham dio los diezmos a un sacerdote de «Ël, el Altísimo», llamado Melquisedec. En Canaán el rey era nombrado «siervo de Ël» (similar al nombre del rey israelita David «El siervo de Dios»). Esto describía el estatus de los reyes antiguos como ejecutores de la voluntad divina. Este título era visto como un privilegio y como una carga. En los tiempos de Palestina, «los hijos de Ël» significaba ‘los dueños de los ganados, adoradores del dios-toro Ël’, y «las hijas deAdán» significaría ‘las mujeres de Adama [la tierra, el suelo]’. Adama era una diosa de la agricultura y en la Biblia simboliza a la tierra de donde Adán fue tomado.
Las hijas de Adama eran notorias por sus orgías (prostitución ritual). En aquellos tiempos era común que hubiesen sacerdotisas sexuales, que sirviesen en los templos. Es posible que de aquí venga la historia de Ël seduciendo a dos mujeres mortales, y éstas dándole hijos semidivinos, llamados Shalem (‘perfecto’), y Shahar (‘amanecer’), que posee alas (según el salmo 139:9). Y su hijo fue el ángel caído Helel (según Isaías 14).
Esa mitología cananea se introdujo en las creencias del pueblo de Israel. La Biblia muestra ese sincretismo en muchos pasajes. Por ejemplo, la concepción de Dios como presidente en la «corte de los dioses» o «la divina asamblea» (Beneel), también es para referirse a la divina familia de Ël. En el Deuteronomio empieza con Israel en sus lapsus de fe y termina con el aserto de la destrucción de sus enemigos. En el Deuteronomio también se representa la primera etapa de los israelitas, en su adaptación del concepto de Dios al mando de la «asamblea de dioses», tomado de la mitología cananea, a la concepción de Dios como simplemente el principal entre todos los dioses. A lo largo de la historia de Israel, primero nombró a su dios Yahvé (o Jehová) como el «altísimo» entre la asamblea de «los hijos de Ël» (o «hijos de Israel» según la Septuaginta). Aunque se discute la fecha de este poema, más tarde (en el 900 a. C.) se hizo desparecer la corte completa de dioses y se condenó esa idea como apostasía.
El dios Ël —de donde proviene la idea original del dios Yahvé— llegó a tener una descendencia de más de 70 deidades. La unión entre los dioses y las mortales se encuentra en casi todas las religiones del mundo, excepto en el islam, en el judaísmo y en el cristianismo. En el cristianismo, Jesucristo es el Hijo Eterno de Dios (anterior a la creación del mundo), que no es ni soltero ni casado. La Palabra Revelada de Dios y Su Espíritu son un Solo y Único Dios y Tres Personas Divinas. La concepción virginal de Jesús no debe entenderse como fruto de la unión de Dios con una mujer (la Virgen María), sino que la mujer fue un medio para la encarnación de Jesús, mediante la acción del Espíritu Santo. En el mundo antiguo se creía que los miembros de las clases dirigentes eran hijos de los dioses.
Estas creencias se encuentran en el Mediterráneo y en todo el Oeste de Asia, sin contar las demás partes del mundo. En algún momento el judaísmo hizo a un lado a todas las deidades, y dejó solo a Yahvé, que como queda dicho no era ni soltero ni casado, pues, al igual que en el islam, no entra en esas categorizaciones humanas y, por lo tanto, nunca tuvo ningún hijo. Desde ese momento, llamarse «hijo de Dios» fue anatema. En el siglo II d. C., el rabino Shimon ben Yohai maldijo a todo aquel que —al leer la Torá (equivalente al Antiguo Testamento de los cristianos) o cualquier libro— entendiera el término bene elohim (‘los hijos de los dioses’) en el sentido ugarítico. Desde ese momento, Elohim no significó ‘dioses’ (en plural) sino ‘dios único’. ¿Y acaso —respondió Jesús— no está escrito en su ley: «Yo he dicho que ustedes son dioses»?
Ugarit (actual Ras Shamra) fue una antigua ciudad portuaria, situada en la costa mediterránea al norte de Siria a pocos kilómetros de la moderna ciudad de Latakia, en la región asiática conocida como Levante. Esta ciudad fue fundamental en la historia de las grandes civilizaciones del Cercano Oriente, especialmente durante el período de esplendor en el cual Egipto tuvo estados vasallos en el Levante, período que quedó registrado con precisión en la correspondencia de Tell el-Amarna entre funcionarios egipcios, ugaríticos, y de otras nacionalidades. El pueblo ugarítico, además, hizo importantes contribuciones a la escritura y a la religión, tanto semítica pagana como en las fases iniciales del judaísmo. Por estas contribuciones se puede identificar al pueblo que habitó Ugarit en su etapa histórica, que fue su período de esplendor y le dio su nombre, como un pueblo semita nororiental, emparentado lingüística y religiosamente con los cananeos ubicados más al sur.
Las fuentes históricas destacaban que esta ciudad-estado, de alrededor de 2.000 Km² de superficie con sus áreas rurales, envió tributos al faraón de Egipto durante ciertos períodos, y que mantuvo importantes relaciones políticas y comerciales con el Reino de Alasiya —estado que posiblemente comprendía la isla de Chipre—.
Su período de esplendor se extendió entre el 1450 a. C. y el 1180 a. C., aunque la ciudad surgió en el Neolítico, como todo asentamiento de importancia en el Levante por su temprano desarrollo. La correspondencia egipcia ya la menciona en su estadio histórico clásico de ciudad de Ugarit; y no solo un poblado neolítico— hacia el siglo XX a. C., fecha desde que se tiene conocimiento preciso de la ciudad. Hacia el siglo XIX a. C. el contacto comercial con la Ugarit histórica hacia el interior del Cercano Oriente ya estaba consolidado, tal como demuestran estelas que mencionan la ciudad en Ebla, otra ciudad-estado semita.
En 1928, Mahmoud Mella az-Zir, un campesino local alauíta, descubrió la entrada a la Necrópolis de Ugarit. Este fue el descubrimiento moderno de la ubicación exacta de las ruinas de la ciudad, de la cual sólo se tenían referencias históricas. Comparado el lugar descubierto en 1928 con grabados en vasijas cretenses que la indican en el mapa, conservados desde hacía generaciones, confirmaron la ubicación de la destacada ciudad perdida. Su descubrimiento arqueológico moderno permitió abrir un importante campo de exploración, la cual fue principalmente efectuada por el arqueólogo francés Claude F. A. Schaeffer. Buena parte de sus descubrimientos se encuentran en el museo Prehistórico y Galorromano de Estrasburgo, Francia. Las investigaciones más importantes las efectuó C. Schaffe en el edificio que pudo ser identificado como el Palacio Real durante buena parte del período de esplendor de la ciudad. Allí se hallaron 90 habitaciones y dos librerías privadas, con textos inscriptos en tablillas. Una de estas bibliotecas pudo identificarse como perteneciente a una persona llamada Rapanou, que posiblemente fue un diplomático dada la gran cantidad de manuscritos referentes a relaciones internacionales encontrados allí.
