Estatua de Diego López V de Haro, señor de Vizcaya, en Bilbao. (CC)
Lo que poseas, acabará poseyéndote y de ello serás siervo, por lo que sólo serás libre cuando tengas lo esencial; conocimiento.
–Zenka
En aquel tiempo, Castilla se fortalecía a pasos agigantados creándose a si misma como un coloso emergente. Era un reino en una expansión vertiginosa y su sombra empezaba a ser alargada. Los ingleses habían soportado varias invasiones y padecido las iras de Tovar y otros ilustres marinos. Incluso Londres había recibido la visita de los furibundos habitantes de la estepa castellana y había sido saqueada e incendiada en sus arrabales, concretamente en Gravesend.
Pero cuando no estaban cabreados con los ingleses o la casa de Borgoña, también demostraban mano para la diplomacia si era menester. Buscando una política de contrapesos, los reyes castellanos sabían donde estaban las debilidades de las estructuras de los adversarios y las atacaban con certera y letal precisión ya fuera en forma de alianzas matrimoniales o “manu militari”.
Por aquel entonces, en el norte de la península, una forma de democracia más antigua que la griega y poco proclive al compadreo con los señores feudales que campaban en el medievo a sus anchas, había desarrollado un sistema de decisión horizontal, similar a las posteriores behetrias castellanas, en las que labriegos y artesanos o cualquier integrante del vecindario podía elegir al Señor que mejor les tratase, lo que podría haber sido una referencia y modelo en occidente si los engranajes de la historia no hubieran sucumbido a los encantos de las cariátides del Partenón, a los extraordinarios versos de un poeta ciego y a media docena de excepcionales filósofos allá donde el conocimiento había alcanzado su mayoría de edad en las Polis del Egeo.
Una mala estrategia en tiempos de expansión
El camino de la historia que condujo a la incorporación de las provincias vascas a la Corona de Castilla, fue inteligentemente llevado por una secuencia de hábiles reyes con cintura, y fajados en una política de contacto real y no de toreo de salón.
Sabían los reyes castellanos que los vascos nunca cruzaban el Árbol Malato situado en lo que actualmente se ha dado en llamar Arrigorriaga. Una vieja leyenda con fuertes visos de realidad, cuenta que una incursión del primogénito del rey de León, fue duramente castigada por el príncipe Jaun Zuria, cuya madre descendiente de una saga de Escocia vino a pedir auxilio y protección a Vizcaya hacia el año 800 aproximadamente. Este mítico árbol, hoy inexistente, delimitaba una frontera precisa, que nadie que pudiera venir con aviesas intenciones, debía de cruzar so pena de llevarse un buen susto.
Los reyes castellanos sabían el alto coste de entrar en los señoríos y abrir un frente permanenteUna política de mutua conveniencia para la corona esteparia y para los diferentes grupos sociales del País Vasco acordes con su peculiar y democrática administración civil, abrieron una gran brecha contra el mayor rival de Castilla en esos tiempos, tal que era Navarra. La sutil erosión de los reyes castellanos sobre este reino pirenaico que tanto había aportado y aportaría a la construcción de España en su combate contra los mahometanos, fue una demostración de una habilidad política sin precedentes.
Las llamadas cartas de poblamiento, otorgaban un instrumento legal que regulaba las relaciones entre los reyes castellanos y sus vasallos concediendo a estos últimos exenciones y privilegios. Unas veces por la mera ocupación de un territorio con su consiguiente repoblamiento y explotación de los recursos inherentes a su entorno; otras como una forma de consolidar una política de hechos consumados ante potenciales adversarios, otras para fortalecer la posición real en perjuicio de la nobleza local. En cualquier caso, los reyes castellanos sabían el alto coste de entrar en los señoríos y abrir un frente permanente. Es obvio que era una mala estrategia en momentos de expansión hacia el mar del norte y hacia el sur contra los pupilos de Mahoma, abrir un tercer frente; por lo que imperó la cordura.
Un lujo para los españoles
En los albores del siglo XII la reina doña Urraca ya había hecho algunas concesiones a perpetuidad a Diego Lope, uno de los señores de Vizcaya y más tarde Alfonso VIII y Fernando III de Castilla, añadieron un plus de presión en su propósito de debilitar a Navarra haciendo concesiones adicionales. Las relaciones con Castilla y posteriormente con España, por parte de los Vascos, habían sido siempre fluidas y de reconocimiento mutuo sin ninguna fricción destacable hasta el advenimiento de la trágica guerra civil de1936 en que fueron declaradas “provincias malditas” (Guipuzcoa y Vizcaya) por su alineamiento con la legalidad vigente; esto es, con la república. Entonces los medios de intoxicación se volvieron en contra de un pueblo pacífico por naturaleza y fiel a su palabra y compromisos. Durante cuarenta años se estigmatizó y degradó una impecable colaboración que duraba ya más de ochocientos años.
Eran los vascos gente recia y de pocas palabras, que una vez que daban la mano, era “para toda la vida”. Todavía hoy no hay acuerdo sobre su procedencia u origen; especulándose con sus raíces trascaucásicas por algunos fonemas de similar pronunciación. Lo que si es cierto (según la realidad conocida) es que hoy por hoy pasa por ser el pueblo y la cultura más antigua de Europa. Un lujo que compartimos el resto de los españoles.
