Siempre que aparece el Papa Benedicto XVI se arma una gorda sea por dos líneas o sea por dos libros.
El problema de fondo es su presencia entre nosotros y por eso el deseo de tantos de hacerlo callar, a lo que parece no estar dispuesto en absoluto y tenemos la impresión que incluso está buscando una presencia mayor.
Sin duda que sus limitaciones tienen que ser muchas, pero en persona dedicada toda su vida a la investigación, conferencias y publicaciones basta tirar de archivo y el lio está montado.
El verdadero problema de fondo no es lo que dice sin el hecho que tener la osadía de decirlo. Las posiciones del Papa Benedicto son de sobra conocidas y siempre son muy claras y lo han sido siempre.
No hay dudas, caos o confusión presunta o buscada.
Su pensamiento es racional, demasiado seguro, argumentado y tiene unos fundamentos sólidos que son los verdaderamente odiados. Se pretende crear una sociedad presuntamente humana en la que Dios no tenga espacio, ni en público ni en privado.
Es una falacia absurda e irreal pretender que la fe no influya en la vida social y que los que la tienen vivan como si no la tuvieran, viviendo en una especie de vida doble. El verdadero problema es religioso porque se pretende sustituir la religión revelada por el mismo Dios por una especie de humanismo vacío de origen puramente humano.
Las medias verdades son mucho peor que las mentiras y el Papa Benedicto tiene perfectamente aprendido el argumento y lo expresa con tanta claridad que duele al que lo quiere ver. Con la falsedad y la mentira no se puede, ni dialogar, ni pretender llegar a acuerdos que siempre serán medias verdades. Nunca somos suficientemente rígidos defendiendo la verdad y nunca somos suficientemente valientes en su defensa. El pasteleo forma parte de la naturaleza humana de ahora y de siempre.
Es indudable que se quiere cambiar el plan de Dios sobre la creación. Los sacrificios humanos siempre son un triunfo del demonio que destruye el plan de Dios sobre una vida única y sobre lo que puede aportar a la sociedad humana.
Lo refinado de los sacrificios humanos de nuestros tiempos es que los hemos convertido en presuntos derechos.
Se elimina la vida de un ser humano, criatura de Dios, hijo de Dios, llamado a la eternidad, con argumentos absurdos.
Ridiculizamos a las culturas que ofrecían sacrificios humanos a los dioses y no nos damos cuenta que lo nuestro es mucho más inhumano e irracional.
Con el presunto marimonio caemos en lo mismo. Con esto no es posible dialogar, toda rigidez es poca y hemos de ser intransigentes porqué en ello nos va la vida. Los hay tan ingenuos que no son capaces de enlazar este desprecio a la vida en su origen con el desprecio a la vida en la ancianidad y en la enfermedad.
Con la peste estamos dejando morir como moscas a muchos ancianos con el sublime argumento de que son ancianos y ya han vivido bastante. Si somos capaces de despreciar una vida, la que sea, perdemos el respeto incluso a la propia y la privamos de lo único que le puede dar razón, porque ese es el plan de Dios, que es la eternidad.
Animalizar una sociedad es fácil no lo es tanto el humanizarla y sin la ayuda sobrenatural es imposible.
No podemos vivir con una venda en los ojos esperando la corrupción de la carne, o las llamas de crematorio.
Los millones de niños asesinados en el seno de sus madres, dicen que unos cincuenta al año, podrían ser sabios, científicos, trabajadores, escritores, músicos, sacerdotes… estamos asesinado nuestro presente y nuestro futuro con una frivolidad increíble como si no fuera con nosotros. Es posible, que el inventor de la vacuna del coronavirus haya sido abortado.
El Papa Benedicto lo dice y lo dice muy claro , y hay muchos a los que no les gusta que les recuerden la verdad y prefieren la oscuridad y el error.
La única arma que tienen en su insensatez es sumirnos a todos en la oscuridad, o por lo menos, en una dialogada y consensuada penumbra. El que Benedicto XVI este vivo entre nosotros nos recuerda todos los días que hay muchas formas de ejercer el ministerio petrino. La historia es muy rica en anécdotas y nos ayuda a ver con mirada larga y con visión divina la estrechez de la condición humana.
Las villas de Castalgandolfo no saben que hacer con la leche que producen y regalan 200 litros al día. El Papa Pio XI quiso montar una granja que pretendía que fuera ejemplar. Lo que queda de esta idea son una vacas frisonas y unas decenas de gallinas cuidadas por funcionarios que producen una excelente leche, y sublimes huevos, sin duda, pero seguro que los más caros del mundo.
Seguimos con el tema de la regularización de inmigrantes. La situación económica en la que están entrando muchos de nuestros países hará que pierdan su condición de tierra prometida. Lo que podemos presagiar es que más que regularizar aquí muchos se querrán volver a sus lugares de origen olvidándose del sueño europeo convertido en pesadilla.
Los hospitales belgas que pierden su condición de católicos siguen dando que hablar. No son católicos pero siguen siendo propiedad de una orden religiosa que sigue siendo católica. Un poco raro es todo esto de ver religiosos católicos metidos a negocios nada católicos y además con sesuda decisión de herejía de doctrina de la fe. En tiempos de confusión y caos otro episodio para no olvidar.
Nuevo caso de contagiado en el Vaticano , son ahora doce oficiales, que ni los informadores creen. Con lo sencilla y clara que es la verdad y lo alambicada que se hace la mentira.
La orden de Malta sigue defendiendo el 29 como fecha de fallecimiento de su Gran Maestre y pretende acallar, sin mucho éxito, los rumores del 28.
La alusión al destino infernal del Papa Francisco sigue dando que hablar. Es evidente que quiso hacerse el gracioso y que no le salió muy bien, el problema es que tenemos la grabación y se quiso ocultar. Tenemos la sensación de que entramos en un periodo de muy difícil control de gracietas que siempre pasan factura.
El caso Orlandi sigue dando que hablar y tenemos noticias diarias sobre la desaparecida más famosa de Italia. La ojeada del Vaticano a los huesos no cuela.
A los obispos americanos no se les pasa el enfado por los descarados amores chinos del Papa Francisco y del Vaticano.
Los católicos chinos son los primeros mártires, de los de verdad, de un régimen comunista que goza de inquebrantables simpatías del Vaticano. Seguimos sin saber nada de contenido de los pactos secretos pero sigue la persecución a todo el que no se somete a las directrices de partido comunista y además bajo la bendición pontificia.
«El que compartía mi pan me ha traicionado”.
Buena lectura
Por SPECOLA | 07 mayo, 2020