Es una prolífica biblioteca, donde se encontraron textos no sólo diplomáticos, sino también religiosos, políticos —listas de Reyes Ugaríticos, costumbre registral que los diversos pueblos de la zona aplicaban desde tiempos sumerios—, comerciales, jurídicos —códigos legales, compraventa de tierras—, científicos, administrativos y literarios. Estos textos, escritos principalmente en alfabeto cuneiforme, fueron hallados no sólo en idioma local —el ugarítico era un pueblo semita—, sino también los grandes idiomas del Cercano Oriente de la época: acadio, sumerio, hurrita, chipriota, luvita y egipcio — estos dos últimos en escritura jeroglífica— lo cual demuestra la estratégica posición de la ciudad, tanto como nudo de comunicaciones terrestres entre Asia Menor y Mesopotamia, como puerta de entrada por vía portuaria de esta ruta comercial hacia otros pueblos del Cercano Oriente.
Este cruce de caminos se desarrolló desde el 6.000 a. C., en tiempos neolíticos, pero especialmente se destacó en el período más tardío e histórico de la ciudad, durante la Edad del Hierro, que hizo que por lo tanto ésta fuese su época más clásica y esplendorosa en población y desarrollo económico y cultural —como se ha indicado, hacia el Siglo XII a. C.—. Excavaciones posteriores, en 1958, 1973 —en la que se encontraron 120 tablillas— y 1994 —en la que se encontraron 300 tablillas— permitieron detectar respectivamente en cada una de ellas una nueva biblioteca, totalizando cinco las identificadas, con las dos previamente descubiertas del Palacio Real. La colección de tablillas correspondiente a la primera fue vendida en el mercado negro, rescatada casi en su totalidad por el Instituto de Antigüedad y Cristiandad de la Escuela de Teología de Claremont. Su traducción e interpretación científica fue publicada por Loren R. Fisher en 1971.
Entre los textos religiosos que se descubrieron en el Palacio Real, se destaca el ciclo de Baal, principal documento religioso que instruye la práctica doctrinaria que debe aplicarse a este dios, fundamental en los principios religiosos de éste y otros pueblos semíticos vecinos del Levante; La Leyenda de Keret; La Muerte de Baal — describe los enfrentamientos entre Mot y Baal Hadad—; la Epopeya de Aqhat —o Leyenda de Dan-El—, y el Mito de Baal-Aliyan. Los principales dioses fueron:Asherah, el Ashartu mesopotámico; Yaw, dios del caos y las tempestades, posiblemente emparentado con el posterior Yahveh hebreo; Mot, dios de la muerte; Yam, dios del mar; Hadad, rey del cielo. Estos dioses eran los Elohimiticos, pues eran la corte del dios principal, El. Esta corte era conocida como ‘Ihm. Entre los palacios religiosos se destaca uno dedicado al ya citado dios Baal, y otro a Dagón, el espíritu del inframundo local principal.
Los textos religiosos permiten conocer las creencias típicas de los pueblos del Levante en tiempos cercanos a que esta región, y en especial las tierras vecinas más hacia al sur —Canaán, posterior Israel—, fuesen ocupadas por el pueblo hebreo. Al pasar a ser su territorio el conocimiento de estas creencias permite comprender la redacción de los hechos de los hebreos y sus costumbres más antiguas, expresadas en la Biblia, íntimamente relacionadas con las tradiciones previas de sumerios y pueblos semitas como éste, más avanzados que el hebreo en un principio, y emparentados lingüísticamente a su vez. Un alfabeto que reemplazó a la previamente indicada escritura cuneiforme de origen mesopotámico, emergió en torno al siglo XV a. C.
Es motivo de disputa si éste fue el primer alfabeto de la historia, o el fenicio, procedente de una región vecina y vinculada con Ugarit al norte —Líbano—. Como sea, el ugarítico y el fenicio fueron etapas primigenias del alfabeto semita, que originó a los demás alfabetos del mundo y se consolidó posteriormente con su etapa aramea. El alfabeto ugarítico, de 30 caracteres, reflejaba mejor la oralidad del idioma ugarítico —y de cualquier otro— que los jeroglíficos egipcios o las cuñas mesopotámicas, permitiendo abrir el acceso al conocimiento, la literatura y el registro escrito de hechos y obligaciones a un número de población más extenso que el de los escribas, única clase escribiente en éste y otros estados de Oriente hasta ese momento. Esto explica su éxito, tanto local como internacional posteriormente. Fue toda una revolución, dispersa por el mundo luego por los fenicios primero, y en contacto con éstos, griegos —hacia Occidente— y arameos —hacia Oriente—, después.
Más tarde, el mito hebreo convierte a Henoc en el ángel ayudante y consejero de Jehová Elohím y también en patrono de todos los niños que estudian la Torá. Según el Sefer Hejalot (midrás sobre los secretos del Cielo, estrechamente relacionado con el Libro de Henoc): “El sabio y virtuoso Henoc ascendió al Cielo, donde se convirtió en el principal consejero de Yahvéh Elohím y desde entonces fue llamado Metatron. Yahvéh Elohím puso su propia corona sobre la cabeza de Henoc y le dio setenta y dos alas y numerosos ojos. La carne de Henoc se transformó en llama, los tendones en fuego, los huesos en ascuas, los ojos en antorchas, el cabello en rayos de luz, y lo envolvió la tormenta, el torbellino, el trueno y el rayo”. Metatrón sería una corrupción hebrea del griego meta-dromos, ‘el que persigue con venganza’, o de meta ton zronon, ‘cercano al trono’.
Los setitas (descendientes de Set) hacían voto de celibato y llevaban vida de anacoretas, según el ejemplo de Henoc. Según el Génesis 5, Henoc era un hombre justo, «caminó con Yahvéh», vivió 365 años, y desapareció, porque Yahvéh se lo llevó sin que muriera. El escritor midrásico judío Bar-Hebraeus escribió: “Henoc fue el primero que inventó los libros y las diversas formas de escritura.
Los antiguos griegos declaran que Henoc es equivalente a Hermes Trimegisto, y enseñó a los hijos de los hombres el arte de construir ciudades, y promulgó algunas leyes admirables [...] Descubrió el conocimiento del zodiaco, y el curso de los planetas; y enseñó a los hijos de los hombres que debían adorar a los Elohim, que debían ayunar, que debían rezar, que debían dar limosnas, ofrendas votivas y diezmos. Reprobó los alimentos abominables y la ebriedad, e instituyó festivales para sacrificios al Sol, en cada uno de los signos zodiacales”.
