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jueves, 24 de septiembre de 2020

Batallas contra Magos y círculos de Demonios son mencionados en Textos Cristianos Apócrifos

¿Has oído de la historia sobre una batalla de magos que supuestamente tuvo lugar cuando se construía una de las primeras iglesias? ¿O sobre cómo un guardia fronterizo desafió las órdenes del rey Herodes y perdonó la vida de Jesús? 

Ahora, por primera vez, académicos han traducido estas y otras historias apócrifas (no aceptadas en el canon bíblico) de textos cristianos.


Se sabe que existen más de 300 textos cristianos apócrifos. Según relata el experto Tony Burke en su libro recopilatorio New Testament Apocrypha More Noncanonical Scriptures (Eerdmans, 2020), «estos textos eran parte integral de la vida de los cristianos, incluso mucho después de que se cerrara el canon y se llamará a evitar e incluso destruir este tipo de literatura».

Batalla de magos

Uno de los textos recientemente traducidos al inglés, cuenta sobre la batalla contra «magos diabólicos» que intentaron destruir una ancestral iglesia construida en dedicación a la Virgen María en la ciudad de Filipos, Grecia.

«El texto está escrito en copto, un lenguaje egipcio que usa el alfabeto griego, y pudo tener su origen alrededor de 1.500 años atrás», explicó Paul Diley, profesor de estudios religiosos que lo tradujo.

La historia figura en dos textos sobre el Monasterio de San Macario de Egipto. En esos tiempos, gran parte de la población alrededor del Mediterráneo se había convertido al cristianismo, sin embargo, algunos conservaban sus creencias politeístas.

Altar en el monasterio de San Macario. Crédito: © Danita Delimont.

«Hubo una tendencia a identificar a los remanentes del politeísmo con ‘magoi’ o ‘magos’ que representaban un peligro para la comunidad cristiana, a veces abiertamente y otras clandestinamente», detalló Dilley.

En el texto, la Virgen María se presenta en un sueño al obispo Basilio (quien vivió del 329 al 379 d.C.) y le dice donde hallar una imagen de ella que «no ha sido hecha por manos humanas». También le ordena colocar la imagen en el santuario de su iglesia, sobre dos columnas que encontrará en las afueras del templo de Filipos.

«Estas dos columnas han existido desde el tiempo de los gigantes. Imágenes de demonios las cubren. No es posible que alguien pueda tirarlas abajo a menos que sea a través de la orden de mi amado hijo (Jesús)», dice la Virgen María en el texto.

Las ruinas de la ancestral Filipos.

En la historia, cuando Basilio llega al templo con un equipo, es confrontado por un grupo de magos. «Cuando ellos oyeron sobre estos planes (mover las columnas), salieron con gran perturbación y provocaron grandes ilusiones diabólicas».

El obispo entonces tomó una vara ubicada sobre la «señal de la cruz salvadora» y la colocó sobre las columnas. «La coloqué sobre las dos columnas e inmediatamente un gran temblor sucedió entre ellas. De repente, se levantaron de sus bases y rodaron hasta llegar al lugar del estadio de la ciudad», relata Basilio en el texto.

Pero los magos toman cartas en el asunto y surge una trifulca contra los hombres que acompañaban al obispo, deteniéndolos; a medida que llega la noche, Basilio y su grupo desisten y deciden tomarse un descanso.

San Basilio.

Cuando Basilio se va a dormir, la Virgen María viene a él en otro sueño y vaticina que los magos serán derrotados: «Aquellos quienes hicieron este acto maligno de magia impertinente, contempla, están ciegos, agarrándose», dice.

Más tarde, luego que Basilio despierta, el agua brota de los costados de las columnas creando una corriente que milagrosamente cura a la gente. Los magos no fueron tan afortunados dado que «inmediatamente la tierra abrió su boca y se los tragó». El obispo, además, se encuentra con que la imagen ha sido puesta sobre las columnas por las propia Virgen María.

Hoy en día, las dos copias sobrevivientes de este relato están en la Biblioteca Apostólica del Vaticano y en la Biblioteca de la Universidad de Leipzig.
El guardia que ayudó a Jesús

Otros de los textos traducidos cuenta sobre un bandido de nombre Dimas (también llamado Dymas/Dismas), quien en su juventud, siendo un guardia fronterizo, ayudó a Jesús y su familia cuando estos huían a Egipto. El pasaje afirma que Jesús era un bebé en esos tiempos y su familia estaba escapando del rey Herodes que quería matar a Jesús.

«Este apócrifo está escrito en latín y data de entre el siglo XII y XIII», dice su traductor Mark Bibly, asistente senior y conferencista de estudios religiosos en la Universidad Estatal de California en Fullerton. Bibly destaca que durante la Edad Media había un número de historias que proclamaban ser sobre criminales crucificados junto a Jesús. En este caso, el texto habría sido escrito en un monasterio francés.

«Pienso que la trama es totalmente ficticia, una leyenda construida sobre al menos una decena de discretas leyendas anteriores», explica. El erudito nota que esta historia y otras del estilo «pueden haber sido creadas como una llamada implícita para que los jóvenes dejen sus familias, se unan a a los cruzados, y se conviertan en amigos de Jesús dentro y fuera de Tierra Santa».

La historia tiene lugar, de acuerdo a lo escrito, cuando Herodes estaba intentando hallar y matar a Jesús, y los guardias habían recibido órdenes de asesinar a cualquier infante varón que se cruzara en su camino. Dimas y su padre custodiaban la frontera entre Judea y Egipto.




MATANZA DE LOS INOCENTES — Tras verse engañado por los sabios del oriente que habían prometido proporcionarle el lugar exacto del nacimiento del rey de los judíos, Herodes ordena ejecutar a todos los varones nacidos en Belén y menores de dos años.

El padre de Dimas se va a hacer una ronda y le instruye a Dimas que vigile la frontera cuidadosamente. Poco después, José y María arriban al lugar llevando a un pobremente vestido Jesús bebé. Dimas se acerca a la familia y le pregunta sobre el niño. María teme que el guardia le arrebate a su hijo, pero José logra convencerlo de dejarlos ir, arguyendo que su pobre familia no puede representar ninguna amenaza para el poderoso Herodes.

«Tu deber es vigilar a los hijos de los hombres ricos de esta región, quienes son capaces de envidiar su superioridad más adelante. Cuando ves gente escuálida y en miseria, no es apropiado de tu parte reprocharles con este tipo de conversaciones», dice José en el texto.

Dimas les permite cruzar la frontera e incluso provee a la familia con algo de comida. Cuando su padre regresa, se enfurece y dice: «¿Qué vamos a hacer ahora? Nuestro juramento nos impide mentir. Si él (el rey Herodes) me condena por traición, me matará en lugar de los niños».

Luego Herodes llama a Dimas, quien admite haber dejado escapar a esta familia. Entonces, tras perder su puesto, es desheredado por su padre y se convierte en un bandido.

«Expulsado de la casa de su padre y su vecindario, comienza a dedicarse al bandidaje, convirtiéndose en una tribulación, porque ha sido endurecido con armas y perversidad», dice el texto. Cerca de 30 años después, Dimas es capturado durante el gobierno de Poncio Pilato en Judea y es crucificado junto a Jesús (quién ahora es un adulto). Dimas confiesa sus pecados como bandido y es perdonado por Jesús.

La única copia sobreviviente de este texto está en la biblioteca Grand Séminaire en Namur, Bélgica.
Capturando demonios

Entre los apócrifos traducidos, también está uno en griego que cuenta cómo el apóstol Pedro atrapó siete demonios que se camuflaban como ángeles en la ciudad de Azotus (también llamada Asdod, en lo que ahora es Israel).

A pesar que la historia data del siglo XI o XII, originalmente fue escrita siglos antes, tal vez hace 1.600 años. «La narrativa resuena con el contexto de las especulaciones del cuarto o quinto siglo sobre los pecados, pero pierde forma y carece de la reglamentación que parece presente en las primeras fases de su desarrollo», escribe Cambry Pardee, profesor de religión de la Universidad de Pepperdine en Londres.

El autor del texto «estaba escribiendo un trabajo de ficción, valorizando las aventuras del gran héroe cristiano Pedro», señala el profesor. «Y mientras los eventos son ficticios, es muy probable, pienso, que muchos cristianos creyeran que esta leyenda, ya sea en su forma escrita u oral, era un relato sobre algo real, una historia perdida sobre el apóstol».

