Las leyendas parten de hechos reales sucedidos mucho tiempo atrás, mientras que los mitos hablan de realidades simbólicas. Es decir transmiten verdades con el lenguaje de los sueños.
La historia de la Atlántida contiene leyenda y también es mítica. España es considerada dentro de la leyenda Atlante como parte directa del imperio desaparecido, con la antigua Tartessos, o bien como colonia comandada por atlantes de nombre íberos, que acabaron dando nombre a la península. Y el único país de Europa, junto con Portugal, que conservan parte del continente desaparecido: islas Canarias y Azores. En África, en 1926, el conde Byron Kûhn de Protok descubrió en sus excavaciones arqueológicas en el Sahara, lo que los tuareg llamaban la tumba de la última reina de los Atlantes Tin Hinan. En el Museo del El Bardo, en Argel, se exhibe un esqueleto de dos metros de altura. Se dice que fue una princesa huida de la Atlántida. Juan José Benítez, en algunas de cuyas obras me he basado para escribir este artículo, explica lo siguiente: “… en mi primera visita a Argel me apresuré a recorrer el museo del El Bardo, en su búsqueda. Allí estaba, casi olvidada en un rincón.
La examiné con detenimiento y admiración recordando las leyendas que circulan sobre ella. Los informes de los forenses tenían razón. Aquella mujer pudo alcanzar los dos metros de altura. Era Tin-Hinan, princesa de los tuaregs y de la etnia bereber. La única mujer conocida que gobernó al levantisco pueblo del desierto. ¿O no se trataba de una mujer?“
Los tuareg o imuhagh son un pueblo bereber (o amazigh) de tradición nómada del desierto del Sáhara. Su población se extiende por cinco países africanos: Argelia, Libia, Níger, Malí y Burkina Faso. Cuando se desplazan, cubren sus necesidades y las de los animales debido a que viven en unidades familiares extensas que llevan grandes rebaños a su cargo. Tienen su propia escritura, el tifinagh.
Se les supone principalmente descendientes de los antiguos garamantes que en la Antigüedad habitaban el Fezzán. Limitaban al norte con los mauritanos, al oeste con los getulos y al este quizás ya con los ancestros de los tubus. Durante la Edad Media sus linajes se vincularon con los de los sanhaya y de los zenatas.
En la antigüedad, se dedicaban a saquear pueblos, controlando además las rutas del desierto. En el siglo XII, las invasiones árabes e hilalianas les obligaron a adoptar un estilo de vida nómada. A lo largo de los siglos han adoptado algunas ideas del Islam, en la medida de que esto no se contrapusiera con sus propias creencias, manteniendo intactos su sistema de justicia y sus leyes. La población estimada de personas que hablan lenguas bereberes es de 25 millones, de los cuales 1,2 millones se consideran tuareg.
La estructura básica de la sociedad tuareg es el linaje (tawshit), grupo de parientes que reconocen un antecesor común. Los hijos pertenecen al linaje de la madre y heredan de ella, pero el hogar se establece en los aghiwan o campamentos del linaje del padre. Cada linaje pertenece a una categoría social determinada y hace parte de una ettebel (comunidad social o ‘tribu’). Los linajes designan un amghar, su líder (varón) y el consejo de líderes se designa entre los guerreros (varones), el amenokal, jefe del ettebel.
No se conoce exactamente la etimología de la palabra árabe طوارق, t.uwâriq (españolizada como «tuareg») pero se sabe que es el plural de طرقي targuí o t.arqî (en femenino طرقية targuía ot.arqîya), etnónimo que, al parecer, procede de una antigua ciudad del Fezán llamada Targa (طرقة). Según la teoría etimológica de Sidahmed Ahmed Luchaa sobre la palabra “tuareg“, su origen viene de la palabra camino (طريقة – tariga) en árabe, ya que estos tenían fama de “corta-caminos” para atracar las caravanas de los saharauis. Las lenguas bereberes, el sustantivo comúntarga suele aludir a un cauce fluvial, principalmente al tipo de río de África del Norte, que en árabe se conoce como wadi (‘riada’ o ‘cauce’ torrencial de un río). En su propio idioma este pueblo se suele autodenominar imoshag, imushaq, imuhagh (en cabilio: imuhaɣ), palabra cuyo significado es ‘los libres’ o ‘los nobles’ y que parece derivar de tamazight. También se dan a sí mismos el nombre de kel tamayaq o kel tamasheg (‘los que hablan el idioma tamasheg’). La tienda (ehe) es identificada con el matrimonio y el hogar. La mujer debe fabricarla con pieles o tejidos de cestería y ella es su propietaria. Las mujeres tienen autoridad en el campamento, ya que el hombre está frecuentemente ausente, en sus actividades como pastor, comerciante o guerrero.
