domingo, 21 de julio de 2019

Las Misiones de la NASA y sus Conexiones Masónicas (I)

El alunizaje de la misión Apolo 11 es un momento inspirador en la historia de la especie humana, sin embargo hoy en día, 50 años después de ese hito, las teorías de conspiración siguen abriendo debate.


Una de las tantas es la que asegura que la misión entera a la Luna estuvo influenciada por los deseos de logias masónicas y sus rituales. 

Dado que la masonería tiene varias de sus raíces enterradas en la sabiduría del Antiguo Egipto y que, como veremos más adelante, muchos oficiales de alto rango en la NASA son masones, la teoría conspirativa sostiene que el objetivo final de Apolo 11 fue llevar a cabo un ancestral ritual para «establecer comunicación» con una «deidad del principio de los tiempos».

 A continuación, el periodista y escritor Gabriel Muscillo entrega una exhaustiva investigación donde analiza esta y otras impactantes proclamaciones que parecen revelar una mezcla de verdades a medias, especulación y extrañas coincidencias.





 Francmasones en el espacio Hasta hace poco, la cuestión del papel real desempeñado por la Masonería en la conquista de la luna, y particularmente, de la supuesta condición de Iniciado de Neil Armstrong —comandante de la Misión Apolo XI, que coronó con éxito semejante gesta—, era patrimonio casi exclusivo de los grupos que gustan teorizar sobre conspiraciones globales, por lo general desde una óptica de ultraderecha.

 Según estos, el mencionado astronauta –primer hombre en imprimir su huella sobre el polvo selenita– habría empleado para ello su pie izquierdo, circunstancia que permite sospechar un carácter ritual. 

Algunas someras consideraciones inducían, ciertamente, a pensar que nos hallábamos ante una suerte de leyenda urbana. 



En primer lugar, Armstrong Masón no hallaba cabida en ningún libro o trabajo de cierta extensión y profundidad; pululaba, en cambio, en sitios web, pasquines y revistas digitales. 

Cierto es que el supuesto intercambio de «gestos rituales» sobre la superficie de nuestro satélite es mencionado nada menos que por Emilio Corbière, en su enjundioso libro La Masonería: Política y Sociedades Secretas; pero el historiador lo hace de pasada, y manteniendo abierta la puerta a la duda. 

En segundo lugar, ninguno de aquellos dispuestos a batirse a capa y espada por Armstrong Masón sabe consignar dónde y en qué año se inició, ni a qué Logia perteneció. 

Aquellos que mencionan su estatua al frente de un importante Templo Masónico no son capaces de ofrecer una foto como prueba; lo mismo vale para los que refieren sobre retratos del astronauta portando su Mandil. 



Por otra parte, algunas fuentes específicas afirmaban directamente lo contrario, y en modo tajante. La página Freemasons in Space, que forma parte del fiable sitio web de la obediencia canadiense Grand Lodge of British Columbia and Yukon, subraya que Armstrong no fue masón; sin embargo, asevera a continuación la militancia en la Orden de su padre, a quien llama Neil Armstrong Sr., señalando incluso su pertenencia a la Gran Logia de Ohio. 

Dado que tales precisiones contienen al menos un notable error, de que se dará cumplida cuenta más adelante, parece lícito colocar entre paréntesis la noticia toda. 

Es así que, a grandes rasgos, la condición masónica de Neil Armstrong era dato que no parecía digno de consideración: podía ignorarse fácilmente, desecharse sin temor, o al menos, ponerse en tela de juicio. 

Procedía, en efecto, del nebuloso reino de la especulación abierta, cuando no desenfrenada, donde campaban alegremente diversos ejemplares de la fauna conspiranoica, de escasa credibilidad. 

Por lo menos, así era hasta hace poco.

 De izquierda a derecha: Armstrong, Collins y Aldrin, el equipo de la Misión Apolo 11.

 Al producirse, el 25 de agosto de 2012, el deceso del veterano pionero, la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones emitió un Comunicado, firmado por su Gran Maestre, Ángel Jorge Clavero, donde «expresa su dolor ante el pase del Hermano Neil Armstrong al Oriente Eterno».