En el Corán, el profeta Henoc es conocido como Idris, y se le describe como sigue: “¡Verdaderamente! Es un hombre de verdad y un profeta. Le elevamos a un alto puesto”. Según el 2 Henoc, texto apócrifo y pseudoepigráfico, el dios Yahvé se llevó a Henoc y le transformó en el ángel Metatrón. Se dice que el rey Salomón adquirió gran parte de su sabiduría en el Libro de Raziel, colección de secretos astrológicos tallados en zafiro, que guardaba el ángel Raziel. En el capítulo 23 del 2 Henoc, el Henoc eslavo dice que el dios El dictó a Henoc su conocimiento cósmico, después designó a los ángeles Samuil y Raguil o Semil y Rasuil para que acompañaran a Henoc en su regreso a la Tierra y ordenó a éste que legara esos libros a sus hijos y a los hijos de sus hijos.
Tal sería el origen del Libro de Raziel, que fue entregado, según la tradición judía, por el ángel Raziel a Adán, del cual pasó a Noé, Abraham, Jacob, Leví, Moisés y Josué antes de llegar al rey Salomón. Según elTárgum sobre el Eclesiastés: “Cada día el ángel Raziel, erguido sobre el monte Horeb, proclama los secretos de los hombres a toda la humanidad y su voz resuena alrededor del mundo”. Un denominado Libro de Raziel, que data aproximadamente del siglo XII, fue escrito con toda probabilidad por el cabalista Eleazar ben Judah, de Worms, pero contiene creencias místicas mucho más antiguas. Para los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (conocidos popularmente como “mormones“), Enoc fundó la ciudad justa de Sion en un mundo pecaminoso. Él y los habitantes de toda la ciudad fueron «trasladados» por Jehová y se esfumaron de la superficie de la Tierra antes del Gran Diluvio. Dejaron a Matusalén y su familia (incluido Noé) para que gente justa siguiera poblando la Tierra.
Se dice que el patriarca Enoch escribió 366 libros de sabiduría. De Enoch se dice en las Escrituras: «anduvo toda su vida en los caminos de Dios y no conoció la muerte sino que fue asumido». Enoch fue el primer sabio de nuestra Era Adámica, o sea de nuestra actual civilización, tan adelantado que su sabiduría se regó por todos los países entonces conocidos y cada país trató de apropiárselo bautizándolo cada uno con el nombre apropiado al lenguaje del lugar. En Egipto fue conocido como Toth, escriba de los dioses, nombre que significa “dos veces grande”. En Grecia lo conocieron como Hermes Trimegisto, o sea, “tres veces grande”. En fenicia los llamaron Cadmus, o sea “cinco veces grande”. A través de los tiempos extraviáronse los 366 libros de Enoch. Andando los siglos aparecieron dos ejemplares de esos libros; uno en Abisinia (Etiopía) y el otro fue a dar a Rusia.
La copia etíope pasó a Jerusalén. Se presume que la Reina de Saba lo llevó como obsequio a salomón, y luego, por medio de las Cruzadas, fue a parar a Inglaterra donde fue archivada en la Abadía de Westminster, donde desapareció de la circulación, reapareciendo cuando un obispo encontró y leyó uno de los libros, precisamente el que trata de la Ley de Mentalismo, la cual le pareció interesante y la exhumó poniéndola en circulación, siendo hoy esta Ley la base de las Enseñanzas Metafísicas.
El libro traducido, que no sabemos cómo reapareció, es aquel en que se narra cómo Enoch fue llevado a la presencia de Dios antes de dejar definitivamente la Tierra, y las estupendas revelaciones que le fueron dadas para transmitirlas a sus hijos y a las sucesivas generaciones. Este nuevo fragmento de la primitiva literatura vio la luz por medio de ciertos manuscritos que fueron encontrados en Rusia y Servia, y lo que hasta ahora se conoce se ha conservado en lengua eslava.
Poco se sabe acerca de su origen, excepto que en la presente forma fue escrito en alguna parte, más o menos al comienzo de la Era Cristiana. Su último editor fue un griego y el lugar de su composición fue Egipto. Y ahora empezamos con el enigmático Libro de Enoch, que más bien parece relatar los encuentros de Enoch con extraños y poderosos seres extraterrestres, que lo hubiesen abducido, y sus gigantescas naves espaciales, con varios niveles. También, en el lenguaje, podemos ver la manera en que una persona sin vocabulario ni conocimientos tecnológicos explicaría una situación en un entorno de tecnología avanzada.
“Hubo una vez un hombre sabio, un gran artífice; y Dios concibió Amor por él. Así resolvió mostrarle las Supremas Moradas para que fuera un testigo ocular de Su Sabiduría, de la profundidad inconcebible e inmutable del reino de Dios Todopoderoso, y del muy maravilloso, gloriosos y brillante lugar donde se observa la presencia de los diversos ojos de los servidores del Señor, y del Inaccesible Trono del Altísimo, y de los grados y manifestaciones de las inmateriales Huestes, y del inefable ministerio de la multitud de elementos y de las varias apariciones inenarrables del canto del Anfitrión Querubín, y de la ilimitada Luz. En aquel tiempo, él dijo: Cuando cumplí mis 165 años, engendré a mi hijo Matusalém. También, después de esto, viví 200 años más, completando así todos los años de mi vida, en total 365.
En el primer día del primes mes, estaba en mi casa solo y descansando en mi diván. Dormía. Y cuando estaba dormido, una gran congoja llegó a mi corazón y estaba llorando en el sueño con los ojos cerrados y no podía comprender cuál era la causa de esta aflicción o de lo que me pasaría. He ahí que se me aparecieron dos hombres tremendamente altos, tanto así que no había visto nada semejante en la tierra, sus caras eran relucientes como el Sol, sus ojos eran también como una llameante luz y de sus labios salía fuego hacia delante; con ropas y mantos de varias clases; de apariencia violeta; sus alas eran más relucientes que el oro y sus manos blancas como la nieve. Estaban de pie a la cabecera de mi diván y empezaron a llamarme por mi nombre. Y me levanté de mi sueño y vi claramente a aquellos dos hombres de pie frente a mí.
Y yo los saludé, y se posesionó de mí tal miedo, que la apariencia de mi rostro se cambió en terror [extraña y detallada descripción de los seres que lo visitaron], y aquellos hombres me dijeron: <>. Y yo me apresuré a obedecerlos y salí fuera de mi casa hacia las puertas, como me fue ordenado y convoqué a mis hijos Matusalem y Regim y Gaidad y les hice saber todas las maravillas que aquellos hombres me habían contado”.
Y Enoch empezó a instruir a sus hijos: “Escuchen, hijos míos: No sé dónde iré ni qué me acontecerá, por lo tanto, hijos míos, ahora les diré que no se olviden de Dios a la faz de lo vano e inútil, los que no hicieron el cielo ni la tierra, porque éstos perecerán, como también aquellos que los glorifiquen, y permita el Señor asegurar vuestros corazones en su temor. Y ahora hijos míos, no dejen que nadie siquiera piense en buscarme, hasta que el Señor me devuelva a vosotros.