En el texto, Pedro, quien sospecha de los «ángeles», marca un círculo alrededor de ellos y declara: «Mi Señor Jesucristo, deja que tu gloria sea revelada a través del Espíritu Santo. ¿Son estos, como ellos mismos dicen, ángeles de tu divinidad o son, por el contrario, espíritus que odian el bien?»


Ruinas de Azotus.

Seis de estos seres admiten ante Pedro que son los demonios del engaño, la inmoralidad sexual, la falsedad, el adulterio, la avaricia y la calumnia. Pero el séptimo demonio desafía a Pedro y le cuestiona por qué los demonios son tratados tan mal comparados con los humanos, señalando que los pecados humanos son perdonados por Cristo pero aquellos de los demonios no: «Tienes la parcialidad de Cristo; razón por la cual nos castiga a nosotros, pero él los perdona a Uds. cuando se arrepienten. Por lo tanto, cuando él lleva a una prostituta, a una recaudador de impuestos, a un negador, a un blasfemo y a un calumniador a su reino, también debería llevarnos a todos nosotros».

El demonio también nota que los humanos deberían dejar de culparlos por sus errores. «Yo, el diablo, no soy vuestro problema, sino que Uds. caen por sí mismos. Por lo que me he vuelto débil y sin vigor. Ya no tengo lugar, porque toda la gente se ha vuelto cristiana. Déjalos que se cuiden solos y que no nos culpen», cierra el séptimo demonio. Entonces Pedro los deja ir a todos.

La única copia sobreviviente de este texto está en la Biblioteca Angelica en Roma.

Fuente: Live Science. Edición: MP.

jueves, 13 de agosto de 2020

6 Leyes Mágicas





jueves, 23 de julio de 2020

La Magia de los Antiguos: Cinco Increíbles Textos de Hechizos, Maldiciones y Encantamientos


Desde que la humanidad ha creído en un poder superior, el uso de la magia, los hechizos, las maldiciones y los encantamientos ha sido una constante en la mayor parte de culturas. 

A lo largo de los siglos se han venido desarrollando cierto número de textos influyentes o grimorios (manuales de magia), muchos de los cuales se convirtieron en libros muy apreciados por sociedades secretas y organizaciones ocultas hasta bien entrado el siglo XX. 




Destacamos aquí cinco manuscritos que nos aportan una visión fascinante de la magia de los antiguos.

El Libro de Abramelín el Mago, grimorio esotérico de sabiduría cabalística

El Libro de Abramelín el Mago fue escrito como novela epistolar o autobiográfica por alguien conocido como Abraham de Worms. Abraham era un judío alemán que se cree que vivió entre los siglos XIV y XV. 

El Libro de Abramelín el Mago nos habla de la transmisión de la sabiduría mágica y cabalística de Abraham a su hijo, Lamech, y además nos cuenta la historia de cómo Abraham llegó a adquirir dicha sabiduría.

Abraham empieza su narración con la muerte de su padre, que le dio “signos e instrucciones concernientes a la forma en la que es necesario aprender la Santa Qabalah” poco antes de morir. Deseoso de alcanzar esta sabiduría, se dice que Abraham viajó a Mayence (Mainz) para estudiar la Cábala como discípulo de un rabino, de nombre Moisés. Abraham estudió junto a Moisés durante cuatro años antes de emprender un viaje que duraría seis años, y que acabó llevándole hasta Egipto.

Fue en Egipto donde Abraham conoció a Abramelín el Mago, un mago egipcio que vivía en el desierto a las afueras de una ciudad egipcia llamada Arachi o Araki. Se dice que Abramelin enseñó a partir de entonces a Abraham su magia Cabalística y que le dio además dos manuscritos de los que podría copiar los capítulos que deseara. 

Uno de los pasajes más destacados de este grimorio es un elaborado ritual conocido como la “Operación Abramelín”, que se dice que capacita al mago para ganarse el “conocimiento y conversación” de su “ángel guardián” y además para cegar a los demonios. El manuscrito fue utilizado más tarde por organizaciones ocultas como la Hermética Orden de la Aurora Dorada (Golden Dawn) y en el sistema místico Thelemita ideado por Aleister Crowley.

Ars Notoria – un antiguo libro de magia para perfeccionar la memoria y el aprendizaje

Como parte de una colección de mayor tamaño conocida como las Clavículas de Salomón, el Ars Notoria es un libro que se dice que permite a los que sigan sus instrucciones alcanzar la maestría en los conocimientos académicos, dotándoles de una gran elocuencia, una memoria perfecta y sabiduría. 

El Ars Notoria es uno de los cinco libros que forman parte del grimorio llamado las Clavículas de Salomón, un texto anónimo que fue recopilado de otras obras del siglo XVII y que trata principalmente de demonología.

El Ars Notoria es la parte más antigua del grimorio de las Clavículas de Salomón, remontándose al siglo XIII. No obstante, los textos que contiene son una colección de oraciones, plegarias y palabras mágicas que bien pueden ser anteriores al 1200.

 Las oraciones figuran en varias lenguas, como hebreo, griego y latín. No es un libro de hechizos y pociones, sino más bien de plegarias y oraciones que se dice que fortalecen y concentran el poder mental de quien las recita, por medio de la súplica de dones intelectuales a Dios. Entre estos dones se incluye el concepto de “memoria perfecta”.

A aquellos que practican las artes liberales, como aritmética, geometría y filosofía, se les promete la maestría en dichas materias si se consagran al Ars Notoria. 

En su interior, se describe un proceso diario de visualización, contemplación y oraciones, que se entendía que permitían al practicante mejorar su concentración y su memoria.

El Pseudomonarchia Daemonum, también conocido como la Falsa Jerarquía de los Demonios, es un gran compendio del siglo XVI que cita los nombres de sesenta y nueve demonios. Esta lista apareció inicialmente como apéndice de un libro sobre demonología y brujería de Johann Weyer. Hijo de un comerciante y funcionario, Johan Weyer fue un médico y practicante de las ciencias ocultas holandés nacido en 1515. 

Bien versado en el Latín desde muy joven, Weyer se convirtió rápidamente en discípulo de Heinrich Cornelius Agrippa, un famoso mago, teólogo y ocultista de Amberes.

Parece que la fascinación de Weyer por la magia comenzó cuando trabajaba a las órdenes de Agrippa, pero más adelante se intensificó después de haberse convertido en médico por propio derecho: cierto día, fue convocado al juicio de un adivino, de tal modo que el juez le pidió consejo sobre el caso en particular. 

Este juicio despertó el interés de Weyer por la investigación de la brujería como forma de vida, culminando en su decisión de defender a aquellos acusados de practicarla. Veintisiete años después de este caso, cuando Weyer tenía ya sesenta y dos, publicó el Pseudomonarchia Daemonum.

En la obra de Weyer se afirma que mientras que los demonios y monstruos del infierno quizás tengan el poder de crear ilusiones que engañen a las gentes, los estafadores no son ciertamente las brujas que suelen ir a juicio—“enfermas mentales”, como Weyer las llama—sino más bien los magos que ejecutan trucos ante la gente corriente para ganarse una moneda. 

La intención de Weyer era crear un estado de opinión que propiciara la revisión de las causas por brujería en las que las acusadas eran, de hecho, inocentes. Desconocemos hasta qué punto sirvieron de ayuda los esfuerzos de Weyer a las acusadas de brujería, aunque existen pruebas de que sus peticiones de clemencia fueron en su mayor parte ignoradas.

Picatrix: el antiguo libro árabe de astrología y magia oculta

El Picatrix es un antiguo libro árabe de astrología y magia oculta que data del siglo X o XI, y que se ha ganado una curiosa mala reputación por la obscena naturaleza de sus recetas mágicas. 

El Picatrix, con sus crípticas descripciones astrológicas y hechizos que cubren casi cualquier deseo o anhelo concebible, ha sido traducido y estudiado por muchas culturas a lo largo de los siglos, y continua fascinando a los seguidores de lo oculto de todo el mundo.




El Picatrix fue originariamente escrito en Árabe, titulado Ghāyat al-Ḥakīm, que se traduce como “La Intención del Sabio” o “La Meta del Sabio.” La mayor parte de los estudiosos creen que proviene del siglo XI, aunque hay argumentos bien fundados que lo datan en el siglo X. 

Con el paso del tiempo, el original en árabe fue traducido al español, y más tarde al latín en 1256 por el rey de Castilla Alfonso X el Sabio. Fue entonces cuando se le dio el nombre latino de Picatrix.