Generalmente la mujer sabe escribir y es más instruida que su esposo, participa en los concejos y asambleas del linaje y es consultada en los asuntos de la tribu. El cortejo entre mujeres y hombres solteros, viudos o divorciados se realiza en sitios denominados ahal. Allí se conversa, se canta, se interpreta música, se recitan poesías y se conciertan citas de amor. El matrimonio se realiza después de que la mujer ha aceptado un pretendiente y él la solicita al suegro, pagando una dote, generalmente en ganado. La mujer lleva su ganado personal al nuevo hogar y puede divorciarse y casarse con otro pretendiente, si se considera maltratada por el esposo.
Hay una serie de Indicios y pistas con respecto a la existencia de la Atlántida. El mar de los Sargazos, en pleno océano Atlántico, es una superficie de vegetación marina perenne que apunta a la existencia allí de tierras sumergidas. Los asombrosos conocimientos astronómicos de muchos pueblos de la antigüedad, que supondrían muchos siglos de observación del cielo, teniendo que remontarnos, para ello, a fechas en las cuales la historia oficial afirma que aún no existían dichas culturas. Hace unos 10.000 años el desierto del Sahara era un vergel con abundantes lluvias, pero un cambio drástico de condiciones llevó a su desecación.
Existen teorías según las cuales la desecación del Sahara fue producto del cambio de inclinación del eje del planeta, que produciría catástrofes a nivel global, entre ellos el hundimiento de la Atlántida. La Esfinge egipcia, según estudios geológicos, presenta marcas de erosión por agua que la remontan, más allá de su fecha oficial, a unos 10.000 años. Las enigmáticas pinturas de Tassili, en el Sahara argelino, tendrían una antigüedad de unos 10.000 años. La arquitectura megalítica a lo largo de todo el borde occidental de Europa, cerca del mar, parece producto de una única cultura llegada a sus costas. Hace unos 10.000 años, según los geólogos, los sedimentos del fondo marino indican modificaciones geológicas anormales.
Las migraciones frustradas de aves, anguilas y un roedor escandinavo, el lemin, hacia el interior del océano Atlántico, en que las anguilas sí logran desovar en el mar de los Sargazos, pero supone la muerte para miles de los roedores. Múltiples historias sobre un gran diluvio catastrófico, tal como podemos leer en la epopeya de Gilgamés, en el Próximo Oriente, el Popol-Vuh maya, en América, y el relato bíblico de Noé.
Para los tuaregs, Tin-Hinan fue una princesa bereber que emigró desde la región del Atlas (en el actual Marruecos), probablemente Tafitali, atravesando el desierto sahariano a lomos de una camella blanca. Fue una heroína y la fundadora del pueblo tuareg. Tras una larga marcha de casi 1.400 kilómetros, fue a establecerse en Abalessa, en las proximidades de Tamamrraset, al sur de Argelia. Allí encontraron su tumba y los huesos que se conservan actualmente en El Bardo. El análisis de los restos orgánicos que acompañaban al esqueleto ha establecido una antigüedad que oscila entre los 470 y 130 de nuestra era. Junto al enorme esqueleto aparecieron cientos de piezas de oro y plata. Sólo en El Bardo se conserva un ajuar integrado por 613 collares, anillos y brazaletes, que ratifican la notoriedad del personaje.
Para arqueólogos e investigadores como Lehuraux, Gautier y Reygasse, entre otros, el túmulo de Tin-Hinan es el hallazgo más destacado del África sahariana. Para otros, en cambio, la realidad de una mujer al frente de un pueblo de guerreros no parece verosímil. Según estos investigadores, Tin-Hinan sería un mito, inventado por los bereberes o por los tuaregs y los huesos hallados en Abalessa serían los de un hombre. Así lo defiende Adila Talbi, arqueóloga argelina, excelente conocedora de los restos que se exhiben en la vitrina de El Bardo. Algunos médicos que han tenido acceso a los huesos de Tin-Hinan opinan lo mismo que Adila: la pelvis, por ejemplo no parece la de una mujer. En todo caso, la de una mujer que no hubiera tenido partos.
