jueves, 9 de julio de 2020

Desvelando las claves de la Ouija

Si alguien en España sabe lo que ocurre en una sesión de ouija, esa persona es, sin lugar a dudas, Francisco Azorín. Presidente del Centro de Investigaciones Metafísicas (CIM) de Alicante y miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Investigaciones Paranormales (SEIP). Charlamos largo y tendido con él sobre la ouija y otros aspectos paranormales...


Francisco Azorín lleva más de 30 años realizando esta práctica de manera periódica junto a sus compañeros del CIM, aunque, tal como explicaba a AÑO/ CERO, nunca se imaginó que dedicaría su vida a investigar dicho enigma cuando protagonizó su primera experiencia con el tablero. «Entonces era totalmente escéptico –aseguraba–. 

Fue mi novia Elvira, hoy en día mi esposa, quien me convenció para asistir a una sesión. Las primeras veces me dedicaba sobre todo a buscar hilos o imanes por la habitación para descubrir un fraude. No tardé en darme cuenta de que estaba ante un fenómeno fascinante».

Actualmente jubilado, Azorín ejerció como profesor de Física y Química en varios institutos alicantinos y en diciembre de 2017 publicó Las claves del fenómeno ouija (Círculo Rojo), obra en la que vierte sus experiencias y descubrimientos en las últimas tres décadas. Hace unas semanas me reunía con el autor para charlar largo y tendido sobre la práctica paranormal más popular de la historia.

Miguel Pedrero: La primera pregunta es obligada: ¿Podemos contactar con los espíritus a través del tablero?

Francisco Azorín: Mediante la ouija lo que se hace es una llamada telepática, y podemos atraer a ciertas inteligencias o, como sucede en muchas ocasiones, a nuestro inconsciente o personalidades desconocidas. Algunas de estas personalidades saben más que nuestro consciente sobre muchos asuntos. Son lo que yo llamo «cajones desconocidos de la mente». 

Es más, hemos llegado a comunicarnos a través del tablero con la personalidad no consciente de una persona viva que, por supuesto, no sabía que estaba en contacto con nosotros. El inconsciente de este individuo llegó a revelarnos detalles tan concretos como su nombre y apellidos, dirección, etc. Ya sé que suena raro, pero podría ofrecerte muchos ejemplos como este.
Comprobaciones extraordinarias

M. P.: Adelante… F. A.: Esto sucedió en Aspe, un pueblo alicantino. Entonces ejercía de profesor de Física y Química en el instituto de esa localidad. Como muchos de mis compañeros docentes sabían de mis investigaciones en el tema de la ouija, me propusieron realizar una sesión en el piso de uno de ellos. Accedí de buena gana porque siempre he estado dispuesto a la divulgación del fenómeno, así que nos reunimos seis o siete personas dispuestas a experimentar. En los primeros intentos no conseguimos que el vaso se desplazara sobre el tablero. Era lógico, puesto que se trataba de la primera vez que realizaban esta práctica. Por mi parte, intentaba tranquilizarlos y les animaba a que hicieran unos simples ejercicios de respiración para que se relajaran y pudieran concentrarse en la sesión.

Mis compañeros de instituto, muy disciplinados ellos, seguían al pie de la letra mis indicaciones, y así, en uno de los intentos, el vaso comenzó a moverse. La inteligencia que contactó con nosotros dijo llamarse Alejandro. Todos nosotros conocíamos a una persona llamada así: un sacerdote que impartía la asignatura de Religión en el instituto y que, por supuesto, estaba tan vivo como nosotros. Cuando le preguntamos si se trataba de él, respondió afirmativamente. No me sorprendió, porque como te expliqué anteriormente, hemos contactado en varias ocasiones a través de la ouija con el inconsciente de individuos que no tenían ni idea de que esa parte de su mente estaba manteniendo un diálogo con nosotros.

M. P.: Me imagino que le formularíais bastantes preguntas para comprobar si efectivamente se trataba del inconsciente de Alejandro.