Para el siglo XIV es altamente probable que llegaran a TerranovaSu sustento se basaba en un duro compromiso con el mar y una fértil tierra de laborioso quehacer. Una climatología poco acogedora, se sumaba a una endogámica práctica de relaciones de parentesco con poca “oxigenación exterior” que a lo mas que alcanzaba era a comunicar una pedida de mano por txalaparta (antiquísimo teléfono acústico) a los vecinos del valle de al lado con lo que el mundo que había mas allá de los valles alaveses era terra incógnita. Para el siglo XIV es altamente probable que llegaran a Terranova y crearan las primeras pesquerías de bacalao en la zona del río San Lorenzo, hoy registradas como el emplazamiento de Jai Alai en cuya área está la primera radiobaliza según se llega por aire al norte de America. Media docena de esqueletos, de enormes traineras balleneras, dan fe de ello. Con Colon, se oficializó para grandeza de los reinos de España un hecho ya ampliamente constatado hoy, tal que es que chinos, escandinavos y vascos navegaban discretos y regularmente hacia el continente americano antes de que se hiciera oficial “el descubrimiento”, lo cual no resta ningún merito a Castilla y a su reina, que apostó con convicción por un iluminado.
Los activos del País Vasco
Los titulares del Señorío de Vizcaya actuarán en las tierras de su jurisdicción a partir del siglo XII y con la lógica imperante en aquella época en el sistema feudal, con notable autonomía respecto a la corona castellana. Entre otras particularidades, los sayones –funcionarios policiales extraterritoriales del reino de Castilla con amplia jurisdicción para todo tipo de delitos- no entraban en el intramuros del señorío por especial acuerdo entre las partes y como una concesión foral. Esta dinámica de condescendencia y aceptación mutuaentre vascos y castellanos fue la tónica durante siglos.
La mayor parte del tejido social vasco pretende escapar al control feudal de los señores de la tierraUna serie de acontecimientos cruciales, a la sombra del siglo XIV, muy vinculados a complejos vericuetos dinásticos acabarán poniendo en manos del rey de Castilla el Señorío de Vizcaya. El auge de las villas costeras principalmente y de determinadas actividades económicas, industriales y comerciales asociadas a este crecimiento y privilegiada posición geográfica, comienzan a consolidar un polo de desarrollo con proyección internacional a través de los bien equipados puertos vascos y de sus hábiles marinos. Los reyes castellanos conscientes de estos “activos”, miman a los pobladores del País Vasco y los vínculos se van consolidando enuna arquitectura relacional de inter pares.
El pactismo y el estricto respeto a estos vínculos contractuales o concesiones dadas anteriormente, es el engranaje que vehicula y está presente en todos los juramentos que tanto en las juntas de Vizcaya como en las de Guipuzcoa refrendan todos los monarcas castellanos y posteriormente los españoles, como así se refleja en el juramento de los Reyes Católicos en las juntas de Vizcaya y Guipuzcoa en 1475 y que una vez efectuado dicho juramento, juramento que conlleva el estricto respeto a los fueros, los convierte automáticamente en reyes de dichos señoríos. Lo que está fuera de toda duda, es que la mayor parte del tejido social vasco pretende escapar al control feudal de los señores de la tierra y apoya decididamente los lazos con la monarquía castellana, pues esta, sabiamente propone una relación no beligerante y se atiene a la palabra dada por sus predecesores.
Las acontecidas guerras carlistas sólo son la crónica y el anticipo de otro horror por venirEl fuerismo histórico que desde el siglo XVI vino amparando las peculiaridades del sistema foral vasco, queda mermado durante las guerras carlistas por los recortes a discreción que aplica Cánovas. En 1874 después de derribada la primera república en golpe de estado, vendría la restauración de los Borbones y un rey felón, AlfonsoXII, no jurará los privilegios forales por considerarlos atávicos. El pensamiento mágico del pueblo Vasco se empieza a refugiar en los tupidos bosques de Aralar, Baztán, Zugarramurdi y Beizama y un nacionalismo reactivo comienza a aflorar tras el agravio. Las acontecidas guerras carlistas sólo son la crónica y el anticipo de otro horror por venir. Los textos forales que debían de jurar los reyes españoles llevaban implícito, que si alguna testa coronada no lo hiciera, liberaba automáticamente a los vizcaínos y guipuzcoanos de obediencia alguna. Todo el laborioso trabajo de docenas de reyes durante siglos, seria arrojado en manos de una amnesia inducida y de un suelo adoquinado hollado por las botas de los espadones.
La incipiente revolución industrial, las ideologías emergentes, y la sombría pobreza a la que se sometía a algunas regiones de España en detrimento de otras, crearía, a la larga, diferencias irreconciliables donde antes había una correcta convivencia. La constante incapacidad de la clase gobernante en la gestión de los mas elementales asuntos de estado, produciría el uso y abuso de la táctica del “pajarito”; esto es, potenciar el enfrentamiento entre unas regiones y otras, con resultados que todavía hoy están a la vista. Una forma muy peculiar de disfrazar la propia incompetencia acusando a terceros, convirtiendo al país en un patio de parvulario en vez de una nación avanzada.