El texto trata tanto de magia como de astrología. Un elemento que ha contribuido a la mala fama del Picatrix es la obscena naturaleza de sus recetas mágicas. Repugnantes brebajes que tienen la intención de alterar el propio estado de conciencia, y que pueden llegar a provocar experiencias extracorpóreas o incluso la muerte. 

Entre sus ingredientes se incluyen: sangre, excreciones corporales y masa cerebral, mezclado todo ello con ingentes cantidades de hachís, opio y plantas psicoactivas. Por ejemplo, en la receta del hechizo para “Generar Enemistad y Discordia” leemos:

Toma cuatro onzas de sangre de un perro negro, dos onzas tanto de sangre de cerdo como de sus sesos, y una onza de sesos de asno. Mézclalo todo junto hasta que forme un todo homogéneo. Cuando administres esta medicina a alguien junto con su comida o bebida, te odiará.

Arbatel: la magia de los Antiguos – Un grimorio de lo oculto con un mensaje positivo

El Arbatel de Magia Veterum (Arbatel: de la Magia de los Ancianos) es un grimorio (manual de magia) de la época del Renacimiento – y una de las obras más influyentes en su género. 

Contrariamente a otros manuscritos de lo oculto que contienen magia oscura y maleficios, el de Arbatel sólo aporta guía y consejo espiritual sobre cómo vivir una honesta y honorable vida.

Se afirma que el libro de Arbatel fue escrito en el año 1575. Desconocemos la identidad de su autor, anque se ha especulado con la posibilidad de que fuera escrito por un hombre llamado Jacques Gohory, Paracelsista (miembro de un grupo que creía y seguía las teorías médicas y terapéuticas de Paracelso)

Arbatel se centra en la naturaleza, y en las relaciones naturales entre la humanidad y la jerarquía celestial. Pone de manifiesto las relaciones positivas entre el mundo celestial y los humanos, y las posibles interacciones entre ambos. El Arbatel fue una obra extremadamente influyente en su época.

Imagen de portada: un lector hojea un antiguo grimorio. (abovetopsecret.com)


Traducción: Rafa García

Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.

23 JUNIO, 2015 - 01:59 JOANNA GILLAN

domingo, 21 de junio de 2020

La Casa de Camilla y el príncipe Carlos está Encantada (y en venta)


La mansión medieval «Bolehyde Manor» ubicada en Wiltshire fue testigo de cómo el príncipe Carlos comenzaba a cortejar a Diana de Gales y también de su relación con Camila Parker Bowles mientras ella estaba casada. 

Ahora, la propiedad se vende por 3,8 millones de libras y no es de extrañar que se encuentre encantada.

La casa, construida a principios del siglo XVI fue propiedad de los monjes de la Abadía de Glastonbury. Siglos después, en 1973 se mudaba el matrimonio Parker Bowles y se empezaba a observar el Aston Martin del príncipe Carlos aparcado fuera.




«Camilla se daba cuenta de su presencia cuando veía la televisión y el fantasma se sentaba a su lado y cambiaba de canal». Según su biógrafa Penny Junor: «Nunca lo vio, pero lo sentía a su lado y se reía de cómo ella y el fantasma siempre querían ver programas diferentes». 

La mayoría de los informes aseguran que se trataba de un fantasma «benigno» y no era una amenaza para Camilla. Sin embargo, cuando se casó en 2005 con el príncipe Carlos otro fantasma empezó a mostrarse y este era más agresivo. 

En 2007, Charles compró la entonces deteriorada pero histórica Dumfries House por 45 millones de libras esterlinas (52 millones de dólares estadounidenses) y comenzó a restaurar la finca escocesa del siglo XVIII para que él y Camilla vivieran en ella.

«Definitivamente había un fantasma, sin duda alguna. Subí las escaleras, entré en el pasillo y pensé que no podía ir más lejos. Literalmente me congelé. Recuerdo que pensé que no quería volver y no lo hice durante unos años».

No sabemos con seguridad de si puede tratarse de Lady Di. Lo que sí se sabe es que a partir de la restauración de la propiedad se dejaron de notar las apariciones. Ahora, la lujosa mansión de 8 habitaciones y 4 baños y pista de tenis incluida se encuentra a la venta. Pero con tanta historia, ¿quién se puede atrever a adquirirla?

17 de Junio de 2020 (16:55 CET)

domingo, 3 de noviembre de 2019

Conversaciones Sagradas: el Impacto del Misterioso Libro de Soyga

El Libro de Soyga, o Aldaraia sive Soyga vocor, fue escrito en el siglo XVI, posiblemente como tratado de magia. 

El ilustre ocultista de la corte de Isabel I de Inglaterra, John Dee, era propietario de una de las dos únicas copias existentes, quizás una de las razones por las que resulta pertinente investigar en la magia y la alquimia del Renacimiento. 

No de forma muy diferente a su propia obra acerca del Enoquiano, o alfabeto Angélico, el Libro de Soyga parece contener otro alfabeto—posiblemente una variante del hebreo que incluye símbolos alquímicos codificados. 

Recuperado en 1994 después de haber estado perdido durante cuatrocientos años entre el momento en que Dee presuntamente lo vendió para conseguir dinero y su muerte en 1608, el libro está considerado uno de los más desconcertantes volúmenes del siglo XVI.

Escrito en Latín, el Libro de Soyga no resulta tan fácil de traducir como cabría esperar. Aunque no parece que Dee llegara a descifrar con éxito el libro codificado, los historiadores actuales y decodificadores han conseguido traducir la parte del texto que está en latín, descubriendo así la temática general acerca de la cual se escribió el libro. 





Parece tratar de creencias propias de la magia del Renacimiento e identifica diversos ángeles y demonios, además de describir un inusual alfabeto y múltiples secuencias de palabras invertidas. 

Además, en él abundan los símbolos numéricos que llevan a muchos especialistas a creer que el libro tiene algo que ver con la Cábala Cristiana, un texto escrito a partir de la Kabbalah judía desde una perspectiva cristiana. (Aunque el propósito de la Cábala varía, es en esencia un conjunto de enseñanzas que arroja luz sobre la manera en que el infinito interactúa con el mundo físico, dependiendo de las particulares tradiciones de cada uno). 

Estos factores provocan conjuntamente que la intención del texto resulte muy imprecisa—es sólo porque el autor lo escribió parcialmente en latín que se puede entender un énfasis en astronomía, alquimia, ángeles y elementos de la naturaleza. 

Más sorprendente aún, no obstante, es el hecho de que los comentarios sobre símbolos, números y los específicos sobre alquimia contenidos en el texto siguen envueltos en el misterio, ya que ciertos signos no han podido traducirse o descifrarse debidamente (ver la obra de Jim Reeds).


Retrato de John Dee, famoso ocultista que poseía una copia del Libro de Soyga (Wikimedia Commons)

El Libro de Soyga está formado por 36 tablas (o apartados), dentro de las cuales se tratan numerosos temas. El cuarto apartado, por ejemplo, habla de los cuatro elementos principales—fuego, aire, tierra y agua—y de cómo se extendieron por todo el universo. 

El quinto, de los humores medievales: sangre, flema, bilis roja y bilis negra. 

Los signos astrológicos y los planetas son tratados extensamente y en detalle, perteneciendo cada signo a un planeta específico (Venus a Tauro, por ejemplo) y a continuación el Libro 26 da inicio con una larga descripción del “Libro de los Rayos”, cuya finalidad es “la comprensión de los males universales.”


‘Los Cuatro Temperamentos’ por Charles Le Brun (Wikimedia Commons).Los temperamentos colérico, sanguíneo, melancólico y flemático se creía que estaban causados por exceso o carencia de alguno de los cuatro humores.

John Dee y Edward Kelley alcanzaron a comprender la importancia de este texto durante una de sus largas conversaciones espirituales, en la que el propio Dee preguntó a los ángeles si este libro, que descansaba en una estantería de su amplia biblioteca personal, poseía algún valor. Ambos consiguieron comunicar supuestamente con el ángel Uriel, patrón de los siete sacramentos católicos y de la poesía, y este Arcángel amplió el conocimiento de Dee sobre el Libro de Soyga. 

Se tiene noticia de que Uriel afirmó que el texto estaba relacionado con el tiempo anterior al tiempo—en referencia a la época en la que vivió Adán, antes de la creación de Eva y de la Caída del Hombre. No obstante, Uriel continuó diciendo que solo el arcángel Miguel, guerrero de Dios contra el mal y el error, podría interpretar de manera precisa la obra.

