Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni, que pasó a la historia como Miguel Angel, nació en el pueblo Caprese, en la región de Toscana.
La famosa novela el “Código Da Vinci” de Dan Brown, nos presentó una ficción histórica en la que algunas obras del genio italiano escondían una atrevida tradición que fue desterrada por la
Iglesia Católica. Según la novela,
María Magdalena habría tenido un hijo con
Jesús y los indicios de esta unión estarían disimulados en el cuadro “La Ultima Cena”. Muchos investigadores han tratado de probar la autenticidad de las especulaciones de Dan Brown pero la impresión general es que se trata de una interpretación antojadiza de la obra de Leonardo.
Pero, ¿qué pasaría si otro de los íconos del Renacimiento, como Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564), sí hubiese escondido deliberadamente mensajes de un conocimiento secreto en varias de sus obras?
En esta serie de entregas, vamos a emprender un viaje iniciático que nos llevará por un laberinto de sectas milenarias, de símbolos mágicos, de personajes misteriosos, de textos perdidos y de claves esotéricas ocultas en el mismo seno de la
Iglesia Católica.
Se trata de revelar una verdad que desde tiempos inmemoriales ha sido preservada y es conocida por los iniciados de las escuelas mistéricas : la mente precedió a la materia en la creación del universo.
Los cuernos del Moisés
Entre dos columnas de mármol de la Basílica de San Pietro in Vincoli, ubicada en Roma, se encuentra una imponente escultura de Moisés, el patriarca bíblico que abrió las aguas del Mar Rojo, realizada por el genio renacentista Miguel Ángel Buonarroti.
Quienes se acercan a la escultura quedan sorprendidos por la hiperreal expresión de furia que Miguel Ángel le supo imprimir a la obra, dándole a la piedra insospechados límites expresivos.
A la izquierda, detalle de la nave central de la Basílica de San Pietro in Vincoli en Roma. A la derecha, el Moisés de Miguel Angel que se encuentra a uno de los lados del altar.
El Moisés de Miguel Ángel tiene una expresión facial y corpórea tan natural que quienes lo observan sostienen que el personaje atrapado en la piedra llega a comunicarles sus emociones y pensamientos. Quizás, esto fue lo que cautivó al padre del psicoanálisis Sigmund Freud (1856-1939) que, en el año 1913, pasó tres semanas observando la estatua con la intención de dilucidar el estado emocional del personaje. Esto posiblemente inspiró su ensayo “El Moisés de Miguel Ángel” (1914):
“..Ninguna estatua ha tenido jamás una impresión más fuerte en mi que esta. Cuantas veces he subido los empinados escalones de la desagradable calle del Corso Cavour hacia la soltaria plaza dónde se encuentra la abandonada iglesia y he tratado de soportar el enfurecido desprecio de la mirada del héroe…como si yo mismo perteneciese a la turba que esta observando.” (“El Moisés de Miguel Ángel”. Sigmund Freud, 1914)
Sin embargo, el Moisés de Miguel Ángel tiene un elemento mucho más importante que ha sido menospreciado por la mayoría de historiadores del arte. La estatua tiene dos protuberancias, en forma de cuernos, que sobresalen a cada lado de la cabeza.
Para la historia tradicional, los cuernos del Moisés son producto de una mala traducción, del hebreo al latín, del pasaje de la
Biblia conocida como la Vulgata Latina, que el artista utilizó como inspiración para su obra.
Existe, sin embargo, otra explicación que para Los Divulgadores es mucho más convincente. Los cuernos esconden un mensaje oculto sobre la
evolución del hombre y su verdadero potencial espiritual.
Detalle de los controversiales cuernos que el artista esculpió en la cabeza del Moisés.
Una tumba colosal
La escultura tiene aproximadamente dos metros y medio de alto y se encuentra en la tumba del Papa Julio II al interior de la Basílica de San Pietro in Vincoli o San Pedro Encadenado en Roma, dónde, según la
Iglesia Católica, se encuentran las cadenas que aprisionaron a San Pedro.
Moisés está sentado sobre una maciza estructura en forma de silla con una mirada que expresa, al mismo tiempo, ira, dolor y desprecio. Su mano derecha protege las tablas de los diez mandamientos y, al mismo tiempo, juega con su larga barba dándole un aire reflexivo al personaje. La mano izquierda, un poco más abajo, descansa sobre su vientre. El torso está orientado hacia la derecha del personaje y su rostro mira hacia el lado opuesto, generando una sensación de dinamismo en la obra.
Originalmente, el rostro del Moisés, pieza fundamental de la obra, miraba hacia el frente. Pero, en 1540, cuando la escultura fue llevada al lugar en el que se encuentra actualmente, Miguel Ángel decidió cambiar la orientación del rostro para que recibiera la luz que ilumina ese rincón de la basílica.
