LOS TESOROS PERDIDOS DEL REINO DE TARTESSOS.(JOSÉ MARÍA BLÁZQUEZ MARTÍNEZ).
La existencia del reino de Tartessos, en Turdetania, la actual Andalucía, viene apasionando a
los investigadores alemanes y españoles y al gran público desde hace unos 30 ó 40 años.
El hispanista alemán A. Schulten, catedrático de Historia
Antigua en la Universidad de Erlangen, poco después de la Primera Guerra Mundial dedujo de sus investigaciones que las fuentes antiguas, tanto griegas –Estesícoro de Himera, Anacreonte, Heródoto, Éforo, Diodoro– como latinas –el poema de Rufo Avieno–, hablaban de un fabuloso reino, situado en el sur de la Península Ibérica, famoso por sus explotaciones mineras, la riqueza de sus ganados y la longevidad de sus reyes, reino que era visitado por mercaderes fenicios y griegos que comerciaban con sus gentes.
Este reino había durado aproximadamente la mitad del primer milenio a.C. Ello llevó al mencionado profesor germano a escribir un libro que, ampliado y retocado, en 1945 fue traducido al castellano y es el obligado punto de partida para el tema.
Tartessos es uno de los temas más apasionantes de toda la Prehistoria e Historia Antigua de España. Se relaciona con los posibles viajes de Salomón en busca de plata, a comienzos del primer milenio a.C., con los orígenes de la colonización fenicia y griega en Occidente, con la introducción en la Península Ibérica del alfabeto, del uso del hierro, del torno de alfarero, de la púrpura, de las técnicas más avanzadas de explotaciones mineras y con la llegada de nuevos dioses, traídos del Oriente (como Astarté o Tanit, que
gozaron después de gran aceptación entre las poblaciones indígenas hispanas), y con la creación de grandes centros urbanos de tipo comercial, como Cádiz.
La arqueología española, portuguesa y alemana, durante el último decenio, trabaja en diversos lugares del sur de la península que pertenecieron al reino de Tartessos o que fueron asentamientos de colonos fenicios que comerciaban con sus habitantes, como la Ría de Huelva, la costa de Granada y de Málaga y las orillas del Guadalquivir. En la actualidad es posible hacerse una idea sobre Tartessos y su importancia muy diferente de la que se hicieron el sabio germano y sus seguidores, como A. García y Bellido. Hoy interesa la cultura tartésica, que es la respuesta que dieron las poblaciones del sur de la península, en gran parte de origen indoeuropeo, al estímulo del Oriente
máscara de Tharsis (siglo VII a.C.), de influjos griegos arcaicos y orientales.y brazalete del tesoro del Carambolo (Sevilla),traído por los mercaderes fenicios, etruscos y griegos, que originaron una cultura de tipo orientalizante, similar a la coetánea de Grecia, Etruria y Cartago.
El problema que apasionó tanto a A. Schulten, la localización de Tartessos, ha pasado hoy a segundo plano. La Universidad de Barcelona, a través de su Instituto de Arqueología, organizó en 1969 un simposium en Jerez de la Frontera, cuyos resultados fueron publicados en 1970, sobre todos los problemas planteados por Tartessos. Sobre el tema han aparecido últimamente tres libros, debidos a. J. Maluquer, a J. de Mata Carriazo y al autor de esta líneas, y multitud de artículos, destacando los de los profesores A. Blanco, J.P. Garrido y M. Pellicer.
FUENTES LITERARIAS
Las primeras fuentes que se han relacionado con Tartessos son las alusiones del I Libro de los Reyes,que habla de que ”no se hacía caso alguno de la plata en el reino de Salomón, porque el rey tenía en el mar naves de Tarsis, con las de Hiram, rey de Fenicia,
y cada tres años llegaban las naves de Tarsis trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales”.
Otros textos del Antiguo Testamento aluden a las naves de Tarsis. En el mismo Libro Sagrado se lee: «Josafat [875-851 a.C.] construyó naves de Tarsis para ir a Ofir en busca de oro, pero no fueron, porque las naves se destruyeron en Asiongaber».
Las naves de Tarsis se vuelven a citar hacia el año 730 a.C. en Isaías; otros textos atribuidos a este profeta son sin duda posteriores al cautiverio del pueblo judío.
Algunos textos sagrados, como el Salmo 72,fechado en el año 650 a.c,citan a los reyes de Tarsis.Jeremías, hacia mediados del siglo V a.C., menciona asimismo la plata laminada venida de Tarsis.
Muchos investigadores (Mazzarino, Charles Picard, Schulten) admiten con bastante probabilidad la ecuación Tarsis – Tartessos. Esta tesis fue defendida ya por el jesuíta sevillano Juan de Pineda (1557-1637). Barnett y nosotros nos inclinamos a creer que las citas del Libro de los Reyes se refieren a la India de donde podían proceder los monos, el marfil y los pavos reales. S. Jerónimo, en su carta 37, afirma lo mismo, al igual que el diccionario bizantino que se conoce con el nombre de Suidas. Recientemente, Koch, profesor de la Universidad de Constanza, insiste en el hecho de que la abundancia de plata del reino de Salomón a la que aluden los Libros Sagrados no puede proceder de otro lugar del Mediterráneo más que de la Península Ibérica.