Según John Dee, sólo el arcángel San Miguel podría descifrar el verdadero significado del Libro de Soyga (Wikimedia Commons)

Los estudiosos de la obra de Dee y de lo oculto creen que el Libro de Soyga influyó en gran medida en los trabajos posteriores de Dee y Kelly sobre la magia Enoquiana. 

Se pueden apreciar grandes similitudes entre la obra de Dee en la Monas Hieroglyphica y acerca del lenguaje Enoquiano, y los elementos contenidos en el Libro de Soyga—de los cuales no es el menos importante la curiosa manera en la que unos y otros textos fueron escritos. 





Sería por tanto un inmenso error creer que, aun siendo el Libro de Soyga un misterio, fue pasado por alto por el hecho de estar olvidado en un estante de la biblioteca personal de Dee. 

Es perfectamente posible que el libro influyera en su obra mucho más de lo que nos podemos dar cuenta en la actualidad, y también mucho más de lo que podemos comprender en el presente sin la ayuda de una traducción adecuada tanto del lenguaje Enoquiano como del Libro de Soyga.

Imagen de portada: Grimorio “Libro de las Sombras”, con cubierta de palisandro. Imagen meramente ilustrativa. (Wikimedia Commons)

Autor: Ryan Stone

Traducción: Rafa García

Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.

15 JUNIO, 2015 - 01:44 RYAN STONE

sábado, 26 de octubre de 2019

Magia y Encantamientos de Siria y Mesopotamia


La magia y los encantamientos eran utilizados en Siria y Mesopotamia tanto por los brujos –considerados dañinos y asociales– como por los sacerdotes y adivinos, que solían estar organizados en corporaciones.

magia encantamientos siria mesopotamia

Las técnicas más frecuentes para realizar augurios o encantamientos–tras agasajar a los dioses protectores y patrocinadores de la adivinación, Shamash y Adad–, eran la hepatoscopia –observación del hígado–, la interpretación de los sueños –oniromancia– y la observación de los astros.

 En los tiempos sumerios más remotos, el examen de las entrañas de las víctimas era ya una práctica bastante habitual, principalmente de las vísceras de los cabritos. 

La interpretación de presagios a través de fenómenos astronómicos y atmosféricos también era habitual: por lo general se consideraba a los eclipses de luna especialmente funestos, así como cambios en la tonalidad del sol, lluvias de estrellas y cometas, así como a las tormentas –la lluvia y los relámpagos–. 





También se consideraban presagios relevantes los movimientos de distintos animales, como el vuelo de las aves o el reptar de las serpientes, y se hacían predicciones –normalmente nefastas– a partir de los partos anormales de animales y seres humanos. Asimismo, se podían inducir presagios observando la forma y el movimiento del humo del incienso o del aceite derramado sobre el agua contenida en una copa.

La oniromancia tenía singular importancia en Mesopotamia. Para la interpretación de los sueños, el sacerdote recibía el oráculo al lado de la estatua de la divinidad mientras dormía. 

Un ejemplo de este tipo es el de Gudea, patesi de Lagast en el 2200 a.C. que, según la tradición, recibió en sueños la orden de construir el templo del lugar con sus especificaciones arquitectónicas, algo que vemos repetido de forma muy similar en el Antiguo Testamento: por ejemplo, respecto al templo de Salomón, el profeta hebreo Natán recibió las indicaciones también por la noche durante el sueño.

Actos mágicos

La magia y la adivinación eran también importantes entre los hititas y los hurritas, y aunque sus procedimientos eran muy similares a los que se usaban en otros lugares de Mesopotamia, los hititas parece que tenían una técnica particular que consistía en la adivinación a partir de la observación del comportamiento de una serpiente o de un pez dentro de una tinaja. En Ugarit, la antigua religión cananea también manifestaba un fuerte componente mágico. 

En las ocasiones en que existían problemas para la sociedad, se realzaban sacrificios a la vez que un tipo de adivinación concreta cuando sufrían ataques enemigos o visualizaban lo que creían señales de peligro, como un eclipse solar.

 La adivinación se llevaba a cabo entonces por la lectura de las vísceras de los animales o los presagios leídos en las estrellas –astromancia–. Por ejemplo, se recogió la creencia de que si la luna en ascensión se ponía amarilla, el ganado perecería. Los ejemplos son innumerables.

Además, mediante la interpretación de las malformaciones en fetos humanos y animales también discernían el porvenir: si no tenía oreja derecha, el enemigo asolaría y destruiría el país; si no tenía patas traseras –el animal– la guardia se revelará contra el rey; si le falta la lengua el país se dispersará; por el contrario, si no tenía pata delantera sería el país enemigo el destruido; si el infante o la cría de algún animal no tenía bazo, el país pasaría hambre…

También se realizaba adivinación mediante la ordalía por el fuego o mediante el uso de narcóticos 

También se realizaba adivinación mediante la ordalía por el fuego o mediante el uso de narcóticos en una suerte de antiguas práctica chamánicas: un medio para inducir una experiencia extática, un viaje mágico que arrojaba conocimientos sobre el futuro. 

También desde la reforma de Zoroastro, a pesar de que se condenó la magia y se persiguió a brujos y hechiceras, quedaron algunas reminiscencias de este tipo, sobre todo relacionadas con el uso de plegarias y conjuros contra el ataque de algún animal –la mordedura de serpientes a caballos, por ejemplo–. 

La profecía, además, permitía conocer el futuro: particularmente conocidos eran los profetas extáticos en Mari, así como entre los cananeos y los hebreos. 

Arrebatados por una suerte de frenesí, vaticinaban sobre el futuro, advirtiendo a sus soberanos y autoridades por encargo de los dioses. En Mesopotamia existía la raggimtu o “gritadora”, proclamadora del oráculo que, en una suerte de éxtasis –maju, “fuera de sí”–, era la equivalente mesopotámica de la pitonisa helénica.





Como sucedía con los oráculos de la Grecia clásica, en el templo de Ishtar en Arbela existían hombres-profetas que por boca de esta divinidad babilónica del amor y la fertilidad, la belleza y la fertilidad, asociada normalmente con la sexualidad, comunicaba oráculos en primera persona, pues el majju o eshshebu –“el que salta”– se consideraba como poseído por la propia Ishtar


miércoles, 16 de octubre de 2019

La Magia de los Antiguos: Cinco Increíbles Textos de Hechizos, Maldiciones y Encantamientos


Desde que la humanidad ha creído en un poder superior, el uso de la magia, los hechizos, las maldiciones y los encantamientos ha sido una constante en la mayor parte de culturas.

 A lo largo de los siglos se han venido desarrollando cierto número de textos influyentes o grimorios (manuales de magia), muchos de los cuales se convirtieron en libros muy apreciados por sociedades secretas y organizaciones ocultas hasta bien entrado el siglo XX. 





Destacamos aquí cinco manuscritos que nos aportan una visión fascinante de la magia de los antiguos.

El Libro de Abramelín el Mago, grimorio esotérico de sabiduría cabalística

El Libro de Abramelín el Mago fue escrito como novela epistolar o autobiográfica por alguien conocido como Abraham de Worms. Abraham era un judío alemán que se cree que vivió entre los siglos XIV y XV.

 El Libro de Abramelín el Mago nos habla de la transmisión de la sabiduría mágica y cabalística de Abraham a su hijo, Lamech, y además nos cuenta la historia de cómo Abraham llegó a adquirir dicha sabiduría.

Abraham empieza su narración con la muerte de su padre, que le dio “signos e instrucciones concernientes a la forma en la que es necesario aprender la Santa Qabalah” poco antes de morir. 

Deseoso de alcanzar esta sabiduría, se dice que Abraham viajó a Mayence (Mainz) para estudiar la Cábala como discípulo de un rabino, de nombre Moisés. Abraham estudió junto a Moisés durante cuatro años antes de emprender un viaje que duraría seis años, y que acabó llevándole hasta Egipto.

Fue en Egipto donde Abraham conoció a Abramelín el Mago, un mago egipcio que vivía en el desierto a las afueras de una ciudad egipcia llamada Arachi o Araki. Se dice que Abramelin enseñó a partir de entonces a Abraham su magia Cabalística y que le dio además dos manuscritos de los que podría copiar los capítulos que deseara. 

Uno de los pasajes más destacados de este grimorio es un elaborado ritual conocido como la “Operación Abramelín”, que se dice que capacita al mago para ganarse el “conocimiento y conversación” de su “ángel guardián” y además para cegar a los demonios. El manuscrito fue utilizado más tarde por organizaciones ocultas como la Hermética Orden de la Aurora Dorada (Golden Dawn) y en el sistema místico Thelemita ideado por Aleister Crowley.