Y aconteció, luego que Enoch habló a sus hijos, que los ángeles lo tomaron entre sus alas y lo llevaron hacia el primer Cielo y lo instalaron en las nubes: “Y desde allí miré, y volví a mirar más arriba, y ellos me dejaron en el Primer Cielo y me mostraron un muy grande mar, mucho mayor que el mar terreno [tal vez la vista de un océano terrestre desde las alturas]. Ellos trajeron frente a mí a los ancianos y gobernantes de las órdenes estelares, y me mostraron doscientos Ángeles, que gobiernan las estrellas y hacen el servicio de los cielos y que vuelan con sus alas y alrededor de cada astro que va asomando. Desde aquí miré hacia abajo y vi las casas -tesoro de la nieve, y de los Ángeles que guardan esas inmensas casas -almacén y las nubes de donde ellos vienen y a donde tornan. Ellos me enseñaron las casas -tesoro del rocío así como del aceite de oliva y sus aspectos, como también de todas las flores de la tierra.
Más allá, muchos Ángeles custodian las casas -tesoro de estas cosas, y cómo están construidas para abrirlas y cerrarlas. Y aquellos hombres me llevaron y me condujeron al Segundo cielo y me mostraron una obscuridad, más impenetrable que ninguna obscuridad terrena, y ahí vi prisioneros colgados, mirando, esperando el gran juicio sin límite, y estos Ángeles eran de apariencia negra, más negra de nada terrenal, e incesantemente lloraban a través de todas las horas [tal vez un tipo de cárcel, en donde se aplicaban verdaderamente torturas, cuya explicación no requiere de conocimientos tecnológicos]. Y yo les dije a los hombres que estaban conmigo: “¿Cuál es el motivo por el cual estos son incesantemente torturados?”. Ellos me contestaron: “Esos son los apostatas de Dios, que no observaron los mandatos de Dios, que sólo tomaron consejo de su libre albedrío, y se separaron con su príncipe, que también él está atado al Quinto Cielo””.
“Y yo sentí una gran piedad por ellos, y ellos me saludaron y me dijeron: “Hombre de Dios ora por nosotros al Señor”. Y yo les contesté: “¿Quién soy yo, hombre mortal, que pueda orar por Ángeles. ¿Qué sé yo dónde iré, qué me acontecerá, o quien orará por mí?”. Y aquellos hombres me tomaron y me llevaron desde ahí y me condujeron hacia arriba, al Tercer Cielo`[¿el tercer piso de la gran nave?]. Y allí me dejaron. Y yo miré hacia abajo, y vi el aprovisionamiento de estos lugares, como nunca cosa semejante se había conocido para bien supremo. Y yo vi toda la dulzura de los árboles en flor y contemplé sus frutos, y deliciosos aromas, y todos los manjares que se preparan con burbujeante y fragante exhalación. Y en el centro de todos los árboles, aquél: el de la Vida, en aquel sitio, sobre el cual el Señor descansa cuando Él va y entra en el Paraíso; y este árbol es de inefable virtud y fragancia y luce engalanado mucho más que ninguna cosa existente; y desde todos los lados se ve de color dorado y bermellón y como fuego y cubre todo y ha engendrado toda clase de frutos [parece algún tipo de invernadero con algún sistema de calefacción]. Su raíz está en el jardín al fin de la tierra. El Paraíso es entre corruptible e incorruptible. Y dos fuentes brotaban enviando miel y leche, y otras dos fuentes manaban aceite y vino, y ellas se dividían en cuatro partes y corrían alrededor, en tranquilo curso, y bajaban dentro del Paraíso del Edén, entre corruptibilidad o incorruptibilidad. Y desde allí seguían su curso por la tierra, y tuvieron retorno en su círculo, igual que otros elementos [suena a algún tipo de máquina proveedora de alimentos y a alguna cinta transportadora] .
Y aquí no existe árbol y todo sitio es bendecido. Y aquí hay trescientos Ángeles muy resplandecientes que guardan el jardín y con un incesante y dulce cantar y nunca voces silentes, sirven al Señor a través de todos los días y las horas [tal vez algún tipo de hilo musical]. Y yo dije: “Qué melodios os es este lugar y cuán grato y dulce” y aquellos hombres me dijeron: Este lugar, ¡oh Enoch!, este lugar está preparado para los justos, que soportan toda clase de ofensas de aquellos que exasperan sus almas, para aquellos que exasperan sus almas, para aquellos que apartan sus ojos del inicuo, y juzgan justicieramente, y dan pan al hambriento, y cubren al desnudo de ropas, y levantan al caído, y ayudan el huérfano herido y que caminan impecables delante del rostro del Señor, y sirven a Él. Para ellos es preparado este lugar como su eterna herencia”
“Y aquellos dos hombres me fueron guiando a la parte Norte, y me mostraron ahí un terrible lugar, y había allí toda clase de torturas, cruel obscuridad y una iniluminada lobreguez. No hay luz ahí, sino un sombrío fuego constantemente flameando hacia lo alto; y un ardoroso río, a la vista, y todo aquel lugar por dondequiera es fuego [quizá una luz rojiza difusa], y dondequiera es escarcha y hielo [quizá algún tipo de vidrio], sed y escalofrío, mientras las ataduras son muy crueles y los Ángeles portan irritadas armas e imponen inhumanas torturas [otra vez un lugar donde se aplicaban torturas, que no requiere de conocimientos tecnológicos para poderlo explicar]. Y yo dije: “¡Dolor! ¡dolor! ¡qué terrible es este lugar!”. Y aquellos hombres me dijeron: “Este lugar ¡oh Enoch!, está preparado para aquellos que deshonran a Dios, y que en la tierra practican el pecado contra natura, que es la corrupción de los niños en la forma sodomita: hacen magia, encantamientos y satánicas brujerías; y quienes se jactan de sus actos impíos, robando, mintiendo, calumniando, envidiando, ejerciendo rencor, fornicación, asesinato; y quienes perversos roban las almas de los hombres, quienes viendo al pobre le quitan sus bienes y siendo ricos los atropellan por las mercancías de otros hombres; quienes teniendo medios para satisfacerles la necesidad hacen que el hambriento muera; y teniendo medios para vestirlo, desnudan al pobre; y aquellos que des conociendo a su Creador se inclinan ante desalmados, rindiendo culto a dioses, vanos dioses, fabricados por ellos mismos, talladas imágenes que no pueden ni oír; aquellos que practican obras impuras.
Para todos estos está preparado este lugar, como herencia eterna [probablemente de esta visión de Enoch viene la idea del infierno. De todos modos no corresponde a la idea de un dios caritativo y misericordioso]. Aquellos hombres me llevaron y me dejaron en el Cuarto Cielo, y me mostraron todos los sucesivos viajes y todos los rayos de la Luz del Sol y de la Luna [tal vez algún tipo de pantalla de televisión o equivalente].
