Las negociaciones entre Irán y el llamado grupo P5+1 formado por las potencias mundiales, que comenzaron el 7 de noviembre y se extendieron durante tres jornadas, terminaron frustrándose cuando, aparentemente, Francia se opuso al acuerdo provisional que se había propuesto al considerar que no establecía un control suficiente de la tecnología nuclear iraní.
El que Francia se opusiera de forma independiente o con la vieja estrategia del poli bueno y el poli malo, es una cuestión secundaria. El asunto más importante es que las potencias nucleares occidentales dieron marcha atrás en sus propias demandas y propuestas a pesar del hecho de que éstas suponían importantes concesiones unilaterales por parte de los negociadores iraníes.
Aunque los detalles de los asuntos tratados durante los tres días de negociaciones se mantienen como "confidenciales", sobre todo por la parte iraní, la información filtrada por los negociadores y los medios occidentales señala que con la firma del posible acuerdo los negociadores iraníes hubieran accedido a:
(a) dejar de enriquecer uranio al 20%;
(b) inutilizar las reservas actuales de dicho combustible (enriquecido al 20%) para su mayor enriquecimiento;
(c) limitar el enriquecimiento de uranio al 3-5 % de pureza;
(d) no usar las nuevas centrifugadoras IR-M2 para enriquecimiento, las cuales pueden enriquecer combustible nuclear cinco veces más rápido que las antiguas;
(e) permitir más inspecciones intrusivas;
(f) no activar el reactor de agua pesada de Arak, capaz de producir plutonio.
¿Y qué es lo que hubiera obtenido Irán a cambio de todas estas concesiones? No mucho. Estados Unidos y sus aliados acordaban:
(a) liberar parte de los fondos de decenas de miles de millones de dólares de los ingresos del petróleo iraní que están bloqueados en cuentan bancarias en el extranjero, sobre todo en China, Corea del Sur y Japón;
(b) considerar la posibilidad de relajar las sanciones que prohíben el comercio en metales preciosos y algunos productos petroquímicos.
Las sanciones más estrictas sobre el petróleo iraní y los bancos quedarían intactas con el acuerdo provisional propuesto.
A pesar de la obvia injusticia hacia Irán de un acuerdo basado en estas concesiones unilaterales, fue la otra parte, no Irán, la que se opuso a su propia propuesta de acuerdo. La cuestión es porqué.
Negociar de mala fe: el programa nuclear iraní como pretexto para un cambio de régimen
El hecho de que Estados Unidos y otras potencias occidentales invalidaran su propia propuesta de acuerdo es una señal innegable de que, fiel al modelo de numerosas negociaciones de los últimos 10 años, estas potencias nucleares no negociaron de buena fe: exigieron a la parte iraní una serie de concesiones unilaterales con la esperanza de que los iraníes no las aceptarían. Pero cuando los negociadores iraníes accedieron a firmar el acuerdo provisional propuesto basado en esas demandas, las potencias nucleares occidentales recularon.
Las razones para anular el acuerdo propuesto que esgrimieron públicamente los negociadores occidentales incluyeron, entre otras, el futuro reactor nuclear de agua pesada de Arak, el destino de las reservas iraníes de uranio enriquecido al 20%, y el grado y el alcance de las inspecciones intrusivas. Sin embargo, la razón fundamental, filtrada por los funcionarios y medios iraníes (y confirmada por los negociadores rusos), es otra.
Estados Unidos y sus aliados habían prometido a la parte iraní que si durante seis meses Irán cumplía fiel y satisfactoriamente con sus "obligaciones" del acuerdo provisional para "generar confianza", al cabo de ese periodo ellos corresponderían: (a) reconociendo el derecho legal y legítimo de Irán a la tecnología nuclear con fines pacíficos; (b) reconociendo su derecho a enriquecer uranio al 5% de pureza, el nivel necesario para centrales de energía nuclear; y (c) relajando o levantando las sanciones a las exportaciones de crudo y al acceso al sistema financiero internacional.