Ars Notoria – un antiguo libro de magia para perfeccionar la memoria y el aprendizaje

Como parte de una colección de mayor tamaño conocida como las Clavículas de Salomón, el Ars Notoria es un libro que se dice que permite a los que sigan sus instrucciones alcanzar la maestría en los conocimientos académicos, dotándoles de una gran elocuencia, una memoria perfecta y sabiduría. 

El Ars Notoria es uno de los cinco libros que forman parte del grimorio llamado las Clavículas de Salomón, un texto anónimo que fue recopilado de otras obras del siglo XVII y que trata principalmente de demonología.

El Ars Notoria es la parte más antigua del grimorio de las Clavículas de Salomón, remontándose al siglo XIII. No obstante, los textos que contiene son una colección de oraciones, plegarias y palabras mágicas que bien pueden ser anteriores al 1200.





 Las oraciones figuran en varias lenguas, como hebreo, griego y latín. No es un libro de hechizos y pociones, sino más bien de plegarias y oraciones que se dice que fortalecen y concentran el poder mental de quien las recita, por medio de la súplica de dones intelectuales a Dios. Entre estos dones se incluye el concepto de “memoria perfecta”.

A aquellos que practican las artes liberales, como aritmética, geometría y filosofía, se les promete la maestría en dichas materias si se consagran al Ars Notoria. En su interior, se describe un proceso diario de visualización, contemplación y oraciones, que se entendía que permitían al practicante mejorar su concentración y su memoria.


El Pseudomonarchia Daemonum, también conocido como la Falsa Jerarquía de los Demonios, es un gran compendio del siglo XVI que cita los nombres de sesenta y nueve demonios. 

Esta lista apareció inicialmente como apéndice de un libro sobre demonología y brujería de Johann Weyer. 

Hijo de un comerciante y funcionario, Johan Weyer fue un médico y practicante de las ciencias ocultas holandés nacido en 1515. Bien versado en el Latín desde muy joven, Weyer se convirtió rápidamente en discípulo de Heinrich Cornelius Agrippa, un famoso mago, teólogo y ocultista de Amberes.

Parece que la fascinación de Weyer por la magia comenzó cuando trabajaba a las órdenes de Agrippa, pero más adelante se intensificó después de haberse convertido en médico por propio derecho: cierto día, fue convocado al juicio de un adivino, de tal modo que el juez le pidió consejo sobre el caso en particular. 

Este juicio despertó el interés de Weyer por la investigación de la brujería como forma de vida, culminando en su decisión de defender a aquellos acusados de practicarla. Veintisiete años después de este caso, cuando Weyer tenía ya sesenta y dos, publicó el Pseudomonarchia Daemonum.

En la obra de Weyer se afirma que mientras que los demonios y monstruos del infierno quizás tengan el poder de crear ilusiones que engañen a las gentes, los estafadores no son ciertamente las brujas que suelen ir a juicio—“enfermas mentales”, como Weyer las llama—sino más bien los magos que ejecutan trucos ante la gente corriente para ganarse una moneda. 

La intención de Weyer era crear un estado de opinión que propiciara la revisión de las causas por brujería en las que las acusadas eran, de hecho, inocentes. Desconocemos hasta qué punto sirvieron de ayuda los esfuerzos de Weyer a las acusadas de brujería, aunque existen pruebas de que sus peticiones de clemencia fueron en su mayor parte ignoradas.

Picatrix: el antiguo libro árabe de astrología y magia oculta

El Picatrix es un antiguo libro árabe de astrología y magia oculta que data del siglo X o XI, y que se ha ganado una curiosa mala reputación por la obscena naturaleza de sus recetas mágicas.

 El Picatrix, con sus crípticas descripciones astrológicas y hechizos que cubren casi cualquier deseo o anhelo concebible, ha sido traducido y estudiado por muchas culturas a lo largo de los siglos, y continua fascinando a los seguidores de lo oculto de todo el mundo.

El Picatrix fue originariamente escrito en Árabe, titulado Ghāyat al-Ḥakīm, que se traduce como “La Intención del Sabio” o “La Meta del Sabio.” La mayor parte de los estudiosos creen que proviene del siglo XI, aunque hay argumentos bien fundados que lo datan en el siglo X. 

Con el paso del tiempo, el original en árabe fue traducido al español, y más tarde al latín en 1256 por el rey de Castilla Alfonso X el Sabio. Fue entonces cuando se le dio el nombre latino de Picatrix.

El texto trata tanto de magia como de astrología. Un elemento que ha contribuido a la mala fama del Picatrix es la obscena naturaleza de sus recetas mágicas. Repugnantes brebajes que tienen la intención de alterar el propio estado de conciencia, y que pueden llegar a provocar experiencias extracorpóreas o incluso la muerte.

 Entre sus ingredientes se incluyen: sangre, excreciones corporales y masa cerebral, mezclado todo ello con ingentes cantidades de hachís, opio y plantas psicoactivas. Por ejemplo, en la receta del hechizo para “Generar Enemistad y Discordia” leemos:

Toma cuatro onzas de sangre de un perro negro, dos onzas tanto de sangre de cerdo como de sus sesos, y una onza de sesos de asno. Mézclalo todo junto hasta que forme un todo homogéneo. Cuando administres esta medicina a alguien junto con su comida o bebida, te odiará.





Arbatel: la magia de los Antiguos – Un grimorio de lo oculto con un mensaje positivo

El Arbatel de Magia Veterum (Arbatel: de la Magia de los Ancianos) es un grimorio (manual de magia) de la época del Renacimiento – y una de las obras más influyentes en su género.

Contrariamente a otros manuscritos de lo oculto que contienen magia oscura y maleficios, el de Arbatel sólo aporta guía y consejo espiritual sobre cómo vivir una honesta y honorable vida.

Se afirma que el libro de Arbatel fue escrito en el año 1575. Desconocemos la identidad de su autor, anque se ha especulado con la posibilidad de que fuera escrito por un hombre llamado Jacques Gohory, Paracelsista (miembro de un grupo que creía y seguía las teorías médicas y terapéuticas de Paracelso)

Arbatel se centra en la naturaleza, y en las relaciones naturales entre la humanidad y la jerarquía celestial. Pone de manifiesto las relaciones positivas entre el mundo celestial y los humanos, y las posibles interacciones entre ambos. El Arbatel fue una obra extremadamente influyente en su época.

Imagen de portada: un lector hojea un antiguo grimorio. (abovetopsecret.com)


Traducción: Rafa García

Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.

23 JUNIO, 2015 - 01:59 JOANNA GILLAN

jueves, 25 de julio de 2019

La misteriosa Bandera de las Hadas del Clan MacLeod y sus legendarios Poderes Mágicos

La Fairy Flag, o ‘Bandera de las Hadas’, es uno de los mayores tesoros custodiados por el jefe del clan MacLeod, un clan escocés de las Highlands tradicionalmente vinculado a la isla de Skye. 

A día de hoy, la bandera se encuentra en el castillo de Dunvegan, sede del clan en la isla de Skye, y ha sido descrita como “bastante andrajosa, confeccionada con seda de un marrón desvaído y cuidadosamente remendada en algunos puntos.” 

Aunque no lo parece por su aspecto, se cree que la bandera posee misteriosos poderes, y se cuentan numerosas historias sobre la forma en que este mágico pedazo de tela ha protegido al clan MacLeod a lo largo de los siglos.

Existen principalmente dos historias que se han contado habitualmente acerca del origen de la bandera de las hadas. 

La primera de ellas relaciona el origen de la bandera con las Cruzadas, indicando de este modo que procede de algún lugar del Próximo Oriente. La segunda, en comparación, nos habla de hadas, y sitúa los hechos que rodearon la aparición de la bandera en la propia isla de Skye.





Se ha determinado que el tejido de la Bandera de las Hadas es seda procedente del Próximo Oriente (para ser más específicos Siria o la isla de Rodas). 

Este hecho parece conceder cierto crédito a la tradición según la cual la bandera tuvo su origen en Oriente. No obstante, la bandera ha sido datada entre los siglos IV y VII d. C., por lo menos 400 años antes de que se iniciara la Primera Cruzada. 