F. A.: Claro. Le preguntamos cuestiones que solo él podía saber, y el vaso contestaba a toda velocidad y sin vacilar. En un intento de encontrar una evidencia definitiva que nos sacara de dudas, se me ocurrió pedirle que nos facilitara la matrícula completa de su vehículo, circunstancia que todos los presentes desconocíamos y que era sencillo de comprobar. Sin titubear, el vaso marcó los números y las letras. O había dado en el clavo o se trataba de una tomadura de pelo, algo demasiado común en las sesiones de ouija.

M. P.: Estaríais ansiosos por confirmar esa información…

F. A.: No te haces ni una idea. Al día siguiente, antes de que Alejandro llegara al centro educativo, todos los que habíamos participado en la experiencia estábamos esperando la entrada de su coche por la puerta principal. Yo llevaba en la mano un papel en el que había anotado la matrícula revelada a través de la ouija. Bastante asombrados, comprobamos que las letras y los números coincidían exactamente y en el mismo orden. 

El caso es que la historia acabó trascendiendo y se armó un revuelo tremendo en el instituto (risas). Profesores y alumnos comenzaron a rodear el pequeño utilitario del bueno de Alejandro, que no entendía nada. Se trataba de un viejo Seat 127 en el que hasta entonces nadie se había fijado. Aproveché la circunstancia para acercarme a él y preguntarle si la noche anterior, entre las ocho y las diez, cuando realizamos la sesión de ouija, había notado algo que le hubiera llamado la atención. 

El hombre, mostrando una gran extrañeza por la pregunta que acababa de formularle, me contestó con la amabilidad que siempre le ha caracterizado. Me explicó que esa tarde se había sentido indispuesto, hasta el punto de que tuvo que guardar cama y otro sacerdote le sustituyó en la misa que debía celebrar de noche. Pero este no fue el único caso en el que pudimos comprobar la veracidad de las informaciones facilitadas por el inconsciente de un vivo a través de la ouija.
Contactos con extraterrestres

M. P.: Soy todo oídos.

F. A.: Una vez, durante una de nuestras sesiones, se presentó una entidad que se identificó como la esposa del hermano de Elvira, mi mujer. Ella estaba viva, pero como no era la primera vez que nos ocurría una cosa así, decidimos continuar adelante. El caso es que nos manifestó que estaba muy preocupada porque su marido, el hermano de Elvira, se encontraba mal de salud. Nos quedamos bastante impresionados por el mensaje porque desconocíamos tal circunstancia. 

Ellos no residían en España sino en un pequeño pueblo de Inglaterra cercano a la frontera con Escocia. La verdad es que no le dimos ninguna importancia a lo sucedido porque ya estábamos acostumbrados a las comunicaciones falsas que solo pretendían confundirnos y jugar con nuestra credibilidad. Total, que nos olvidamos por completo del asunto. 

Pasaron unos días, y como era nuestra costumbre cada cierto tiempo, llamamos por teléfono al hermano de Elvira para interesarnos por él y su familia. Entonces nos dio la noticia de que había estado ingresado recientemente en el hospital con un estado de salud tan precario, que los médicos habían llegado a temer por su vida.

M. P.: Mucho se ha escrito sobre supuestos fenómenos paranormales ocurridos durante sesiones de ouija. ¿Alguna vez has sido testigo de algo así?

F. A.: Sí, pero no son tan espectaculares como la gente se piensa. Eso solo pasa en las películas. Por ejemplo, recuerdo que una vez vino a una de nuestras sesiones una mujer, cuyo hijo de 22 años había muerto recientemente en un accidente automovilístico. 

Trajo un marco con una foto del muchacho en su interior. No tardó en aparecer el supuesto espíritu del chaval, pero la madre, desconfiada, pidió una prueba para saber que realmente se trataba de su hijo. Entonces, el vaso se quedó clavado en medio del tablero y, segundos después, salió despedido a toda velocidad, impactando de lleno contra la foto del chico.

En otra ocasión, estábamos manteniendo una comunicación con una entidad con la que solemos contactar habitualmente y que se identifica como extraterrestre. De pronto, nos transmitió a través del tablero una frase que en nada tenía relación con el asunto sobre el que nos estaba facilitando información. 

Nos dijo: «En el cristal, poned bien a la Señora». Inmediatamente paramos la sesión y nos dedicamos a escudriñar uno a uno todos los cristales que teníamos a nuestro alrededor intentando averiguar a qué se refería nuestro comunicante.