En el año 2005, promesas parecidas llevaron a Irán a suspender su programa de enriquecimiento de uranio durante dos años sin contrapartida alguna en la relajación de sanciones económicas. Teniendo en cuenta aquella experiencia, en esta ocasión los negociadores iraníes insistieron en que las tres promesas mencionadas más arriba debían hacerse por escrito. Y ahí es cuando se puso de manifiesto la mala fe con la que estaban negociando las potencias nucleares occidentales, pues se negaron a formalizar sus promesas por escrito.
Una vez más, esto demuestra que, violando el Tratado de No Proliferación, en el que se reconoce claramente el derecho de los países miembros a la tecnología nuclear con fines pacíficos, el verdadero objetivo de Estados Unidos y sus aliados es negar a Irán este derecho legal y legítimo. Pero fundamentalmente, demuestra que el programa nuclear iraní se utiliza como pretexto para convertir el estado soberano de Irán en un estado cliente.
Los grupos gobernantes iraníes parecen ser conscientes de los motivos ocultos de Estados Unidos y sus aliados en las negociaciones nucleares. Sin embargo, una y otra vez vuelven a la mesa de negociaciones –que, en lo que a Estados Unidos y sus aliados se refiere, es básicamente una mesa de farsa– y brindan a sus adversarios el pretexto necesario para aumentar las sanciones. ¿Por qué? ¿Por qué daría uno un paso sabiendo que acabaría cayendo una trampa?
Errores de cálculo de Irán
Una respuesta frecuente a esta pregunta es que debido a las durísimas sanciones y la amenaza de guerra, Irán se ve forzado a mantener negociaciones nucleares a pesar de no ser optimista respecto al resultado de las mismas. Aunque pueda haber algo de verdad en esta explicación, la razón fundamental parece que está en un enorme error de cálculo por parte de los responsables de la política nuclear iraní.
Su razonamiento siempre ha sido que como el programa nuclear iraní se lleva a cabo con propósitos civiles/pacíficos, y por eso mismo cumple plenamente con el Tratado de No Proliferación, no deberían tener miedo a las negociaciones. En otras palabras, dado que Irán dice la verdad, alegan, más pronto que tarde se demostrará que sus interlocutores nucleares estaban equivocados y finalmente éstos tendrán que aceptar sus derechos nucleares legales y legítimos. Se trata de un error de cálculo gigantesco, lo mismo que intentar aportar una prueba negativa. La estupidez, según Albert Einstein, "es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes". Los negociadores iraníes están muy lejos de ser estúpidos. De hecho son conocidos por estar entre los políticos y los negociadores internacionales más hábiles del mundo. No obstante, cuando el fallo o el juicio de las negociaciones nucleares está predeterminado, carece de sentido esperar un desenlace diferente. Los esfuerzos inútiles de Irán para cambiar el resultado de las negociaciones nucleares (p.e. prueba negativa) han demostrado ser muy costosos si nos fijamos en el aumento de sanciones económicas: cada nueva ronda de negociaciones nucleares ha desembocado en un endurecimiento de las sanciones. Por supuesto, esto no significa que en ausencia de dichas negociaciones no hubieran habido sanciones económicas y/o actos de agresión contra Irán; lo que quiere decir es que si se terminara con esta farsa ya no podría esgrimirse el pretexto nuclear para endurecer las sanciones.
El papel del presidente Rouhani
Además del problema asociado a la locura de hacer el juego a esta farsa de negociaciones –de la que han participado, más o menos, todos los negociadores iraníes durante los últimos 10 años– el presidente Rouhani y su equipo negociador podrían ser cuestionados por otro error de cálculo, o quizás conceptual. Mientras que Ahmadinejad y los negociadores iraníes durante su presidencia no se hacían ninguna ilusión sobre las intenciones de Estados Unidos y sus aliados y, por lo tanto, opusieron resistencia a la demanda de concesiones unilaterales, Hassan Rouhani y su equipo sí parecen albergar dichas ilusiones; lo que explica porqué consintieron en hacer todas las concesiones unilaterales que aparece enumeradas más arriba durante la última ronda de negociaciones.
