Investigadores comprueban que la meditación en cualquiera de sus formas aumenta la capacidad de concentración y atención más que cualquier otra actividad «distendida» como leer o ver la televisión.
El "mindfulness" puede ser de lo más útil en los tiempos que corren...
Meditación: consegir un estado «Mindfulness» en 8 minutos
En este sentido, los expertos Daniel Goleman y Richard J. Davidson, nos advierten de la tendencia a generalizar cuando se habla e investiga en este terreno, abordando la meditación como si se tratara de un bloque o unidad indisoluble cuando en realidad existen diversidad de clases de prácticas meditativas, cada una con una técnica específica que puede ejercer un efecto concreto en nuestros parámetros biológicos, capacidades cognitivas o estructura cerebral.
Aunque la relajación y la mayor capacidad para centrar la atención parecen efectos comunes a todas, lo cierto es que los estudios más exhaustivos han revelado diferencias interesantes en los efectos que pueden tener a título individual unas meditaciones frente a otras.
Estableciendo una analogía con el deporte, aunque todas las disciplinas deportivas tienen unos beneficios en común, es notorio que unas requieren ciertas habilidades y potencian determinados aspectos que otras no alcanzan, y viceversa.
Eso mismo parece ocurrir con las prácticas contemplativas, identificándose efectos comunes para todas ellas –la referida relajación, mejor concentración y la reducción del estrés–, pero también notables diferencias entre técnicas todas ellas meditativas como la Meditación Transcendental, la Meditación de la Bondad, el Mindfulness, la Meditación Zen, el Vipassana o el propio Sahaja Yoga, por citar apenas algunos ejemplos.
Entre las técnicas meditativas más importantes destacan la Meditación Transcendental, la Meditación de la Bondad, el Mindfulness, la Meditación Zen, el Vipassana o el propio Sahaja Yoga.
Sin embargo, como apuntan Goleman y Davidson, en muchos estudios no se toma en cuenta ese factor, reuniendo a grupo de meditadores heterogéneos, buscando estudiar un efecto concreto sobre la salud o alrededor de la actividad de ciertas regiones cerebrales, que puede acontecer con un tipo de meditación pero no con otro.
Ambos expertos también nos advierten de otro factor si cabe más importante, que desde hace tiempo es tomado en cuenta en todos sus trabajos y en la ponderación del rigor de los ajenos, el relativo a la experiencia de los meditadores.
Generalmente, para estudiar un efecto se buscan grupos de control de personas no meditadoras y se las compara con grupos de personas que meditan. A veces, incluso se introduce un tercer grupo compuesto por personas que siguen algún tipo de actividad o rutina similar que pueda emular la meditación.
Sin embargo, no es lo mismo un meditador principiante que otro que lleva años practicando. Pero más importante aún que los años son las horas reales de meditación que se acumulan y que pueden convertir un efecto transitorio, logrado en unas pocas horas de práctica, en un rasgo permanente cuando las horas de meditación son las suficientes.
Recuperando la analogía deportiva, entre el deportista aficionado y el medallista olímpico hay una amplia diferencia tanto en la dedicación como en los resultados.
En sus trabajos distinguen al meditador principiante, con menos de 100 horas de práctica y al que pertenecen la inmensa mayoría de quienes en nuestra sociedad utilizan la meditación, del meditador avanzado que se mueve en un rango de entre 1.000 y 10.000 horas de práctica, contemplando un tercer grupo «olímpico», el de los yoguis, donde las cifras oscilan entre las 12.000 y las 62.000 horas de práctica, que además incluyen una buena cantidad de años de retiro profundo.
En menos de 10 minutos
Es evidente que los logros de los primeros no pueden equipararse a los alcanzados por los segundos y, ni por asomo, al de los yoguis, pero lo que sorprende es descubrir que en muy poco tiempo algunos de los efectos que logran los principiantes se pueden medir aunque desaparezcan al poco tiempo, como ocurre con la mejora de la concentración tras tan solo 8 minutos de práctica de mindfulness.
Este efecto lo descubrieron en 2012 investigadores del Departamentos de Ciencias Psicológicas y Cerebrales de la Universidad de California, en Santa Bárbara, dirigidos por el Dr. Michael D. Mrazek.
Trabajando con 117 sujetos, a un grupo de personas sin ninguna experiencia previa se les enseñó mindfulness centrado en la respiración, y a otro se le permitía leer el periódico, relajarse y actividades similares que dispersaran mentalmente.
Al ser sometidos a pruebas de atención, quienes habían meditado durante apenas 8 minutos obtuvieron resultados notablemente mejores que el resto, lo que nos lleva a pensar lo que se podría conseguir convirtiendo un ejercicio así en una rutina diaria.
José Gregorio González
16 de Marzo de 2020 (12:30 CET)
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