Varios buzos han arriesgado la vida en búsqueda del punto máximo de este lago situado en Chereski, en la república rusa de Kabardino-Balkaria.
En el folclor europeo, los lagos son lugares misteriosos por sí mismos. De ninfas y ondinas al monstruo del lago Ness, las criaturas fantásticas que pueblan estos cuerpos de agua dan cuenta de ese poderoso atractivo imaginativo que ejercen sobre la mente humana.
A veces, sin embargo, dicha elucubración tiene un sustento real, como en el caso del lago que se encuentra en la república rusa de Kabardino-Balkaria, en la región norte del Cáucaso, el cual es aún un desafío para científicos y exploradores que se han sumergido en sus aguas buscando, hasta ahora infructuosamente, el punto exacto donde mana el agua que lo nutre.
De acuerdo con RT, el lago destaca por sus enormes paredes escarpadas de piedra caliza, las cuales lo hacen un enorme pozo cuya profundidad tiene fama de inalcanzable. Su longitud es de 235 metros, su anchura de 130 m y su profundidad máxima se calcula en 258 m. Por ser un lago kárstico (producto de la erosión ácida), en sus aguas no nadan peces de ningún tipo.
A la búsqueda de su profundidad efectiva está ligada una historia trágica: la de los buzos Martin Robson y Andréi Rodiónov, quienes intentaron alcanzar el fondo en 2012. Rodiónov murió en la expedición luego de que su equipo de respiración no soportó la presión exterior. Para honrar a su compañero, Robson propuso una segunda expedición para encontrar la cueva donde, se cree, podría estar el manantial desde donde fluye el agua, pero después de nueve horas buceando comenzó a experimentar el síndrome de descompresión, con tal severidad que tuvo que ser operado de emergencia.
¿Será que, después de todo, como en ciertas historias remotas, el misterio esté unido indeleblemente al destino del lago?
Por Pijamasurf
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