Últimamente estamos viviendo un debate cada vez más encendido entre aquellos que defienden la vacunación obligatoria de los niños y los que se niegan a suministrar dichas vacunas, aduciendo que están vinculadas con el desarrollo de diversas enfermedades, entre ellas, el autismo.
Hemos visto a personajes famosos mezclándose en el debate y dando la cara públicamente en contra de la vacunación obligatoria, como por ejemplo, los actores Jim Carrey o Rob Schneider, acompañados de activistas y doctores en medicina.
Y llegados aquí, todos deberíamos preguntarnos: ¿Qué beneficio pueden sacar estas personas, denunciando los peligros que esconden las vacunas? La respuesta es sencilla: Ninguno. Lo cierto es que solo pueden salir perjudicados con ello.
Sin embargo, aun hay una gran masa de gente, adoctrinada por los grandes medios de comunicación controlados por los poderes financieros, que no se hace esta pregunta tan sencilla y como títeres entrenados, se limitan a repetir que los activistas anti-vacunación son unos locos que no saben lo que hacen…aunque sean médicos, científicos o personas famosas que no pueden obtener ningún beneficio con ello.
A colación de todo este debate, el premiado periodista de investigación norteamericano Jim Marrs, acaba de publicar un nuevo libro titulado “Control de la Población: Cómo los dueños de las corporaciones nos están matando”.
El libro explora cómo el monopolio mundial de las armas, el petróleo y las drogas está destruyendo el mundo.
En el libro se desgranan las historias de cuatro prominentes médicos conectados con el debate sobre el autismo y la vacunación (Brian Hooker, Andrew Wakefield, Thomas Verstraeten y Poul Thorsen).
Sus historias ayudan a explicar las poderosas fuerzas que suprimen toda voz crítica contra las vacunas y los oscuros intereses que se esconden detrás de todo ello.
BRIAN HOOKER
Brian Hooker es doctor en ingeniería bioquímica y tiene un hijo adolescente con autismo. Motivado por la condición de su hijo y con la ayuda de dos congresistas, Hooker pasó casi diez años presentando peticiones de consulta de documentos al CDC (Centros de Control de Enfermedades de EEUU).
Su objetivo era estudiar dichos documentos, tratando de hallar datos que vinculen el mercurio del timerosal, una sustancia utilizada en las vacunas, con el desarrollo de diversos trastornos en las personas vacunadas.
Puesto que no le podían negar el acceso a dichos documentos bajo la Ley de Libertad de Información, Hooker recibió miles de documentos, pero con muchos datos clave convenientemente borrados. Estos documentos incluyen cinco estudios de los CDC sobre el timerosal y el autismo escritos antes de 2004, que rechazaban cualquier conexión entre el timerosal y el desarrollo de autismo en las personas vacunadas.
Sin embargo, entre la gran cantidad de documentos que recibió, había aquellos que revelaban que los CDC habían tenido acceso a datos que vinculaban el timerosal de las vacunas con el autismo, con trastornos del sueño no orgánicos, y con trastornos del habla, pero que los habían ocultado al público.
Eso ha llevado a que hoy en día, vacunas contra la gripe que contienen timerosal, todavía se estén administrando a mujeres embarazadas y lactantes.
Según Hooker, un estudio de 2009 ocultaba datos, precisamente respecto a la única parte válida del estudio (es decir, a la exposición prenatal al timerosal); esa parte mostraba que los niños expuestos a sólo dieciséis microgramos del mercurio contenido en el timerosal mientras estaban en el útero, al nacer tenían hasta ocho veces más probabilidades de sufrir de autismo regresivo.
Hooker denuncia que muchos de los informes que recibió habían sido manipulados por los CDC y que en ellos se habían retenido datos cruciales, que vinculaban el uso del timerosal en las vacunas con el desarrollo de autismo y otros trastornos en el neurodesarrollo, en los niños vacunados.
Hooker también señaló que otros países que vacunan menos y que han prohibido el timerosal en las vacunas, no han experimentado tasas de autismo comparables a los Estados Unidos. Además, añadió su creencia de que el timerosal no se ha eliminado de las vacunas estadounidenses debido a “un esfuerzo concertado hacia la globalización de las vacunas”.
ANDREW WAKEFIELD
Andrew Wakefield, un ex cirujano británico e investigador médico, apoyó a Hooker en su esfuerzo por encontrar la verdad.
Wakefield es una figura polémica que ha sido castigado por el establishment médico y por los medios de comunicación.
Su página de Wikipedia afirma que el médico es “conocido por su trabajo de investigación fraudulento de 1998, que apoyaba la teoria, ahora desacreditada, de que existe un vínculo entre la administración de la vacuna del sarampión, las paperas y la rubéola (MMR) y el autismo y otras dolencias”.
Además, en 2010, un tribunal de cinco miembros del Consejo General Médico Británico (GMC) lo declaró culpable de deshonestidad y de doce cargos relacionados con el abuso de los niños con problemas de desarrollo. Eso llevo a que a Wakefield se le negara la práctica de la medicina y la revista médica británica The Lancet se retractó de su documento de 1998.
Sin embargo, las afirmaciones de Wakefield no son tan descabelladas como el establishment médico quiere hacerle creer a la gente.
A finales de 2011, la Strategic Autism Initiative (SAI), una fundación de investigación del autismo, anunció una investigación sobre las alegaciones de Wakefield, encabezada por el doctor David Lewis, ex microbiólogo de investigación de alto nivel para la Agencia de Protección Ambiental de EEUU (EPA) y un miembro del Centro Nacional de denunciantes (NWC).
