La clarividencia es una facultad extraordinaria para adivinar hechos futuros u ocurridos en otros lugares así como percibir cosas no perceptibles por nuestros sentidos ordinarios. Gérard Croiset fue uno de los clarividentes y psíquicos más famosos de todos los tiempos porque sencillamente, sus hazañas fueron impresionantes.
Nació en Holanda en 1909 y murió en 1980. Fue estudiado por prestigiosos parapsicólogos, psicólogos y científicos pertenecientes a diversas ramas de la ciencia. Uno de ellos fue el profesor Tenhaëff, prestigioso psicólogo francés y uno de los pioneros de la investigación psíquica en el mundo occidental, quien dedicó muchos años de su vida a investigar los extraordinarios dones de uno de los clarividentes más sensacionales e insólitos de todos los tiempos.
Según palabras del propio Tenhaëff sobre Croiset: “Es para un francés una sorpresa maravillosa poder hablar con un clarividente tan lúcido y tan exento de toda superstición como Croiset”.
2GInterrogado sobre su don excepcional, el mismo Croiset solía afirmar que todas sus actividades no tenían más que una finalidad y una ambición, la de llevar a la conciencia las fuerzas desconocidas del pensamiento. Pero no hemos de buscar estas fuerzas en estudios aislados de laboratorio sino en la vida cotidiana, en las noticias que aparecen cada día en los periódicos. Y es que la policía holandesa utilizaba, y probablemente siga haciéndolo, de forma habitual a los clarividentes para encontrar personas desaparecidas, homicidas, ladrones y botines. Colaboraron principalmente con Croiset, por la exactitud y espectacularidad de sus predicciones.
Pongamos un ejemplo de los muchos que existen sobre este hombre, tantos que podríamos llenar un libro.
Un día la policía le avisa porque un niño ha desaparecido. No existen indicios y no hay ningún rastro que pueda ayudarles a comenzar la investigación. Croiset les dijo: “veo un canal con un puente a la izquierda, una torre y unas casas. Volvamos al canal. En el muelle hay una caja baja, rectangular, llena de arena. Esa caja está cerrada con una tapa. La tapa está cerrada con candado. Vel el candado y es de tal marca. El niño se ha ahogado. Su cadáver está en el canal, allí donde lo corta la línea recta que une la caja de arena con la torre. ¡Espere! Voy a dibujar todo esto”.
Los policías, con el dibujo en la mano, buscan en la ciudad. Al ser tantísimos los canales, publican el dibujo en la prensa y encuentran el lugar. Todo estaba allí: la torre, el puente, la caja, el candado, la marca del candado… Cuando dragan el río, encuentran finalmente el cadáver del niño.
Corría el año 1955 y Van Busschbach, un inspector de enseñanza de Haarlem, Países Bajos, advirtió que cientos de documentos que había prestado al Departamento de Matemáticas de La Haya no le han sido devueltos. Al reclamarlos, le dicen que los documentos han desaparecido. Después de seis meses de infructuosa búsqueda se pone en contacto con Croiset. Éste le dice: “Sus documentos se hallan en una habitación amueblada, con dos armarios altos, un escritorio, un sillón de oficina, una silla giratoria de tres patas y un pupitre cuya parte superior es verde. Los documentos están en el armario de la derecha”. Cuando Van Busschbach llega al Departamento de Matemáticas de La Haya encuentra la habitación que responde a la detallada descripción de Croiset y da con los documentos, ante la atónita mirada del personal universitario. Todos se hallaban exactamente donde indicó Croiset.
Pero lo más asombroso, entre muchos otros hechos extraordinarios, era la capacidad de Croiset de conducir sin tener en cuenta ninguna señal de tráfico. Todos aquellos que viajaban por primera vez en su coche lo pasaban francamente mal pues Croiset, incluso en días lluviosos, de noche y con los cristales empañados, no se molestaba en limpiarlos poniendo el cuentakilómetros hasta los 70 km por hora. Se aproximaban a un cruce y todos los vehículos disminuían la velocidad, menos Croiset, que la aumentaba e incluso circulaba sin las luces de cruce. Pasaban a toda velocidad por el cruce sin mayor problema. De repente, frenaba. No se veía nada pero un coche, hasta ese momento invisible, surgía a la derecha y pasaba delante de ellos. Al pasar el coche, Croiset volvía a acelerar y durante todo el trayecto se repetía la misma experiencia alucinante. ¡Increíble! Antes de verlo, Croiset sabía si llegaba o no un vehículo por su derecha.
Permitió hallar a homicidas al aportar minuciosas descripciones, personas asesinadas, botines desaparecidos y muchos niños desaparecidos en diversas circunstancias. Incluso podía predecir hechos futuros como cuando en un caso dijo que un niño ahogado se hallaba en un lugar con un puente determinado. Hallaron el lugar pero no había puente. Con unas breves pesquisas descubrieron que había un plan de ingeniería para la zona que pretendía construir el mismo puente que Croiset había descrito con toda precisión.
Todos los que le conocieron decían que una de las cosas que más llamaba la atención era la sensación de estar ante una personalidad aplastante, con una energía inagotable y un fuerte impulso vital. Un hombre tremendamente inteligente.
El profesor Tenhaëff sugirió la posibilidad de que las imágenes que veía Croiset no estaban limitadas dentro de los confines del espacio y el tiempo a los que estamos habituados o quizá pudiésemos decir que nuestras mentes se hayan atrapadas.
“Me resulta difícil separar pasado, presente y futuro”, explicaba Croiset. Tenhaëff nunca encontró la razón última de las capacidades extraordinarias de este hombre pero señaló que quizá los seres humanos deberíamos reexaminar no solamente los antiguos conceptos del espacio sino también nuestras ideas sobre el tiempo.
No cabe duda de que Croiset volaba libre por un espacio sin límites donde las fronteras de la imaginación adquirieron, al menos para él, la grandeza de lo infinito.
Marta Ruescas / Mundo Desconocido
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