Y yo medí sus viajes y comparé su luz y vi que la luz del Sol es más fuerte que la de la Luna. Sus círculos y los discos, que siempre están marchando como un viento que pasa con una muy maravillosa velocidad, y no tiene reposo ni en el día ni en la noche [tal vez se refieren a múltiples naves]”.
“Su tránsito y regreso están acompañados por cuatro grandes estrellas, y cada estrella tiene debajo de ella mil estrellas, a la derecha del disco del Sol, y por cuatro a la izquierda, cada una debajo de ellas contiene mil estrellas, que hacen un total de ocho mil, surgiendo continuamente en el Sol. Y en el día, quince miríadas de Ángeles la atienden, y por la noche, un millar [probablemente se refiera a naves más pequeñas]. Y seis aliados de ellos, salen con los Ángeles antes de que el disco del Sol entre en las finas llamas, y cien Ángeles encienden el Sol y lo ponen a alumbrar. Y yo miré y vi otros elementos. De este modo el Sol rota y va, y se levanta bajo el cielo, y en su curso sigue alumbrando a la tierra con la Luz incesante de sus rayos y cuyos nombres son: Phoenixes y Chalkydri [Seguramente se refiere a una o dos grandes naves],maravillosos y estupendos con pies y colas en la forma de un león, y una cabeza de cocodrilo.
La apariencia de ello es de color empurpurada, como el arco iris; y su tamaño es de novecientas mensuras; sus alas son como las de los Ángeles. Cada uno tiene doce, y ellos atienden y acompañan al Sol, gestando calor y rocío, como les ha sido ordenado por Dios. Aquellos hombres lleváronme lejos hacia el Este y me dejaron a las puertas del Sol, donde el Sol sigue hacia delante de acuerdo con la regulación de las estaciones y el circuito de los meses de todo el año, y el número de las horas del día y de la noche. Y yo vi seis puertas y cada puerta tenía sesenta y una estadía y la cuarta parte de un stadium y los medí exactamente y comprendí que su medida era ese tanto a través de la cual el Sol seguía su paso, marchando hacia el oeste [parece bastante claro que se refiere a una gran nave resplandeciente y que le están mostrando el zodiaco], y se hace igual y se levanta a través de todos los meses, y se devuelve de nuevo de las seis puertas de acuerdo con el curso de las estaciones; de este modo el cielo de todo el año se ha terminado después del retorno de las cuatro estaciones.
Y otra vez aquellos hombres me condujeron hacia los sitios del oeste, y me mostraron seis grandes puertas abiertas, correspondiendo con las puertas del Este [6 puertas del Este y 6 del Oeste parecería mostrar las 12 posiciones del zodiaco] . En sentido opuesto, al lugar donde sale, el Sol se pone, de acuerdo con el número de los días trescientos sesenta y cinco y un cuarto[sorprendentemente indica la duración precisa de 1 año. Un año o año sideral equivale a 12 meses en orbitar una vuelta alrededor del Sol. Duración: 365,256 363 004 días siderales, o 365,242 190 402 días solares medios]”.
“Y así otra vez él baja a las puertas del oeste, extrayendo sus luces, la grandiosidad de su brillar, bajo la tierra, ya que la luminosidad de su corona permanece en el cielo con el Señor, custodiada por cuatrocientos Ángeles, mientras el Sol va rotando en círculo bajo la tierra, y permanece siete largas horas en la noche; y allí queda la mitad de su curso bajo la tierra, y cuando él vuelve aproximándose al Este en la octava hora de la noche, él trae sus luces, y su corona de resplandores y las llamas del Sol flamean más que el fuego [parece que se refiere a 2 naves, una que se mantiene en órbita y otra que desciende hacia la Tierra]. Entonces Los elementos del Sol, llamados Phoenixes y Chalkydri rompen a cantar [seguramente el sonido que emitían las naves]; por consiguiente, cada ave vibrando con sus alas, regocijan al dador de la luz, y ellos entonan su canto al mandato del Señor.
El dador de la luz viene para dar luminosidad al mundo entero, y el guardián de la mañana toma forma, esto viene a ser: los rayos del Sol, y el Sol de la tierra se manifiesta y recibe en fulgurante luz para encender toda la faz de la tierra; y ellos entonces me mostraron estos cálculos de los viajes al Sol. Y las puertas por donde él entra, éstas son las grandes puertas de la computación de las horas del año; es ésta la razón por la cual el Sol es una gran creación, cuyo ciclo dura veinte y ocho años, y comienza de nuevo desde el principio. Aquellos hombres me mostraron la otra ruta, la de la Luna, doce grandes puertas coronaban de Oeste a Este por donde la Luna va y vuelve al tiempo acostumbrado.
Y va hacia adentro por la primera puerta, por los lados del Oeste del Sol: Por las primeras puertas, con treinta y un día exactos. Por las segundas puertas, con treinta y un día exactos. Por la tercera puerta, con treinta días exactos. Por la cuarta puerta, con treinta días exactos. Por la quinta puerta, con treinta y un día exactos. Por la sexta puerta, con treinta y un días exactos. Por la séptima puerta, con treinta días exactos. Por la Octava puerta, con treinta y un días exactos. Por la Novena Puerta, con treinta y un días exactos. Por la Décima puerta, con treinta días exactos. Por la Undécima puerta, con treinta y un días exactos. Por la Duodécima puerta, con veinte y ocho días exactos [tal vez un centro de observación con doce pantallas]”.
“Y así van a través de las puertas del oeste en el mismo orden y número que siguen las puertas del Este, y de esta forma cumple con los trescientos sesenta y cinco y un cuarto de días del año solar, mientras el año lunar tiene trescientos cincuenta y cuatro y quedan faltándole doce días del cielo solar, que son los aspectos de la luna de todo el año. De este modo, también el gran cielo contiene quinientos treinta y dos años. El cuarto año de un día se omite por tres años y el cuarto año lo completa exactamente [¿se refiere a años bisiestos?].
Por lo tanto ellos son sacados fuera del cielo por tres años y no son agregados al número de días, porque ellos cambian el compás de los años a dos nuevos meses más hacia el final de dos meses más hacia la merma. Y cuando las puertas del oeste se cierran, él regresa y va al Este a las luces, y de este modo él continúa día y noche en rededor de los círculos del cielo, que están más bajos que los demás círculos, y corre más veloz que los vientos del cielo, y más aún que los espíritus, elementos y ángeles volando; cada ángel tiene seis alas. Ella tiene un curso séptuple en diez y nueve años. En el centro del cielo yo vi soldados armados, sirviendo al Señor, con tímpanos y órganos, con voces incesantes, con dulce voz, con un continuo, suave y amoroso y variado cantar, imposible de describir y que enajena cada mente, tan mágico y maravilloso era el canto de aquellos ángeles y yo me deleitaba escuchándolo.