Miguel Ángel, con menos de treinta años de edad, terminó de esculpir alrededor del año 1504 el “David”, que fue entonces considerada la escultura más hermosa jamás realizada. Es así como la fama de Miguel Ángel llegó a oídos del Papa Julio II (1443-1513), quien le encargó que construyera y decorara para él, la tumba más imponente de la historia.
Según los planes trazados por Buonarroti, la tumba del Papa Julio II tendría una estructura de tres pisos adornada con más de treinta estatuas, entre ellas la del Moises, la mayoría de dos a tres metros de alto, y estaría coronada por la imponente figura central del Papa.
Detalle de la reconstrucción frontal y lateral del proyecto arquitectónico original, de 1505, para el mausoleo de Julio II diseñada por Miguel Angel. Nótese, la presencia de Moises en el segundo nivel.
Tomando en cuenta el perfeccionismo de Miguel Ángel, el trabajo necesario para terminar el ambicioso proyecto podría haberle tomado lo que le restaba de vida. Sin embargo, nunca sabremos si el artista realmente pudo haber terminado la monumental tumba puesto que el mismo Papa Julio II le pidió que detuviera los trabajos y se dedicase a pintar el techo de la Capilla Sixtina.
Luego de la muerte del Papa Julio II en 1513, sus herederos presionaron a Miguel Ángel para que acabase la tumba. Ante el apremio, el escultor tuvo que reducir de manera considerable su proyecto original y logró terminar la obra alrededor del año 1515.
Un extraño Moisés
La historia nos cuenta que Miguel Ángel le puso cuernos a la cabeza del Moisés porque el artista estaba tratando de retratar el momento en el que Moisés baja “resplandeciente” de la montaña con las tablas de los diez mandamientos. Según esta versión, los cuernos son un error de traducción del hebreo al latín pues el pasaje bíblico, en hebreo, cuenta que cuando Moisés descendió de la montaña tenía el rostro “resplandeciente” o “con cuernos”. La palabra hebrea aceptaba ambas acepciones pero se tradujo como “con cuernos”.
Para que esta explicación tenga sentido, al margen del supuesto error de traducción del hebreo al latín, la escultura de Miguel Ángel debería representar un momento preciso en la historia de Moisés y las tablas de la ley.
Veamos si es así.
A la izquierda, la mirada de furia contenida. A la izquierda abajo, las tablas de la ley vacías; arriba, los polémicos cuernos.
Según el libro del Éxodo, Moisés subió dos veces al Monte Sinaí. En la primera, recibió las tablas de la ley creadas y escritas por Dios. Antes de bajar del monte, Dios le reveló que su pueblo estaba adorando a dioses paganos. Moisés, entonces, bajó enfurecido y ante semejante afrenta a su Dios, estrelló las tablas de piedra contra el monte.
Días después, Dios le pidió a Moisés que subiera al monte una vez más llevando consigo dos piedras lisas en las que iba a escribir de nuevo sus mandamientos. Es en ese momento, después de que Dios escribió por segunda vez las tablas de la ley, cuando Moisés baja del monte “resplandeciente” o “con cuernos” en la cabeza, siempre según la
Biblia conocida como la Vulgata Latina que Miguel Ángel utilizó como fuente de información.
Si analizamos con detenimiento los detalles de la narración del Éxodo, nos daremos cuenta que el Moisés de Miguel Ángel no está representado en un momento exacto del relato sino que es una mezcla de tres momentos diferentes:
El primer momento se denota en la expresión de furia de su mirada al observar que su pueblo está adorando a dioses paganos. Esto corresponde a la primera vez que Moisés bajó del Monte Sinaí con las primeras tablas escritas por Dios.
Un segundo momento nos lo indican las piedras lisas, aún sin la escritura de Dios, que lleva en su mano derecha. Esto solo coincide con el tiempo en el que Moisés tiene las piedras lisas, sin escribir, antes de subir por segunda vez al Monte Sinaí.
El tercer momento está expresado en los “cuernos” que tiene el Moisés en la cabeza y que le atribuye la narración, cuando éste baja por segunda vez del Monte Sinaí con las tablas ya escritas.
Vista frontal y lateral del Moisés.
Lo anterior descarta la posibilidad de que Miguel Ángel haya puesto los cuernos como consecuencia de un simple error de traducción ya que el artista no estaba representando un momento exacto en la vida del patriarca sino que quiso plasmar la dimensión espiritual del personaje.
Pero, aún así, tratemos de entender el supuesto error de traducción.
Los cuernos de la Vulgata Latina
En los tiempos en los que Miguel Ángel esculpió el Moisés, a inicio del siglo XVI, la
Biblia era de estricto uso eclesiástico. Es decir, solo los miembros del clero tenían una copia que utilizaban para las misas y otros rituales católicos. Esta copia estaba escrita en latín, era conocida como la Vulgata Latina y fue la que utilizó Miguel Ángel.
