Los antiguos incas están entre las primeras víctimas de la contaminación atmosférica producida por la acción del hombre.
En el siglo XVI, los conquistadores españoles forzaron a los nativos a trabajar en las minas ubicadas en las montañas de Potosí (Bolivia), en lo que entonces era la mayor fuente de plata del mundo.
Se estima que durante la época colonial, desde el siglo XV al XIX, se extrajeron un total de 62 millones de kilogramos de plata en Potosí, falleciendo cerca de 8 millones de personas en los trabajos mineros.
Los incas ya sabían cómo refinar la plata, pero en 1572 los españoles introdujeron una nueva tecnología que impulsó la producción y envió espesas nubes de polvo de plomo sobre los Andes por primera vez en la historia. Los vientos llevaron parte de la contaminación a 800 kilómetros al noroeste en Perú, donde diminutos restos se instalaron en el Glaciar Quelccaya.
Allí se quedaron, enterrados bajo cientos de años de nieve y hielo, hasta que investigadores de la Universidad Estatal de Ohio, en Estados Unidos, los encontraron en el año 2003. En la edición digital de Proceedings of the National Academy of Sciences, estos expertos detallan el descubrimiento de una capa dentro de un núcleo de hielo de Quelccaya, que data de la conquista española de los incas, contiene trozos de plomo, y lleva la firma química de las minas de plata de Potosí.
El núcleo proporciona el primer registro detallado de la contaminación atmosférica generalizada humana producida en América del Sur desde antes de la revolución industrial y hace de Quelccaya uno de los pocos lugares del planeta donde se puede estudiar hoy en día el impacto humano preindustrial en la calidad del aire.
«Esta evidencia apoya la idea de que el impacto humano sobre el medio ambiente estaba muy extendido, incluso antes de la revolución industrial», afirma el autor del estudio, Paolo Gabrielli, científico en el Byrd Polar and Climate Research Center de la Universidad de Ohio.
«Para la perdición completa de esta tierra, fue descubierta una boca al infierno, dentro de la cual una gran masa de gente ingresa cada año y es sacrificada a la avaricia que tienen los españoles por su ‘dios’». Domingo de Santo Tomás, Consejo de las Indias, 1550.
Lonnie Thompson, profesor distinguido de Ciencias de la Tierra en la Universidad de Ohio y coautor del estudio, describe el hallazgo como «otra mirada por la cerradura del pasado sobre la actividad humana en esa parte del mundo» y sugiere que una mayor investigación podría ayudar mejor a entender el destino de la contaminación que circula en la atmósfera hoy en día.
Anteriormente, Thompson ha calificado los núcleos de hielo de Quelccaya como la «piedra Rosetta» para medir la historia del clima de la Tierra. Las muestras fueron cortadas de hielo que se formó hace más de 1.200 años, como cuando se estableció la nieve en los Andes peruanos. Capa a capa, el hielo ha capturado productos químicos del aire y las precipitaciones durante las estaciones húmedas y secas de todos esos años.
Hoy en día, los investigadores analizan la química de diferentes capas para medir los cambios históricos en el clima. Para este estudio, los científicos usaron un espectrómetro de masas para medir la cantidad y el tipo de productos químicos presentes en el hielo existentes desde 800 d.C. Búsqueda de plomo
Buscaron antimonio, arsénico, bismuto, molibdeno y especialmente plomo porque el proceso de refinamiento que los españoles introdujeron en Sudamérica involucró la molienda del mineral de plata en polvo antes de mezclarlo con el mercurio en un proceso llamado fusión. Así que la contaminación atmosférica de la producción de plata contendría principalmente trazas de partículas de plomo.
El espectrómetro de masas reveló algunos picos de las concentraciones de estos elementos en los años anteriores a la presencia española, pero esas capas es probable que coincidan con las fuentes de contaminación naturales, como las erupciones volcánicas. Sin embargo, justo antes de 1600, el hielo de Quelccaya comenzó a capturar cantidades mucho mayores de estos elementos y esas altas cantidades persistieron hasta principios de 1800, cuando los países de América del Sur declararon su independencia de España.
Llamas cargadas con la plata extraída de la minas de Potosí, Perú, 1602. Para precisar de dónde vino la contaminación, los investigadores compararon sus datos con los de una turbera en Chile, y de los registros sedimentarios lacustres de regiones, incluyendo Potosí y otras minas en toda Bolivia y Perú.
Estos últimos sitios habrían capturado la contaminación generada en su área local durante ese tiempo. Las firmas químicas en el hielo de Quelccaya encajan con lo que los investigadores sabían de registros escritos: la mayor parte de la contaminación probablemente provino de Potosí, donde los españoles produjeron la gran mayoría de la plata. Otras minas en toda la región contribuyeron a la contaminación de Quelccaya en menor medida. Incluso en sus concentraciones más altas, los elementos atrapados en el hielo no son visibles a simple vista y se pueden detectar sólo a través de análisis químicos, señala Gabrielli.
De hecho, la sección del núcleo que los contiene tiene el aspecto blanco traslúcido de hielo perfectamente limpio. «El hecho de que podamos detectar la contaminación en el hielo desde un lugar prístino a gran altitud es indicativo de la importancia continental de esta deposición», subraya Gabrielli. «Sólo una fuente importante de contaminación podría viajar tan lejos y afectar a la química de la nieve en un lugar remoto como Quelccaya», añade.
La propagación de la contaminación humana a través de grandes distancias ha sido común desde la revolución industrial de finales del siglo XVIII. Groenlandia recibió cantidades sustanciales de contaminación por el plomo en el aire de Europa y Estados Unidos hasta la década de 1970, cuando las políticas nacionales empezaron a exigir a los productores cambiar la formulación de la gasolina, y parte de la contaminación actualmente preocupante en el cielo de América del Norte proviene de Asia, que está experimentando su propio auge industrial en este momento.
Un tema de la comunidad científica es si la actividad mucho anterior se debe incluir en las medidas de impacto ambiental humano. Por ejemplo, los núcleos de hielo en Groenlandia contienen trazas de plomo desde el siglo quinto, enviadas por el aire por la fundición en las antiguas civilizaciones griega y romana.
Este último núcleo de hielo de Quelccaya muestra que los humanos generaron una contaminación considerable en el siglo XVI. Aún así, en el siglo XX se produjo más contaminación que en cualquier otro momento en la historia humana.
Artículo publicado en MysteryPlanet