Los hombres me llevaron hacia el quinto cielo y me dejaron allí, y allí vi muchos e incontables soldados, llamados Grigori, de humana apariencia, y su talla era mayor que aquella de los grandes gigantes y sus caras marchitas, y sus bocas de perpetuo silencio, y no había servicio en el quinto cielo, y yo les dije a los hombres que estaban conmigo: ¿Cuál es el motivo que estos seres estén tan macilentos, y sus caras melancólicas y sus bocas silenciosas y cuál el motivo de que no exista servidumbre en este cielo?. Y ellos me dijeron: Estos son los Grigori, que en unión con su príncipe Satanás, rechazaron el Señor de la Luz, y después de ellos siguen aquellos que están sumergidos en gran obscuridad en el segundo cielo, y tres de ellos bajaron a la Tierra desde el trono del Señor, el lugar llamado Ermon, y rompieron por completo sus votos en el hombro del Monte Ermon. Vieron a las hijas de los hombres y lo buenas que eran, y las tomaron por esposas, pervirtiendo la tierra con sus hechos, que en todo tiempo de sus años vivieron fuera de toda ley, cometiendo vilezas , promiscuando. Así nacieron gigantes maravillosos, grandes hombres y hubo gran hostilidad entre ellos”.
Los Grigori (del griego egrḗgoroi, que significa Observadores o Vigilantes), también conocidos como hijos de Elohim; son un grupo de ángeles caídos de la mitología judeocristiana mencionados en algunos textos apócrifos Bíblicos y en el Libro del Génesis. En estos textos se menciona que los Grigori fueron seres que se aparearon con las “hijas del hombre” (en hebreobanot ha’adam); naciendo de esta unión una raza de gigantes conocida como los Nephilim. Según el Libro de Enoc, los Grigori suman un número de 200 pero sólo sus líderes son mencionados: “Estos son los nombres de sus jefes: Samyaza, que era su líder, Urakabarameel, Akibeel, Tamiel, Ramuel, Dan’el, Azkeel, Saraknyal, Asael, Armers, Batraal, Anane, Zavebe, Samsaveel, Ertael, Turel, Yomyael y Azazyel (también conocido como Azazel). Estos eran los prefectos de los doscientos ángeles, y el resto eran todo con ellos”. Algunos grupos de teólogos postulan que todos estos textos se refieren en general a estos seres como un grupo de ángeles castigados por Yahweh (ángeles caídos) por haberse enamorado y copulado con las mujeres de la tierra, y por haber enseñado a los hombres la creación de armas y el arte de la guerra principalmente, entre otros conocimientos, trayendo un desequilibrio entre los hombres.
Cabe destacar que en la religión católica desde la interpretación de san Agustín de Hipona se dejó de lado esta antigua definición como ángeles, indicándose desde entonces que la expresión hijos de Dios se refiere a los descendientes de Set; y serían llamados así por su amor de Dios.
En la Biblia: en el libro de Génesis, se conserva parte de este relato, en el que se habla de estos ángeles refiriéndose a ellos como hijos de Elohim que tomaron para sí mujeres, y engendraron gigantes (llamados nephilim). El motivo según la Biblia por el cual Elohim no aceptó estos hechos estaría indicado en la siguiente frase: “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; pero vivirá ciento veinte años” (Génesis 6). Siendo la interpretación de esta frase según los eruditos, de que Elohim no deseó que permaneciera para siempre su espíritu (esencia de vida) en el hombre; ya que con ello el hombre viviría mucho más de lo que desea, o viviría para siempre.
En el Libro de Enoc, además de nombrar al número y los nombres de los principales Grigori, igualmente mencionaría este relato más detalladamente; contando además el tipo de castigo que sufrieron estos seres y sus hijos. Al unir la historia de ambos textos se da a entender que el castigo de estos ángeles se habría realizado después de la creación del hombre, a diferencia de otros mitos que relacionan estos hechos con Lucifer; el cual se indica en estas creencias y leyendas que habría sido castigado antes de la creación bíblica del mundo. Sin embargo hay que tener en consideración que igualmente en el libro de Enoc se cuenta que ya antes de estos sucesos, existían castigadas siete estrellas parecidas a grandes montañas.
Ellas arderían, en la prisión de las estrellas y de los poderes del cielo por haber transgredido el mandamiento de Yahweh, desde el comienzo de su ascenso, por no haber llegado a su debido tiempo; por lo cual Elohim se irritó contra ellas y las encadeno hasta el tiempo de la consumación de su culpa para siempre, en el año del misterio. En el Libro de los Jubileos (texto apócrifo escrito en tono midrásico probablemente en el siglo II o III a.C), se menciona que estos ángeles son hijos de los Elohim (‘señores‘), un antiguo plural mayestático del Dios hebreo, o el posible indicio de un origen politeísta del judaísmo. En este libro se habla que estos seres eran gigantes que habían bajado a la Tierra porque carecían de compañía femenina. Los Elohím les habían enviado a la tierra para enseñar a la humanidad la verdad y la justicia, pero estos decidieron pactar y desobedecer su misión y las reglas. Este texto ofrece una versión diferente del propósito por el cual los Vigilantes bajaron inicialmente a la Tierra, y complementa la descripción de éstos seres.
“Y por esto Dios los juzgó con gran discernimiento, y ellos lloraron por sus hermanos y ellos también serán castigados en el gran día del Señor. Y yo les dije a los Grigori: “Yo vi a sus hermanos y sus trabajos, y sus grandes tormentos, y oré por ellos, pero las leyes de Dios los han condenado a estar bajo tierra hasta que el cielo y la tierra tengan su fin”. Y yo dije: “¿Por qué motivo esperáis, hermanos, y no servís ante la faz del Señor?. Y no han puesto sus servicios delante del Señor, a fin de no violar totalmente a las leyes del Señor”. Y ellos oyeron mi advertencia, y hablaron con las cuatro categorías del cielo, y de ahí mientras yo permanecía con esos dos hombres, cuatro trompetas pregonaron juntas a grandes voces y los Grigori rompieron a cantar a una voz, y sus voces lastimeras subieron hasta el Señor conmovedoras. Y desde allí me tomaron y me dejaron más arriba, en el sexto cielo, y vi ahí siete congregaciones de ángeles, muy brillantes y muy gloriosos y sus caras fulgurantes más que el brillo del Sol, relumbrando, sin diferencia alguna en sus caras, o comportamiento, ni en su modo de vestir; y estos ángeles crean las órdenes, y aprenden la salida de las estrellas y la alteración de la Luna y el buen gobernar del mundo [probablemente se refiera a seres con trajes espaciales].
Y cuando ellos ven malignidad, ellos crean mandamientos e instrucción, y dulces y altos cantares, y toda clase de cantos de alabanzas.