 No tardamos en localizar una estampa de la Virgen María mal colocada dentro de un marco. Estaba en posición casi horizontal, atravesando el cristal. Cuando le preguntamos a ese presunto ser extraterrestre si se refería a esa imagen de la Virgen, nos respondió lo siguiente: «Es el ser de una compañera de la luz de un planeta amigo. 

En vuestro planeta ella se presenta así, pero puede adoptar muchas formas con la intención de que no tengan miedo las personas a las que se les aparece. Se llama Laia 23 y su luz tiene 25.000 años. Muchas personas de la Tierra la han tomado como la Virgen María».

Las claves de las "ouijafonías" con Francisco Azorín (2a parte)
Francisco Azorín asegura: «Uno de los fenómenos más extraños que suceden durante una práctica de ouija es lo que llamamos ‘ouijafonías’. 

Durante las sesiones grabamos todo lo que ocurre, y en bastantes ocasiones hemos conseguido psicofonías –voces supuestamente pertenecientes a espíritus, solo audibles mediante aparatos electrónicos– que aluden a lo que sucede durante la sesión. En varias de estas psicofonías son reconocibles voces de personas ya fallecidas que conocíamos en vida».

Las claves de las "ouijafonías" con Francisco Azorín (2a parte)

M. P.: Cuéntame algún caso de esta clase.

F. A.: Durante algunos años participó en nuestras prácticas un médico que murió ya hace tiempo. En una sesión grabamos una voz que decía: «Paco, soy (el nombre del médico), he venido antes, voy a tomar nota de estos registros». Cuando escuchamos la psicofonía, enseguida reconocimos su voz. Era inconfundible. Se estaba dirigiendo a mí porque Paco es como me llama todo el mundo que me conoce.

M. P.: Supongo que habrás vivido algunas experiencias personales que te han dejado marcado de por vida. Cuéntame alguna.

F. A.: Tengo grabado a fuego un suceso que ocurrió en una de las primeras sesiones que hice con la que ahora es mi esposa. Durante una ouija, apareció un ser que le dijo a mi mujer, entonces mi novia, que ella no era Elvira, como creía, sino María Eugenia. 

Se puso muy nerviosa porque sabía que su hermana gemela se llamaba María Eugenia. Esta había fallecido a las pocas horas de nacer. Total, que acabó contándole lo sucedido a su madre. Le preguntó si no era posible que se hubieran confundido, creyendo que había muerto María Eugenia cuando en realidad había sido Elvira. La madre lo negó y, además, la riñó por dedicarse a hacer sesiones de ouija. La cosa quedo así, y a los cuatro años decidimos casarnos. 

Pedimos, por tanto, nuestras partidas de nacimiento, necesarias para el tema burocrático. Y sorpresa, mi prometida descubrió que en la partida de nacimiento constaba como viva María Eugenia. Por tanto, la fallecida había sido Elvira, como había revelado la ouija. Tuvimos que remover Roma con Santiago para poder casarnos, porque obviamente una muerta no podía contraer matrimonio. Aquello fue bastante surrealista, pero al final logramos arreglar el asunto.

Otra vez, una entidad se dirigió a mi hermana María Rosa, que ese día participaba en la sesión, y le dijo que en el futuro se iba a mudar a Madrid a estudiar. Allí conocería a un compañero de clase llamado Robert con el que se iba a llevar muy bien. Efectivamente, pasado el tiempo se marchó a Madrid a realizar estudios de inglés y conoció a un compañero llamado Robert, con el que acabó manteniendo una relación.

Vaticinando el futuro

M. P.: Este último caso que me has narrado indica que es posible adelantarse a hechos futuros a través del tablero.

F. A.: Es posible, pero no habitual. Una vez, mis alumnos en el instituto me pidieron comprobar la validez de la ouija. A medio camino entre el interés propio de unos adolescentes y el egoísmo personal, me explicaron que en los próximos días iban a tener un examen muy importante de la asignatura de Filosofía y querían averiguar si el tablero podía revelarles las preguntas (risas). Entonces decidí llevar a cabo con ellos un experimento racional. 