Aún así, es posible que la Bandera de las Hadas ya fuese considerada una reliquia en la época de la Primera Cruzada, y que su viaje a las islas británicas tuviera su origen en esta campaña militar.
Una bandera de las Cruzadas

La versión de las Cruzadas sobre el origen de la Bandera de las Hadas da comienzo con Harald Sigurdsson, conocido también como Harald Hardrada, rey de Noruega entre los años 1046 y 1066. Antes de convertirse en rey de Noruega, Harald había sido capitán de la Guardia Varega en la corte del emperador bizantino en Constantinopla. 

Uno de los valiosos tesoros que se trajo consigo a Noruega habría sido precisamente la Bandera de las Hadas, que por aquel entonces era conocida como Landoda, ‘La que asola la tierra’. 

El rey creía que gracias a esta bandera no podía ser vencido en batalla, y cuando se embarcó en su campaña para conquistar Noruega, como es lógico, llevó la bandera consigo.

Los ingleses tendieron una emboscada al ejército noruego, y parece que Harald no tuvo oportunidad de desplegar su bandera mágica. 

Las tropas de Harald fueron derrotadas en la batalla de Stamford Bridge, y el rey perdió la vida al atravesar una flecha su garganta. 

Se cuenta que uno de los guerreros de Harald que sobrevivió a la batalla, Godred Crovan, consiguió rescatar la bandera y llevársela hasta el reino de Mann y las Islas, donde buscó refugio junto a su rey Godred Sigtryggsson, que era además pariente suyo.





 Crovan se autoproclamó rey de Mann en el año 1079, y según los MacLeod, su clan desciende de él.

Harald en la batalla de Stamford Bridge. (Public Domain)

El clan de las hadas

La otra versión de la historia sugiere que la Bandera de las Hadas no llegó de Oriente, sino que fue un obsequio de las hadas al clan MacLeod.

 El cuarto jefe del clan, Iain Ciar, era al parecer un joven muy atractivo.

 Pero aunque gustaba a muchas mujeres, no se había sentido aún atraído por ninguna de ellas. Cierta noche, el jefe tropezó con una casa de hadas, en la que pudo ver a la princesa de las hadas. 

Ambos se enamoraron instantáneamente el uno del otro, y la princesa solicitó a su padre que le permitiera casarse con el jefe del clan MacLeod.

El rey de las hadas, no obstante, rechazó esta petición, explicando a su hija que a diferencia de las hadas los humanos envejecen y mueren, y que no podría evitar el dolor de verle morir. Padre e hija llegaron a un acuerdo, de modo que se permitió a la princesa estar con el jefe durante un año y un día, tras lo cual debería regresar con su gente. 

Durante este tiempo, la princesa tuvo un hijo. Pero finalmente llegó el momento del adiós. Antes de marcharse, la princesa le hizo prometer a su marido que nunca dejaría solo al niño ni le permitiría llorar, ya que eso sería más de lo que ella podría soportar.

La Bandera de las Hadas (Public Domain) y el castillo de Dunvegan en la isla de Skye, envuelto en la niebla en agosto del año 2007. (CC BY-SA 3.0)

En las semanas posteriores a la partida de su esposa, el jefe mantuvo su promesa, aunque se sentía apesadumbrado. Sus amigos decidieron organizar una fiesta para intentar levantarle el ánimo. 

A medida que se desarrollaban las celebraciones, el jefe empezó a recobrar su humor habitual. 

La alegre música y la algarabía procedentes del salón de banquetes sonaban con tal estruendo que llegaron hasta oídos de la niñera, de modo que ésta decidió abandonar los aposentos del bebé y acudir a la fiesta. El niño se despertó con el ruido y empezó a llorar, pero la niñera no le oyó.

La princesa de las hadas, en cambio, sí oyó el llanto de su hijo, y apareció junto a él. 

Le cogió en brazos, le envolvió en mantillas y le cantó una nana, consiguiendo de este modo que volviera a dormirse. Fue entonces cuando el jefe (o en otras versiones del relato la niñera) llegó a los aposentos del bebé. Oyó la nana, pero no pudo ver quién la cantaba. 

Años más tarde, el niño creció y contó a su padre lo que había ocurrido esa noche. 

De este modo, las mantillas que envolvieron al bebé se convirtieron en la Bandera de las Hadas, considerada un mágico talismán que protegía al clan MacLeod.

Princesa cantando una nana, ilustración de H.J. Ford, 1921 (carolynemerick.com)

En cualquier ocasión en que el clan se encontrara en grave peligro, todo lo que debían hacer los MacLeod era desplegar la Bandera de las Hadas y ondearla tres veces. 

De este modo, las legiones de las hadas acudirían en su auxilio. Esto, sin embargo, solo podía hacerse en tres ocasiones, tras lo cual la bandera regresaría al lugar del que procede, arrastrando consigo a quien la hubiera ondeado por última vez.

 Al parecer los MacLeod ya han recurrido a la bandera en dos ocasiones: la primera, una vez que los MacDonald habían invadido sus tierras y les superaban ampliamente en número. 

Aquel día los MacLeod ondearon la Bandera de las Hadas, el signo de la batalla cambió, y el clan de la isla de Skye se salvó de la destrucción.

Abadía de Iona.

La marca en el suelo podría señalar la localización de las tumbas de varios jefes MacLeod y de uno de los portadores de la famosa Bandera de las Hadas.

La segunda vez que se empleó la Bandera de las Hadas fue a causa de una epidemia que estaba acabando con el ganado del clan, por lo que los MacLeod estaban muriendo de hambre.

 Cuenta la tradición que tras ondear la bandera las reses del clan volvieron a la vida.

 Por último, la bandera estuvo a punto de ser utilizada por tercera vez durante la Segunda Guerra Mundial, ya que la jefa del clan, la Sra. Flora MacLeod, se ofreció para ondearla ante los acantilados de Dover en el caso de que los alemanes intentasen invadir Gran Bretaña. 

Afortunadamente, el clan MacLeod no necesitó invocar la magia de la bandera, y de este modo, siempre según la tradición, los MacLeod aún tienen opción de recurrir a la legendaria bandera una última vez.

La Sra. Flora MacLeod en el castillo de Dunvegan, hogar tradicional del clan. (CC BY-SA 3.0 nl)





Imagen de portada: La Copa de Dunvegan, la Bandera de las Hadas y el Cuerno de Sir Rory Mor son las reliquias familiares del clan MacLeod de Dunvegan. La fotografía es anterior al año 1927. (Public Domain)

Autor: Wu Mingren

Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.

Fuentes:

Associated Clan MacLeod Societies, 2016. The Fairy Flag Legend. [Online]

Johnson, B., 2016. The Fairy Flag of the MacLeods. [Online]

ScotClans, 2013. The Fairy Flag of Dunvegan. [Online]

The Scotsman, 2005. The Fairy Flag of Clan MacLeod. [Online]

www.dunvegancastle.com, 2016. The Fairy Flag. [Online]

www.windsorscottish.com, 2009. The Fairy Flag of Dunvegan. [Online]

3 JULIO, 2016 - 23:01 DHWTY

martes, 16 de julio de 2019

Curanderos que curaban RABIA con SALIVA o ALIENTO en la Edad moderna: SALUDADORES

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Los saludadores fueron en España curanderos dotados de un supuesto poder que les permitía curar a las personas y animales afectados por el mal de la rabia o hidrofobia, empleando para ello su aliento y su saliva.

Ese don especial para curar la rabia lo tenían por alguna de estas circunstancias de su nacimiento:

– Ser el séptimo hijo, varón o hembra, de un matrimonio si sus hermanos anteriores fueran del mismo sexo.

– Haber nacido en Jueves Santo, Viernes Santo, Nochebuena o el día de la Encarnación.

– Haber llorado en el vientre de su madre y que ésta lo hubiese oído, pero no lo hubiera revelado a nadie antes del nacimiento.

– Ser el mayor de dos hermanos gemelos.

– Haber nacido con el mantillo o bolsa amniótica.

Se consideraban los saludadores familiares de Santa Catalina de Alejandría o de Santa Quiteria, abogadas contra la rabia, y por eso llevaban grabado en el paladar, en la lengua o en otras partes de su cuerpo el símbolo de ellas, sobre todo el crucifijo o la rueda con la que sufrió martirio aquella santa.





Se creían poseedores no sólo de la virtud de curar con su aliento y su saliva, sino de resistir impunemente la acción del fuego sobre su cuerpo. Podían andar con los pies descalzos sobre una barra de hierro al rojo vivo, meterse en un horno encendido, beber agua y aceite hirviendo y lavarse con ellos las manos.