 Daba por cierta, además, la presencia de «sendas estatuas» de éste y de su compañero, Edwin ‘Buzz’ Aldrin, a las puertas de la Gran Logia de Washington.

 Y de pronto, la balanza se equilibraba dramáticamente. Había entonces al menos un testimonio de peso del lado de Armstrong Masón.

entrega la bandera masónica que llevó a la Luna al gran comendador del grado 33. 

Habiendo cambiado en tal sentido las circunstancias, se imponía, a mi criterio, proceder urgentemente a una «puesta en limpio» de la cuestión. 

Ello considerando, prima facie, que más allá de la pertenencia o no pertenencia del fallecido héroe a la Orden, ésta tuvo —sin lugar a vacilación alguna— decisivo protagonismo en el desarrollo del programa espacial estadounidense. 





No cabe ignorar, asimismo, la gran importancia simbólica que reviste la hazaña lunar para los Masones: hasta el punto de que la misma sugirió a un Hermano Masón de Lomas de Zamora (Buenos Aires, Argentina), Dr. Enrique Febbraro, la creación del Día del Amigo, que se celebra ya en cien países. 

Por fin: el Caso Armstrong contribuía a invisibilizar injustamente a ‘Buzz’ Aldrin, cuyo carácter masón resulta de sobra atestiguado, como si el hecho de haber tomado contacto con el regolito lunar en segundo término lo relegara al puesto de «actor de reparto», condenándolo a vegetar a la sombra de aquel a quien algunos llamaron «el Colón del espacio».

 Este abigarrado cúmulo de estímulos me decidió a emprender una serie de lecturas y averiguaciones, que sería pretencioso llamar investigación.

Puedo asegurar, en cambio, que fueron intensas y variadas, y que me permití todo el tiempo necesario para contrastar cada dato. 

Los objetivos concretos fueron seis: Determinar a ciencia cierta si Neil Armstrong fue masón; Separar la paja del trigo, respecto a diversas historias que circulan profusamente acerca de la «actividad masónica» de Aldrin sobre la luna; Llegar a un listado exhaustivo y fiable de astronautas estadounidenses con filiación masónica; Repasar, siquiera a vuelo de pájaro, las variadas acusaciones que se lanzan sobre la Masonería, tanto desde «teóricos de la conspiración» como desde sectores antimasónicos. 

Determinar qué hay de verdad en ellas; y por último, Incluir una consideración especial al insólito caso de John Whiteside Parsons (también conocido como Jack Parsons). 

Un pequeño paso… ritual En primer lugar, cabe destacar que aquel que vemos bajar por la escalerilla del módulo en la ya clásica filmación del alunizaje es en efecto Neil Armstrong, quien como comandante de la misión tuvo prioridad en el descenso. 

¿Pero entonces quién lo filmó siendo el primer hombre sobre la luna? 

                               

Los ingenieros de la NASA no son tontos y sabían que el primer paso era el más importante, por eso montaron una cámara —de baja resolución, eso sí— en el módulo, que en el momento indicado fue desplegada por el propio Armstrong mientras descendía. 

De hecho, durante las grabaciones se puede escuchar al astronauta preguntándole al centro de control ubicado en la Tierra si estaban obteniendo una buena señal, antes de seguir bajando por las escaleras.

 Ahora, si hablamos de fotografías, efectivamente el retratado es Aldrin, quien siguió al fotógrafo oficial de la misión y pisó la superficie selenita… con el pie izquierdo:

 descendiendo a la superficie lunar.

Si acudimos a diversos sitios de Internet empeñados en denunciar la conspiración global de la Masonería, el Judaísmo y el Comunismo para adueñarse de las redes de producción e intercambio, intervenir en los sistemas de gobierno e instaurar un Nuevo Orden Mundial ateo y apátrida, encontraremos que «el primer viaje del hombre a nuestro satélite natural fue protagonizado por una delegación de la masonería, y no sólo eso, el alunizaje del Apolo XI fue programado de acuerdo al calendario de Osiris, el dios más importante del panteón de los antiguos egipcios y figura emblemática del hermetismo». 

Se trata de una cita textual del sitio Stop NWO que mantiene un anónimo español, y donde el Stop NWO refiere a la «urgente necesidad» de detener la caída de la civilización occidental hacia el New World Order. 