Los tuaregs, sin embargo, se oponen a esta sospecha. Y aseguran que Tin-Hinan “se mezcló con los dioses para crear una nueva raza”. Los más ancianos depositarios de la tradición oral hablan de “hombres de gran altura, de pelo amarillo y ojos rasgados, procedentes de Orión, y que fueron los padres de su pueblo“. Si los ancianos tuaregs dicen la verdad, ¿quiénes eran esos seres de gran altura? ¿Seres extraterrestres mezclados con humanos?
Otros estudiosos han querido ver en Tin-Hinan la viva representación de los atlantes. Tin-Hinan, según el conde de Prorok, pudo ser una princesa que escapó a tiempo de la no menos mítica Atlántida, terminando sus días en la referida región de Abalessa, en el Hoggar. Este convencimiento de Prorok se vio fortalecido cuando acertó a leer el relato de Adolphe de Calassanti, un oficial y traductor que viajó al sur de Argelia en 1906.
En esa época, Calassanti describe el túmulo funerario, todavía por descubrir, ya que la primera expedición arqueológica tuvo lugar en 1925, y las diferentes versiones de los tuaregs sobre el origen y la vida de Tin-Hinan. Entre esos relatos destacan los sueños premonitorios de los tuaregs que tenían por costumbre dormir sobre el citado túmulo. Es así como surge esta hipótesis sobre una Tin-Hinan atlante. Byron Kuhm de Prorok lleva a cabo las primeras exploraciones arqueológicas, a las que sigue una segunda campaña, en 1933, a cargo de M. Reygasse.
El hallazgo tiene una enorme repercusión y surge una agria polémica. Alguien, al parecer, se ha quedado con parte del tesoro que encerraba la tumba de Tin-Hinan. ¿Qué escondía realmente el túmulo funerario de Abalessa? Probablemente nunca lo sabremos. Muchas de las piezas fueron escondidas y vendidas. Hoy se ignora su paradero. Quizá en ese tesoro perdido puede estar la explicación a muchas de las interrogantes sobre Tin, “la de las tiendas” .
¿Fue la princesa fundadora de los “hombres libres”, como se proclaman los tuaregs?
Existen civilizaciones antiguas descubiertas a lo largo de los dos últimos siglos, que demuestran que en la historia no ha habido siempre evolución hacia una única dirección, sino altibajos tecnológicos y culturales. En la obra del matemático e investigador José Álvarez López, “Atlántida reconstruida“, nos dice lo siguiente: “Es ilusorio pensar que nuestra ciencia histórica conozca algo del pasado humano. La arqueología de los últimos 100 años se ha encargado de ilustrar cuán grande era la miopía de la historia.
Aparecieron multitud de reinos, imperios, civilizaciones de las cuales no había ninguna noticia. Supuso una auténtica sorpresa descubrir la existencia de importantes civilizaciones del Indo: Mohengo-Daro y Harappa aparecieron de repente bajo la pala del arqueólogo, para mostrar que hace 5.000 años había ciudades modernas, delineadas por urbanistas, con servicios sanitarios al nivel de las urbes de hoy… Se encontraron casas que poseían varios baños con agua corriente en los pisos altos. Los desagües cloacales, por otra parte, eran obras de una moderna ingeniería hidráulica, ya que poseían cámaras asépticas y otros requerimientos técnicos avanzados. la realidad de estos hallazgos ha recibido otra reciente confirmación en las excavaciones de Tera (Santorin), donde las habitaciones de los pisos altos no solamente tenían agua corriente sino, inclusive, disponían de agua caliente y fría. Es importante repetir la observación de Piggot de que las modernas ciudades de la India carecen del confort que tuvieron hace 5.000 años”.
La Atlántida es la mayor y más importante de las tierras perdidas en occidente. Desde el relato de Platón han sido cientos de investigadores los que han intentado demostrar su existencia o localizar sus restos en los lugares más variados. Según consta en un documento militar francés, que el novelista Pierre Benoit utilizó como base para su novela “La Atlántida“, pudiera ser la más sorprendente localización para la misma. Nada más y nada menos que en el corazón de las montañas de Ahaggar, en Argelia. El macizo volcánico de Ahaggar, también El Hoggar, es una región inhóspita con grandes variaciones de temperatura y muy poca lluvia durante todo el año. En ella residen la tribu tuareg conocida como Kel Ahaggar. Y, según las leyendas de este pueblo, en estas montañas fue donde la legendaria reina Tin Hinan unió por primera vez a los tuareg como un sólo pueblo.
