El periodista de investigación estadounidense Aram Roston saca a la luz Big Safari, la enorme agencia secreta de la Fuerza Aérea de EE.UU. que mueve desde la sombra los hilos de enormes proyectos de inteligencia sin someterse a ningún control.
Animado por la voluntad de contar con luz y taquígrafos en qué gasta el Pentágono el dinero del contribuyente, Aram Roston investigó el pasado mes de agosto la misión de un avión espía de alto secreto en México en la que la agencia secreta del pentágono, Big Safari, estaba implicada.
Entre otros proyectos, Big Safari ha estado detrás de la contratación de aviones espía para la misión en México o para un plan similar llamado ‘operación Atlas’, consistente en el envío de aviones espías privados tripulados que sobrevolaron el desierto del Sahara en Mali. En estos y otros casos, sin mediar licitación alguna en la adjudicación de los contratos.
La red de Big Safari
“Somos una organización secreta y oscura que existe desde hace más de 60 años”, dijo Edward Topps, líder de la misteriosa agencia de espionaje, perteneciente a la Fuerza Aérea de EE.UU., al que Roston pudo entrevistar.
Según Roston, una fuente anónima cercana a la empresa declaró que Big Safari “tiene tantos proyectos ‘negros’ que da miedo”.
Conocida por su trabajo de espionaje, Big Safari es la agencia que ayudó a EE.UU. a perfeccionar sus ‘drones’ asesinos. Trabaja con una serie de grandes empresas de defensa, pero alrededor del 10% de su presupuesto se ha destinado a financiar proyectos de la empresa Sierra Nevada Corporation, uno de sus principales contratistas.
Sierra Nevada Corporation es una de las principales empresas privadas de defensa y recibió decenas de millones de dólares para reunir información de inteligencia sobre los cárteles de la droga más notorios de México. De nuevo, no hubo ningún proceso de licitación de por medio.
Durante los últimos siete años, la unidad de Topps ha gestionado 3.500 millones de dólares en contratos con dicha empresa, sin permitir que otras compitan por las ofertas, de acuerdo a una base de datos de contratación federal. “Trabajamos en algunos de los proyectos más sensibles del Pentágono”, revela Topps, “y todos ellos están relacionados con operaciones de inteligencia, vigilancia y reconocimiento”.
En esos mismos siete años, el negocio Sierra Nevada con el Gobierno federal ha crecido rápidamente, desde los 100 millones que ganó en 2005 hasta los 1.000 millones que ingresó en 2012, de acuerdo con la misma base de datos. Eso supone un aumento del 1.000%, que coincidió con las generosas contribuciones realizadas ese mismo año por Fatih Ozmen y su esposa Eren, la pareja turca propietaria de Sierra Nevada Corporation. Asimismo, desde 1997 los Ozmen han donado aproximadamente 424.000 dólares a políticos de Washington, aumentando sus donaciones anuales de manera constante, según los registros de la Comisión Federal de Elecciones.
Fuera de la ley
La colaboración de Big Safari con Sierra Nevada y otras empresas no pasa por los canales normales de contratación. Así lo confirmó el propio, Todds quien reveló al periodista Roston que su oficina se niega a recurrir a licitaciones. “Hemos utilizado los mismos procedimientos de adjudicación durante 61 años”, agregó.
Además, de acuerdo con Roston, Topps admitió que “hay excepciones legales que nos permiten hacer las cosas de manera rápida y en secreto para estar seguros de que nuestros enemigos [no se enteran de ellas]“.
Por su parte, Charles Tiefer, profesor de Derecho de la Universidad de Baltimore y experto en leyes del Congreso y regulaciones federales, aseguró que “no se les aplica ninguna ley”. “El director de esta agencia es como una ‘apisonadora’ para el sistema federal de contratación competitiva”, sentenció.
Fuente: RT
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