Esa misma página dice: «Neil Armstrong, el comandante de la misión, Lubetón y hermano masón, que quiso rendir un homenaje discreto a la Orden y a sus hermanos del universo, al tocar por primera vez al suelo lunar el 20 de julio de 1969, caminó con los mismos pasos ritualísticos con que ingresan los aprendices en los templos masónicos, y para ello se acompañó con la frase que hoy se ha hecho inmortal: Es un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad.

 Sólo los miembros de la Orden tomaron nota de ese sentido homenaje». Hay otro sitio que brinda detalles curiosos y pretendidamente inquietantes: 

«Entonces [poco después del alunizaje] un ritual extraño, de una clase completamente diferente, de un carácter oscuro y siniestro, ocurrió en la Base de Tranquilidad sobre la Luna.

 No fue emitido a la Tierra vía televisión, ya que este ritual fue con cuidado trabajado de antemano como una ceremonia secreta, para ser escondida y vista sólo por los ojos de los adeptos Illuminati y su fraternidad Masónica. 

El astronauta Neil Armstrong, con cuidado, sacó su Delantal Masónico [sic por Mandil] y lo sostuvo para las cámaras sobre su traje espacial, como si cubriera el área de sus genitales – el centro de poder o dínamo de Energía Luciferina en el Ritual Masónico». 

Cabe preguntarse cómo es que el autor de tan sorprendente texto logró enterarse de un Ritual secreto, cuidadosamente planificado por las mentes más sutiles y diabólicas, y que no fue transmitido al planeta. Pero, si hemos de juzgar por el grosero error de suponer la existencia de una «base» en el Mar de la Tranquilidad, sitio de descenso del Águila, no cabe conceder a tan primorosos pormenores mayor crédito que a las andanzas del Ratón Pérez. 

En otros sitios de la misma índole, se asegura que «en la Casa del Templo, en Washington DC, hay una fotografía de Neil Armstrong sosteniendo su Delantal Masónico [otra vez sic] a la altura de la cintura».

Incluso en un sitio de declarada filiación masónica se asevera tajantemente que «Armstrong y Aldrin tienen sus estatuas a la entrada de la Gran Logia de Washington, por ser dos Maestros Masones». 

Declaración cuya falsedad era muy fácil de comprobar, con sólo procurarse una foto de la fachada del referido edificio:

 Como puede apreciarse, no hay allí más estatuas que dos Esfinges, en el extremo superior de la escalinata que conduce a la puerta principal. 

Claro: se podría argüir que las efigies de ambos astronautas se hallan, en realidad, adentro, en el hall que hace las veces de Salón de Pasos Perdidos, y ante las puertas del Templo propiamente dicho.

 El hecho es que Armstrong ha negado repetidamente su militancia Francmasona, y que no figura en las listas «oficiales» de Masones Célebres que ofrece The Grand Lodge of the District of Columbia.

 La confusión, seguramente, deriva del hecho de que el padre del astronauta, que fue auditor del Estado de Ohio —y que no se llamó Neil, como puede leerse por allí, sino Stephen Koenig— sí fue un activo masón. 

También fue miembro del Club de Leones de Wakaponeta, su ciudad de residencia. Puede notarse cómo el autor del primer párrafo citado «pisó el palito» al calificar a Neil como lubetón: palabra que, en el diccionario particular de los Hermanos significa, sencillamente, hijo de masón. 

Si bien el dato de la filiación masónica de Stephen Koenig Armstrong está corroborado —como tal figura en los listados oficiales del distrito de Columbia—, no pude saber mucho más acerca de su carrera en la Orden. Al parecer, se inició en Cincinnatti. 

Los sitios web antimasónicos coinciden en endilgarle el Grado 33°. Pero para los conspiranoicos, todo masón destacado es Grado 33°.

 Portal de comunicación con Osiris

Con respecto al supuesto «calendario de Osiris», según el cual se habría programado el cronograma de la Misión Apolo XI, sólo puedo decir que nos enfrentamos a otra insensatez de grueso calibre. 