Estos son los arcángeles que están en más alto lugar que los ángeles, miden toda vida en el cielo y sobre la tierra, y a los ángeles que están a cargo de las estaciones y años, a los ángeles que están sobre los ríos y el mar, y que están sobre los frutos de la tierra, y los ángeles que están sobre la grama, alimentando a todo, a cada cosa viviente, y los ángeles que inscriben a todas las almas de los hombres, y todos sus hechos, y sus vidas frente a la faz del Señor; en el centro de ellos están seis Fénix y seis Querubines y Ángeles de seis alas, y cantan continuamente a una sola voz y no es posible describir su cantar, y ellos se regocijan delante del Señor al pie de su escabel”.
“Y aquellos dos hombres me levantaron desde aquí y me condujeron al Séptimo Cielo, y allí vi una muy grande luz, y encendidos ejércitos de grandes arcángeles, fuerzas corpóreas, y señoríos, órdenes y potestades, querubines y serafines y seres de muchos ojos, nueve regimientos, la estación de luz Joanti, y me entró miedo y comencé a temblar con gran terror [parece claro que vio a seres o robots con vestimentas muy extrañas para una persona sin conocimientos tecnológicos], y aquellos hombres tomaron de mí y me condujeron detrás de ellos y me dijeron: “Ten valor, Enoch, no temas”, y me mostraron al Señor a lo lejos, sentado en un muy alto trono [una imagen muy física de un dios]. Porque ¿qué puede haber en el décimo cielo, si el Señor habitaba aquí?. El décimo cielo es Dios; en la lengua hebrea el dios Él es llamado Aravath. Y todos los ejércitos del cielo bajaron y colocándose en el décimo escalón de acuerdo con su rango, se inclinaron ante el Señor, y de nuevo marcharon a sus sitios en alegría y felicidad, cantando sus cantares en la infinita luz con suaves y tiernas voces, sirviéndole gloriosamente.
Y los querubines y serafines de pie por doquiera del trono, los de seis alas y los de muchos ojos estuvieron de pie delante de la faz del Señor cumpliendo Su mandato, y cubrieron todo su trono, cantando con suave voz delante de la faz del Señor: “Gloria, Gloria, Gloria, Señor Regidor de los Ejércitos, los Cielos y la tierra están llenos de tu Gracia”. Cuando yo vi todas estas cosas, aquellos hombres me dijeron: “Enoch, de este modo, hasta aquí nos ha sido encomendado viajar a tu lado (contigo)” y aquellos hombres se marcharon de mi lado, y desde entonces no les vi. Y permanecí solo al final del séptimo cielo y tuve miedo y caí de frente y me dije: “Triste de mí, ¡qué me ha sucedido!”. Y el Señor envió uno de sus gloriosos elegidos, el Arcángel Gabriel, y él me dijo: “Ten valor, Enoch, no temas, levántate delante de la faz del Señor dentro de la eternidad, levántate, ven conmigo”. Y yo le contesté y me dije a mí: “Mi Señor, mi alma se ha fugado de mi ser, de terror estremecida”, y reclamo a los hombres que me trajeron y que me condujeron a este lugar, en ellos yo confío, y es con ellos que me presentaré ante la faz del Señor”.
“Y Gabriel me levantó como una hoja llevada por el viento, y me dejó delante de la faz del Señor. Y yo vi el Octavo Cielo, que es llamado en lengua hebrea Muzaloth donde hacen el cambio las estaciones, de sequía, de humedad, y también de los doce signos del Zodíaco, el cual está más alto que el séptimo cielo. Y yo vi el Noveno Cielo, que es llamado en hebreo Cuchavim , donde están las moradas celestiales de los doce signos del Zodíaco. En el Décimo Cielo, “Aravoth”, yo vi la imagen del Señor como hierro candente, hecho para brillar en fuego, emitiendo chispas, y ellas quemaban [parece más la imagen de alguna máquina que de un ser]. De este modo yo vi la faz del Señor, pero la faz del Señor es inefable, maravillosa, y muy impresionante y muy, muy majestuosa. ¿Y quién soy yo para hablar de la inexplicable entidad del Señor y de su muy prodigiosa faz?.
Yo no puedo describir la cantidad de sus múltiples instrucciones, ni la variedad de sus voces, ni el trono del Señor, el cual es tan imponderable y no hecho por manos en su hechura; ni la cantidad de aquellos que hay a su alrededor, ejércitos de Querubines y serafines, ni de su incesante cantar, ni de su inmutable belleza ¿quién puede referir la inefable grandeza de su gloria?.
Y yo fui postrado y reverencié al Señor, y el Señor me habló por sus labios: “Ten valor, Enoch, no temas, levántate y de pie frente a mí entra en la eternidad”. Y el Arcángel Miguel me levantó y me llevó frente a la incomparable presencia del Señor. Y el Señor dijo a sus servidores, poniéndolos a prueba: “dejen a Enoch frente a mi Presencia dentro de la Eternidad”, y los gloriosos reverenciaron al Señor, y dijeron: “Dejemos ir a Enoch de acuerdo con Tu palabra”. Y el Señor dijo a Miguel: “Ve y lleva a Enoch y despójale de sus terrenas vestiduras, y úngelo con mi dulce y fragante ungüento y ponle las vestiduras de Mi Gloria”. Y Miguel ejecutó de ese modo, como lo ordenó el Señor. Él me ungió y me vistió, y la apariencia de aquel ungüento en mí era más hermosa que la brillante luz, y su ungüento es como cristalino rocío y su olor indefinible y leve, y yo me miré y me vi como uno de sus Gloriosos [probablemente lo lavaron, desinfectaron y le pusieron algún tipo de tarje espacial, como el de los otros seres]”.
“Y el Señor llamó uno de sus Arcángeles de nombre Pravuil, cuya sabiduría era más rápida en entendimiento que la de los otros Arcángeles, y fue él quien escribió todos los hechos del Señor; y el Señor le dijo a Pravuil: “Saca los libros de mis archivos y una caña rápida de escribir y entrégala a Enoch, facilítale los selectos y alentadores libros que han sido escritos por tu mano [posiblemente Pravuilera algún tipo de bibliotecario tecnológicamente avanzado]”. Y él me estuvo contando todas las obras del cielo, tierra y mar y de todos los elementos, sus idas y venidas, y el tronar de los truenos, el Sol y la Luna, la idas y cambios de las estrellas, de las estaciones, años, días y horas, el correr del viento, el número de Ángeles, y cómo se inspiraban sus cantares, de todas las cosas humanas, de cada canción humana y su vida, los mandamientos, instrucciones, y de las dulces voces en sus cantares y de todas las cosas que son convenientes de aprender. Y Prauvil me contó: “Todas las cosas de las que te he hablado las hemos escrito. Siéntate y escribe sobre todas las almas existentes de la humanidad, así, muchos de ellos han nacido ya; y sus sitios están preparados para ellos por toda la eternidad; porque todas las almas han sido preparadas para la eternidad, desde antes de la formación del mundo”.
