El Sábado Santo es un día de oración y silencio junto a la Madre Dolorosa esperando la mañana gozosa de la resurrección.
Hoy no teníamos mucho interés en alterar este silencio sagrado ni de ocupar la atención de nuestros lectores en cosas secundarias y superfluas ante la grandeza del Misterio que celebramos.
La realidad nos obliga a ser vulgares, demasiado humanos y volver a centrarnos en las abundantes noticias que invaden las publicaciones de hoy.
Es evidente que estamos ante el maldito virus y sus consecuencias que nos acompañaran por el resto de nuestras vidas en este valle de lágrimas.
El Papa Francisco nos alertó, quizás por eso de que el que avisa no es traidor, de que algunos, quién sabe quién, aprovechan la epidemia para arrimar el ascua a su sardina. Hemos visto la creación de una nueva comisión para estudiar de nuevo el diaconado femenino que no parece tema tan urgente, no ahora ni nunca, como para profanar tan sacros días.
Hoy tenemos otro tema que afecta a los miles de empleados del Vaticano y que está corriendo como la pólvora. La crisis de coronavirus ha llegado a los bolsillos y en el Vaticano empiezan a estar muy nerviosos por lo que está cayendo. En nuestra Specola lo comentamos desde el principio de esta crisis y ahora vemos cómo van llegando sus consecuencias más que previsibles.
El pánico se está adueñando de los empleados de la Santa Sede. Tenemos una disposición emitida por la Gobernatorato, el gobierno civil de la Ciudad Estado, que muestra que la situación es catastrófica y la única solución es ‘cortar’ varios elementos del balance, una especie de revisión del gasto.
Leemos en el comunicado oficial: «A la luz de lo anterior se tomaron algunas decisiones que deberán guiar la gestión económica de todos los organismos en los próximos meses y cuyos métodos de aplicación se indican a continuación: reducción drástica de los costos de consultoría, suspensión cuando sea posible, de contratos a plazo fijo, bloqueo de contrataciones y promociones, cese de servicios de horas extras, a menos que sea por razones institucionales esenciales, que se implementarán mediante flexibilidad o turnos «.
Pero las malas noticias no terminan aquí porque la lista también incluye la aplicación de vacaciones forzadas, el recuento negativo de horas en los días en que el trabajo no es posible y se comunica la anulación de conferencias, congresos, exposiciones.
«Aunque el momento de la inevitable degradación económica no es seguro, los superiores de la Santa Sede y del Gobernatorato, en el contexto de reuniones periódicas, sobre el tema económico-financiero, son conscientes de que será necesario un período no corto para una recuperación completa de las actividades tanto de los cuerpos de la curia romana como de las direcciones y oficinas del Gobernatorato «.
Hasta aquí el contenido de la nota que se presume será la primera de una cadena dolorosa de ajustes ante la ausencia total de ingresos.
El mismo cardenal Marx avisa que esto será muy duro para la Iglesia Alemana y para el Vaticano y propone ir a lo esencial. Las reuniones de C-9, C-6, C-7 si se suma Pell que no creemos, están suspendidas por ahora hasta junio y de reformas nadie habla a la espera se si existirá el objeto a reformar o se lo comerá el virus.
Sin duda que se empieza a ser conscientes de que el problema es mucho más grave de lo que se podía imaginar y nos pilla con las arcas llenas de telarañas. Son demasiados años de querer aparentar que todo andaba bien mientras nos comíamos las joyas de la abuela en bailes de la pachamama.
El ‘reajuste’ está servido y mucho empleados se están quedando sin trabajo. El Papa Francisco pide a los malvados empresarios que mantengan los puestos de trabajo pero él va por delante, como siempre, como ejemplo de todo lo contrario.
El Via Crucis de ayer estaba pensado para otro escenario y para otro momento que ya es pasado remoto. No se han querido modificar los textos ya previstos sonando como la marcha nupcial en un funeral.
Todos necesitamos tiempo para asumir las nuevas realidades y el bolsillo vacío está ayudando, más que cualquier otra cosa, a los ‘superiores’ del Vaticano a darse cuenta de donde se encuentran.
Nos causa tristeza el cierre de todas las iglesias por el maldito virus pero algo bueno tenía que tener. Las logias masónicas han suspendido toda actividad, tanto las reuniones periódicas como las ceremonias de iniciación que tendrán que esperar.
El Papa Francisco no utiliza la informática que tan fundamental está siendo en estos tiempos para todo. Ayer entró en directo en un programa de mañana de la RAI para recordarnos que está cercano a los que sufren por si no somos capaces de verlo con claridad. El mismo día que sus empleados recibían las tristes ordenanzas.
Terminamos agradeciendo a los miles de sacerdotes que están haciendo lo posible y lo imposible por estar presentes junto a sus fieles celebrando la Semana Santa. Son millones, muchos, los que estos días se unen por los nuevos medios de comunicación.
Ayer nos lamentábamos de la ausencia de una estructura eclesial que está muerta y no puede, no quiere, dar una respuesta a la tragedia que estamos viviendo pero junto a esto vemos una milagrosa floración de maravillosa presencia de los sacerdotes junto a sus fieles que intuimos que no será pasajera porque esto va para largo.
Terminamos mirando a la Cruz vacía junto con la Madre Dolorosa esperando la resurrección con las palabras de Santa Teresa de Jesús:
«En la cruz está la vida y el consuelo
y ella sola es el camino para el cielo.
En la cruz está el Señor de cielo y tierra
y el gozar da mucha paz, aunque haya guerra.
Todos los males destierra de este suelo
y ella sola es el camino para el cielo.
Es una oliva preciosa la santa cruz,
que con su aceite nos unta y nos da luz.
Alma mía, toma la cruz con gran consuelo.
Que ella sola es el camino para el cielo».
Buena lectura.
Por SPECOLA | 11 abril, 2020