Más allá de que el autor del aserto nada explica al respecto, cabe señalar que en el calendario egipcio había dos días consagrados a la conmemoración de los fastos osiríacos: uno dedicado a la muerte y descuartizamiento del dios, cinco días antes del 1° de peret, estación de la germinación, esto es, invierno; y el dedicado a su alumbramiento, esto es, el primero de los cinco días agregados al final del año, conocidos como epagómenos, pero llamados por los nativos del Nilo Mesut necheru: El Nacimiento de los Dioses. 

Mas, dado que el primer día de peret corresponde a nuestro 27 de diciembre, la Muerte de Osiris caía el 22 de este mes; y dado que los epagómenos se sumaban después del último día de mesore, el Nacimiento de Osiris se celebraba el 24 de agosto. Osiris.

 Pues bien: la totalidad de la Misión Apolo XI se desarrolló en la segunda mitad del mes de julio de 1969.

El lanzamiento del Saturno V que portaba la cápsula Águila ocurrió el 16 de dicho mes; el alunizaje se verificó el 20; el descenso de los astronautas recién seis horas después, ya en la madrugada del día 21; el regreso concluyó con el amerizaje del día 24. 

Como puede verse, la coincidencia con el pretendido «calendario de Osiris» es nula. Cierto es que tenemos a un tal Richard Hoagland, a quien ciertos sitios web adjudican erróneamente la dignidad de «consultor de la NASA».





 Se trata, en realidad, de un sujeto excéntrico, que lleva años al frente de una peculiar cruzada contra el gobierno estadounidense, acusándolo de ocultar al público las evidencias de que «no estamos solos en el universo». 

Hoagland.

Hoagland sostiene que, tanto en la superficie lunar como en la marciana, existen estructuras artificiales, erigidas hace milenios por visitantes extraterrestres, a los que no duda en identificar con los dioses que, según las diversas mitologías, instruyeron al hombre, dándole los rudimentos de la civilización. 

Dioses que, según él, continúan siendo evocados en los ritos empleados por los francmasones. Este delirante individuo afirma que, tras los proyectos espaciales, se halla oculta la Masonería, deseosa de retomar contacto con los antiguos dioses. 

Y para ello, se enreda en complejos cálculos, que pretenden encajar, a tuerto y a derecho, cada uno de los lanzamientos, alunizajes y reingresos a Tierra del Proyecto Apolo con la constelación de Orión. 

Ha obtenido de esta forma una serie de «alineamientos» que considera sugestivos.

 Entre ellos el referido al 20 de julio de 1969, el día en que Armstrong y Aldrin alunizaron. Hoaglang afirma que el descenso del Águila en el Mar de la Tranquilidad «coincide curiosamente con el inicio del calendario egipcio».

De ahí deduce que alguien, con notable influencia en el seno de la NASA, «venera al dios Osiris, cuya expresión estelar es, precisamente, la constelación de Orión». 

Ahora veremos de qué subterfugios se sirve el supuesto «consultor de la NASA» para retorcer los datos, hasta que terminan coincidiendo, siquiera a duras penas, con sus expectativas. 

El comienzo del año egipcio, acontecimiento que en modo alguno se encuentra relacionado con el mito osiríaco, ocurría con el orto helíaco de la estrella Sotis (Sirio), en un día que corresponde al 20 de junio de nuestro almanaque. 

Sólo si tomamos en cuenta el antiguo calendario juliano, en desuso desde 1582 —cuando se impuso el gregoriano, actualmente vigente— nos acercamos a una ligera sombra de coincidencia: el ascenso de Sirio —que es la Estrella Flamígera de los Templos Masónicos— ocurría el 16 de julio, según el abolido conteo.

 Pero, además de que para caer en esta fecha debemos recurrir a un calendario perimido hace más de 400 años, debemos destacar que el 16 de julio de 1969 es el día del despegue desde Cabo Cañaveral… No el día del alunizaje. 

Logia de la Tranquilidad

No cabe duda, en cambio, sobre el carácter masónico del segundo hombre que pisó la Luna: Edwin ‘Buzz’ Aldrin. 

Al momento de su histórico viaje, pertenecía a la Logia Montclair N° 144 de New Jersey; antes, había integrado el Cuadro de la Logia Clear Lake N° 1417, en Seabrook, Texas.