Y todo es doble, treinta días y treinta noches, y yo escribí todo exacto como me fue dictado, y escribí un total de trescientos sesenta y seis libros. Y el Señor me citó y me dijo: “Enoch, siéntate a mi lado izquierdo, con Gabriel”. Y yo me incliné delante del Señor, y el Señor me habló: “Enoch, amado, todo lo que tú ves, todas las cosas que permanecen de pie, terminadas ya te las digo aún antes de su principio, todo lo que he creado de lo que no existe, y de cosas visibles e invisibles”. “Oye Enoch y toma en este dicho mis palabras, porque ni aún a mis ángeles he contado mi secreto, y yo tampoco les he dicho de su ascensión, ni de mi infinito dominio como tampoco ellos han entendido mi acción creativa que hoy te la digo a ti”. “Porque desde antes de que todas las cosas fueran visibles, sólo yo acostumbraba adentrarme en las cosas invisibles; como el Sol se mete de Este a Oeste, y de Oeste a Este”. “Pero hasta el Sol consigue paz en sí, mientras yo no encontraba paz en mí, porque yo estaba creando todas las cosas, y yo concebí la idea de asentar fundamentos y de crear visibles creaciones”.
“Yo ordené que de los sitios muy bajos, que las cosas visibles bajen de lo invisible, y Adoil bajó muy majestuoso, y yo le observé, y ¡he ahí! Que traías un vientre lleno de gran luz”. Y yo le dije: “Ábrete, Adoil, y deja que lo visible salga fuera de ti”. “Y él se abrió y una gran luz salió fuera [¿quién o qué es este misterioso personaje?}. Y yo estaba en el medio de la gran luz, y así fue cómo nació la luz de la luz, de ahí surgió entonces un gran período, y mostró lo que es creación, la cual enseñé yo a crear”. “Y yo vi lo que lo que había creado era bueno”. “Y yo instalé un trono para mí, y tomé asiento en él, y le dije a la luz: “Ve tú allá arriba y te fijas por ti misma en la altura sobre el trono del Señor, y sé el fundamento de los grandes eventos”. “Y sobre la luz, allá, no existe nada más, y entonces me incliné y miré arriba desde mi trono. Y yo ordené de los sitios muy bajos por segunda vez, y dije: “Deja que Archas se proyecte con fuerza”. Y de lo invisible, Archas se proyectó con fuerza, pesado, muy rojo.
Y yo dije: “Ábrete Archas, y deja que de ahí, nazca de ti”, y él se abrió, una Era surgió adelante, muy poderosa y muy obscura, gestando la creación de todas las cosas bajas. Y yo vi que esta obra era buena y le dije a él: . “Ve tú más abajo, y hazte firme, y sé un pedestal para las cosas bajas”, y así fue, y él se fue abajo y él mismo se fijó, y fue el principio para las cosas comunes, y más bajo que la obscuridad no hay nada más. Y yo ordené que se tomara de la luz y de la obscuridad, y yo dije: “hazte sólido, y así se hizo, y yo la esparcí con la luz, y se hizo el agua y la esparcí sobre la obscuridad debajo de la luz , y entonces hice firme el agua, es decir el sin-fondo, y yo hice fundamento de luz alrededor del agua y creé siete círculos de su adentro, e imagina tú el agua como cristal húmedo y seco, es como decir de vidrio, y la circuncisión de las aguas y los otros elementos, y yo di a cada uno de ellos su camino, y a las siete estrellas cada una de ellas su cielo, y que ellas fueran de este modo, y yo vi que lo así creado, era bueno. Y yo separé entre la luz y entre la obscuridad, es decir, en todo el centro del agua, acá y allá, y yo le dije a la luz, que ella debía ser el día, y a la obscuridad, que ella sería la noche, y ahí también hubo tarde y también amanecer el primer día”.
Aquí podemos hacer referencia a "El libro de los Espiritus" de Allan Kardek, (1804 - 1869), seudónimo del pedagogo francés Hippolyte Léon Denizard Rivail, que es conocido como el sistematizador del espiritismo: “Dios creó el universo que comprende todos los seres animados e inanimados, materiales e inmateriales.-Los seres materiales constituyen el mundo visible o corporal y los inmateriales el invisible o espiritista, es decir, el de los espíritus.-El mundo espiritista es el normal, primitivo, eterno, preexistente y sobreviviente a todo. El mundo corporal no pasa de ser secundario; podría dejar de existir, o no haber existido nunca, sin que se alterase la esencia del mundo espiritista.
Los espíritus revisten temporalmente una envoltura material perecedera, cuya destrucción, a consecuencia de la muerte, los constituye nuevamente en estado de libertad. -Entre las diferentes especies de seres corporales, Dios ha escogido la especie humana para la encarnación de los espíritus que han llegado a cierto nivel de desarrollo, lo cual les da la superioridad moral e intelectual sobre todos los otros.-El alma es un espíritu encarnado, cuyo cuerpo no es más que la envoltura.-Tres cosas existen en el hombre: El cuerpo o ser material análogo a los animales, y animado por el mismo principio vital;- el alma o ser inmaterial, espíritu encarnado en el cuerpo; y el lazo que une al alma y al cuerpo, principio intermedio entre la materia y el espíritu. Así pues, el hombre tiene dos naturalezas: por el cuerpo, participa de la naturaleza de los animales, cuyos instintos tiene, y por el alma, participa en la naturaleza de los espíritus.-El lazo que une el cuerpo y el espíritu es una especie de envoltura semimaterial.
La muerte es la destrucción de la envoltura más grosera; pero el espíritu conserva la segunda, que constituye un cuerpo etéreo, invisible para nosotros en estado normal y que puede hacer visible accidentalmente, y hasta tangible, como sucede en el fenómeno de las apariciones. -Así pues, el espíritu no es un ser abstracto e indefinido que solo puede concebir el pensamiento, sino un ser real y circunscrito que es apreciable en ciertos casos por los sentidos de la vista, del oído y del tacto”.
Y Allan Kardek continúa: “Los espíritus pertenecen a diferentes clases y no son iguales en poder, inteligencia, ciencia y moralidad. Los del primer orden son los espíritus superiores, que se distinguen de los demás por su perfección, conocimientos, proximidad a Dios, pureza de sentimientos y amor al bien. Son los ángeles o espíritus puros. Las otras clases se alejan mas y mas de semejante perfección, estando los de los grados inferiores inclinados a la mayor parte de nuestras pasiones, al odio, la envidia, los celos, el orgullo, etc, y se complacen en el mal. Entre ellos, los hay que no son ni muy buenos, ni muy malos. Mas embrollones y chismosos que malvados, parece ser patrimonio suyo la malicia y la inconsecuencia. Estos tales con los duendes o espíritus ligeros.
Fuente: http://oldcivilizations.wordpress.com
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