¿De dónde provenía esta versión de la
Biblia conocida como la Vulgata Latina?
A finales del siglo IV, es decir, mil años antes de que Miguel Ángel diera vida al Moisés de mármol, las Biblias que utilizaban las parroquias de las diferentes comunidades católicas para sus misas eran una simple colección de
manuscritos que, en la mayoría de los casos, no habían sido revisados para determinar si respondían a la versión correcta del texto.
Por ejemplo, el manuscrito en el que se encontraba el libro del Apocalipsis que poseía la comunidad de Tesalónica tenía un texto diferente al manuscrito que contenía el Apocalipsis que poseía la comunidad de Corinto.
San Jerónimo de Estridón (347-420 d.C.), compilador y traductor de la Vulgata Latina.
El Papa Dámaso I (305-384 d.C.) se percató de esta caótica situación y le encargó a uno de los intelectuales romanos más renombrados de la época, Jerónimo de Estridón (347-420 d.C.), que compilase una versión de la
Biblia valiéndose de los mejores y más antiguos
manuscritos griegos y hebreos. Esta sería la versión “oficial” que debía ser copiada y distribuida a los obispos y presbíteros de las diferentes iglesias.
Los pasajes en los que se inspiró Miguel Ángel para esculpir el Moisés pertenecen al libro del Éxodo del Antiguo Testamento de la Vulgata Latina. El texto que hace referencia a los “cuernos” de Moisés se encuentra en los versículos 29, 30 y 35 del capítulo 34 del libro del Éxodo. En estos tres versículos, Jerónimo encontró la palabra hebrea “karan”, que puede traducirse como “resplandeciente” o como “con cuernos” y decidió traducirla como “con cuernos” utilizando el latín “cornuta” y “cornutam”.
En nuestras biblias actuales estos tres versículos han sido traducidos de otra manera. Dependiendo de la versión de la
Biblia que tengamos, estos tres versículos narran que la piel del rostro de Moisés resplandecía o estaba iluminada.
Para Los Divulgadores, que Jerónimo se haya equivocado o no en la traducción es irrelevante ya que, como acabamos de explicar, Miguel Ángel no estaba representando un momento exacto en la vida de Moisés. Además, el artista tenía acceso a la magnífica Biblioteca de los Medicis donde encontraría muchas versiones diferentes del Antiguo Testamento, era amigo personal del Papa y, como veremos en la siguiente entrega, conocía los secretos de las antigua escuelas mistéricas.
Miguel Angel habría tratado de expresar la dimensión espiritual de Moisés.
Por último, si la Vulgata Latina se había compilado a finales del siglo IV, es decir, más de mil años antes de que Miguel Ángel esculpiera el Moisés, no les parece que es pertinente preguntarse: ¿Por qué nadie le dijo a Miguel Ángel que el tema de los cuernos de Moisés era un asunto controversial? o ¿Miguel Ángel sí estaba al corriente de la controversia y decidió ponérselos por otra razón?
¿Cuál sería entonces esa razón?
“Pero aquí se objetará que, después de todo, este no es el Moisés de la
Biblia. Por que Moisés realmente cayó en un ataque de furia y tiró las Tablas y las rompió. Este Moisés es un hombre muy diferente, un nuevo Moisés de la concepción del artista, por lo que Miguel Ángel debe haber tenido la osadía de enmendar el texto sagrado y de falsificar la naturaleza de este hombre santo. ¿Podemos pensar que Miguel Angel fue capaz de una audacia que casi podría decirse que se acerca a un acto de blasfemia?” (“El Moisés de Miguel Ángel”. Sigmund Freud, 1914)
Un dato muy importante es que casi 100 años antes que Miguel Angel esculpiese el Moisés, otro extraordinario escultor pre renacentista llamado Donatello ya había esculpido un Moisés, también sentado, pero este no tenía ningún tipo de cuernos en la cabeza. Como hemos visto, la Vulgata Latina se compiló a finales del siglo IV. Es decir, no cabe duda que Donatello la conocía bien. Así que si en realidad Miguel Ángel puso los cuernos al Moisés por culpa del error de traducción de la Vulgata, Donatello habría hecho lo mismo, pero no lo hizo.
El Moisés de Donatello está sentado, como el de Miguel Angel, pero no tiene cuernos.
Fuentes:
- “La Vite de’ più eccellenti pittori, scultori, e architettori da Cimabue insino a’ tempi nostri”. Giorgio Vasari. 1550.
- “Secret History of the World”. Mark Booth. 2010.
- “The Text of the New Testament: Its Transmission, Corruption, and Restoration (4th Edition)”. Bruce Metzger.2005.
- “Bible in Translation, The: Ancient and English Versions”. Bruce Metzger. 2001.
por Alan Brain