Para poder ejercer su oficio, los saludadores debían ser examinados por los obispos en sus diócesis respectivas o por el Tribunal de la Inquisición, quienes les proporcionaban una licencia.

A principios del siglo XVII el obispo de Oviedo, Álvarez de Caldas, dio esta orden (1)

“Mandamos que los saludadores sean examinados y no les admita ningún cura o concejo sin nuestra licencia o de nuestro previsor, so pena de excomunión o de mil maravedís”.

En 1663 el visitador eclesiástico que fue a la parroquia de Erenchún (Álava), donde existía una saludadora, mandó (2):

“…damos comisión al cura para que repela y eche del dicho lugar y los demás de este arciprestazgo de Eguilaz donde supiere anda la dicha saludadora, y no la admita a exercer el dicho oficio en que se ocupa hasta que parezca ante el ordinario a ser examinada del dicho oficio…”.

En esa época, los saludadores de los pueblos valencianos necesitaban para dedicarse a realizar curaciones a afectados por la rabia, licencia del arzobispo.

Ambrosio de Montes, muy apreciado por los vecinos de Villa del Prado (Madrid) por su habilidad, había obtenido su licencia del Inquisidor General.

Otras veces eran examinados los saludadores por un arcipreste, un canónigo, un abad, etc.

Con estos exámenes los eclesiásticos comprobaban más que la capacidad del saludador para curar, el que su poder no proviniera de un pacto con el demonio.

En la ciudad de Valencia existieron durante los siglos XVI y XVII examinadores de saludadores, funcionarios públicos designados por las autoridades para juzgar la habilidad de los que aspiraban a ejercer ese oficio. 

Durante algunos años tuvo ese cargo Domingo Moreno que era a la vez que saludador, artesano fabricante de agujas. Se realizaban los exámenes en presencia de las autoridades municipales y las pruebas consistían en curar a perros enfermos de rabia utilizando la saliva. 

Los aspirantes apagaban además una barra de hierro y un trozo de plata candentes poniendo la lengua sobre ellos. Superadas estas pruebas y tras prestar juramento, obtenían su licencia (3).

Los ayuntamientos contrataban a los saludadores pagándoles una cantidad de dinero o de trigo para que atendieran a los vecinos y a sus ganados. Si el saludador vivía en otra población se comprometía a hacer un par de visitas al año, casi siempre en primavera y otoño, y cuando se le avisase por haber ocurrido algún caso de rabia.

Otras veces la cantidad fijada en el acuerdo sólo era para pagar las dos visitas anuales y por cada vez más que el saludador fuese llamado, tenían que abonarle un jornal además de los gastos de caballerías, criado, manutención y alojamiento, en caso de que tuviera que hacer noche.

Hubo contratos entre municipios y saludadores que duraron bastantes años.

En 1495 el de Madrid pagaba a Juan Rodríguez de Palacio, saludador de Getafe, un cahíz de trigo al año (4):

“…por desde Nuestra Señora de agosto en un año con salario de un cahíz de trigo, con que sea obligado de venir cada vez que la villa le llamare…”.

Unos años después seguía sin haber saludador en Madrid, y decidieron sus autoridades pagarle el alquiler de una casa al de Alcobendas para que se fuera a vivir allí (5):

“Acordaron los dichos señores, que porque en esta villa no hay saludador y se daba salario al de Alcobendas y se avía d’enbiar por él cada vez quera necesario y se viene a bevir a esta dicha villa, Juan Garçia, saludador, el qual no pide, salvo que la dicha le dé una casa en que more e gela pague que le davan e dieron para el alquiler de la dicha casa, 500 maravedís por un año”.

El concejo de Lagrán (Álava) pagaba a una saludadora en 1605, de acuerdo con el contrato hecho con ella, dos fanegas y media de trigo al año que entonces valían 42 reales (6).

El municipio de Jaén pagaba en 1630 a un saludador 24 reales.

El saludador que contrató el ayuntamiento de Hernani (Guipúzcoa) en los años de 1635 a 1643, percibía 50 reales anuales por visitar la villa una vez en marzo y otra en septiembre (7).

Estas diferencias de salarios dependerían, lógicamente, del número de vecinos de cada población y de las cabezas de ganado que tuvieran que ser atendidos.

 Así, por ejemplo, a mediados del siglo XVIII, según el Catastro de Ensenada, en el pueblo madrileño de Cabanillas de la Sierra, con sólo 41 vecinos, pagaban a un saludador 45 reales al año mientras que en otros con mayor número de habitantes como Chinchón, Guadarrama y Moralzarzal les daban a los suyos 400, 130 y 100 reales respectivamente.

Cuando el saludador era un niño, el acuerdo se firmaba con su padre. En 1711 había en Oyón (Álava) un niño de 14 años llamado José Ruiz que tenía, según su padre, gracia gratis data para curar la rabia. 

Fue contratado por el municipio de Berredo (Álava) por 30 reales al año, más los gastos, para que les asistiese en “todas las ocasiones que subzediese penuria de dicha enfermedad”. Acudiría “con toda puntualidad y solo avisso de palabra o escrito” (8).

Aunque siempre utilizando su aliento o su saliva, los saludadores de las distintas zonas de España empleaban procedimientos diferentes para curar.

Cuenta Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana o española, que los saludadores que él conocía cortaban pedacitos de pan con la boca y mojados con su saliva, los daban al ganado aquejado de la rabia para sanarlo.

También se empleaba el pan mojado con saliva para las personas.

Otros saludadores escupían al enfermo o a los alimentos que iba a tomar.





Los había que embadurnaban los labios del enfermo con saliva y luego le echaban el aliento por toda la piel de su cuerpo.

Fue frecuente que el saludador echara agua en una vasija y escupiera en ella. Luego miraba al fondo atentamente y decía ver al perro y conocer si tenía la rabia. Si era así y había mordido a un animal, le soplaba y escupía en la herida. Si se trataba de una persona, le chupaba primero la mordedura y luego la escupía también.

En pueblos de Toledo, según Ismael del Pan, el saludador pedía un vaso de agua y después de hacer beber a la persona enferma de rabia, mojaba él sus labios durante un rato y con disimulo echaba en el agua un poco de saliva, que quedaba en el fondo del vaso. Esa era la baba hidrófoba que el saludador o saludadora enseñaba diciendo que el enfermo quedaba libre de la enfermedad. A esto se llamaba “sacar la baba” (9).

Había personas que creían que si un saludador mojaba un dedo en su saliva estando en ayunas y hacía una cruz en la herida de una persona mordida por un perro rabioso, se curaba.

Otros saludadores pretendían curar echando sobre la herida de la persona mordida, la ceniza que resultaba de quemar los pelos del perro que la había causado.

Cervantes cuenta en La Gitanilla cómo a un herido le aplicaron pelos de los perros que le habían mordido pero fritos en aceite, aunque previamente le levaron las mordeduras con vino y le pusieron también romero verde mascado.

Algunos saludadores untaban la herida del enfermo con sangre del perro rabioso que la había hecho.

Un saludador de Dos Aguas (Valencia) citado por Seijo Alonso, hacía brotar de la herida de la persona mordida una gota de sangre que recogía en una tela blanca que hubiera sufrido muchos lavados y por su color sabía la gravedad del mal. 

Después lavaba la herida con una hierba de un monte cercano, que probablemente era la betónica. En Jijona (Alicante) una saludadora empleaba la hierba llamada “albarsán”. Antes chupaba la herida y “saludaba” un frasco de alcohol o vino con los que la limpiaba después (10).

Se aplicaban también ajos machacados, pero tenían que haber sido sembrados el día de Nochebuena y recogidos antes de la salida del sol tras la noche de San Juan.

Los saludadores estuvieron en general socialmente bien considerados, y muchos de ellos gozaron de buen prestigio por su gracia para curar la rabia.

Catalina de Cardona fue una famosa saludadora al servicio de Felipe II y de personas de la nobleza.

A principios del siglo XVIII, José Méndez, saludador de Villa del Prado, estuvo exento, como los nobles y eclesiásticos, de pagar la mayoría de los impuestos durante años.

El Ayuntamiento de Ibahernando (Cáceres) tomó el acuerdo en sesión plenaria celebrada el 21 de enero de 1894, de animar a los ayuntamientos de los pueblos limítrofes a fin de que todos unidos pagaran a un hombre para que sustituyera en el servicio militar a Felipe Cancho, saludador, porque era “de gran utilidad a esos pueblos” (11).

Por el contrario, otras muchas personas consideraron a los saludadores como unos embaucadores que se aprovechaban de la ignorancia de las gentes.