 También era miembro de organizaciones paramasónicas como la Sagrada Orden del Temple de Sión (es decir, los Caballeros Templarios), y la Antigua Orden Arábiga de los Nobles del Santuario Místico, más conocida como Shriners. 

En su libro Regreso a la Tierra, (que bien puede considerarse sus Memorias), Aldrin nos cuenta de su deseo de llevar a la Luna el Anillo Masónico del padre, y de su desilusión cuando lo extravió, pocos días antes del despegue. 

En su lugar, portó consigo una orden especial del entonces Soberano Gran Comendador J. Guy Smith, concediéndole pleno poder en el Nuevo Mundo que visitaría, con la condición de representarlo en él; lo autorizaba, asimismo, a exigir Jurisdicción Territorial Masónica sobre la Luna, en nombre de la Gran Logia de Texas de Libres y Aceptados Masones.

 Para conmemorar el histórico acontecimiento —y tal vez también para consolidar a la Masonería Texano-Selenita—, se emitió Carta Patente en favor de una nueva Logia, conocida como Tranquility Lodge Nº 2000 (Logia Tranquilidad), la cual trabaja bajo los auspicios de la Gran Logia de Texas, y que tiene sede provisoria en dicho Estado… ¡hasta tanto pueda establecerse concreta y materialmente en nuestro satélite! 

En la siguiente página, podremos apreciar el Mandil de este «Templo Extraterrestre».

Mandil de la Logia de la Tranquilidad. 

Claro está que el Levantamiento de Columnas de una Logia en pleno Mar de la Tranquilidad debe considerarse un acto meramente simbólico.

 Aldrin ocultó en el interior de su traje espacial una bandera del Supremo Consejo del Grado 33°, Jurisdicción Sur de la Masonería Americana. 

Consta que la desplegó en la ausente atmósfera lunar —en una ceremonia que, esta vez sí, no captaron las cámaras—, pero me resultó imposible obtener precisiones acerca del destino final de la enseña: hay versiones de que Aldrin la trajo de regreso a la Tierra, para presentarla finalmente al Soberano Gran Comendador Smith; otras, aseguran que la dejó allá arriba, hincada en las rocas selenitas, y que allí sigue; y hay otras, por fin, según las cuales habría sido «rescatada» posteriormente por otros astronautas, también masones, y «repatriada». 

Lo cierto es que la Biblioteca del Museo del Templo del Rito Escocés en Washington DC, sita en la Sixteen Street 1733, exhibe un pabellón que pretende ser el mismo que Aldrin llevó a la Luna. Por cierto, existe la posibilidad de que se trate tan sólo de una réplica.

 He escrito a la referida Biblioteca inquiriendo sobre el pormenor, pero hasta el presente no he recibido respuesta. 

A modo de ilustración, pueden exhibirse:



El diploma entregado a Aldrin por la Gran Logia de Texas, donde se lee claramente que dicho astronauta fue ‘the first Mason on the moon’, lo cual debería bastar para aventar cualquier duda que pudiere subsistir acerca de la membresía de Armstrong en la Orden; y de paso, nos anoticia que Aldrin era entonces Grado 32°, habiendo recibido ese mismo año la Cruz del Caballero Templario, condecoración honorífica para distinguirlo por su hazaña. 

O también:



La medalla conmemorativa acuñada por el Supremo Consejo del Grado 33° Jurisdicción Sur de los EE.UU., al cumplirse en julio de 1979 el décimo aniversario del alunizaje. 

En el anverso puede leerse ‘Our flags on the moon’, aludiendo a las dos plantadas por Aldrin: la patria y la masónica. Ambas pueden verse nítidamente en el relieve. 

Algunos sitios web sostenidos por amantes de las conspiraciones, tras regodearse y escandalizarse con semejante cúmulo de datos —pasando por alto que nada tienen de secretos, en tanto el propio Aldrin los refiere en su libro, y se hallan además documentados fotográficamente— adjudican carácter de «símbolo diabólico» al águila bicéfala. 