Esta supuesta parte de la Atlántida ocupa un valle-oasis, casi completamente cerrado al exterior, siendo la única vía de comunicación una serie de galerías subterráneas. El clima en esta depresión es más moderado que fuera de él, gracias a la influencia del oasis y es considerado por los escasos visitantes como uno de los lugares más bellos del Sahara. Las construcciones son de los más ricos materiales, incluyendo posiblemente el misterioso oricalco, identificado con un mineral de aspecto similar al bronce aunque más claro. Y el agua subterránea alimenta huertas y jardines espléndidos mientras que los picos que rodean el valle pueden verse gran parte del año cubiertos de nieve. Las huertas y granjas producen frutas sabrosas e incluso vino de una calidad aceptable.
La comunidad fue gobernada por una reina llamada Antinea, que afirmaba ser inmortal. Se dice que era descendiente de Cleopatra Selene, a su vez hija de Cleopatra y Marco Antonio, y que parece que era la misma Tin Hinan de la leyenda. Aunque a primera vista parece increíble, debemos considerar la relativa cercanía de la llamada Ciudad de los Inmortalesy el río que, presuntamente, da la inmortalidad. Antinea, una mujer de una belleza fatal, a menudo convertía a los visitantes masculinos en sus amantes, pero sólo durante un breve tiempo. «El inmortal» es uno de los cuentos de El Aleph, un libro escrito por el argentino Jorge Luis Borges, publicado en 1949.
Valiéndose de la literatura, la religión y la filosofía, se plantea en el relato los efectos que causaría la inmortalidad en los hombres, cuestionando los principales valores establecidos de esos tres temas. El narrador cuenta que la historia fue hallada en un manuscrito, dentro de un ejemplar de la traducción de la Ilíada de Pope, que Cartaphilus le ofrece a una princesa en 1929. La historia es contada en primera persona por el protagonista, Marco Flaminio Rufo, un romano que sale en busca de un río que da la inmortalidad a quien bebe de él, motivado por la historia que un jinete egipcio desconocido le remite antes de morir. Secundado por doscientos soldados y algunos mercenarios, emprende el viaje. Varios días después de perderlos en el desierto, encuentra un río de agua arenosa del que bebe sin saber que aquel era el río que buscaba, y que los trogloditas que vivían cerca de él eran los inmortales.
Después de atravesar un casi interminable laberinto subterráneo, emerge a la Ciudad de los inmortales. La ciudad era una caótica construcción carente de sentido. Cuando consigue salir, descubre que afuera lo esperaba uno de los trogloditas, al que llamó Argos (el perro de Ulises, en la Odisea ). Después le confiesa que era Homero (el autor de la Odisea). Marco Flaminio Rufo descubre que la inmortalidad es una especie de condena. La muerte da sentido a cada acto ante la posibilidad de ser el último; la inmortalidad se lo quita. En el siglo X, los inmortales se dispersan en busca del río que los libere de su condición.
Cuando la veleidosa reina Antinea se cansa de sus amantes, son asesinados y sometidos a una curiosa forma de momificación. Según los relatos, sus cuerpos son sometidos a un baño electrolítico de oricalco y plata que les da el aspecto de perfectas reproducciones escultóricas del finado. Estas siniestras estatuas, junto con inscripciones indicando su identidad y la fecha de la muerte, decoran las habitaciones de la reina, aunque su naturaleza no es obvia a primera vista. Pese a su aislamiento geográfico y al desconocimiento que el mundo exterior tenía de ellos, estos atlantes se mantuvieron sorprendentemente bien informados y en sus amplias bibliotecas podían encontrarse antiquísimos manuscritos desconocidos por el gran mundo. La mayoría de las noticias y los bienes les llegaban a través de los kel ahaggar, con los que mantenían una alianza firme que ha ayudado a mantener el secreto de su existencia. Se dice que la mayoría de la población de la ciudad tiene la piel, los ojos y el cabello oscuros aunque algunos individuos, como la misma Antinea, tienen los ojos verdes o azules y un tono de piel más claro. Investigadores franceses elaboraron la teoría de que se trata de la Atlántida original, no hundida como interpreta la mayoría, sino que la tierra a su alrededor se habría alzado, quedando la antigua isla aislada en el interior del continente.