Esas ilusiones provienen de una percepción bastante confiada o imprudente de que las políticas detrás de las sanciones económicas contra Irán (o las políticas imperialistas de agresión en general) podrían dejarse influenciar por fórmulas de cortesía o las reglas del decoro diplomático. En este sentido, echaron la culpa de numerosas sanciones (y de la inherente parálisis económica de Irán) al anterior presidente, Mahmoud Ahmadinejad, por sus maneras "poco refinadas", su actitud "confrontadora" y/o sus políticas "extremistas". Esta obvia utilización de su predecesor como chivo expiatorio quedo patente durante la campaña presidencial de Hassan Rouhani durante los meses de mayo y junio de 2013.
Tanto si la razón de culpabilizar de las sanciones económicas a las anteriores administraciones deriva de convicciones sinceras o de cálculos políticos oportunistas, el hecho sigue siendo que al hacer eso, el presidente Rouhani debilitó notablemente la posición negociadora de su equipo en Ginebra cargándoles, tal vez inadvertidamente, con la responsabilidad de encontrar una solución al estancamiento de las conversaciones nucleares. Esto explicaría, como ya se ha señalado, porqué durante la última ronda de negociaciones (7-9 de noviembre) la parte iraní accedió a hacer numerosas concesiones. El que Estados Unidos y sus aliados se negaran a firmar el acuerdo propuesto (alegando que las concesiones no limitaban suficientemente el programa nuclear iraní) no cambia el hecho de que Irán sí estuviera dispuesto a hacerlo.
En conclusión:
La última ronda de conversaciones nucleares entre Irán y el grupo P5+1 fracasó no porque Irán no hiciera concesiones importantes sino porque Estados Unidos y sus aliados se negaron a reconocer el derecho legal y legítimo de Irán, garantizado por el Tratado de No Proliferación, a la tecnología nuclear con fines civiles y pacíficos. La política de Estados Unidos hacia Irán (o cualquier otro país, con respecto a este asunto) se basa en una agenda imperialista que consiste en una serie de demandas y expectativas, no en la formalidad diplomática o el tipo de lenguaje utilizado por sus líderes. Esto incluye la renuncia por parte de Irán a su derecho legal y legítimo a la tecnología nuclear con fines civiles, así como su conformidad con la estrategia geopolítica de Estados Unidos-Israel para Oriente Medio/la región del Golfo Pérsico. Incluye además abrir la economía/el mercado iraní al libre comercio y las inversiones estadounidenses.
Parece razonable sostener que, de ese modo, una vez que Irán permitiese la participación o intromisión de Estados Unidos en cuestiones de soberanía nacional, el país se precipitaría por una pendiente resbaladiza que le conduciría a la renuncia de dicha soberanía: Estados Unidos no estaría satisfecho hasta que Irán se convirtiera en otro estado cliente, más o menos como Jordania, Arabia Saudita y otros.
La mayoría de los políticos y/o responsables de las políticas iraníes son muy conscientes de ello. Sin embargo, igual que los anteriores presidentes Rafsanjani y Khatami, Hassan Rouhani mantiene una postura ambivalente con respecto a las doctrinas imperialistas y la política exterior estadounidense. Cuando antes él y sus asesores identifiquen y/o reconozcan dichas estrategias e intenciones, mejor.
Traducción de Sara Plaza
Ismael Hossein-zadeh es profesor emérito de Economía, Drake University, Des Moines, Iowa. Es el autor de The Political Economy of U.S. Militarism (Palgrave– Macmillan 2007) and Soviet Non-capitalist Development: The Case of Nasser’s Egypt (Praeger Publishers 1989). Su último libro, titulado Beyond Mainstream Explanations of the Financial Crisis: Parasitic Finance Capital, será publicado por Routledge Books.
Artículo original en inglés publicado en Counterpunch.org http://www.counterpunch.org/2013/11/15/why-the-iran-nuclear-talks-failed/
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