En los autores griegos y latinos es posible espigar algunos datos sobre Tartessos, que son un eco de su importancia y de la confusión que hubo sobre esta civilización a partir de la mitad del primer milenio a.C.
Zona excavada del Poblado Bajo del Carambolo.
La Ora Marítima,porma del s IV de Rufo Avieno, que sigue fuentes semitas y es la más antigua descripción de las costas de la península, se refiere a Tartessos como ciudad, rodeada de murallas y regada por un río.
La Ora Marítima y otras obras de escritores como Plinio (que visitó Hispania en época flavia y fue procurador allí), el historiador romano Salustio, Valerio Máximo, Justino (historiador que vivió en el año 30o y que extracta a otro historiador,Trogo Pompeyo,, de época augustea) y Apiano, la identifican con Gadir, ciudad fundada por los habitantes de Tiro en el año 1.100 a.C. y es por lo tanto la ciudad más antigua de Occidente.
El mismo Plinio y Apiano (historiador del siglo II que sigue a Polibio, historiador que visitó la Península en el siglo II a.C.) creen que fue Carteia, en el Estrecho de Gibraltar.
Polibio asimismo afirma que se hallaba cerca de las Columnas de Hércules (Gibraltar). Rufo Avieno añade que se localizaba justo en la desembocadura del río homónimo, afirmación que coincide con Pausanias, escritor del siglo II, y con el bizantino Esteban de Bizancio. Posidonio, que vivió en Cádiz durante la Guerra Sertoriana, sostiene que estaba entre los dos brazos del río Tartessos. Con el nombre de Tartessos, pues, se conocía a un río, una ciudad y un reino.
ECONOMÍA:PLATA Y GANADO.
Un texto, atribuido a Aristóteles, indica que el metal preferido por los fenicios que negociaban con Tartessos era la plata. Lo mismo sostiene un historiador contemporáneo de Augusto, Diodoro Sículo.Los fenicios tenían en la costa meridional colonias como Gades, Toscanos (Málaga), Sexi (Granada).En esta última, la actual Almuñécar, ha aparecido el asentamiento fenicio más antiguo de Occidente, fechado entre los años 700 y 670 a.C.
Al decir del historiador griego Heródoto, la plata fue también el producto tartésico preferido por los griegos, para quienes el bronce tartésico fue así mismo metal codiciado. El citado escritor griego de final de los Antoninos, Pausanias, menciona una cámara de bronce tartésico de 13.000 kilos de peso que Mirón, tirano de Sición, dedicó en Olimpia hacia el año 600 a.C. Los griegos comenzaron a comerciar con los habitantes de Tartessos a partir del año 630 a.C., en que Colaios de Samos, desviado de su ruta, llegó casualmente a Tartessos. Todas estas fuentes indican que los fenicios y los griegos venían a la Península a por metales, fundamentalmente plata, bronce y estaño, necesario para la fabricación del bronce y del que el Mediterráneo era pobrísimo.
El geógrafo griego Estrabón, contemporáneo de César y de Augusto y cuyo libro tercero do su Geografía es la fuente principal para el conocimiento de los pueblos de la España Antigua, alaba la fabulosa abundancia en metales de todo género del sur de la península, que motivaron la llegada de los fenicios, de los griegos y de los indoeuropeos. Las minas de estaño se encontraban dentro de Tartessos, en el río de su mismo nombre, en el Monte Casio citado por Avieno, en la Extremadura española y portuguesa, donde abundan los objetos que se vinculan con la cultura tartésica y en las regiones del noroeste de la península, de la Bretaña francesa y de Cornualles.
A partir del año 1200 a.C., como ha demostrado recientemente Hawckes, hay un gigantesco comercio atlántico en manos de los tartesios, cuya finalidad era proporcionar el estaño de las regiones atlánticas y venderlo a los fenicios de Cádiz, que lo exportaban a Oriente.
Las explotaciones mineras eran uno de los ejes de la economía de Tartessos en manos de los nativos.
Casco corintio encontrado en la ría de Huelva en 1930.
Toda Sierra Morena era un gigantesco coto minero, como lo demuestra la gran cantidad de picos de piedras utilizados en la extracción de plata. Se conoce una explotación minera de esta época, la del Cerro Salomón, en Riotinto, excavada por A. Blanco, J.M.Luzón y D. Ruiz Mata. Se trata de un poblado minero en manos de indígenas -indoeuropeos, como lo indica la cerámica hecha a mano con impresiones digitales-, que a partir del año 800 a.C., como se deduce del hallazgo de la Ría de Huelva, compuesto de espadas,cascos, regatones, etc., hacen más que probable su presencia en esta zona, sin duda en busca de los centros mineros y metalúrgicos.
La importancia de este poblado es clave; se trata de una metalurgia de la plata, trabajada sobre las vetas
del mineral con unas técnicas nuevas que son idénticas a las que Rosenberg describe en el Arabad y que son diferentes de las utilizadas por los buscadores de metales de la Cultura de El Argar, en el segundo milenio a.C.
