El FBI ha estado involucrado en una conspiración científica masiva para alterar y distorsionar evidencias forenses durante más de dos décadas, según ha admitido públicamente la propia agencia.
“El Departamento de Justicia y el FBI han reconocido formalmente que casi todos los examinadores de una unidad forense de élite del FBI, realizaron exámenes defectuosos en casi todos los tests de laboratorio en los que se ofrecieron pruebas contra los acusados de delitos, durante más de dos décadas, antes del año 2000″, informa el Washington Post.
Sorprendentemente, el 93% de los científicos forenses de la unidad de análisis de pelo del FBI“alteraron pruebas forenses para favorecer a los fiscales acusadores en más del 95% de los 268 ensayos revisados hasta ahora”, informa el Washington Post, con el objetivo de embaucar a los jurados para que declararan culpables a los detenidos.
El periódico The Guardian informa sobre un caso particular:
En una etapa clave durante un juicio por violación y robo en 1992 contra un ciudadano llamado George Perrot, un agente del FBI llamado Wayne Oakes declaró en el estrado, describiéndose a sí mismo ante el jurado como “un experto en fibras de cabello y fibras textiles”.
Afirmó ante el jurado que los pelos de la cabeza y los del vello púbico de un individuos, eran distintivos y que un especialista calificado como él podía decir si pertenecían a una persona o a otra.
Después Oakes bombardeó al jurado con jerga científica, haciendo referencia a la médula, la corteza y la cutícula del cabello, comparando la tarea de comparar pelos individuales con la de reconocer a una persona específica en una multitud.
Su testimonio, en base a un solo pelo, fue tan convincente y estaba tan bien envuelto en supuestas certezas científicas, que eliminó todas las inconsistencias del informe del fiscal acusador y sirvió para enviar al acusado a la cárcel.
Pero como el mismo periódico The Guardian afirma más adelante, en la actualidad se sabe que el análisis forense del pelo es una gran mentira científico-forense…
En los últimos años, la comprensión avanzada de la ciencia de los tipos de cabello ha llevado a que el análisis del cabello como herramienta forense, caiga por los suelos.
El consenso hoy en día, entre los expertos y los científicos forenses, es que no hay nada concluyente que se pueda afirmar con total credibilidad acerca de la frecuencia con que las características particulares del pelo se distribuyen entre la población humana.
En otras palabras, el análisis microscópico del pelo que llevó a George Perrot y a otras tantas personas a estar entre rejas, es prácticamente inútil como método para identificar a alguien.
De hecho, treinta y dos casos de alteración de pruebas forenses actualmente en proceso de revisión, implican a acusados que fueron condenados a pena de muerte injustamente, a través de la falsificación o alteración de pruebas forenses.
Todas investigaciones surgieron después de que la Asociación Nacional de Abogados de Defensa Criminal (NACDL) investigara el asunto en cooperación con la organización Innocence Project.
Un total de 342 casos fueron revisados por posibles problemas, y de aquellos en los que se utilizó la prueba del pelo contra los acusados en los juicios, más del 95% involucraron al FBI ofreciendo testimonios defectuosos o distorsionados, no apoyados por evidencias científicas.
Así pues, cuando volvais a ver por la televisión o el cine a alguno de esos expertos forenses del CSI o a alguno de esos heroicos agentes del FBI deteniendo a algún super-criminal, no olvideis que esa misma agencia que nos es vendida como “heroica e infalible”, se dedica a falsificar pruebas para enviar a inocentes a la cárcel o incluso para condenarlos a muerte.
Lo que demuestra que el FBI, levantado hasta su gloria actual por un enfermo mental como era J.Edgar Hoover, en realidad solo es una organización criminal más…
J.Edgar Hoover
Visto en : El Robot Pescador
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