El canónigo salmantino Pedro Ciruelo escribió a mediados del siglo XVI fuertes críticas contra los saludadores (12):

“…para encubrir la maldad, fingen ellos que son familiares de San Catalina o de Santa Quiteria y que estas santas les han dado virtud para sanar de la rabia …y así con esta fingida santidad traen a la simple gente engañada tras sí…”.

Quevedo en Los Sueños sitúa a los saludadores en el infierno “condenados por embustidores”.

Feijoo en el discurso primero del tomo tercero de su Teatro crítico universal, arremete duramente contra los saludadores descubriendo las trampas de que se valían para poder pisar barras de hierro al rojo, meterse en un horno, etc. 

Cita el fraile benedictino varios fracasos de saludadores que habían elegido ese oficio para vivir sin trabajar, como aquél que decía que “con soplar los días de fiesta ganaba lo que había menester para holgar, comer y beber toda la semana”.

Los saludadores que empleaban sólo el poder de su aliento y su saliva para sus curaciones, sin pactar con el demonio, no fueron perseguidos por la Iglesia. Hubo incluso un clérigo saludador en Ariniz (Álava) en 1629.

Algunos de ellos fueron condenados por la Inquisición pero sólo por carecer de licencia o tenerla falsificada, como aquel individuo de Jaén que decía tener título de saludador y al ser procesado en 1776 declaró que se lo había hecho un catalán por cuatro reales (13).

Otros muchos saludadores ejercieron a la vez de ensalmadores, conjuradores, santiguadores, etc. Entre ellos estuvo un saludador manchego, séptimo hijo varón, que actuó de santiguador para intentar curar sin éxito a la reina Mariana de Austria, madre de Carlos II, el cáncer que padecía en 1696. Durante nueve días, por la mañana y por la tarde, santiguaba a la enferma, signándola con un crucifijo y repitiendo cada vez: “Yo te santiguo, Dios te sane”.

Todos esos saludadores que empleaban en sus ceremonias oraciones cristianas, persignaciones, estampas religiosas, etc., fueron perseguidos y castigados.

Rodrigo de Narváez, saludador de Jaén, fue juzgado por la Inquisición en 1572 debido a que “por la invocación que tenía de los demonios decía cosas por venir y acertaba en ellas… y miraba las manos y decía lo que entendía de las rayas…” (14).

Las Constituciones Sinodales del Obispado de Pamplona de 1590, ordenaban que no se consintieran a aquellos que aplicaban “falsas palabras por vía de medicina”.

Gaspar Navarro, canónigo de la Iglesia de Montearagón (Toledo), aconsejaba a los vicarios generales y obispos que antes de dejar curar a los saludadores en sus diócesis, vieran si lo hacían porque tenían gracia gratis data o si era por pacto con el demonio.

En Aragón fueron castigados muchos saludadores por dedicarse también a la hechicería.

Isabel Gil, vecina de Mira del Río (Cuenca) no sólo era saludadora a mediados del siglo XVIII, sino que se dedicaba también a santiguar y conjurar los ganados de los pueblos próximos al suyo, por lo que fue procesada y castigada (15).

Hacia mediados del siglo XVIII el número de saludadores farsantes y pícaros aumentó de tal forma, que se les prohibió ejercer sus actividades por las autoridades civiles y eclesiásticas.

En Guipúzcoa las Juntas Generales mandaron en 1743, que las justicias de los pueblos impidieran a los saludadores hacer curaciones y ensalmos.

El Real Despacho de 24 de diciembre de 1755 ordenaba:

“Que de aquí adelante no se paguen de los efectos de la República maravedís algunos a ningún saludador por salario ni en otra forma, so pena de que lo contrario haciendo, se cargará a los capitulares como a particulares”.

En el Título VIII, artículo 24 de las Ordenanzas judiciales y políticas del Principado de Asturias de 1781, se mandaba:

“A los saludadores como gente ociosa, ignorante o mal instruida en la doctrina cristiana y perjudicial a sus vecinos, que simple o vanamente confían en la eficacia de sus oraciones, deben los jueces perseguirlos por todos medios…”.

El castigo para estos saludadores era de seis meses de prisión, pero saldrían de ella los días festivos a oír misa y ser instruidos en la doctrina cristiana.

En el artículo 25 del mismo título de las Ordenanzas, se exponía:

“A los que admitan en su casa estas gentes o se aprovechen de sus vanas oraciones y supuestas gracias, se les condena en dos ducados de multa por cada vez que lo hagan”.

Tres años después el obispo de Oviedo, González Pisador, comunicaba (16):

“Item por quanto estamos informados que diferentes personas fingiendo tener la gracia de saludadores andan vagas por nuestro Obispado, dándose a este modo de vida con seducción de los pueblos y gente sencilla… mandamos a todos los curas que no permitan en sus parroquias a semejantes saludadores y a éstos que no usen en manera alguna de dicho oficio y fanatismo, so pena de excomunión mayor…”.





A pesar de estas órdenes siguieron existiendo saludadores hasta principios del siglo XX.

A fines del XIX había repartidos por diferentes barrios madrileños unos 300, de los que más de la mitad eran mujeres (17).

En la segunda década del siglo XX en algunos pueblos del suroeste de la provincia de Madrid, utilizaban todavía los servicios de saludadores para curar a sus ganados.

No hay duda de que entre los saludadores hubo muchos embaucadores y farsantes, pero también otros que supieron curar la rabia sobre todo los que además de soplar y untar con su saliva, emplearon el alcohol, el vino o ciertas hierbas para limpiar y desinfectar las heridas.

Fray Martín de Castañega que estudió estos temas, reconocía en 1529 la gracia que tenían algunos saludadores para curar (18).

El mismo Feijoo opinó que “posiblemente entre millares de saludadores haya alguno que tenga gracia gratis data curativa de la rabia”.

Aunque la credulidad e ignorancia de la mayoría de las personas era grande en siglos pasados, no creemos que hasta el punto de, con los pocos recursos económicos que en general tenían, pagar durante años a una persona, proporcionarle gratuitamente una vivienda, eximirla del pago de impuestos, etc., si no hubieran apreciado alguna curación en ellos o en sus ganados.

NOTAS

(1) ÁLVAREZ DE CALDAS, Juan: Constituciones sinodales del Obispado de Oviedo,Valladolid, 1608, Libro V, Título VII.
(2) LÓPEZ DE GUEREÑU, G.: “Brujas y saludadores”, Homenaje a D. José Miguel de Barandiarán,Tomo II, Bilbao, 1965.
(3) LÓPEZ TERRADA, M.ª Luz: Las prácticas extraacadémicas en la ciudad de Valencia durante los siglos XVI y XVII,Valencia, 2002.
(4) CASTELLANOS, José Manuel: El Madrid de los Reyes Católicos, Madrid, 1988, p. 67.
(5) Libro de Acuerdos del Concejo madrileño,Tomo V, p. 290, Madrid 24–7–1514.
(6) LÓPEZ DE GUEREÑU, G.: Op. Cit., p. 166.
(7) AGUIRRE SORONDO, A.: “Los saludadores”, Cuadernos de Etnografía de Navarra,número 56, 1990, p. 314.
(8) LÓPEZ DE GUEREÑU, G.: Op. Cit., p. 169.
(9) PAN, Ismael del: Folklore toledano, Toledo, 1932, p. 97.
(10) SEIJO ALONSO, F. G.: Curanderismo y medicina popular, Alicante, 1974, p. 209.
(11) OSUNA, J. M.: Los curanderos, Barcelona, 1971, p. 74.
(12) CIRUELO, Pedro: Reprobación de las supersticiones y hechicerías, Salamanca, 1547, Parte III, capítulo VII.
(13) SÁNCHEZ PÉREZ, J. A.: Supersticiones españolas, Madrid, 1948, p. 266.
(14) ORTEGA RUIZ, A.: Magas, brujas y hechiceras en la Loma durante el siglo XVI, Universidad Internacional de Andalucía.
(15) CIRAC ESTOPAÑÁN, S.: Los procesos de hechicerías en la Inquisición de Castilla la Nueva, Madrid, 1942, p. 63.
(16) GONZÁLEZ PISADOR, A.: Constituciones sinodales del Obispado de Oviedo, Madrid, 1784, p. 297.
(17) HOYOS SAINZ, L.: Manual de Folklore, Madrid, 1985, p. 228.
(18) CASTAÑEGA, Martín de: Tratado de Supersticiones y hechicerías, Madrid, 1946.

14 julio, 2019