Este poblado estaba ya muy influenciado por, los fenicios, que tenían en la costa de Huelva una serie de factorías, como así lo demuestran las ampollas del tipo de las estudiadas por W. Culican, muy raras en todo el Mediterráneo y documentadas en Samaría, y algunos detalles de las entradas de las casas. Todos los cerros de la Ría de Huelva están llenos de escorias, lo que prueba la existencia de metalúrgicos y fundidores de
plata sobre sus propias casas; la plata la cambiaría esta gente a los fenicios por aceites, como indica Diodoro,y por telas, marfiles y baratijas.
El otro eje de la economía tartésica era la ganadería bovina. La leyenda del robo de los toros del rey tartésico Gerión por Hércules, primero localizado en Etruria y después en Tartessos, presupone una importancia grande de este tipo de ganado.
REYES Y LEYENDAS.
El reino de Tartessos estaba gobernado por reyes. Posiblemente, cada rey gobernaba varias ciudades, como sucedió en Turdetania, a comienzos de la conquista romana, a finales del siglo III a.C. Se conocen los nombres de algunos de ellos. Precisamente Julio Caro Baroja publicó un bello trabajo sobre el carácter de la monarquía en la Hispania Antigua, en el que se estudia minuciosamente a cada rey.
El único mito hispano conservado en las fuentes antiguas, el de Habis, se localizó en Tartessos. Está recogido en Justino. El mito describe un estado matriarcal y la transición de un régimen todavía bárbaro a la cultura superior, que puede ubicarse en las últimas fases de la Edad del Bronce. Habis enseña la agricultura, legisla y al fin se convierte en dios, como Saturno.
Las gentes que gobernaba ignoraban toda forma de vida civil y las técnicas agrícolas. Se encontraban en el tránsito de la constitución gentilicia y tribal a nuevas formas de constitución territorial, manifestadas en el desarrollo de la técnica agrícola menor, en una incipiente evolución urbanística y en una progresiva diferenciación social.
Hay un largo periodo de monarquía despótica hereditaria de carácter divino. Habis se presenta con caracteres similares a los fundadores de otras monarquías antiguas, como Rómulo o Ciro. Al padre del rey Gerión alude Diodoro, quien alaba sus riquezas en oro y plata. Eritea, la hija de Gerión, engendró a Norax, que colonizó Cerdeña, según Pausanias, lo que indica las cualidades marineras de los tartesios.
Esta leyenda representa una hipóstasis mítica de la visita de las costas sardas por los navegantes del sur de la península, en el periodo inicial del comercio fenicio en Occidente, de la que hay confirmación arqueológica.
Vaso de «boca de seta» del Carambolo
El monarca tartésico más famoso fue Argantonio, cuyo nombre indoeuropeo significa
«hombre de la plata». Argantonio gobernó 150 años en Tartessos, al decir del poeta
festivo Anacreonte, que vivió en Sicilia hacia el año 550 a.C.
CULTURA:LA INFLUENCIA DE ORIENTE.
Según se ha indicado ya, los comerciantes fenicios, etruscos y griegos, al intercambiar sus productos por minerales originaron una cultura, llamada tartésica, similar en muchos aspectos a la de sus países de origen, y así se formó una gran Koiné cultural mediterránea.
Se copian en la joyería las nuevas técnicas traídas de Oriente por los fenicios, como el granulado, cuyo testimonio más antiguo es el tesoro de La Aliseda (Cáceres), fechado hacia el año 600 a.C., pues ya aparece en joyas fabricadas por orfebres fenicios del tesoro de Tutankamón.
Hacia el siglo VII a.C., los griegos de la isla de Rodas, que mantenían un intenso comercio con los fenicios, lo imitaron; lo copiaron por los mismos años los etruscos. En Etruria se puso de moda la técnica del granulado en los siglo VII y VI a.C.
El granulado de Tartessos es un poco más basto que el griego y etrusco. Los finos trabajos de A. Blanco han demostrado que el granulado tartésico no se hizo sin intervención de los etruscos, que estaban interesados en obtener oro y estaño, metales de los que ellos carecían por completo y que utilizaban en grandes
El tesoro de La Aliseda es un buen ejemplo de los productos que salían de los talleres tartésicos bajo la influencia de modas traídas de Oriente. La localización de estos talleres que trabajaban el oro, la plata y el bronce es desconocido. Se supone que podían estar en Cádiz, pero seguramente hubo más. El tesoro de La Aliseda, de oro, está compuesto por un lote de joyas que responden a prototipos fenicios.
Así, hay un cinturón compuesto por varias placas decoradas con grifos alados y con el tema de ascendencia mesopotámica del hombre en lucha con un león rampante entre palmetas de cuenco, motivo del gusto de los fenicios. El fondo de las figuras está cubierto con un fino granulado; dos diademas, recubiertas de hilos de granulado, terminan en extremidades triangulares siguiendo modas fenicias (baste recordar la de Siquen).
FUENTE JOSE MARÍA BLÁZQUEZ MARTÍNEZ: “LOS TESOROS PERDIDOS DEL REINO DE TARTESSOS”.