Para confirmarlo incluso se cita un fragmento desconocido del Critias, del que se afirma haber encontrado la única copia completa existente, que parece corroborar dicha identificación. También se identifica a los atlantes como antepasados de los garamentes, a su vez ancestros de los tuareg. Estas afirmaciones sin embargo parecen contradecirse con otras informaciones diversas que han situado las ruinas de la Atlántida en localizaciones en el centro del océano Atlántico, que parece ser la idea más extendida entre los que defienden su existencia.
Lo más probable es que esta se trate tan sólo de una antigua colonia menor y no de la gran ciudad descrita por Platón, quizás alzada tras la destrucción de la isla madre e imitando la estructura de su antigua capital. Por supuesto también es posible relacionar esta ciudad conKhokarsa, aunque las referencias al oricalco parecen contradecir directamente esta identificación. Según José Ramón Vidal, en su blog “aventuras extraordinarias“, Khokarsa es un supuesto antiguo imperio africano. Entre los pocos investigadores que dan crédito a su existencia se barajan fechas para su esplendor en torno al 11000 o 10000 a.C. En dicha época se supone que la región centroafricana tenía una configuración geográfica muy distinta a la actual; marcada por la presencia de dos grandes mares interiores, de los que el lago Chad es hoy el último y lejano resto. Hacia el final del periodo khokarsano la erosión provocó que se rompieran las barreras naturales y ambos desaguaron en el Atlántico, a través de la recién nacida cuenca del río Congo.
Esta desecación fue paulatina pero bastante rápida, alterando profundamente los patrones climáticos del continente y dando un golpe de muerte a la culturakhokarsana. En torno a esos mares interiores habría nacido, florecido y prosperado la culturakhokarsana, y en torno a sus riveras se distribuirían las ciudades y pueblos que formaban el imperio. Se trataría de una cultura con desarrollo urbano, muy dependiente del sistema de comercio marítimo y los productos marinos para su subsistencia.
Esta distribución aseguraba cierto nivel de independencia a las distintas ciudades, que mantenían algunas costumbres y rasgos religiosos y lingüísticos propios. Al desaparecer los mares, sin poder mantener la unidad política ni cultural, sin acceso al intercambio de productos que permitía una economía viable y prospera, la cultura khokarsana desapareció a una velocidad sorprendente, dejando escaso rastro arqueológico. Tampoco la herencia cultura khokarsana es muy significativa, ya que cuando nuevas oleadas poblacionales se establecieron en la región trajeron sus propias lenguas y costumbres.
El rastro más evidente de esta antigua civilización son diversos enclaves que varios exploradores han encontrado en el interior de África a lo largo de la historia. Mostrando estos una gran coherencia entre si, al mismo tiempo que rasgos lingüísticos, étnicos y culturales totalmente diferentes a la población del área y otras culturas arqueológicas conocidas. Es en base a estas similitudes que, ya a finales del siglo XIX, se comenzó a especular con la posible existencia de una cultura madre original para estos asentamientos.
Entre dichos emplazamientos suele incluírse Kôr, Xuja, Opar, y las ciudades enfrentadas de Athne y Cathne o Zu-Vendis. Algunos de estos asentamientos se encuentran lejos de las tierras antaño dominadas por Khokarsa, siendo posiblemente fundadas por refugiados después de la desaparición del imperio principal. También es posible que, de existir, el legendario grupo de hechiceros inmortales conocidos como kavuru, sean descendientes de esta antigua civilización.
La obra de Sir Wade Jermyn,Observation on the Several Parts of Africa, sobre las exploraciones de este caballero británico en la región del Congo a mediados del siglo XVIII, es el primer testimonio directo de un occidental sobre alguno de estos lugares. Sin embargo ya en su propia época la obra de Sir Wade se enfrentó al escepticismo de la comunidad científica. Desde entonces el libro ha sido considerado demasiado a menudo como literatura fantástica. Sin embargo, los testimonios se acumulan a finales del siglo XIX y principios del XX ,para descender paulatinamente desde entonces. Donde un explorador de 1880 describe una ciudad habitada, un siglo después se habla como mucho de ruinas devoradas por la selva. Es posible que para finales del siglo XX la mayoría de estos enclaves hayan desaparecido.
Fuente: Veritas Boss