David Lewis
La SAI rechazó la afirmación de que las alegaciones de Wakefield fueran fraudulentas. Además, otras investigaciones han apoyando las afirmaciones de Wakefield. Más de veintiséis estudios en los EE.UU., Canadá, Venezuela e Italia, replicaron las mismas conclusiones que el estudio de Wakefield de 1998, aunque obviamente, no han sido publicitadas porque ponen en peligro a las grandes industrias farmacéuticas.
El doctor Lewis explicó que áreas importantes de la investigación científica están siendo cada vez más manipuladas por los gobiernos y sus organismos, por las grandes corporaciones y las principales universidades, con el fin de promover y proteger sus propios intereses. La supresión de cualquier investigación independiente que amenace al establishment, es fundamental para defender sus intereses.
Aunque la mayoría de los científicos rara vez sufren represalias por parte del gobierno, la industria, o las universidades, lo cierto es que algunos se han enfrentado a falsas acusaciones de mala conducta de investigación, como fue el caso de Wakefield, lo que finalmente, conduce a la destrucción de sus carreras y sus vidas.
“Los científicos que reciben estos ataques, sufren consecuencias de por vida, y el efecto disuasorio que tiene sobre otros científicos es profundo. Hay muy pocos científicos que estén dispuestos a entrar en la línea de fuego del gobierno o de la gran industria, exponiéndose al riesgo de ser destruídos”, afirma Lewis.
DR. THOMAS VERSTRAETEN
La brutal presión que ejerce la industria farmacéutica sobre los activistas anti-vacunas, explica por qué muchos médicos se resisten a hacer declaraciones polémicas sobre los efectos de las vacunas. El Dr. Thomas Verstraeten es uno de esos casos.
Verstraeten entró en la polémica de las vacunas cuando fue el autor de un estudio de 2001, cuya fase inicial parecía indicar un posible vínculo entre el timerosal y el autismo.
Sin embargo, en el año 2003, Verstraeten dijo que su último estudio, en última instancia, no establecía dicho vínculo, y acabó convirtiéndose en un defensor de las vacunas. Se le acusó de ceder a la presión externa para alterar estudios que indican un vínculo entre el timerosal y el autismo e incluso se descubrieron indicios de ello en documentos internos del CDC, obtenidos tras una solicitud de liberación de información.
Robert F. Kennedy Jr
En junio de 2005, la revista Rolling Stone publicó un artículo escrito por Robert F. Kennedy Jr. titulado “Inmunidad mortal”, que afirmaba que el gobierno federal y la industria farmacéutica estaban en connivencia para retener información relativa a la seguridad de las vacunas. Kennedy también acusó a Verstraeten de modificar sus datos para adaptarse al discurso oficial de los CDC que sostiene que no existe un vínculo entre el timerosal y el autismo, una acusación que ha negado vehementemente Verstraeten.
Sin embargo, cuando observamos el desarrollo de su carrera profesional, hallamos indicios sospechosos y siniestros: poco después de la publicación de sus hallazgos y de defender las vacunas, Verstraeten dejó el CDC para ocupar un cargo muy bien remunerado en el gigante farmacéutico GlaxoSmithKline.
Este salto de Verstraeten es sólo otro ejemplo de la política de “puerta giratoria” entre los reguladores del gobierno y el mundo empresarial.
En 2009, por ejemplo, la directora de los CDC, Julie Gerberding, dejó la organización por un trabajo como presidente de la división de vacunas de Merck, una división que mueve la friolera de 5.000 millones de dólares.
Dr. Julie Gerberding
Poul Thorsen es otro médico pro-vacunas cuya legitimidad ha sido cuestionada.
Thorsen es coautor de algunos de los estudios de los CDC más citados que niegan la relación entre las vacunas que contienen timerosal y el autismo.
Gran parte de los datos citados en estos estudios siguen siendo inaccesibles para el público.
Sin embargo, a pesar de la falta de transparencia, la investigación de Thorsen ha sido aclamada por los medios de comunicación, el establishment médico y las grandes farmacéuticas como “prueba” de que no existe ninguna relación entre las vacunas y el autismo.
En 2014, Thorsen fue acusado de fraude y robo de dinero de las subvenciones, mientras trabajaba para el CDC. El CDC le había adjudicado fondos para la investigación en Dinamarca de discapacidades infantiles, autismo, trastornos genéticos, y síndrome de alcoholismo fetal.
Según el Departamento de Salud de Estados Unidos y el inspector general de Servicios Humanos, Thorsen desvió más de 1 millón de dólares del dinero de la subvención a los CDC a su propia cuenta bancaria personal y presentó facturas fraudulentas en CDC con el membrete de centros médicos de investigación, para obtener el reembolso de los trabajos supuestamente cubiertos por las subvenciones.
Sin embargo, este personaje corrupto y sin escrúpulos que defiende las vacunas, es considerado el “veraz”, mientras que los que se atreven a estudiar los vínculos entre las vacunas y el autismo, son considerados unos estafadores.
Y es que para saber la verdad sobre el tema de la vacunación, solo hace falta seguir el dinero y ver donde está el negocio.
Las campañas de vacunación masivas traen más de 25.000 millones de dólares en ingresos para las grandes empresas farmacéuticas y sus mercenarios, mientras que los médicos e investigadores que cuestionan la vacunación masiva no ganan nada con ello.
De hecho, muchos de ellos se arriesgan a la pérdida de todos sus ingresos y al ostracismo de la comunidad médica convencional. Mientras tanto, los que sostienen los beneficios de las vacunas y restan importancia a sus riesgos obtienen enormes beneficios.
Así pues, ¿cuál de los dos bandos debe estar más próximo a la verdad?
Fuente:http://www.naturalnews.com/050334_population_control_Jim_Marrs_autism_debate.html#ixzz3fTX3r0O2
Visto en : El Robot Pescador
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