Les puse como condición que solo podrían participar aquellos alumnos de 18 años o más, siempre y cuando contaran con el permiso por escrito de sus padres. Además, los chicos que formaran parte de la investigación debían comprometerse a estudiar todos y cada uno de los temas que entraban en la prueba de Filosofía. Con posterioridad a la misma se analizarían los aciertos y los fracasos. 

Al final participaron ocho chavales que dividí en dos grupos de cuatro. Los resultados cabría calificarlos de espectaculares, porque un grupo acertó a través de la ouija la mitad de las preguntas que iban a caerles en el examen, pero el otro hizo pleno: obtuvo un 100% de éxitos.

M. P.: Sé que en el CIM también habéis empleado la ouija para buscar objetos perdidos…

F. A.: Sí. En cierta ocasión, después de una sesión de ouija, una compañera del CIM llamada Cristina nos explicó que había comprado los regalos de Reyes para su familia antes de las fiestas navideñas, pero no se acordaba donde los había dejado. 

Había buscado por casa y nada. Así que se me ocurrió pedirle a Cristina que construyera un tablero de ouija en una cartulina, donde debía escribir todos los lugares en los que podían estar los regalos, por muy remotas que fuesen las probabilidades. 

Yo añadí la opción «otra posibilidad no contemplada aquí», que finalmente fue la que tocó el vaso durante la sesión. De modo que Cristina añadió nuevas opciones, incluyendo la palabra «hospital», porque es ginecóloga en uno de estos centros.

Reanudamos la sesión y el vaso indicó rápidamente «hospital», añadiendo que los regalos estaban a buen recaudo y no se iban a perder. La mujer no se quedó nada convencida del resultado y dudaba mucho que se encontraran donde había indicado la ouija. Al día siguiente, a las diez de la mañana, me telefoneó muy emocionada explicándome que, efectivamente, los había encontrado en el aparcamiento del hospital. 

Concretamente en el maletero del coche de un amigo y compañero. Pero lo extraño es que ya habían buscado varias veces en ese vehículo y allí no estaban. Me dijo: «No puedo explicarme cómo, de golpe y porrazo, han aparecido ahora en este lugar».
¿Qué «fuerza» desplaza el vaso?

A la vista de lo expuesto por Francisco Azorín, parece claro que es posible comunicarse mediante la ouija con el inconsciente de una persona viva sin que esta se percate de ello. «Mi teoría es que el ser humano no es solo su mente consciente, sino que está formado por otras potencialidades mentales, incluso más inteligentes y activas que el consciente», aclara mi informante. 

Del mismo modo, también es evidente que en muchas sesiones los participantes no se comunican con ningún espíritu, aunque así se identifique la entidad que hace acto de presencia, sino con el inconsciente de uno o varios de los actuantes, o bien con alguna clase de «compendio» del inconsciente de todos ellos.

En la actualidad, buena parte de los investigadores que se han acercado al fenómeno de la ouija defienden que el vaso no se desplaza sobre el tablero movido por alguna fuerza sobrenatural, aunque la sensación de los participantes en una sesión de ouija sea precisamente esa. Siempre es uno de ellos el que mueve el vaso, pero de forma inconsciente, no premeditada, mediante una serie de movimientos incontrolados de los músculos de su brazo.

Ahora bien, debemos formularnos la pregunta clave: ¿Es siempre el inconsciente del individuo el que genera el fenómeno de la ouija, o bien en algunos casos son entidades no humanas las que provocan dichos movimientos musculares, que acaban desplazando el vaso, el cual va tocando letras y componiendo frases?

Francisco Azorín no está de acuerdo con la teoría apuntada anteriormente, «ya que en determinadas experiencias, el máster –denominación del vaso o elemento sobre el que los participantes apoyan sus dedos– es capaz de describir trayectorias rectilíneas, curvilíneas y circulares a tal velocidad que es imposible que los microimpulsos inconscientes de una persona puedan provocarlas». 

En otras ocasiones, apunta Azorín, «los individuos pierden el contacto con el máster, que sigue su marcha frenética a lo largo y ancho del tablero, describiendo trayectorias impensables e imposibles de conseguir por medio de microimpulsos neuromusculares».


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