Como si no fuera figura común en la heráldica europea, emblema, por ejemplo, del Sacro Imperio Romano Germánico de los Habsburgo, y de la monarquía hispánica con Carlos I; o bien, de la Santa Rusia del Zar Nicolás, entre otras casas reinantes o nobles. 

Algunos autores señalan como «sugestiva» la coincidencia con el nombre dado por la NASA al módulo de alunizaje: Eagle, esto es, Águila. 

Antes de seguir adelante, parémonos a considerar los documentos fotográficos de que hablo más arriba. 

No me refería, por cierto, a la foto que utilizó Richard Hoagland como tapa de su amarillista The secret history of NASA (Historia secreta de la NASA), la cual se reproduce más abajo (Fig. 4). 

La misma es un evidente fraude, producto del liso y ramplón uso del Photoshop. Invito al lector a ver la ampliación que hice de la figura de Aldrin, y a examinar la imagen que aparece en la reflexión del visor de su casco.

¡Lo que en verdad sostenía Aldrin entonces era, a todas luces, la enseña norteamericana!

 Fig. 4. 

El documento fotográfico que alego es un tanto más serio: muestra a Edwin ‘Buzz’ Aldrin, junto a su padre —también masón—, entregando la bandera de marras al Supremo Gran Comendador Smith, el 16 de septiembre de 1969:

Comunión Sigamos deleitándonos con Hoaglang. 

En otro lugar, el conspicuo paranoide acusa a Aldrin de haber realizado un ritual, precisamente «treinta y tres minutos después de tocar superficie selenita, cuando Sirio se hacía visible en el horizonte del satélite»; relaciona luego el número 33 con los Grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. 

Cierto es que Aldrin llevó a cabo un ritual en el Mar de la Tranquilidad. Sí, aquí debo dar la razón al bando de los suspicaces. 

Claro que el ritual que el astronauta celebró no tenía nada de masónico: antes bien pertenecía a la más pura ortodoxia cristiana. Aldrin había transportado consigo un diminuto «juego de comunión», que le había proporcionado el templo presbiteriano de Webster (Houston, Texas), al que pertenecía: un pequeño cáliz de plata, un frasquito de vino del tamaño de un dedal, y un fragmento de hostia, consagrado por el pastor Dean Woodrof, el cual había consultado previamente a la Asamblea General de la Iglesia Presbiteriana sobre la viabilidad del sacramento. 

Durante la mañana, había transmitido por radio: «Me gustaría pedir algunos momentos de silencio. Me gustaría invitar a cada persona que está escuchando, quienquiera que fuere o dondequiera que esté, a que contemple por un momento los acontecimientos de las pocas horas últimas, y a que dé gracias en su propia manera individual». 

En la página 233 de Magnífica desolación, Aldrin escribió: «En el apagón de radio, abrí los pequeños paquetes plásticos que contenían el pan y el vino. Eché el vino en el cáliz. 

En la gravedad lunar, de un sexto de la terrestre, el vino serpenteó con lentitud por las paredes del recipiente, y graciosamente escapó hacia un lado. Luego leí la Escritura: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos.





 El que permanece en mí, y yo en él, ése dará mucho fruto; pero sin mí, nada puede hacerse”. Había tenido la intención de leer este pasaje de regreso a la Tierra, pero en el último minuto Deke Slayton me pidió que no hiciera eso.

 La NASA estaba ya embrollada en una batalla legal con Madelyn Murray O’Hare, la célebre oponente de la religión, sobre la tripulación del Apolo 8, que leyó el Génesis mientras orbitaba alrededor de la Luna en Navidad. Estuve de acuerdo a regañadientes… [Tras la ceremonia], di gracias por la Inteligencia y el Espíritu que llevaron a dos jóvenes pilotos hasta el Mar de la Tranquilidad. Era interesante para mí pensar: el primer líquido alguna vez vertido en la Luna, y el primerísimo alimento comido allí, fueron los elementos de la comunión». 

Fuente: Factor 302.4 
El blog de Alejandro Agostinelli.

Artículo publicado en MysteryPlanet.com.ar: Las misiones de la NASA y sus conexiones masónicas https://mysteryplanet.com.ar/site/las-misiones-de-la-nasa-y-sus-conexiones-masonicas/


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